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Primera parte: 'Compeler'

Choi Soobin siempre fue alguien... "extraño".

O por lo menos eso decían sus padres de él a sus espaldas cuando el pequeño tan solo tenía ocho años.

Hijo de uno de los Coroneles de mayor renombre de las fuerzas armadas con una enfermera que solía servir en el servicio militar antes de convertirse en ama de casa total una vez nació su único hijo.

Soobin siempre fue un niño amado y mimado por sus padres. El pequeño engreído fue criado mayormente por su madre ya que su padre estaba técnicamente, todo el año fuera de casa, rindiendo por su patria. 

Soobin parecía ser un niño sano y normal. Eso hasta cierto punto.

La primera actitud bizarra del niño ocurrió a sus cuatro añitos de edad.

Su padre había regresado a casa especialmente para el cumpleaños de su pequeño. Como regalo, iban a permitirle por fin al niño decorar su habitación como quisiera, de los colores que quisiera y con los adornos que prefiriera.

Cuando Soobin inocentemente respondió "amarillo y violeta con pegatinas de flores en las paredes" , sus padres compartieron una mirada de preocupación, algo que el niño en ese entonces no pudo entender.

Le atribuyeron esa clase de comportamiento al hecho de que se debía a la influencia de su delicada y femenina madre, quien estaba con él 24/7, además de que los niños no saben lo que quieren y a esa edad suelen ser un poco tontos, ¿no?

Al final Soobin no entendió porque su papi ponía esas caras o por qué le dijo que sería mejor si era él mismo quien elegiría los colores, no cuando el pequeño estaba tan emocionado por hacer su pequeño espacio verdaderamente suyo. Pero bueno, no era como que el azul oscuro y los robots le desagradaran tampoco.

Siempre les pareció raro a sus progenitores que a Soobin no le gustara mucho jugar con la pelota, a las guerras o con carritos de juguete como a su padre le encantaba hacer de niño. De hecho, Soobin solamente lo hacía cuando su padre jugaba con él, porque después todo eso le parecía aburrido.

A los seis años también ocurrió otro incidente. En el jardín de infantes, Soobin tenía un amigo llamado Sunwoo. Todo el tiempo hablaba de  Sunwoo; que Sunwoo y su dibujo, que Sunwoo le enseñó tal juego, que Sunwoo sabía la respuesta a la pregunta, y Sunwoo, Sunwoo, Sunwoo.

Soobin siempre les comentaba de él a sus dos padres mientras estos almorzaban juntos en la mesa, el único momento familiar que podían compartir los tres cada vez que su padre se quedaba en casa.

Ellos se limitaban a reír porque les parecía tierno que los niños fueran tan apegados, cariñosos e hiperactivos. Dejó de parecerles tierno cuando una vez que fueron a recoger a Soobin al jardín, observaron a su hijo despedirse de su amigo con un beso, un besito inocente en los labios, apenas un roce.

El otro niño lo empujó molesto y se limpió la boca con su antebrazo para luego correr hacia sus papis, señalar a Soobin y gritarles con molestia: "¡Me ha besado!"

Muchas miradas cayeron a los Choi, pues el niño asustado porque al parecer había hecho algo malo, corrió hacia los brazos de su padre, quien lo cargó y refugió su cabecita en su hombro.

El señor Choi se veía ansioso mientras sostenía y miraba con rareza a su pequeño, sintiendo su pechito subir y bajar en su hombro, sus manitos entrelazarse en su cuello. El señor Choi quería dar una explicación a todos los presentes, a todos los dueños de esas miradas que ahora veían a su hijo como si fuera una aberración. Pero, ¿que les iba a decir? Si no sería su propio hijo, tal vez hubiera reaccionado igual.

En casa, Soobin solo se asustó más porque su padre lo encerró en su habitación ordenándole que se quedara allí.

Escuchó del otro lado de la puerta como su padre le gritaba a su madre y le decía que era culpa suya, que era por tratarlo con mano tan suave, como a niña, por estar viendo telenovelas en frente de él.

Soobin se preguntaba qué era una telenovela mientras sus ojitos se llenaban de lágrimas porque los gritos le asustaban mucho. Su papá dijo muchas cosas, pero no escuchó la voz de su madre en ningún momento. Se preguntaba que significaban todas esa palabras que su padre había dicho.

