31. Tal vez en otro universo lo fuimos todo.
Ron Pope - A Drop In The Ocean (0:15 - 1:17)
Lennox me está esperando en mi pent-house, no hace preguntas por mi estado, lo cual agradezco porque no puedo seguir conteniendo las lágrimas por más tiempo, las dejo salir al igual que un par de sollozos. Mi hermana estira su brazo y me envuelve, dejándome llorar en su pecho mientras pasa una mano por mi espalda.
—Está bien, hermana, deja salir el dolor. Llorar es bueno, nos ayuda aliviar las penas del alma. Aliviar las cargas que nos da la vida.
No dice la típica frase de que todo estará bien, ella sabe mejor que eso. Tampoco me da frases clichés motivacionales porque sabe que eso no ayuda.
Nada de eso me dará consuelo o calmará el dolor en mi pecho.
—Abraza el dolor, siente esa tristeza y después sigue adelante. La tristeza no es del todo mala, siéntela como sientes las demás emociones. No la reprimas.
—¿Y qué pasa si todo lo que siento es tristeza?
—Te recomendaría una evaluación psiquiátrica.
Ella consigue sacarme una pequeña sonrisa entre todo ese dolor y lágrimas.
No sé por cuánto tiempo lloro contra el pecho de Lennox, pero es mucho, mis ojos arden y suelto pequeños sollozos que poco a poco desaparecen.
—Me siento culpable —confiesa Lennox—. Siento que debí hacer algo, que tal vez debí mencionarle a Colin que te gustaba Jazmín, es solo que tus sentimientos son solo tuyos para contarlos, pero de todas formas debí encontrar algo que hacer para ayudarte. Lo siento.
—Oye, Len. Vamos, nada de esto es tu culpa. Sabes que no te culpo. ¿Verdad?
Me muevo para mirar a mi hermana y ella esquiva mi mirada, decidiendo mirar sus dedos entrelazados sobre su regazo.
Debí suponer que Lennox se culparía, es algo con lo que aún trabaja, eso de cargar penas y problemas ajenos, de culparse por cosas que no están bajo su control y sentir que no es suficiente.
—No te culpo, Lennox y tú tampoco deberías.
Se encoge de hombros y sigue sin mirarme.
—Fui cobarde, ¿sabes? Porque quería estar segura de las cosas antes de dar un paso al frente, pero no debí esperar a conocer sus sentimientos, debí revelar los míos porque eso es lo mínimo que Jaz merece.
Siento sus manos sobre mis hombros y me encuentro con los ojos de diferentes colores de Lennox, recién ahora noto que no lleva los lentes de contacto para ocultar su heterocromía.
—Drea, te digo esto porque te quiero. No hagas lo que yo hice.
—¿Qué?
—No asumas los sentimientos de la persona que quieres y mucho menos tomes decisiones por esa persona creyendo que lo estás haciendo por su bien, porque piensas que esa persona merece más de lo que tú puedes darle. No hagas eso, porque cuando lo hice, el dolor que sentí casi me destruye.
Mantiene un agarre firme sobre mis hombros, dejándome asimilar sus palabras antes de soltarme y acomodarse contra el respaldo del sofá, con sus piernas dobladas debajo de ella.
—¿Sabes? Es divertido de una forma retorcida, que ambas hayamos sufrido y tenido el corazón roto por culpa de Jazmín.
Levanto una ceja.
Cuando Jazmín llegó a San Francisco, mi hermana ya sabía que ella había sido el primer amor de Colin y dejó que sus inseguridades la atacarán, pensando que Colin elegiría a Jazmín.
—No lo había pensado, pero sí.
—Oh, Jazmín, que don tienes para hacer sufrir a las Reagan. Aunque si lo pensamos de otra manera, nosotras también la hemos hecho sufrir a ella. Pobre, Jaz. Qué mala suerte tuvo al cruzarse en nuestro camino. Debemos darle un muy buen regalo de cumpleaños, ella lo merece después de todo lo que nos ha tenido que soportar.
