EPÍLOGO
DIEZ AÑOS DESPUÉS
Con su delicada mano, y con unas elegantes y refinadas uñas de color carmín, la femenina ingresa por la gran puerta del hotel. Su seductor paso genera intrigadas miradas sobre ella, susurrando la curiosidad de saber: ¿Quién es? ¿Quién es la misteriosa mujer de rojo? Ingresando con soberbia, con un tapado negro de piel, un vestido rojo por debajo de sus muslos, y joyas colgando de sus lóbulos, sonríe, demostrando lo superior que es ante el resto.
Al llegar a la recepción del más nuevo hotel de la ciudad, pronuncia con un muy bien sabido japonés:
—Quiero ver a Jeon JungKook.
Las personas cerca de ella jadean con asombro. ¿Cómo se atreve a sonar tan... descarada? Llamar al dueño, al jefe, al Señor, de una forma tan confianzuda, y más, pedir su presencia por un posible capricho no es bien visto por nadie. Las mujeres la recorren con la mirada, juzgando, los rumores de que es una prostituta coreana empiezan a circular. En Tokyo hay muchas de ellas, queriendo fingir elegancia, cuando no son más que pobres mujeres rogando por un poco de dinero en las calles. ¡Já! Una desvergonzada no merece...
—¿Me solicitan?
La ronca voz de un hombre resuena por el pasillo, los empleados se inclinan, y los invitados a la fiesta de inauguración quedan asombrados de verlo, lo reconocen fácilmente. Es él. El fundador de la cadena hotelera más famosa del país hace acto de presencia frente a ellos, con una expresión indiferente en su rostro camina hacia la mujer que lo ve sin una sonrisa en sus labios. Ella deposita el peso de su cuerpo de una pierna a otra, lo recorre fijamente, tratando de analizar cada parte de su apariencia. Ha cambiado, pues envejecieron, aun así sigue siendo el mismo de ojos redondos que la observan con placer. Cuando llega frente a ella, no hacen falta las palabras, cada uno sabe todo sobre el otro, el recuerdo de sus gritos marcados en su memoria.
Atesora en su mente la última vez que se vieron en aquellas escaleras de la enorme mansión, y la vez en que él la llamó un año después de lo sucedido, había sido insultado con las palabras de una mujer herida, ella fue sumergida en la miseria a la que su amante la obligó a vivir.
JiYu se quita el costoso tapado de piel, y lo coloca en sus manos. JungKook lo toma, siente su corazón querer estallar de la emoción.
—Señor, el nombre de esta mujer no está en la lista. Ya mismo los guardias... —la mano libre del adulto es elevada en señal de su silencio, el recepcionista calla, aterrorizado.
Los rumores dicen que el jefe es alguien malhumorado, y que odia el mal comportamiento del resto. Por eso mismo, siempre hay hacer lo que pide, sin quejas.
—Es mi invitada personal. —dice— Espero que la traten como una princesa.
JiYu sonríe, y sin dar más vueltas, camina por delante hacia el salón principal donde los invitados beben al compás de una suave melodía de jazz. Dándole el abrigo a algún empleado en la entrada, el hombre camina detrás de ella, ve su delgada espalda, sus curvas, mucho más definidas que en el pasado, puede deslumbrarse con el pasar de los años, el cómo en verdad crecieron. Tiembla, todo se llena de ansiedad.
—Estas hermosa. —es lo primero que dice cuando una copa de vino es puesta entre sus manos al llegar a la barra. Tendría que estar fingiendo sonrisas con algunos empresarios del medio, pero prefiere estar allí, con ella— ¿Cómo llegaste? ¿Hace cuánto estás aquí?
—Dos días. —contestó, con su aterciopelada voz, sus ojos ven la copa balanceándose entre sus dedos anillados, y sonríe ladina— Realmente es asombroso todo esto, nunca podría haber imaginado que el tonto JungKook pudiera ser un empresario tan... —sube la mirada, divertida— perfecto.
—No soy perfecto. —bebe un poco del licor, y niega. Siente que podría morir, quiere hacer tantas preguntas— Tú, al contrario, parecer serlo. Cuéntame, ¿Cómo están todos? ¿Cómo está Hui?
Ese típico apodo que le daban de niños la vuelve a traer al pasado.
—No la veo hace años, así que no podría decirte muy bien que es de ella— JungKook frunce el ceño— Pero es Gyeong-Hui, debe estar bien, en su mundo.
—¿Perdieron conexión?
—Luego de terminar la escuela unos meses después de... bueno, eso. Me fui de casa, no aguantaba vivir con mis tíos, y mamá me echaba la culpa de la muerte de papá, ya sabes, por ser una perra y todo eso. —el hombre se siente sorprendido con la naturalidad que habla sobre el suicidio de su progenitor, cuando salió en las noticias, JungKook pensó en lo difícil que debe haber sido para ellas— Me mudé a Canadá, y no llame, y ellas no llamaron. —su mandíbula se tensa, el dolor se nota con cada expresión— Tú llamaste...
—Imagine que tu número seguiría siendo el mismo, y no me equivoque. Aunque tu reacción no fue la mejor, me sentí feliz de al menos saber que tu vida podría mejorar.
—No lo entiendo, JungKook. ¿No puedes, al menos, odiarme un poco?
—Oh, querida JiYu. ¿Quién dice que mis sentimientos por ti son solo de amor? —su copa es dejada a un costado de la barra, y la toma a ella entre sus manos fuertemente por su cintura, pegándola lo más cerca de él— Mi castigo está apenas comenzando, dulzura.
Es la dulce venganza.
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