Al siguiente día, su padre ya debía volver a la base militar. Soobin esperó un abrazo cariñoso de despedida como siempre, pero en cambio solo recibió una sola caricia brusca en sus cabellos y una mirada desde arriba que el pequeño no pudo descifrar.

Después de ese día, Soobin le preguntó a su madre que por qué había regalado la televisión si a ambos les gustaba verla juntos.

En cambio, su madre le preguntó por qué le dió un beso a Sunwoo.

"Porque yo vi en la televisión que cuando quieres mucho mucho a alguien, le regalas un besito así" Soobin junto sus labios haciendo cara de patito.

Su madre negó con la cabeza.

"A los niños no, Soobin, solo a las niñas. No vuelvas a hacer eso con un niño. Está mal, ¿sí?"

Soobin no entendía porqué, pero no quería volver a oír gritos y recibir regaños, así que asintió dándole tranquilidad a su madre, quien después de esa conversación le proporcionó un beso dulce en la cabecita.

Desde ese entonces, Soobin estuvo bajo cuidadosa observación de sus padres.

Toda su vida, sus actitudes "extrañas", conforme fue creciendo, intentó dejarlas de lado, intentó ser como sus demás compañeros en la primaria y divertirse como todos jugando con la pelota, se esforzó por buscarle diversión a querer coger con mujeres durante la secundaria, también intentó no mirar mucho a cada chico guapo que se cruzaba en la calle.

A sus veinte años, se había obligado a ser un "verdadero hombre"  como siempre decía su padre que fuera. Y él lo intentaba, de verdad lo hacía.

Sin embargo, las actitudes que intentó dejar de lado, por alguna razón, nunca quisieron irse del todo, por lo que solo lo escondía bajo el tapete cuando estaba con gente.

Él había leído en una vieja revista inglesa que todo lo que sentía eran síntomas de una enfermedad asquerosa, por lo que claramente estaba asustado. Pero lo raro era que se sentía perfectamente bien, nada le dolía, además que no entendía porque era tan "asqueroso", por ello decidió ignorarlo y ocultar el hecho de que aparentemente estaba enfermo, porque felizmente leyó que no era contagioso, pero el tratamiento sí que era aterrador; no quería recibir descargas eléctricas en la cabeza.

Una tarde de esas, su padre le dijo que era hora de demostrar que estaba listo para ser el siguiente hombre de la casa. Soobin sabía lo que significaba, y por supuesto que no estaba listo.

Tendría que mantener a su madre y a una esposa en su momento, por lo que tenía que estudiar y trabajar. Era hora.

A Soobin le gustaba leer mucho, novelas románticas más que nada. Una vez lo mencionó en la secundaria y se ganó muchísimas burlas de todos sus compañeros.

Por favor, por supuesto que él no era un marica, solo le parecía... interesante como el ser humano puede desarrollar sentimientos tan complejos y profundos por otros. Era interesante. Que le despertara curiosidad no lo hacía un marica.

Pero no iba a decirlo en voz alta, mucho menos en frente de su padre, era por eso que escondía bajo su cama todas las novelas que tomaba prestadas de la biblioteca de su madre. Obviamente tampoco le diría a su padre que le hubiera gustado estudiar letras y escribir tan bonito como lo hacían sus escritores favoritos.

Él no podía decirle eso a su padre porque eso no era a lo que se dedicaba un hombre. O eso decía él. Pero tampoco quería ser militar como su padre quería y lo obligaría a ser; Soobin no era un chico deportivo, era  por el contrario sedentario y perezoso. Él sabía por anécdotas de su padre que sería difícil la preparación. Preferiría ser mecánico o otra cosa en ese caso.

Pero su padre, considerando la infancia bizarra de Soobin, solo quería asegurarse de que su hijo fuera... normal, además que soñaba con ver a un hijo suyo seguirle los pasos.

Quisiera o no, lo haría.

No lo dejó quejarse mucho, Soobin fue enviado igual a la misma escuela a la que él asistió; la mejor escuela militar de toda Corea, donde salían verdaderos héroes ilustres de la nación.

Y así fue.

Ahí estaba él, en contra de su voluntad, parado junto a otros trescientos chicos que querían ocupar grandes cargos en el ejército algún día o que tal vez fueron arrastrados ahí en contra de su voluntad como él.