No puedo evitar reírme ante las divagaciones de Lennox, es muy poco usual que ella divague, solo lo hace en contadas ocasiones y es divertido de ver.
—Colin tampoco sabía que Jazmín estaba enamorada de él y eso que, según Remy, Jaz no era sutil. En lo que respecta a ella, tampoco fue su momento.
Vaya.
Es cierto.
Parece ser la maldición de Jazmín, aunque en mi caso, no fue del todo así. Lo nuestro pude ser diferente.
—Creo que Jazmín debería mejorar su técnica para coquetear o hacerle entender a otra persona que le gusta.
Tarareo en su dirección.
—Vaya suerte la de Jazmín —murmuro—. Y casi tuvo de cuñada a Katie.
—Tal vez eso aún suceda —me dice Len con un guiño—. La esperanza es lo último que se pierde.
—¿Cuándo te volviste tan soñadora y llena de esperanzas? La Lennox que recuerdo estaría diciendo que es inevitable sufrir y que lo mejor sería poner los sentimientos en cajas y alejar a las personas para protegernos.
Es una pregunta retórica, se lo que sucedió y también se todo lo que tuvo que batallar para llegar hasta aquí.
Suelta un suspiro y hay un ligero cambio en el ambiente.
Mi hermana me mira sería.
—Drea, sé que es dolorosa toda esta situación, sobre todo ver cómo la persona que amas se casa con otro, pero, y esto no lo digo solo por darte falsas esperanzas, si tú y ella deben terminar juntas, eso va a suceder. Inevitablemente lo hará. Puede que tome un tiempo, pero al final las estrellas binarias vuelven a orbitar cerca la una de la otra hasta colisionar. Y si esa colisión es masiva, surgirá una supernova.
—No somos estrellas, Len. Somos personas.
Mi hermana se ríe.
—Estamos formadas de partículas y residuos que en algún momento fueron parte de una estrella que existió hace millones de años. Somos células que han evolucionado hasta formar esto que ves aquí. No nos reduzcas a llamarnos simples personas.
Pone un brazo sobre mis hombros y me atrae hacia ella.
—¿Qué vas hacer?
Suelto un suspiro.
—Lo he estado pensando. Jeny sugirió que regrese a Londres y creo que tiene razón, no me puedo quedar aquí. No quiero hacerlo y después de la boda iré allá.
—¿Por cuánto tiempo?
Muevo la cabeza.
—Aun no lo sé. Meses quizás o tal vez, dependiendo de cómo vayan las cosas, de manera definitiva.
—Bueno, sabes que te apoyo en lo que decidas hacer hermana. Sin importar que sea, yo te respaldo.
Le dedico una pequeña sonrisa.
La conversación se vuelve más ligera a partir de ahí, pedimos algo de comer y vemos una película y cuando son pasadas las diez de la noche, Lennox se va. Sugiere quedarse, pero le digo que estaré bien. Ambas sabemos que es una mentira, pero mi hermana me deja ganar y se despide de mí, dejándome sola en mi enorme pent-house.
Sola y con miles de pensamientos bombardeando mi mente.
Y así, los días van pasando. Jazmín no llama o escribe, y yo tampoco lo hago. Utilizo este tiempo para organizarme y preparar todo para mi mudanza a Londres.
No sé exactamente qué día es, tampoco es que me importe. ¿Por qué debería? Lo único que me importa es no dejar caer la botella medio vacía de whisky que sostengo en mi mano.
Tarareo en voz baja cuando la botella golpea mis labios para tomar otro trago mientras mi teléfono suena. Suena y sigue sonando, pero yo no me muevo del balcón.
—Creo que ya ha sido suficiente alcohol —es lo primero que dice Katie.
Me quita la botella en un rápido movimiento y deja un vaso de agua junto a mí.
Maldigo, pero sé que es que es inútil discutir con mi hermana mayor.
—No es suficiente. Aún estoy muy sobria.
