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23. Y la realidad me sea difícil de ignorar.

Katy Perry - The One That Got Away (1:30 - 2:15)

Me doy una ducha rápida y salgo para poder arreglarme, Jeny ya ha dejado todo listo para que me pueda maquillar y ha elegido algunos vestidos para mí. Los observo con atención pensando en cómo quisiera dejarlos a un lado y quedarme en casa para ver una de esas viejas películas a blanco y negro que solía ver con mi mamá cuando ella estaba triste.

Hace mucho que no veo una de esas películas. La vida era más sencilla en esa época.

Aparto aquel pensamiento y escojo un vestido, se supone que debo usar algo que le vaya a gustar a Darren, pero no me importa en lo más mínimo si el atuendo que he elegido le gusta o no. Veo esto como una especie de reunión de negocios a la que me veo obligada a asistir.

Solo espero que esto termine pronto —pienso durante todo el trayecto hacia el lugar que escogió Darren.

—Pero, ¿quién es esta belleza que ven mis ojos? Mi hermosa Drea, cada día más deslumbrante —me saluda con un beso en mi mejilla en un ángulo estratégico que hará parecer como si me estuviera besando, muy consciente de los fotógrafos que hay cerca de nosotros—. Has encantado mi noche con tu presencia.

Pongo los ojos en blanco y tomo el brazo que me ofrece.

—Esas adulaciones no te llevaron a ninguna parte.

Nos guía por el lugar hasta la mesa que nos han reservado y él sostiene mi mano por encima de la mesa.

Reprimo el fuerte impulso que siento de apartar la mano.

—Pero, dime, ¿cómo estás? ¿qué hay de nuevo en tu maravillosa vida?

Sonrío de forma falsa y ensayada.

—Bueno, estoy trabajando en un nuevo álbum, preparándome para mí gira por Europa y pensando si debo visitar o no a mí padre en prisión después que mató a mi abuelo. Ya sabes, ese tipo de cosas —le sonrío y él no duda en devolverme la sonrisa—. También estaba pensando en escribir una canción sobre aquello.

—Deberías. El título podría ser boda sangrienta —su entusiasmo es genuino y me ayuda a relajarme—. O el padre de la novia. Algo como eso estaría bien y apropiado.

Nos hemos visto en algunas entregas de premios incluso aunque estamos en industrias diferentes. Las veces que nos hemos encontrado hemos sido amistosos entre nosotros.

La cena transcurre con una ligera charla de quién está saliendo con quién, mi nuevo álbum y los lugares que iré en mi gira la cual va a durar un año al menos hasta ahora, aunque piensan sacar nuevas fechas y pronto regresamos a nuestros respectivos vehículos para dirigirnos al club que han designado que debemos ir para hacer está farsa más real.

Pero, dado que Henry está molesto conmigo, no era un club normal, no, eso hubiera sido muy sencillo de manejar. Él eligió un club de Striptease y casi lo puedo escuchar diciéndome que es por mi imagen que eso es lo que el público quiere ver de mí y lo que vende, y por supuesto para que yo aprenda la lección.

—Juro que no sabía que era ese tipo de club —me dice Darren, quien luce tan molesto con la idea como yo—. Pensé que era un club normal.

Me pregunto, ¿qué hizo Darren para fastidiar a su equipo? Aunque, si ayer no sabían sobre él, mañana lo harán, porque esto estará en todas partes.

Me duele la cabeza solo de pensarlo y me siento tan asqueada y humillada. Pienso en lo que dijo Katie sobre mi padre y el abuelo, en dónde comentó que mi padre es el títere y jamás sería el titiritero. Bueno, así me siento.

—Está bien, da igual. No es como si hubieras podido hacer algo para evitarlo. Vamos, tomemos unas copas y nos iremos de aquí.

Tomo mi teléfono mientras caminamos hacia la entrada y le aviso a mi conductor que me espere en la puerta trasera.

Qué empiece el maldito show —me digo con amargura.

