Sexta Parte: 'Renunciar- Yeonjun'
La ventana, algo sucia y sin cortinas adjuntas, estaba parcialmente abierta, casi hasta la mitad. Esta dejaba entrar luz de tonalidad casi naranja, propia de un sol subrepticio escondiéndose tras las más lejanas montañas terrosas. Rayos de luz que daban por terminada la tibia tarde daban apertura una vez más al usual e incómodo chequeo semanal del muchacho. Rayos de luz que, se reflejaban enteramente en los lentes de la doctora Lee, así ocultando también sus oscuros, penetrantes y arbitrarios ojos. Aunque no era que importara mucho de todas formas, pues aun cuando el cielo estuviese teñido de fríos colores y hubiera un sol larvado perdido por ahí, las ocasiones que Yeonjun conectaba con aquellos ojos, eran contadas con los dedos de una mano.
Yeonjun miraba con atención sus uñas carcomidas y dedos heridos culpa de su ansiedad. Los pequeños cortes en su piel, insensibles y rojizos, parecían ser lo más interesante de todo aquel consultorio improvisado.
Sus manos reposaban cómodamente sobre la suave tela de su pantalón beige, el sudor de estas filtrándose en la tela oscura.
No estaba tan nervioso como la primera vez. Pero al ser esta su segunda visita luego de haber estado recuperándose casi dos meses después de las consecuencias impregnadas en su cuerpo de aquel momento tan traumante, Yeonjun todavía no podía creer del todo que aquellos últimos nueve meses habían sido reales. Que Soobin lo había sido.
Todo parecía un sueño lejano, ideal, pero nada más que un sueño.
Sus costillas habían sanado, la piel empezaba a cicatrizar, las tonalidades moradas desaparecieron de su lechosa piel, las costras estaban cayéndose, pero el distante recuerdo seguía ahí. Su maldita sonrisa y sus ojos de cachorro seguían persiguiendo a cada momento; noche, día. Abriendo más una herida jamás cerrada.
¿Cuándo se curaría? Estaba ansioso por hacerlo.
Yeonjun estaba harto de sufrir y de sentir tanto peso en su corazón que solo reclamaba por justicia.
Yeonjun tenía miedo de la terapia.
Quería olvidar, pero no quería olvidarlo. Quería alejarlo, pero no quería alejarlo. Yeonjun quería ser curado al mismo tiempo que no.
Jamás había sido tan etéreo estar enfermo. Y tal vez él hubiera querido seguir enfermo hasta sus últimos estertores. Tal vez.
Pero Choi Yeonjun era un hombre correcto, siempre lo había sido.
Él necesitaba la terapia. La necesitaba tanto, casi con locura.
Pensarlo todo el tiempo -y no es una hipérbole-, todo el maldito tiempo, y sufrir... Era algo que ya no quería más.
Sabía que no sería fácil y que necesitaría del estúpido tratamiento con urgencia. Iba a necesitar de mucha, pero muchísima terapia.
Porque al parecer ese viejo proverbio de que el tiempo lo cura todo, era una vil falacia. Habían pasado dos benditos meses y el jodido tiempo no curaba nada, es más, se burlaba de él cada vez que Yeonjun miraba el reloj, pugnándose en ser lento.
El tiempo era cruel, pero no tanto como el destino. definitivamente ese le ganaba en los juegos de virilidad de la vida.
"La vez pasada no quisiste hablar mucho" dijo Lee.
Yeonjun asintió una sola vez, escuchando vagamente como para alimentar su comprensión. Todavía seguía mirando sus manos.
"El teniente dijo que quieres curarte." siguió ella, escrutándolo bajo sus gruesos anteojos redondos.
"Quiero hacerlo." habló por fin Yeonjun.
"¿Entonces puedes ser honesto conmigo, Yeonjun?" Lee buscaba sus ojos, pero Yeonjun no contribuía. Él solo presumía sus pronunciadas ojeras.
Yeonjun asintió de vuelta, mecánicamente, mortecino.
Lee sintió aquella punzada de lástima como algo personal. Ella quería ayudarlo a curarse, ayudarlos a ambos.
Pobres muchachos. Eran almas tan jóvenes y risueñas, corrompidas por el sórdido pecado. Les faltaba tanto por vivir...
Lee había curado a los de su especie con antelación. Fue por eso que había sido contactada con prontitud, por sus capacidades.
Ella solamente esperaba poder obtener resultados positivos sin la necesidad de usar violencia o condicionamiento como tuvo que hacer con sus anteriores pacientes, todos libres por supuesto. Tal vez no se veían ni serían felices, pero estaban sanos, que era lo importante.
"Yeonjun, antes de venir pasaste por enfermería y te tomaron la temperatura. 36.4°, ¿correcto?"
Yeonjun volvió a asentir de la misma forma.
El muchacho no tenía fiebre, bien. Lee anotó en la agenda de cuero negro que descansaba sobre sus piernas.