Recuerdo la última vez que me emborraché de verdad, cuando perdí la conciencia y me desmayé en una fiesta. Eso fue hace casi toda una vida atrás. Recuerdo como reía de cada pequeña cosa, porque el alcohol y las drogas eran lo único que me hacían sentir algo.
Ahora no necesito el alcohol para sentir, por el contrario, lo bebo para evitar justamente eso, los sentimientos. Pero no funciona. Me siento melancólica, enojada, egoísta y todos esos otros sentimientos que preferiría nunca tener.
—No lo entiendes, Katie.
—Claro que lo hago. Tus problemas tienen que ver con relaciones, pero, ¿las cosas que sientes? ¿Dolor, angustia, culpa y miedo? Puedo entenderlo.
El peso de mi dolor se posa sobre mi pecho, dificultando mi respiración, mis movimientos o cualquiera cosa que quiera hacer. El nudo en el fondo de mi garganta se niega a ceder.
—Me siento como si estuviera hecha de ira y tristeza. Siento que en cualquier segundo explotaré y terminaré lastimando a las personas que me rodean. Más de lo que ya lo he hecho.
Mi hermana se sienta junto a mí en el balcón.
—Drea, tú no eres todos esos malos sentimientos que llevas dentro y tampoco eres las malas decisiones que has tomado en tu pasado. ¿Entiendes?
Hay tanta determinación en la voz de mi hermana y en su mirada.
—Sí.
—Bien.
Suelto un suspiro.
Mi teléfono vuelve a sonar y veo que la pantalla se ilumina con el nombre de Jazmín.
—Ignorarla no va a solucionar nada.
—Lo sé.
Deja un beso en mi cabello y se levanta.
—Me tengo que ir, prometí llevar a Lena a visitar a papá.
De todos, ella es la única que lo visita.
Para los demás, es como si él hubiera muerto el mismo día que murió el abuelo. Incluso parece que tenemos un acuerdo no verbal para no mencionarlo.
Es más fácil de lo que uno pensaría.
—Te traje comida. Come. Regresaré después. Te amo.
—Yo también te amo.
Mi teléfono vuelve a sonar.
Después de casi media hora pierdo la cuenta de las veces que ha sonado, pero son muchas.
—Oye, extraña —su voz sale en un pequeño suspiro.
Sin darme cuenta me he levantado y Jazmín se acerca a mí, no mucho, pero si lo suficiente como para poder distinguir el aroma de su perfume entre todos los demás olores; lo suficiente cerca como para poder tocarla si estiro mi mano.
Y quiero hacerlo.
Quiero acortar la distancia entre nosotras, tomarla entre mis brazos y besarla. Quiero cerrar el espacio que nos separa y perderme en su calidez, y entonces, para mí grata sorpresa, Jazmín lo hace.
—Oh, Drea.
Se lanza a mis brazos y me tambaleo un poco hacia atrás por el impacto y la sorpresa. Se acurruca a mi alrededor y presiona su nariz en mi cuello.
Al principio me quedo congelada sintiendo su aliento frío golpear la piel de mi cuello, las suaves exhalaciones contra mi garganta.
—Lo siento. De verdad lamento si te hice enojar con mi comentario.
—No, Jaz. Por supuesto que no. No es nada de eso. Te lo prometo.
Me reprendo de forma mental por dejar que ella piense que ha hecho algo malo.
—¿De verdad? Porque pensé que te había hecho enojar —susurra contra mi piel—. Pensé que te había molestado lo que dije, y bien, al principio me sentí un poco dolida y también algo enojada por tu reacción y por la forma en que te fuiste, pero después me sentí tan mal y te extrañé mucho.
Enroscada su brazo alrededor de la parte posterior de mi hombro y se mueve aún más cerca de mí. Cómo si la cercanía que tenemos no fuera suficiente para ella y hace un pequeño sonido, suave y lleno de satisfacción, mientras tararea cuando la acerco un poco más.
Paso una de mis manos por sus mechones rubios con ternura.
—No estoy enojada por eso. Lo prometo.