Tan pronto como entramos al club, el olor a alcohol y sudor nos recibe. Las luces son fuertes y la música demasiado alta, hay una especie de neblina cubriendo el lugar y una mano me sujeta de la muñeca, mi primer instinto es gritar hasta que veo a quien pertenece esa mano.

Henry Bauer.

—¿Qué mierda estás haciendo aquí?

Está borracho y sonríe de esa forma que tanto odio.

—Asegurándome que hagas lo que quiero.

Me aparto de él y cuando intenta acercarse, pongo una mano en su pecho.

—Basta —le digo y lo empujo hacia atrás—. ¿No te das cuenta que alguien nos podría ver?

Vuelve a sonreír en mi dirección y le hace una seña a alguien que trae a dos Strippers masculinos, claramente borrachos y tal vez drogados, y los empuja hacia mí.

—Se van contigo y con tu nueva conquista. De esa forma los titulares van a hablar de esto y no de lo que ha hecho tu familia.

Mi respiración se acelera por la ira que siento ante lo que él quiere que haga. Maldito cerdo infeliz. Lo odio. Lo odio tanto.

De solo pensar en las imágenes y lo que dirán los medios me siento tan humillada, tan desvalorizada al ver cómo, quién soy, es reducida a esto. ¿Y mi música qué? ¿Mi talento dónde queda? ¿Dónde quedo yo como persona?

—Ve, Drea y has lo que te digo o, ¿acaso no puedes hacer eso sobria? Porque si es así, tengo aquí justo lo que necesitas.

Saca de su pantalón una bolsa con unas pastillas y otra con un polvo blanco y toma de forma brusca mi brazo para dejar ambas bolsitas en mi mano.

Las observo antes de dejarlas caer al suelo, provocando una risa por parte de Henry.

—Vaya, jamás creí vivir lo suficiente para ver a Drea Reagan rechazando drogas. De todas formas, deberías inclinarte y recogerlas, las necesitaras y no seria la primera vez que te humillas por ellas.

No me inclino, ni siquiera las observo de nuevo, solo me quedo mirando a Henry quien está disfrutando todo esto de una manera que me hace odiarlo cada vez más.

No había necesidad de nada de esto, lo hace solo para humillarme y deleitarse con aquello. Soy su diversión en vivo y en directo.

Me alejo y le digo a Darren lo que debemos hacer, él me dice que su manager le acaba de decir lo mismo y pienso que Henry debió pagarle al manager de Darren para que esté de acuerdo en esto.

—Vamos, salgamos de aquí —me dice.

No digo nada mientras me dirijo hacia mi auto, los hombres que deben acompañarnos salen junto a nosotros, pero cierro la puerta antes que cualquiera se pueda subir y le pido a mi conductor que me lleve hasta aquel hotel al que siempre voy cuando no quiero que nadie me moleste porque no estoy lista para regresar a mi pent-house. A esa vida que no es del todo mía.

Solo quiero estar un rato sola. ¿Al menos puedo tener eso?

No es como si pudiera hacer más.

¿Qué otras opciones tengo? Perder mi música y mi carrera o ir con Henry y terminar con todo esto ahora.

—Esa sería una terrible, terrible idea.

El nombre de Jazmín ilumina la pantalla de mi teléfono. Quizás para felicitarme porque llevo un año sobria.

¡El jodido logro de mi vida!

No atiendo su llamada porque no quiero revisar mi teléfono, seguro ahora ya hay fotos mías y de Darren entrando a ese club y saliendo de ahí.

Llego al hotel y me registro como siempre, tomo la tarjeta de la habitación y una vez dentro, me quito la ropa y me acuesto en la cama pensando en que debo hacer.

—Esto no va a terminar nunca. Ni en diez meses, ni en diez años. Solo seré libre cuando él quiera que lo sea.

Aceptar aquello me da una nueva perspectiva dura y pesada de todo.

Me levanto de la cama y tomo mis cosas para dirigirme hasta mi auto y pedirle a mi conductor que me lleve hasta la casa de Henry Bauer a pesar que aún es de madrugada. Ni siquiera sé qué hora es, pero no me importa.