Todos de primer año de preparación. El mismo uniforme típico aburrido. Todos en una formación ordenada en un descampado, el sol calcinando a todos menos a los superiores, claro.

Soobin no sabía mucho eso de "firmes, atención y descanso". La verdad solo esperaba perderse entre la multitud como uno más, así que para no desentonar solo imitaba lo que otros hacían a sus costados cada vez que el teniente gritaba algo.

De pie en pleno sol, espalda recta, piernas ligeramente abiertas, y brazos en la espalda, aparentemente esa era la posición de descanso, Soobin escuchaba atentamente al teniente, que por supuesto conocía; había muchas fotos en casa de su padre con ese señor, eran amigos.

Su tono era autoritario, temerario y dominante. Si quería asustarlos, lo había logrado, o por lo menos a él.

Que si su vida iba a ser dura a partir de ahora, que si al que desobedecía le esperaba lo peor, que se acabó el descanso y la buena vida para las "princesitas".

Explicó las reglas, como serían evaluados (preparación militar y cursos estándares dependiendo de la especialidad que se escoja, como ciencia militar, física, matemática, biología o metodología estratégica). Explicó como estarían distribuidos.

Eran cinco pabellones: Alpha, Beta, Gamma, Charlie y Delta. Serían distribuidos en cada pabellón según la edad.

En una habitación (la cual Soobin se imaginaba debería ser muy grande para ello) dormirían doce personas en literas.

El teniente seguía hablando, pero Soobin dejó de prestar atención debido al excesivo calor que le estaba quitando noción; el sol no alumbraba, quemaba. Todos estaban cubiertos de sudor, Soobin giró su cabeza disimuladamente para ver si alguien ya se había desmayado, porque sino sería el primero. Arrugaba su nariz mientras intentaba enfocar su mirada en el teniente, con la dificultad de sentir a sus córneas arder por los rayos UV.

Eventualmente, Soobin no aguantó más y colocó una mano en su frente para cubrir sus ojos.

Mala decisión.

Cuando dicen que los soldados tienen mano dura. Es porque la tienen.

Menos de un minuto para que el mayor se diera cuenta, callara y empezara a caminar hacia él, bajando del estrado. Todos tragando duro rezando para que no fueran ellos a los que buscara.

Soobin no creyó que era él, pero sintió a alguien rodearlo y cerró los ojos asustado. ¿Por qué él? Luego recién cayó en cuenta de que aún tenía la mano en la cara y de que había roto la posición dictaminada.

Un golpecito en la espalda. No sabía que era porque tenía los ojos cerrados, pero sospechaba que era un zurriago. Inmediatamente, quitó la mano de su rostro y escuchó varias risas.

"Nombre" voz aterradora.

"Ch- Choi Soobin" .

"¿Ch-choi Soobin?" se burló, luego Soobin volvió a sentir esa vara contra su espalda solo que un poco más fuerte.

"¿Mucho sol princesa?".

"N-no señor" miraba hacia delante, tenso como una roca.

"Te quedas media hora más, aquí parado".

Las ganas que Soobin tenía de llorar e insultar a todos.

"¡¿Por qué no estoy escuchando una respuesta?!".

"¡Sí señor!".

Dicho esto, el teniente volvió al estrado y continuó hablando.

Cuando la charla de introducción terminó, se supone que todos irían a recibir la ropa, la toalla y los implementos de limpieza, pero él no, él se quedó parado veinte minutos más; en realidad eran treinta, pero esperó a que quien lo vigilaba se distrajera para poder huir.

Entró al salón donde estaban todos los maletines. Un tumulto de gente donde era imposible respirar, los más pequeños ahogándose en un mar personas que solo querían recoger sus cosas e irse.

Soobin era alto, así que pasó sin problema. Muchos lo miraron, no solo por el incidente en la formación, sino por su porte y por su carita de muñeca. Soobin no lo notaba, pero tenía facciones casi femeninas que destacaban demasiado y llamaban la atención.

Una hoja pegada en un muro le indicaría su pabellón, piso y habitación.

Pabellón Delta, piso 4, habitación D- 8, última litera, abajo.

Wow, que precisión y organización.