Si está situación no fuera tan frustrante, sería algo divertida. Pero tal como son las cosas, no lo es. Ni un poco.
Siendo honesta, no sé cómo aclarar esta situación sin revelar demasiado.
—Jazmín —comienzo—, eres mi mejor amiga. No solo eso, sino una de las personas más importantes en mi vida, nada de lo que puedas hacer o decir cambiará eso. Te lo he dicho antes y te lo repito ahora, siempre estaré contigo.
Se aparta un poco para poder mirarme a los ojos y sonríe, le devuelvo la sonrisa antes de continuar.
—Somos tú y yo, Jazmín. Tú y yo. Esto que tenemos es para siempre.
—¿Cómo cuando dos estrellas llegan a colisionar?
Asiento con la cabeza.
—Sí, algo como eso.
Ladea un poco la cabeza, vuelve a mirarme con una expresión ilegible en su rostro, pero sus ojos son suaves y su lenguaje corporal es más relajado.
Nos acomodamos en las sillas de madera que hay en el balcón y me comenta que me trajo magdalenas de manzana y canela, y que no ha podido dejar de hornear desde aquel día en la tienda de vestidos de novia.
No aparta sus ojos de mí, como si temiera que yo desaparezca si lo hace.
—Dime algo que nunca me hayas dicho —me pide.
Suelto un suspiro.
—No puedo escucharte en la radio —confieso—. Lo he intentado, pero cada vez que lo hago me da nostalgia y otros sentimientos que aún no reconozco del todo. Pero cuando te escucho me desespero y lo único que quiero es escucharte en vivo y en directo, no por la radio. Se siente impersonal, extraño y duele.
—A mí me sucede lo contrario contigo. Cuando no estamos juntas, pongo alguna de tus músicas o entrevistas, y eso me calma.
Toma mi mano entre las suyas con sus ojos azules llenos de algo que no comprendo.
El momento se siente demasiado pesado para mí, y no de una mala manera, solo de esa forma dolorosa que muchas interacciones con Jazmín se han empezado a sentir desde que supe lo que ella sentía por mí.
—¿Cómo van los preparativos para la boda? Lamento haberte dejado sola con todo eso.
—No, no te preocupes y no he estado sola, Remy y Colin han estado ayudando. Incluso tu hermana, Lennox. Hablando de ella, me regaló un libro bastante interesante sobre dos mejores amigas que están enamoradas la una de la otra, pero ambas piensan que la otra no podría estar interesada. Es frustrante. Tan, pero tan frustrante. ¿Cómo no se pueden dar cuenta de los sentimientos de la otra?
La sutileza no es el fuerte de Lennox.
—Oh, Jaz. No tienes idea.
—Y sobre la boda, las cosas, están bien. Hay un detalle que tengo que revisar. Pero todo está bien.
Ladeo la cabeza.
—Si quieres te puedo acompañar con los preparativos que te falten.
—¿De verdad? No tienes que hacerlo.
—No, está bien. Quiero.
Salta hacia mis brazos y dice que vendrá por mi mañana en la mañana.
Realmente soy tan masoquista.
Comienza con cosas pequeñas, arreglos de mesa y bebidas. Mi especialidad y estoy bien con ese tipo de cosas, puedo manejarlas. Pero poco a poco todo va escalando y me encuentro degustando pasteles con Jazmín para elegir el correcto para la boda. Pero no es mi boda. Es la de Jazmín y Spencer. ¿No debería estar él aquí con ella?
—Remy cantará mientras yo camino hacia el altar.
Para evitar aquello, le pedí a Jeny que moviera varios hilos para poder organizar un concierto justo el día de la boda de Jaz. Me digo que no puedo cambiar la fecha, miento. Porque ese concierto me sirve como excusa para irme temprano y evitar todo ese show.
—¿Cantará Work song de Hozier?
Dijo hace mucho tiempo atrás, que quería casarse con esa música de fondo.
—No. Con la de una banda que no conozco.
—¿Segura?
Mueve la cabeza y murmura que sí, que le parece bien.