—Soy Drea Reagan —le informo al mayordomo que me recibe—. Estoy aquí para ver al señor Bauer.

—Lamento informarle que el señor Bauer está dormido. Es tarde.

Chasqueo la lengua, un gesto que mi madre odia.

—Se que es tarde, pero quiero verlo. Así que dígale que lo estaré esperando en su oficina.

No espero una respuesta de su parte y me dirijo hasta la oficina que Henry tiene en esta casa, la cual conozco muy bien, he estado aquí innumerables veces.

¿Qué dirían sus hijos si supieran la clase de padre que tienen? ¿Les importará?

—Drea —dice mi nombre haciendo bailar la letra R en su lengua. Cierra la puerta detrás de él y me levanto de dónde estaba—. ¿A qué debo el placer?

—Nunca me dejaras ir. ¿Verdad?

Quiero que lo diga. Necesito que lo diga.

Necesito que reviente mi esperanza y me haga caer de bruces contra la realidad para poder lamentarme y lamer mis heridas, y poder continuar.

—¿Por qué te dejaría ir, Drea? Eres mi estrella. Una vez que tienes una estrella, así como tú, no la dejas ir, te aferras a ella hasta que poco a poco se apaga y muere.

Sus dedos acarician mi cuello y bajan por mi escote, alza una ceja al darse cuenta que no estoy peleando, pero, ¿por qué lo haría?

—Continua, puedes hacerlo lo que quieras conmigo. Te daré lo que quieras, ya me da igual. He terminado de luchar.

Aparta la mano y retrocede.

—¿De qué estás hablando? —pregunta, buscando servirse un poco de whisky—. No tengo idea de que quieres decir.

—Sabes a lo que me refiero, ¿no es eso por lo que me quieres? No es mi talento lo que te importa o mi música, solo mi cuerpo. ¿Verdad? Bien, tómalo, da igual.

Realmente me da igual.

Se gira, con el vaso en la mano y yo me quito la chaqueta, busco el cierre de mi vestido y lo bajo, quedando solo en lencería para él y puedo ver el deleite en su mirada.

—Drea, ¿qué te hace pensar que quiero esto? —hay una sonrisa cruel en su rostro— Mírate, siempre has sido mía, mi juguete personal. Aquel con el cual puedo jugar hasta cansarme.

Deja el vaso a un lado y se vuelve acercar a mí, pero no me toca.

—Vete a tu casa, Drea —escupe las palabras y me empuja hacia atrás—. Debes recordar que tomaré lo que quiera de ti, cuando yo quiera y justo ahora, no quiero. Ahora mismo me das asco. Ni siquiera puedo mirarte.

Esas palabras son, de hecho, la cereza de este amargo pastel.

Me vuelvo a colocar el vestido y tomo la chaqueta.

Salgo de la casa con mi chaqueta en mis manos y le pido al conductor que me lleve hasta mi pent-house porque ya no puedo seguir huyendo de la realidad. Esto nunca va a terminar.

El auto se detiene frente a mí edificio y mi conductor me abre la puerta, me pone la chaqueta sobre mis hombros cuando me bajo y me da una mirada llena de lastima. Algo que detesto.

—Estoy bien —le digo, aunque no sé porque lo hago—. Eso será todo. Puedes irte a casa.

Subo hasta mi amado Pent-house y me dirijo hasta el mini bar, pero no encuentro ninguna botella ahí, tengo que buscar por casi todo el lugar, pero finalmente encuentro una botella de vodka y le doy un largo trago desde la botella, decidía a emborracharme.

El sabor es malo y me provoca arcadas, aun así, sigo bebiendo. Sigo bebiendo hasta que el suelo y todo a mi alrededor se empieza a mover, hasta que mi visión se vuelve borrosa y apenas puedo ponerme de pie.

Tan borracha que no sé cómo termino rodeada de vidrios rotos y debo gatear para alejarme de ellos, y, aun así, me corto la mano, aunque estoy tan borracha que no siento nada.

—Oye, vamos, déjame ayudarte —la suave voz de Jazmín me hace levantar mi cabeza—. Vamos a limpiarte y luego iremos a descansar. ¿De acuerdo?