Soobin se cargó la mochila encima y se dirigió a su lugar asignado. En la entrada, un alumno de grados mayores (lo indicaba en la camiseta) le entregó su muda e implementos de limpieza para unos meses.

Se sentía avergonzado de que la gente lo mirara tanto. También había escuchado risas mientras pasaba y algunos chiflidos. Su padre le advirtió que no sería bonito.

Allí nadie iba a defenderlo o salvarlo. Lo sabía perfectamente, y como lo odió.

Soobin suspiró de felicidad cuando vio que su litera estaba al fondo y pegada a la pared, lejos de las demás. No era que no fuese bueno socializando, pero lo último a resaltar en ese lugar serían sus habilidades sociales considerando que de verdad no quería estar ahí.

Dejó tiradas sus cosas en la cama y se tiró en ella también para dormir, ni siquiera tenía ganas de cenar.

Habían otros tres tipos en la habitación conversando, que lo miraron cuando el colchón crujió. Joder, era irritante sentir miradas sobre él todo el tiempo, no estaba acostumbrado a la falta de privacidad.

De corazón, con todas sus fuerzas, esperaba poder sobrevivir y pasar desapercibido.

Tristemente para Soobin, no pudo ni sobrevivir ni pasar desapercibido ni siquiera durante la primera semana.

Ya tenía apodos que eran usados tanto por los cabos como sus superiores. "Cara de muñeca" "Princesa".

No parecía ser tan malo si quitáramos el hecho de que fuera una mera burla.

Honestamente quería matarse, hablando figurativamente claro.

El tiro era una mierda, sus manos temblaban y no eran capaces de apuntar ni cerca al blanco, no podía correr más de dos vueltas a la cancha porque sentía que se desmayaba, no lograba hacer más de cinco lagartijas sin desplomarse, detestaba bañarse con tantas personas mirándolo, la comida era asquerosa, nadie era amable.

La peor parte eran los golpes.

Todos eran unos idiotas bravucones descerebrados que amaban aprovecharse de los más débiles como él.

Las costillas le dolían en las noches por los golpes, noches en las que tenía pesadillas y la fría brisa nocturna se colaba por su ventana rota, noches aquellas de insomnio.

Honestamente quería desaparecer. Soobin era sensible por lo que no podía evitar llorar bajo sus cobijas, asegurándose de que nadie pudiera oírlo o verlo.

Y encima al día siguiente tendrían una práctica grupal con chicos de la división Alpha. Supuestamente los peores, genial.

Como era de esperarse, la mañana siguiente fue horrible como todas, pero sí que hubo algo diferente una vez llegaron al campo de entrenamiento.

Una chica.

Una chica delgada, castaña, usando una blusa blanca crema y una falda negra, estaba en una de las esquinas del lugar, de espaldas.

Yewon!" escuchó la voz del subteniente gritar. El hombre caminaba molesto hacia la dirección de la muchacha.

La castaña volteó.

Eran alrededor de cincuenta hombres en el lugar, absolutamente todos fijando su mirada en ella.

Ella... Vaya.

Soobin jamás había sentido demasiado interés en alguna mujer; era delicadas, bonitas y frágiles, pero ninguna le había llamado la atención hasta ese momento.

Su piel blanca que se veía tan tersa, sus facciones casi irreales, su rostro tan pequeño, sus labios rojos, sus piernas expuestas, su porte, su figura. Era demasiado hermosa. ¿Que haría una chica así dentro de ese apestoso lugar?

El subteniente la tomó bruscamente del brazo y la jaló lejos de todos. Chiflidos volvieron a oírse una vez que el superior estuvo lejos.

"¡¿Por qué siempre me desobedeces?! ¡Te dije que no vinieras aquí por ningún motivo. Solo en la noche a buscarme a mi oficina!".

"L-lo siento... Padre, estaba aburrida en cas-"

El hombre suspiró.

"Una niña como tú no puede venir por estos sitios, cariño" bajó el tono de su voz, hablando con dulzura y acomodando un mechón de cabello tras su oreja "Es peligroso, Yewon. Todos los que ves allá, son animales que tengo que dominar y educar. No voy a poder defenderte si es que te paseas todo el tiempo por aquí a mis espaldas. Entiende cariño, me preocupo, eso es todo.".