—Iremos de luna de miel a un crucero porque no me gusta volar —me sigue contando.
Tarareo, sin saber que decir.
—¿A dónde te gustaría ir a ti de luna de miel?
—No lo sé, Grecia tal vez —respondo.
Jaz da un pequeño salto y toma mi brazo.
—Oh, si, deberíamos ir ahí. Los atardeceres son tan hermosos. ¿Recuerdas ese vídeo que vimos? Sí, debemos ir a Grecia.
Espero encontrar un alivio en mi pecho al ver la forma en que Jazmín me sonríe, con esa sonrisa reservada solo para mí. Una sonrisa que a veces me cuesta encontrarle el significado. He llegado a pensar que es una sonrisa de agradecimiento o cariño. No lo sé. Solía desear que esa sonrisa signifique algo más.
—Acabas de decir que odias volar.
—Lo haría por ti. Haría cualquier cosa por ti, Drea. ¿Cómo es que aún no te das cuenta?
Soy consciente de que estoy jugando con fuego, pero ya me he quemadas voluntariamente tantas veces, que realmente no me importa.
No me detengo a pensar en el ¿y sí? Porque es un círculo vicioso que me suele dar dolor de cabeza.
—Yo también, Jazmín.
Sonríe y toma un pedazo de pastel y lo lleva hasta mis labios.
—Tienes que probar esto. Lo vas amar. Es tu favorito.
Miro a Jazmín y después el pastel que ella sostiene en su dedo y de forma involuntaria levanto una ceja antes de aceptar el pastel, lo cual, es una idea terrible por un par de simples razones: Jazmín observa mi boca todo el tiempo y cuando termino, ella lame el glaseado como si fuera algo que hiciéramos todos los días.
Al finalizar la degustación, con su mano sosteniendo la mía, levanta los hombros y me pregunta cuál me gustó.
—Jaz, no es mi boda. La que se va a casar eres tú.
Duda.
—Además, deberías haber traído a Spencer, no es que yo no esté feliz de acompañarte, pero está también es su boda. Tuya y de él. De ambos. No mía.
—Si, ya entendí, no es tu boda.
Suelta mi mano y se gira hacia la mujer que está esperando una respuesta, no veo que opción elige, pero no recuerdo que los sabores que le llamaron la atención estén en ese grupo donde ella está parada. Parece como si hubiera elegido cualquier pastel al azar.
Para una amante de la pastelería y postres, pensé que estaría feliz de elegir su pastel.
*****************
Cómo su dama de honor, me toca celebrar la despedida de soltera. Por suerte, Jazmín no quiere una celebración muy grande, en realidad solo quiere una cena, algunas bebidas y ya. Pero, de todas formas, me quiero marchar, pero no puedo porque es mi pent-house. ¿Por qué lo hice aquí?
Están todos bebiendo, excepto yo. No me puedo dar el lujo de perder los sentidos y dejarme llevar. No con tantas cosas atrapadas dentro de mí. Soy una bomba y beber solo podría encender la mecha.
—Dioses, te ves tan miserable —me dice Lennox.
Pongo los ojos en blanco.
—Vaya, hermana, que dulce eres. Igualmente.
—Si, lo sé. Lo sé —le da un sorbo a la bebida en su mano—. Aún podrías decirle algo.
—¿Cómo qué?
—Siendo sincera, creo que con Jazmín cualquier cosa que digas servirá.
Deja un beso en mi mejilla y regresa con los demás. Todos los demás están claramente borrachos y, ¿por qué están tan felices? ¿Cómo se atreven a ser felices?
Por suerte para mí, la fiesta llega a su fin antes de lanzarme por el balcón.
Todos se van, menos Jazmín que me sonríe de manera suave y camina hasta mi habitación. Cuando la alcanzo, la encuentro acostada y con los ojos cerrados, respirando de forma tranquila. Creo que se ha quedado dormida, así que me quedo parada en el marco mirándola. Grabando cada detalle porque está es la última vez que estará en mi cama sin ser una mujer casada.
