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2| ᴅᴇsᴇᴏ |2

2|¿𝐘 𝐬𝐢...
𝐞𝐥 𝐝𝐞𝐬𝐞𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐠𝐞𝐦𝐞𝐥𝐚 𝐬𝐞
𝐯𝐨𝐥𝐯𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐫𝐞𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝?

ıllıllııllıllııllıllııllıllııllıllııllıllııllıllııllıllı

— ¿Serías tan amable de ayudarme con ellos?

— Tú querías cuidarlos.

— ¡Tía! ¡Tía! ¡Una más, por favor!

Paula miró con una sonrisa algo cansada a sus sobrinos de cariño. Habían pasado años desde que abandonaron Hogwarts para seguir con su propio camino. Para la sorpresa de ella, lo que tanto había deseado se había cumplido.

El primer matrimonio al que había asistido fue al de su hermano. Quien junto a Pandora dieron una celebración especial. En compañía de sus amigos, asistieron a tan bella ceremonia. No podía negar que un par de lágrimas escaparon de sus ojos cuando la pareja pronunció sus votos, uniendo sus vidas hasta el fin de sus días.

Motivada por tan hermosa celebración, no fue sorpresa que al transcurso del año, ella junto con Remus se casaran, pasándose ahora a llamarse Paula de Lupin. Su boda no fue tan grande como en realidad deseaba, todo por la inminente culpa de quien no debe de ser nombrado, pero al menos habían estado todas las personas más importantes para ella.

Minnie estando incluida.

En ese entonces, parecía que todos alrededor tenían planes semejantes, ya que como en sus años de Hogwarts lo había supuesto, James y Lily después de unos dos años también se casaron. La celebración de ellos si fue más grande, todos los de la orden habían participado, incluyendo a sus antiguos profesores de colegio.

Para la mala fortuna de quienes eran parte del cuarteto de amigas pertenecientes a la casa de Godric Gryffindor, la elegida por la pelirroja para ser madrina de tan importante celebración no fue ninguna de ellas. 

En lugar de las Leonas, Lily había seleccionado a su gemela, Adhara, quien lucía completamente sorprendida ante tal petición. Según lo que ella le había comentado, ni por asomo había pensado que sería madrina en otra boda que no fuera la de los castaños. No obstante, Paula sabía el porqué de la elección de la pelirroja. 

Después de que terminaran Hogwarts, Adhara y Lily se habían unido. Tal vez no tanto como era la relación que tenían entre ellas, pero no podía negar que se trataban como si fueran hermanas. Por esta razón, a modo de broma, fingió estar sorprendida en cuanto se enteró de la noticia. No como su rubia amiga, quien solo hablaba con Alice cuando las reuniones de las damas de honor junto a la madrina y novia se daban, ignorando a todos, incluyendo a la propia novia.

La fiesta de James y Lily estuvo repleta de alegría. La absoluta plenitud y amor que James sentía se apreciaba por más que quisieras ignorarlo. La gran sonrisa y el brillo en los ojos del novio eran demasiados intensos como para pasar desapercibidos. Paula se sintió completamente feliz por ambos y a la vez agradecida, los tiempos no eran los mejores pero la festividad fue una luz entre tanta oscuridad.

Después de ellos, Frank y Alice también decidieron dar el siguiente paso, teniendo presente a todos sus amigos de colegio y sus familiares.

Ahora, después de algunos años, y con la derrota del que no debe de ser nombrado, todos podían disfrutar de lo que era la vida como padres.

A excepción de la pareja de pelinegros.

Adhara y Sirius no tenían planeado el casarse, por más que hayan sido los primeros en mudarse juntos. Ellos tenían la intención de seguir como estaban ahora. Creían en que un papel o un anillo tan solo era un adicional, estaban bien como lo estaban y eran felices teniéndose el uno al otro. No le veían la relevancia suficiente a tener una ceremonia dónde unan sus vidas si ellos ya habían tenido la suya propia apenas se conocieron.

Aunque Remus le había estado comentando que Sirius parecía detenerse de vez en cuando a observar anillos cuando salían. La castaña sabía completamente que, si esa pareja de acaramelados e intensos no habían dado el siguiente paso, era simplemente por Adhara y sus absurdas inseguridades. Seguía sin comprender del todo porque le aterraba el unir su vida de manera permanente con alguien. 

Con el paso del tiempo Paula, había llegado a conocer con más profundidad a su gemela. El tiempo que la castaña se dio para procesar todo lo dicho el día de la batalla de Hogwarts, fue el suficiente para caer en cuenta de que su gemela era más esencial de lo que creía. Pero ahora, los recuerdos amargos de esa época ya habían quedado en el atrás. Y tan solo quedaba de disfrutar de los maravillosos momentos que formaban día tras día con sus amigos y familia.