"L-lo sé. Solo que ya no quiero estar más tiempo en casa, padre. Quiero salir y estudiar, yo-"

"Sabes perfectamente que eso no es posible".

La castaña bajó la cabeza decepcionada y asintió. Su padre, siendo compasivo y sintiendo lástima por ella, exhaló y se permitió ser permisivo.

"Bien, puedes estar aquí. Pero solo en el mirador durante el día (que era una torre gigante donde podías verlo todo, pero nadie verte a ti) o en la cafetería cuando no hayan turnos. Te puedes quedar con la señora Lee a ayudarla a preparar las comidas".

Levantó la cabeza, una pequeña sonrisa apareció en el rostro de ella.

"¡Gracias padre!".

"Bien, ahora vete de aquí. Vuelve a casa por hoy".

Soobin suponía que era su hija, se parecían bastante, solo que era ella bonita.

Volviendo a lo principal: Clases de defensa personal.

Los grupos estaban divididos. Del otro lado se les veían a los veinticinco chicos del Alpha.

Todos se veían el triple de amenazantes e intimidantes que los de su propio pabellón. Con miradas asesinas, como si fueran animales desesperados compitiendo por ser el rey de la selva.

Dios santo, ¿que tenían todos en la cabeza? ¿Que no podían ser amables y crear entre todos un ambiente agradable?

En parte, tal vez era solo Soobin el solitario, porque la verdad sí se habían formado grupos de amigos, solo que la "princesa nerd inútil" no encajaría en ninguno por supuesto. Porque todos eran tan masculinos, fuertes y toscos, que Soobin desencajaba exorbitantemente.

Oh mierda santa, los estaban emparejando con los del Alpha.

Claro que tenía que tocarle el más alto de todos. Soobin era alto, no me malentiendan, pero fácilmente el tipo con el que le tocó podía medir dos metros. No tenía una mirada linda, parecía que quería comérselo (en el sentido más hetero de la palabra).

Tragó saliva.

Por más de que fuera un simple "ejercicio", el otro chico que cumplía el papel de atacante por decisión propia, se lo tomó demasiado en serio, porque cada vez que Soobin fallaba un bloqueo (osea en cada ocasión) el tipo le metía unos golpes brutalmente fuertes, y encima parecía disfrutarlo, porque se reía al ver la debilidad del más bajo; le gustaba sentirse poderoso y ver a otro retorcerse por su fuerza bruta.

Soobin no tenía con quien quejarse porque esas situaciones de maltrato eran muy normales en lugares como esos. Su padre le advirtió "Solo sobreviven los más fuertes, así que espero que cambies de mentalidad y vuelvas hecho un verdadero hombre".

En una de esas, recibió un golpe seco con el antebrazo por debajo de la nuca, tan fuerte que lo hizo caer a la tierra y sentirse mareado al mismo tiempo.

De nuevo las miradas sobre él, algunas con pena, otras con burla.

Todos les tenían miedo a los matones, que cabe resaltar, no eran todos. No era que todos fueran malas personas, pero si ayudabas al débil, te volvías débil también, y nadie quería ser una nueva presa solo por ser humano.

Todos les tenían miedo a los abusivos, todos menos un chico.

"Otra vez tú, mierda"  alguien resopló.

Soobin intentó abrir los ojos, pero el sol no se lo permitió. Sentía que iba a vomitar. Escuchó pasos y creyó ver  una silueta parada mirándolo desde arriba, otra silueta.

"¿Cuál es tu jodida necesidad de hacer esto, Bran? Es solo un puto ejercicio".

"Pero Yeon... ¿Por qué lo defiendes? ¿No ves que es un-"

"¿Quieres tener problemas conmigo? ¿No creo, verdad?" se escuchó amenazante.

"N-no".

Todos los ojos en la escena.

"Discúlpate".

"¿Qué? ¡No!".

"¡Dije que te disculpes!" graznó aterradoramente.

"L-lo siento..." musitó inmediatamente bajando la cabeza.

Soobin no entendía muy bien la situación por lo mal que se sentía. ¿Alguien estaba ayudándolo o que era todo el escándalo?

"¿Que está pasando aquí?" llegó el subteniente.

"Bran rompió la regla principal del codigo de práctica" informó el otro chico "Está muy débil, voy a llevármelo a la enfermería".