Niego con la cabeza.

—No, no.

—Drea, vamos, déjame ayudarte.

¿No sé da cuenta que nadie puede ayudarme?

—¿Quieres escuchar la nueva canción que estoy escribiendo? —le pregunto con voz ronca y arrastrando algunas palabras— Lo acabo de escribir justo hace unas horas y me queda a la perfección. Se llama "Soy una puta". ¿No crees que me describe de maravilla?

Porque eso es justamente lo que los medios están diciendo de mí. Eso es lo que las personas que no me conocen piensan y seguirán pensando de mí. Es incluso lo que aquellos que me conocen murmuran cuando creen que no estoy escuchando.

—Drea. Basta —me dice Jaz en señal de advertencia, pero yo no me detengo y lo sigo repitiendo.

Empiezo a cantar que soy una puta hasta que Jazmín pone una mano en mi boca.

—Dije basta. Deja de decir eso.

Deja caer su mano con cuidado y cepilla un mechón de mi cabello detrás de mí oreja.

—Pero es la verdad, eso es lo que soy, Jazmín. ¿No lo ves? Porque todos los demás sí.

Los profundos ojos azules de Jazmín me observan con detenimiento y de repente, por alguna razón me siento sobria.

—No lo eres —me dice—. No eres nada de lo que dicen de ti, lo sé porque te conozco y me duele escucharte llamarte de esa manera. Eres... ¿Cómo no te puedes dar cuenta lo importante y especial que eres? Dioses, Drea. Quisiera que te veas de la misma manera que te veo, que puedas observar la maravillosa persona que veo cuando te miro.

No comento nada más y dejo que ella me ayude a ponerme de pie para llevarme hasta mi baño, para limpiar mi mano y limpiarme a mí. Me lavo los dientes y la cara, la cual Jazmín ha limpiado de todo el maquillaje que tenía puesto.

Una vez que termino y me siento en el filo de mi cama, la miro.

—Se que haces todo esto por lastima —murmuro—. Pero no me importa. No quiero que te vayas. No quiero que me dejes incluso sí es por lastima.

Se sienta a mi lado en la cama y toma mi rostro entre sus manos.

—No hago esto por lastima, lo hago porque te amo. Tanto que a veces me duele y me digo que no debería doler, porque se supone que el amor no duele, pero, no me imagino no amándote, Drea. Incluso aunque duela.

Deja un beso en mi frente y se levanta a buscar mi pijama. Me ayuda a cambiarme y ella también se cambia su ropa.

—¿Comiste algo? —me pregunta mientras enciende y ajusta la calefacción.

—No te vayas.

Extiendo mi mano hacia la suya casi con desesperación y Jazmín me mira de forma tranquilizadora.

—No lo haré. Solo estoy recogiendo tu ropa.

—Está bien.

Me acuesto en mi lado de la cama y dejo que ella se acomode en el suyo antes de volver a hablar.

—Está bien si te vas una vez que me duerma. No creo que me tome mucho tiempo.

—No te voy a dejar, Drea —susurra y deja un beso en mi mejilla.

Busco su mano y entrelazo nuestros dedos.

—Fui a ver a Henry Bauer, el dueño de la disquera —le empiezo a decir—. Fui con él de buena gana, pero él no me quiso, ¿puedes creerlo? Dijo que le daba asco, y una parte de mi lo entiende, ¿quién me querría? Soy asquerosa. ¿Sabes que incluso me quité la ropa de buena gana para él? Pero no me quería y yo solo quería que todo esté infierno acabe. Solo quiero que termine de una buena vez.

Jazmín me rodea con sus brazos y me abraza con fuerza, entierro mi cara en el hueco de su cuello inhalando su suave y florar perfume, tratando de reprimir el impulso de llorar.

No puede entender en si de lo que hablo, y tal vez sea por todo el alcohol que bebí o lo cómoda y segura que me siento en sus brazos, que le empiezo hablar sobre mi situación con la disquera y todo el infierno que he tenido que pasar y sigo pasando.