Ella pudo haber usado el escritorio de ese salón, pero siempre prefería que las conversaciones con sus pacientes fueran cara a cara. Mismo nivel.
A veces, hablarles tras él escritorio; podía resultar en aún más desconfianza y recelo, haciendo obvias las jerarquías y el papel que jugaba cada uno. A Lee no le gustaba ser tan imponente, o por lo menos no de ser necesario.
"¿Cómo te has sentido físicamente esta última semana?"
Yeonjun tenía que ser honesto. ¿De qué iba a servir sino?
"De la mierda." intentó no sonar brusco, pero tampoco es como que tuviera las ganas de inhibirse, ni siquiera por educación básica.
"Necesito que seas más específico, Yeonjun." pidió delicadamente.
El aludido inspiró profundamente antes de permitirse hablar.
"No puedo dormir más de cuatro horas al día, no tengo hambre, no tengo fuerzas y me duele absolutamente todo."
Lee asintió y apuntó de nuevo en su libreta.
"¿Cómo has retomado las lecciones?"
Ahora Yeonjun miraba algún punto en el suelo de grafito.
"Cómo siempre casi. Bajé unos cuantos puestos en la tabla, pero es porque no estoy en mi 100%. Pronto lo estaré."
Lee anotó y examinó a Yeonjun.
Él por fin la estaba mirando, resaltando sus abatidos y pequeños ojos apagados.
"Voy a estarlo. Voy a estar bien porque va a curarme, ¿verdad?" Había cierta desesperación en su voz por más que su tono fuera calmo. "Usted va a ayudarme" asintió convencido. Él estaría bien. "Tiene que hacer que este dolor desaparezca, por favor..." suplicó, viéndose y sintiéndose roto.
Quería tanto dejar de extrañarlo a cada bendito segundo.
Tal vez el chico intentó ocultar la aparición de lágrimas al igual que su voz quebrandose al final, pero no pudo por los desbordantes sentimientos que, claramente eran muchísimo más fuertes que él. Lee se dio cuenta de que el problema iba mucho más allá.
"Te voy ayudar." lo tranquilizó "Pero debes cooperar conmigo".
El muchacho de desordenados cabellos negros, mordió su labio con fuerza, negándose a quebrarse nuevo. Asintió fogosamente.
"Sé que no quieres. Pero hoy tenemos que hablar de Soobin, ¿sí?"
Escuchar su nombre de los labios de otra persona después de tanto tiempo, hizo a su cuerpo temblar por alguna razón.
Era como si una parte de su cerebro hubiera borrado su memoria por completo. Incluso si tenía aquel nombre rondando en su interior cada segundo; desde su cabeza hasta la punta de su lengua, o por más que estuviera atado inseparable a Yeonjun y sus tormentosos recuerdos, este no salía de su boca. Jamás lo hizo de nuevo.
"Yeonjun, ¿quién es Soobin para ti?"
"Mi bebé" casi escapó de sus labios, congénito. Sus ojos brillaron por las lágrimas aperladas que se asomaron una vez más en esos ojos que, últimamente no sabían hacer más que fabricarlas.
Lee no se perdió ese brillo inusual en los ojos del chico.
"Alguien a quien quiero lejos".
No sonaba convencido en lo más mínimo.
"¿Estás siendo honesto contigo mismo, Yeonjun?"
Las manecillas del reloj en el escritorio de Lee se dejaban escuchar cada vez que el tortuoso silencio invadía esas cuatro paredes. Tic- tac a cada segundo.
El silencio se entendió un poco más.
Un corazón herido retumbando, corría. O más bien, huía de la verdad.
"No" dijo simplemente Yeonjun después de un tiempo. Su rostro tenso como piedra. Mirada baja. Misma sensación de asfixia.
Lee volvió a preguntar en vista de su nueva respuesta.
"¿Quién es Soobin para ti, Yeonjun?"
Sé honesto, Yeonjun.
Mi todo.
Mi bebé.
Mi razón para sonreír.
Mi más bello rayo de luz.
Mi salvación.
Mi pequeño.
Mi niño.
Mi conejito.
Mi felicidad.
Yeonjun tragó duro y sonoramente antes de responder. Retener el llanto quemaba en sus entrañas, era como si se hubiera formado un nudo imposible con sus cuerdas vocales. Esa sensación prieta y aciaga.
Yeonjun no podía responder la pregunta. Lee lo comprendió y decidió facilitarle las cosas al chico, cambiándola.
"¿Qué sientes por Soobin?"
Tampoco era fácil de responder esa, pero tal vez era más sencillo expresarlo con una palabra.
Una simple, corta y recurrida palabra. Una respuesta honesta.
"Amor" sus ojos brillando, mirando el suelo sin ver nada realmente.
Lee asintió con lentitud y escribió.
"Cuéntame un poco más acerca de cómo te sientes cuando estás con él."
Yeonjun abrió la boca de inmediato, pero la cerró. Su mente rebuscaba en la compuerta de léxico para escoger las palabras adecuadas. ¿Cómo describirlo?