Ni siquiera tuvo que pedir permiso. Él solo lo cargó, enroscado un brazo en sus hombros. Soobin sentía que estaba perdiendo la consciencia.

"Confío en que aplicara un castigo ejemplar subteniente" dijo antes de irse.

"Claro que sí. Gracias".

Soobin fue apenas consciente de su espalda tocando un colchón. Se sentía muy débil.

"Por dios, no pesas nada, pareces una pluma"

Soobin escuchó unos cuantos ruidos de puertas o cosas así y supuso que estaban en la enfermería por el olor a hospital.

Se sobresaltó un poco cuando aún con los ojos cerrados, detectó el olor a alcohol muy cerca de su nariz, un algodón mojado rozando la punta de esta.

"Agarra esto. Inhala, te ayudará" escuchó de nuevo esa grave y dulce voz de la cual no veía el dueño aún.

Eso estuvo haciendo unos minutos hasta que sintió por fin que su cabeza ya no se caería de su cuerpo.

Se reincorporó y se sentó apoyándose en la pared que servía de respaldar para la camilla.

Sus ojos se abrieron lentamente, enfocando dificultosamente a un chico pelinegro sentado en una silla, alguien que no había visto antes. Su primer pensamiento al poder enfocar bien la imagen, fue que era guapo, guapísimo de hecho; no había visto a nadie tan apuesto desde que ingresó a esa pesadilla.

"Gracias" musitó débil, ganándose una bella sonrisa ladina en respuesta.

"¿Choi soobin, no?"

Soobin asintió extrañado, pues juraba era la primera vez que lo veía.

"¿Cómo lo sabes?"

"En la formación el primer día. Estaba a unas cuantas filas de ti" comentó con diversión.

Oh, claro, era eso...

"¿Cómo te sientes?"

"Mejor" le sonrió, aunque eso significara que le dolía como la mierda el estómago. Viéndole el lado positivo, por lo menos estaba vivo.

"No hay de qué" sonrió de vuelta. Que sonrisa más bonita tenía ese chico, carajo "Choi Yeonjun" le extendió su mano para presentarse.

A Soobin casi se le salen los ojos.
De seguro se había confundido; el chico que se había apiadado de él, no podía ser el mejor estudiante en todas y cada una de las áreas, de las cinco divisiones, ¿verdad? No podía serlo.

"¿E- ese Choi Yeonjun?"

"¿Hay otro?" cuestionó divertido.

Soobin estaba sorprendido y hasta cierto punto halagado que fuera él quien le extendiera una mano.

"Gracias por eso, de verdad. Fuiste muy valiente".

"¿Valiente?" rió "¿Valiente por qué?"

"Bueno... El chico era mucho más grande que tú y-"

"Soobin" interrumpió con una pequeña sonrisa "Soy cinturón negro en karate. Ya lo demostré también, tranquilo. Ese grandulón no me asusta".

Oh vaya, ok.

"Oh, eso explica mucho..." el maullido de un gatito tendría más fuerza de convicción que eso.

Yeonjun volvió a reír y negó con la cabeza.

A Soobin le gustaba mucho el sonido de su risa, su sonrisa también, y no sabía porqué.

"Siempre me hacen sonar como un tipo temible y malo solo por esforzarme mucho en lo que hago y no ser un animal irrespetuoso con otros, ¿cruel no?"

"Oh, yo no quería darte esa impresión, lo siento mucho" se oyó un poco desesperado, pero tímido a la vez.

Yeonjun solo pudo pensar que el chico era muy... tierno como para estar en un lugar así de duro.

"Honestamente Soobin, ¿que haces aquí? No me malentiendas, no lo digo de mala forma. Solo... se nota que no es tu rubro, no sé si me entiendes... ¿Tu padre te obligó a venir aquí?".

"No me digas que también puedes leer mentes".

"No no" rió por lo dicho por el más alto "Solo lo adiviné considerando lo exigente que es el Coronel Choi con estos temas".

"¿C-conoces a mi padre?" Soobin estaba perplejo.

"Claro" respondió orgulloso "Mi padre es el jefe de la segunda división de Gurang, trabaja para él. Lo admiramos mucho".