Me siento tan egoísta al poner mi situación sobre los hombros de Jazmín, pero una vez que empiezo hablar, no me puedo detener.

—Estoy tan cansada, Jaz —le digo con voz áspera—. Solo quiero que está agonía termine, pero él dijo que le daba asco. No me quiso tocar. Nadie debería tocarme. Y sé que soy un desastre, pero por favor, no me dejes. Por favor, quédate conmigo.

—Drea, jamás podría dejarte. ¿Quién en su sano juicio podría dejarte?

—No, la pregunta correcta es, ¿quién querría quedarse?

Los brazos de Jazmín se aprietan un poco más a mí alrededor.

—Yo —responde—. Yo me quedaré contigo. Siempre.

Por mucho que él sueño que estoy teniendo sea cómodo y tan placentero, me puedo dar cuenta que no estoy sola y por lo general mi primer instinto es pelear, pero al abrir mis ojos me encuentro con la versión humana de un Golden Retriever y no puedo evitar sonreír adormilada.

—Buenos días —me saluda Jazmín, colocando sus nudillos debajo de su barbilla y continúa mirándome con asombro y un brillo lleno de deleite en sus ojos azules.

—Buenos días, Jaz —le respondo de forma débil.

Aunque no estoy débil por la ligera resaca o lo que sucedió anoche. Me siento débil por la forma en que Jazmín me está mirando.

Su mirada me hace sentir desnuda y expuesta como si estuviera siendo juzgada por quién realmente soy debajo de toda esta farsa, pero no juzgando de una mala manera, si no con eso que puedo ver brillando en sus ojos: pura adoración y genuino cariño. Y me aterriza un poco como Jazmín me puede mirar así cuando me ha visto en mi peor momento. Varias veces. Es que simplemente no lo entiendo.

—No es lastima. ¿Sabes? Estoy aquí y te cuido porque te amo. Te lo repito por si no lo recuerdas. Me preocupo por ti, de verdad me preocupo y no me gusta verte triste o herida.

Bajo la cabeza y suelto un pequeño suspiro.

Odio a la Drea borracha que se puso sensible frente a Jazmín.

—Jaz, ya hemos hablado de esto, no lo valgo. Deja de perder tu tiempo conmigo.

—Deja de decirlo, estoy cansada de escucharte decir aquello. Para mí, eres lo único por lo que vale la pena luchar y no me voy a dar por vencida contigo.

Me pierdo en los remolinos azules de sus ojos. Los ojos de mi mejor amiga. Observo las motas doradas que rodean sus pupilas, otra cosa más en ella que la hacen lucir irreal.

Mis dedos se mueven casi por voluntad propio y trazo la arruga que se acaba de forma en su frente. Alisándola despacio.

—¿Por qué estás siendo tan difícil? —le pregunto—. ¿No ves que te estoy tratando de dar una salida? Porque estar conmigo no es fácil. ¡No soy una persona fácil de amar! No soy alguien con quién te deberías relacionar.

Las revistas hablarán y ella no debería ser parte de nada de esto. No es justo.

Ya deben estar hablando y no es bueno. Rara vez lo es.

—Drea, a estas alturas de conocerme ya deberías saber que no hay nada que digas o hagas que me mantenga alejada de ti. ¿No entiendes que me preocupo por ti de una forma que no me he preocupado por nadie en mucho tiempo?

—Estoy destrozada —susurro y finalmente me rindo y la miro a los ojos—. Rota en cientos de millones de pedazos y no se pueden arreglar.

Sus dedos van hacia el collar en mi cuello que ella me regaló.

—Te ayudaré a juntarlos de nuevo —murmura y coloca mi cabello detrás de mí oreja, dándome una suave sonrisa—. Y si no logramos arreglarlo, no me importa, igual me quedaré a tu lado porque eres la persona más importante para mí. Mi persona favorita.

Me doy cuenta que ya no puedo seguir mintiéndome y negando estos sentimientos.