Al ver al chico teniendo problemas de nuevo, se lo facilitó.
"Explícalo con las palabras más sencillas que puedas."
Yeonjun se tomó unos segundos para ordenar sus alborotados pensamientos, y hablar.
"Me siento feliz." empezó su desahogo con la mirada en el suelo aún. "Mi corazón late como si fuese a explotar. Nunca me había sentido así de eufórico en toda mi vida, jamás me había sentido tan plenamente lleno y feliz."
"Bien... Sigue por favor." Ella anotaba como si fuese un experimento.
Yeonjun quería alejarse lo más posible de pensamientos profundos que lo incluyeran a él. Pero suponía que para poder avanzar, debía retroceder unos cuántos pasos antes.
Exhaló y permitió que su corazón tomar el reflector.
"Siento como si hubiera millones de burbujitas pequeñas subiendo y bajando por todo mi cuerpo cuando lo veo. Sin importar lo que esté haciendo, es como si..." inefable, en verdad. "Cómo si... es como si hubiera muchas ma-
"¿Maripositas revoloteando en tu estómago?" completó ella con tono distante, pero como si comprendiera.
Yeonjun la volvió a ver a los ojos después de lo que parecía ser una eternidad.
Lo que dijo lo describía perfectamente.
Anonadado asintió sintiéndose comprendido.
"Ya veo..." dijo ella como si se lo hubiera esperado, bajó el lapicero permitiendo que este se escurriese entre sus dedos. Yeonjun se sintió aliviado porque ella tenía una expresión diletante.
"¿Qué sucede?" cuestionó preocupado.
"Estos síntomas son muy comunes en mis pacientes, Yeonjun. Eso de las mariposas y las arritmias, esa supuesta felicidad."
Bueno, Yeonjun ahora se sentía menos incomprendido. No era el único allí afuera.
No era el único que -p/e/c/a/b/a- amaba.
Pero él quería saber una cosa.
"¿Por qué se siente tan bien entonces, si es una enfermedad tan repugnante?"
Estar tan podrido no podía sentirse tan bien.
"Es igual como funciona una droga, Yeonjun. Un drogadicto es adicto a ella no por el daño que le causa, sino por lo que le hace sentir. Pero ambos sabemos que las drogas son malas, ¿verdad? Solo que el drogadicto no puede verlo."
La explicación tan precisa lo hizo suspirar. Era real. El entendimiento mandando cientos de apuñaladas a su quebrantado corazón.
"Es simple. Esa felicidad que crea tu mente no es más que una falacia. Es como parte de una alucinación, Yeonjun."
No, no. No podía ser.
¡Bienvenidas sean las lágrimas una vez más al festín de los corazones rotos!
"¿N-nada fue real?" inquirió con un hilo de voz.
Abrirles los ojos a sus pacientes siempre sería la mejor y peor parte de su trabajo.
Lee exhaló, luego negando con la cabeza.
"Todo fue una ilusión, hijo. Así como las alucinaciones. Es bueno que los síntomas no sean tan desagradables. Es incluso un poco más complejo ya que se trata de una enfermedad mental."
Eso es todo. Esa era la verdad.
Para cerrar el día, Yeonjun se encontraba en la misma posición que catorce horas antes; mirando el quebrantado techo descascarado, usando sus brazos cruzados como almohada.
Una respiración errática amonestando el silencio, unos cuantos sollozos almacenándose en lo más profundo de su garganta, listos para ser disparados como las balas de aquel viejo rifle que Yeonjun le enseñó a sostener a Soobin por primera vez. Listos para ser disparados una vez la carga estuviera completa. Porque en el momento que su corazón se liberara de los pesados grilletes, este no dudaría en salir a luchar al campo de guerra. A pesar de saber que perdería la batalla de nuevo.
Dolía, quería gritar. Pero ¿Con que voz? Si su verdadera voz se la llevó él.
El cielo estrellado nocturno fue remplazado por un techo descolorido, las estrellas que se permitía ver en sus dos galaxias, fueron reemplazadas por un gran agujero negro que lo devoraba todo, aquella bella sonrisa se transformaba en llanto desesperado, el calor que lo llenaba fue cruelmente remplazado por el frío de un vacío insondable.
El amor se convirtió en miedo y error. Y un valiente se convirtió en un cobarde.
Pronto pasarían esos días, Yeonjun.
Dejarás de llorar imaginando su sonrisa bajo la luna llena.
Dejarás de sollozar mientras sonríes apretujando las sábanas creyendo que es su mano.
Pronto dejarás de sufrir con el recuerdo de la última vez que viste sus ojos, siendo estos tristes.
Algún día dejarás de culparte por haber nacido y defraudar a todos, incluyéndote a ti mismo.
Pronto, pequeño, dejaras de llorar mares enteros mientras ríes y ríes.
Pronto dejará de doler.
Pronto.
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