Las exclamaciones y tirones de sus sobrinos la hicieron salir de sus pensamientos por un momento, aunque esa pequeña interacción bastó para que ahora pensara en la relación que tenía con esos pequeños.

Ella no se equivocaba cuando dijo que iba a ser la tía preferida, pero nunca pensó que aquel trabajo sería tan cansado. Delante suyo, tenía a los hijos de sus amigos y hermano.

El pequeño Neville parecía estar muy emocionado y empeñado en qué su tía le diera otra vuelta por la escoba, como había estado haciendo en las últimas dos horas.

A Harry tenía que estar constantemente vigilándolo para que no tomara la escoba que le perteneciera y saliera volando sin compañía de algún adulto.

Su pequeña Luna parecía ser la más tranquila, aunque se aferraba a ella a cada instante en que regresaba al suelo para que pudiera tocarle a ella volar.

Con lo único que estaba agradecida, era con que los sobrinos de los gemelos Prewett no habían llegado de visita cómo había propuesto ese día. Con todos ellos definitivamente se había vuelto loca.

Todo había salido como lo deseado, con la única excepción de que no había podido convencer a Remus para tener sus propios hijos. El castaño parecía seguir negándose a la idea de que el niño que tuvieran, naciera con la misma condición que él.

Simplemente estaba negado a condenar a una persona para toda su vida.

Paula lo comprendía, estaba segura que de verdad lo hacía. Pero siempre había ansiado y deseado el ser madre, y eso había causado muchas discusiones entre el joven matrimonio. Su gemela, como siempre, había buscado alguna manera de poder ayudarlos en ese tema. La primera idea que propuso, y que parecía ser la más indicada, era la adopción. No tenía en cuenta que, lo que la castaña deseaba, era tener a un niño suyo, propiamente de ella. Quería saber que se sentía el estar embarazada y pasar por el proceso natural de la maternidad.

Adhara entonces empezó a buscar otras soluciones, aunque en el fondo no compartía la misma opinión, y Paula lo sabía. Ella no negaba que si adoptaba iba a querer a ese niño, iba amarlo, pero todo sería diferente, ese niño no sería del todo suyo.

Y ella ansiaba tener uno.

— ¡Tía! ¡Porfa! — las peticiones de sus sobrinos la sacaron de sus pensamientos.

Se preguntó así misma si el decirles a sus amigos que aquel viernes podían dejar a sus hijos con ella y después podrían juntarse todos, y de esta forma, almorzar juntos, había sido una buena idea. Aún no había ni comenzado con lo que comerían y pareciera que los tres pequeños no tenían intención de dejarla. Miró pidiendo ayuda a su pareja, está vez de aquella forma de la cual tenía conocimiento que no se negaría. Remus miró los papeles que tenía en la mesa y luego a su esposa, en un vaivén que no parecía tener final. Pero Paula mayormente conseguía lo quería, por lo que el castaño dejó de lado su trabajo que estaba organizando para ir y auxiliar a su esposa.

— ¿Qué les parece si dejan descansar un rato a su tía y jugamos a las escondidas? — preguntó mientras se ponía a la misma altura de los menores.

— ¡Tío Demus cuenta! — exclamó la pequeña Luna antes de salir corriendo de la sala entre pequeños saltos, siendo seguida por los dos niños.

— Gracias — le agradeció Paula, al mismo tiempo que le daba un beso. Al separarse Remus repitió el gesto pero dándolo en su frente, cómo había tomado costumbre desde que se casaron, para después empezar a contar en voz alta.

Paula se dirigió a la cocina para empezar a preparar lo que almorzarían. Estaba más que agradecida con el hecho de que la magia corriera por sus venas, no sabía cómo es que los Muggles podían arreglárselas al cocinar sin ella, una vez había tratado hacerlo siguiendo las instrucciones de su gemela, pero había salido todo un desastre que Adha pudo solucionar antes de que se quemará la casa por completo todo.

Haciendo uso de su varita empezó a sacar todos los ingredientes que habían comprado días antes para aquel día. La verdad era que, una vez por mes, una de las familias ofrecía su casa para que todos pudieran juntarse y tener un momento de relajo y paz.

Se había vuelto una costumbre luego de que las reuniones de la orden del Fénix finalizaran. Entre todos los mayores se había creado un fuerte y duradero lazo de confianza y cariño, por lo que las familias siguieron en comunicación y terminaron juntándose de vez en cuando hasta que se volviera la tradición que ahora era.

Algunas veces iban a la casa de los Potters, donde siempre predominaban los comentarios de Quidditch en el almuerzo. Los niños iban a la sala a jugar mientras que los mayores se quedaban en el comedor, recordando anécdotas de Hogwarts al mismo tiempo que los Merodeadores hacían sus propias bromas entre ellos.

La gran mayoría de veces se juntaban en la casa de los Weasly. Los sábados era el día idóneo para ir a la madriguera, todos sin falta llegaban temprano, para ayudar a Molly con todos los preparativos, a la par que reían al ver como los pequeños se ensuciaba o hacían guerra con la harina que utilizaban para preparar el postre. Llegada la tarde todos se daban un aseo y estando limpios, ponían la mesa a las afueras de la madriguera, así comían en el patio que tenían los Weasly. Los comentarios o temas de conversación que sacaban los Gemelos Prewett era de lo que más se charlaba.

Había veces en las cuales, después de haber reposado, se adentraban al bosque cerca de la madriguera, todo con el objetivo de llegar a la cancha de Quidditch que habían creado con simples movimientos de varita por parte de Adha, en una de las primeras reuniones que tuvieron. Allí formaban dos equipos aleatorios y jugaban hasta que no quedara rayo de sol que pudiera iluminarlos. O a veces pedían a la pelinegra que utilizara sus dotes para que diera alguna luz artificial para seguir con el partido.

Los niños terminaban completamente cansados, como era de esperarse de todo infante después de haber tenido un día lleno de actividades. Por lo que, ayudándose entre sí, los mayores los cargaban y los dejaban en los colchones o sofás para que pudieran descansar, los aún despiertos conversaban hasta que llegara la hora de retirarse.

Más hay que añadir que a veces llevaban tiendas de campaña y se quedaban de un día para otro, porque el cansancio a veces era mayor.

Por otro lado, otra de las casas de las cuales visitaban a menudo era la de los pelinegros. Si bien, era un departamento en donde, a la vista de los muggles, no podría caber tanta gente, Adhara había hecho un buen trabajo ampliándolo cuando llegara la hora de las visitas.

Allí los niños parecían entusiasmarse más, puesto que había una habitación en concreto dónde podían pedirle a su tía Adha que temática requerían para sus juegos. Después de la petición, en un abrir y cerrar de ojos, esta se transformaba en lo que habían pedido, desde castillos medianos, pero grandes a los ojos de los niños,  hasta barcos piratas con espadas de madera incluidas.

Era un hecho que más de una vez los Merodeadores se habían colado en la habitación de juegos de los niños, terminaban siendo los valientes piratas que luchaban contra los malvados duques que habían secuestrado a su dragón.

Sin embargo, existía veces en las cuales la sala desaparecía por completo y en lugar de ella se hallaban cojines junto a mantas, delante de estos una pantalla para proyectar alguna película o recuerdos que quisieran ver. De esta forma disfrutaban de una tarde llena de risas y anécdotas. Podrían pasar los años, pero, Adhara nunca se cansaría de disfrutar de las posibilidades que la magia le brindaba y de hacernos disfrutar con ella.

Por último, pero no menos importante, estaba las reuniones en su casa.

Lo especial de reunirse en la casa de los castaños eran las noches. Después del almuerzo, conversaban y jugaban entre ellos. Hacían dinámicas y hasta bailaban con tal de hacer tiempo. Y cuando la noche llegaba, el espectáculo a su par comenzaba. Todos juntos subían al techo, donde ya un conjunto de ramas con estructura triangular se encontraba en el medio. Con un par de hechizos se encargaban de encender la fogata y todos se ponían alrededor de esta. Asaban malvaviscos y narraba cuentos, dependiendo de la emoción, hacían aparecer algún que otro instrumento y cantaban.

Al estar la casa de los castaños en las afueras, tal como la de su hermano y la de Molly, en el cielo, las estrellas eran más notorias que en otros lugares, porque no existía contaminación alguna. Estas luces naturales, junto a la luna que los iluminaba, los hacían sentirse como si estuvieran dentro de alguna fantasiosa realidad. Podían observar sin la necesidad de un telescopio, cada una de las constelaciones, que eran nombradas y explicadas por los tíos pelinegros.

No cabía duda que la magia de la naturaleza era algo sublime que pocos hechizos pueden llegar a, por lo menos, igualar. Era por ello que Paula se sentía orgullosa del espectáculo que el cielo de su casa les brindaba.

— Es una buena vida ¿No lo crees? — cuestionó el castaño, pasando su brazo por los hombros de su esposa, admirando el cielo.

— Somos afortunados en tenerla — contestó posando su vista a su castaño y sonriendo cuando sus miradas se conectaron.

— Lo somos cariño, lo somos — admitió en un murmullo.

Nuevamente el espacio entre ellos desapareció, compartiendo la muestra de afecto más representativa del amor. Se perdieron en su contrario, en el dulce sentimiento que los embriagaba siempre que compartían tal gesto. Envueltos en ese paraíso de emociones, no se dieron cuenta que los pequeños hacían muecas de disgusto, quejándose con sus padres y tíos acerca de los acaramelados que eran sus tíos castaños, causando risas en los mayores que solo podían sentir ternura por la escena.

Disfrutando todos, de la realidad que la castaña había considerado un sueño.

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