Ya no puedo seguir negando más, lo profundos que se están volviendo mis sentimientos por Jazmín, o como ella ha saltado las barricadas emocionales que me autoimpuse por protección y que ahora se están desmoronando. Pero también creo que puedo mantener estos sentimientos a raya, pero a veces aquella resolución flaquea cuando estoy cerca de Jazmín y las cosas que ni debería sentir por ella, palpitan con fuerza dentro de mi pecho.

Y todo esto es culpa de Jazmín.

Ella quien me da sonrisas amables y hornea para mí, quien se autoproclamado mi defensora y fan número 1. Por lo tanto, ha hecho que no sentir cosas por ella sea jodidamente difícil.

—Jaz, ¿Me disculpas un momento?

—Si, por supuesto.

Le dedico una sonrisa y me levanto de mi cama, busco mi teléfono y me dirijo hacia el baño. Abro la ducha y me siento contra la puerta mientras llamo a Lennox.

Estoy acostumbrada a solucionar las cosas por mi cuenta, pero no creo que pueda con esto.

—Vamos, Lennox atiende.

Mi corazón empieza a latir más fuerte porque me doy cuenta de lo entrelazada que se ha vuelto mi vida a la de Jazmín.

—Buenos días, hermana. ¿Está todo bien?

—No, Len, nada está bien. Esto es un total desastre.

Escucho algunos sonidos al otro lado de la línea; cajones que se abren y se cierran.

—Drea, ¿qué sucede?

—Creo que estoy enamorada de Jazmín.

Ahí está, lo dije y ni siquiera sabía que mi cerebro había llegado a esa conclusión todavía, pero no tengo otra forma de explicar lo que siento que esa.

Lennox tarda demasiado en responder.

—¿Len?

—Perdón, me distraje tratando de pensar en una respuesta diferente a "te lo dije" y "yo tenía razón". Porque es algo que ya sabía.

—Espera, ¿qué? ¿sabías? Y si lo sabías, ¿por qué no me dijiste nada?

—¡Todos en el planeta tierra sabemos! Excepto tú y Jazmín. Y yo intenté decírtelo. Varias veces, pero tú estabas en negación.

No voy a mentir, una parte de mi aún sigue en negación, pero es una parte muy pequeña y es más por sentido de supervivencia que por otra cosa.

—¿Qué hago?

—¿Sería demasiado cliché si te digo ve a buscar a la chica?

—¡Lennox! ¡Esto es un tema serio!

Aunque no parece que mi hermana estuviera bromeando con su comentario.

—Bueno, dime, ¿qué quieres hacer?

—No sé.

—Entonces no hagas nada, no sería justo para ti o para ella que actúes si no estás segura de lo que quieres.

Cierro los ojos y suelto un largo suspiro.

—Tengo miedo —admito.

—¿De qué?

—Yo nunca consigo a la chica, Len.

Puedo imaginar la mirada de mi hermana y que, si estuviera aquí, pondría un brazo alrededor de mis hombros.

—Drea, no puedo decirte que hacer o como va a responder Jazmín, pero lo que sí puedo decir es que eres absolutamente brillante y suficiente para cualquiera y si no lo pueden apreciar, es su perdida. Te amo y estoy aquí para lo que necesites. No lo olvides.

—Yo también te amo, gracias por escucharme.

Me despido de ella y me levanto del piso, cierro la ducha y salgo del baño.

Veo que Jazmín está hablando por teléfono y sonríe de forma cálida, una vez que termina la llamada se sienta en el filo de la cama.

—Era Spencer —me dice—. Hoy vamos a cenar con mi mamá para que lo conozca de forma oficial.

Oh. Vaya.

—Así que las cosas están muy serias entre los dos.

—Sí, lo son.

Me doy cuenta, mientras la escucho hablarme sobre la cena que va a tener con Spencer y su mamá, que no tiene sentido que diga nada, porque si lo hago, mi corazón no será el único que se va a romper.

Después de todo, yo nunca consigo a la chica.

"Si las estrellas son lo suficientemente masivas, el proceso de fusión nuclear en sus núcleos puede generar elementos más pesados. Este proceso puede continuar hasta que las estrellas colapsen bajo su propia gravedad o exploten en supernovas".

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