—¿Drea? —me llama y me sobresalto al escuchar su voz. Mi corazón se acelera, como si me hubiera encontrado haciendo algo malo—. Ven aquí conmigo.
Estira su mano.
—Te extraño. Ven aquí —repite y su voz es algo tímida y casi ahogada por el sueño.
Debería decir que no e irme a otra habitación. Tengo que decir que no. Es lo mejor para mí y la poca cordura que me queda. Pero mis pies tienen vida propia y se mueven solos hacia ella, mi cuerpo también actúa sin mi permiso y me encuentro acostándome a su lado.
Y la miro de cerca. Es tan hermosa.
Abre los ojos y sonríe, solo para mí.
—¿Sabes? Hubo un tiempo donde quise que dijeras algo —empieza a decir—. Pero ya no.
Estira su mano y empieza a dibujar patrones por mi mejilla. La dejo. ¿Con qué fuerza de voluntad podría detenerla?
—¿Por qué ya no?
—Me caso mañana, Drea.
El pequeño moviendo de mis labios hace que Jazmín mueva sus ojos hacia ellos.
—Y porque hace mucho tiempo que acepté que tú nunca sentirías lo mismo por mi —admite, con la voz tan baja que, si no estuviera a solo centímetros de ella, me costaría escucharla—. Tú, diciéndome que me amas, es lo único con lo que soñé por tanto, pero tanto tiempo. Así que fue muy duro aceptar que eso no llegaría a pasar.
Observo en silencio como cada palabra sale de sus labios y el significado de todas ellas golpetean con fuerza mi cuerpo.
—Fue fácil estar con Spencer, fue fácil encariñarme con él y llegar a quererlo. Me perdí en esa relación para ayudarme a olvidarte, no estuvo bien, pero estaba desesperada por olvidar lo que sentía por ti y así no perderte como mi amiga. Me perdí tanto en esa relación que no supe que tan serio íbamos hasta que él estaba de rodillas proponiéndome matrimonio y pidiéndome pasar el resto de nuestras vidas juntos. Iba a decir que no, pero me miraba con ojos brillantes, y es tan bueno y atento. Y había estado esperando tanto por alguien así, por no estar sola que le dije que lo pensaría, porque aún tenía esperanzas de ti y de mí. Qué tonta fui. ¿Verdad?
Ha este punto ha empezado a divagar. Fuera del discurso inicial y casi sin aliento. Está desesperada y su desesperación solo crece y crece con cada sílaba que sale de sus labios.
—Entonces te dije que te quería y tú volviste a repetir que éramos mejores amigas, y fue como, está bien, entiendo el mensaje. Me dije que debía realmente seguir adelante, y eso hice. Pero, Drea, aún todo es demasiado grande y estoy avanzando con la marea, y ya no tengo fuerzas para detenerla.
Sus dedos se deslizan hasta mis brazos y me sujeta, como anclándose al aquí y al ahora.
Suelta un suspiro, casi derrotada.
—Pero ya es tarde, Drea. Tan, pero tan tarde. ¿Verdad?
La miro y pienso que solo quiero que ella me conozca, que quiero contarle todo sobre mi. Casa vergüenza, casa fracaso y cada uno de mis secretos. Quiero mostrarle cada pequeña parte de mí, en especial esas partes que me daba miedo mostrarle a los demás. Especialmente esas.
—Quizás en otra vida o universo tú y yo tuvimos un final feliz...
—¿Y por qué no en esta vida? ¿Por qué no en este universo, Drea?
—Porque aquí en este universo aceptaste casarse con Spencer, y como tú misma lo acabas de decir, ya es tarde.
Dejo un beso en su frente y me aparto.
Me levanto de la cama y camino hasta la puerta y sin girarme le digo por encima del hombro:
—Descansa. Recuerda que mañana es tu boda.
"En algunos casos, en lugar de fusionarse o explotar, las estrellas binarias podrían formar un sistema estelar ternario, donde tres estrellas orbitan entre sí".
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro