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O18

pov's jeon jungkook

La ciudad tiene la peculiar forma de hacerme sentir un poco mejor que esta mañana, con el ruido de los autos siendo transitados, los bares abiertos, las personas hablando, todo aquello hace que mi mente se despeje por segundos. Aún con el uniforme de la escuela, caminaba hacia ningún lado exacto, perdí la cuenta de las horas pasadas, sólo quería desconectarme del mundo entero. Muy dentro mío, me preguntaba si ellos se sienten culpables, o me extrañan. Si me voy, ¿Quién me pediría volver? A veces me gustaría pertenecer a un círculo familiar simple, no necesito dinero, un apellido famoso o estar en la cima del éxito, con una madre que me abrace, y un padre que me enseñe, con eso yo sería feliz. 

Pero, entonces, en mi vida no estaría JiYu, y sin ella, creo que perdería el divertido sentido de la existencia. 

HACE CUATRO AÑOS 

JungKook solía estar en el jardín junto a Gyeong-Hui todas las tardes del verano. Debido a que su padre se encontraba actualmente en Estados Unidos junto al Presidente en una de sus tantas reuniones, ellos estaban allí, tratando de vivir la adolescencia con las grandes curiosidades que empiezan a nacer. Son niños que se convierten en adultos, sus cuerpos cambian, y nace la curiosidad. 

Desde hace algún tiempo la gemela menor pudo notar a su hermano un poco más alto, y con más fuerza. Eso podría podría ser a sus entrenamientos diarios, y a que la pubertad hizo efecto a su debido tiempo, justo después de los catorce años. JungKook tiene la magnífica e inocente forma de encantar a todas las chicas con las que se topa, en la escuela nunca había sido muy popular, pero tras entrar luego de las vacaciones ganó muchas miradas de asombro, pues es jodidamente atractivo y fuerte.  

Eso a Gyeong-Hui le genera celos, e inseguridades. No es fea, al menos no se considera de esa forma, nació teniendo la misma cara que otras persona, pero ella es quien gana los halagos, y al igual que JungKook, los enamoramientos del resto. 

¿Es un pecado querer ser igual a ellos? 

Fue uno de los tantos días que estaban en el jardín, jugando a las cartas y apostando algo de dinero que Gyeong-Hui se percató de algo. Era la forma en que él miraba a Jiyu, cuando su hermana salió de la Mansión para meterse a la piscina junto a sus amigas, unas niñas molestas hijas de empresarios, usaba un traje de baño, y tenía tenía rostro tan lindo como siempre. 

JungKook detuvo todo para verla, deslumbrado, casi babeando. 

Era tan, pero tan molesto. 

¿Por qué ver de esa manera a alguien como JiYu? Es asqueroso. 

—Mamá nos compró una nueva televisión para el salón de juegos. —dijo, tratando de llamar su atención. Al entender que él no le daría lo que ella pedía, se levantó, y entonces giró, determinada a cambiar los hechos. 

—¿Ah? ¿Qué haces? —la sigue con la mirada, confuso. 

—Iré a la piscina. 

Gyeong-Hui estuvo en alrededor de cinco clases de natación junto a ellos cuando tenían ocho años, pero ella nunca pudo terminar de aprender debido a que el agua fría hacía que de alguna forma su respiración se cortara, y tuviera gripe por algunas semanas. Por ello sus padres decidieron no dejarla más allí junto a ellos. Aún así, la joven parecía segura de lo que estaba haciendo. Se quitó su vestido de verano, largo hasta las pantorrillas, era uno que su madre le regaló, costoso al igual que lindo. Al arrojarlo, JungKook comprendió lo que ella quería hacer.

Y fue tarde al reaccionar.

Su hermana entró al agua, utilizando ropa interior. Todos la observaron, las amigas de JiYu aplaudieron por su audacia. 

—¡Hui! —JungKook gritó su nombre, espantando— ¡No sabes nadar! 

La gemela mayor suspiró, caminando hacia él. 

—Ayúdala. —ordenó— Y déjala adentro, o mamá se enojara. 

JungKook noto la fría mirada de la contraria, no parecía preocupada de que su gemela estuviera en una piscina de tres metros de profundidad sin saber nadar, y que todavía no saliera a la superficie, más bien, no parecía importarle mucho la vida de Gyeong-Hui. Pero muy dentro suyo el Jeon sabía que era una máscara ante el resto, y que JiYu si se preocupaba por ellos. 

Cuando las manos de la pelinegra salieron a la superficie pidiendo ayuda, fue que la atendió. Se lanzó, quitándose la camisa sin mangas, y la atrapó entre sus brazos. 

Tal vez lo que Hui quería de él era lo que JiYu se llevaba. 

ACTUALIDAD

Bebí de la lata de gaseosa, sentado en la hamaca del Parque. A mi alrededor ya no hay personas, es solitario, en la oscuridad con los leves focos de los bordes alumbrando un poco mi existencia decadente, supuse que eran cerca de las tres de la madrugada. Bufé, mis ojos duelen por tanto llorar, y me siento como un cobarde, el niño llorón del cual los demás disfrutan de humillar, el niño al cual su padre ve como una basura. 

Todos me utilizan al final. 

No sirvo para mucho. 

¿Debería seguir con mi propósito? Para lo único que fui llevado a la familia Shin es por acciones políticas, un bien entre el pueblo y la clase alta, sería mostrado como el hijo adoptado prodigio del cual el Señor Shin presume ante el resto, y es amado por todos. 

Un muñeco, no soy más que eso. La idea de irme a Japón no suena tan mal después de todo, al menos no tendría que seguir viviendo con ellos, y no vería más a las gemelas. 

—Ah... qué patético. —suspiré— La única forma de olvidar todo es huyendo. 

Podría empacar mis cosas y terminar la secundaria vía online, y entonces le daría el gusto a JiYu de verme derrotado por ella, de demostrarle cuanto me hirió, y hacerle saber que mi amor es tan asqueroso que permanecerá único a su existencia por aún más tiempo. Dije que no la amaba, menti, porque la amo como un hombre ama a una mujer. La amo como un niño ama a la idea idealizada de la niña más bonita del salón. La amo porque es ella, y porque me duele. 

Pero, ¿Cómo se debe amar? ¿Cuál es la forma que se le da al cariño? ¿Y de qué forma se expresa? ¿A través del sexo? 

Exhausto de mis propios pensamientos, me hallaba marcando su número sin darme cuenta. 

Quería huir, huir con ella. 

La primera vez no atendió, la segunda comenzaba a dudar de que lo hiciera, a la tercera me estaba rindiendo, y al cuarto tono, ella me atendió. 

—¿Dónde estás? ¿Y por qué llamas a las jodidas tres de la mañana

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