Ahora Soobin estaba avergonzado, no pudiendo cargar con el apellido Choi como su bisabuelo, abuelo y padre. Intentó cambiar el tema de su apellido con lo primero que se le ocurrió.

"Esto parece ser algo que de verdad quieres..."

"Si te refieres a la preparación como militar, pues sí. Ha sido mi sueño desde que escuché por primera vez a mi padre hablar sobre lo difícil que fue aquí. ¿Que puedo decirte? Me encantan los retos. Me he propuesto convertirme en el siguiente Jefe del Ejército de la República de Corea, desde los diez años me he estado preparando para este momento" contó orgulloso.

Yeonjun le parecía un loco a Soobin, un loco muy guapo.

"Vaya, eso es respetable, y curioso también, porque la primera vez que oí a mi padre hablar sobre su trabajo, pensé que era lo más horrible del mundo".

Al ver la postura tan diferente del otro, sin comprenderla, se miraron a los ojos unos segundos antes de reír juntos.

Pero Soobin no debió reír con el palpitante dolor en su estómago.

La risas cesaron y Yeonjun cambió su expresión de confusión a una alarmante cuando vio esa mueca en Soobin. Iba a vomitar.

Yeonjun, ágil, reaccionó de prisa alcanzando la chata metálica que se encontraba detrás de él en una mesita de madera. Se la extendió y Soobin descargó todo y a la vez nada, pues no había comido. Yeonjun le palmeaba y sobaba la espalda con preocupación.

Soobin ahora más débil, levantó la  cabeza de la chata, su frente cubierta por frío sudor, sus oscuros y finos cabellos pegados a su frente por este. Yeonjun sirvió del caño un vaso con agua y se lo extendió.

Luego, Yeonjun al desviar un segundo su mirada a la chata, de verdad se preocupó. Había sangre.

Vomitar sangre era muy peligroso.

Ambos fruncieron el ceño al ver la sangre. Soobin al darse cuenta de que el otro también observaba, avergonzado dejó la chata en el suelo y volvió a recostarse.

"¿Por qué mierda estás vomitando sangre? ¿Estás enfermo?".

"N-no lo sé" la verdad no sabía, pero sospechaba que fueran las palizas diarias que sentía acaban lentamente con su ser.

"¿Cómo que no sabes Soobin? ¿Desde cuando?" frunció el ceño.

"Es la primera vez que sucede" se justificó sintiéndose un niño regañado.

"Estás tan delgado... ¿No estás comiendo bien? Con todas las actividades físicas que hacemos debes alimentarte bien".

"La comida de aquí sabe a mierda" tuvo que usar eso de excusa. La verdad era que le quitaban el almuerzo y había incluso días en los que no comía nada de nada.

"¿Y qué esperabas? ¿Un menú gourmet, señor?" Yeonjun ya estaba entre molesto e irritado "Es que a ver... mírate, de verdad estás con infrapeso. Cuando te cargué juré que mi hermana de diez años pesa más que tú. Tienes que comer" seguía renegando. Luego de unos segundos de silencio, Yeonjun se cansó de esperar una respuesta y exhaló "Suficiente, déjame ver que tan grave es".

Sin previo aviso, también sorprendiendo a Soobin que no llegó a taparse a tiempo, Yeonjun levantó su camiseta blanca delgada.

Tuvo que ahogar un suspiro, sus ojos agrandados. Él esperaba encontrarse con costillas resaltadas, no con costillas resaltadas y marcadas o un torso decorado con decenas de moretones en cada espacio de su lechosa piel. Cortes, marcas, costras, moretones verdes y hasta amarillos.

Yeonjun cubrió su boca con una mano y Soobin maldijo por sus tardíos reflejos.

"Dame los nombres" exigió con dureza, mirando iracundo las evidencias del abuso.

"¿Qué?

A Yeonjun no le gustaba repetir las cosas, mucho menos cuando estaba enojado.

"¡Que me des los putos nombres, Soobin!"

Yeonjun podía ser aterrador si se lo proponía. Esa dualidad era impresionante. Parecía ser un chico encantador cuando sonreía y reía, pero el mismísimo diablo vivía dentro de él. Felizmente, ese diablo no era malo, tal vez cruel sí, pero era justiciero. Choi Yeonjun odiaba las injusticias.

"Son muchos, n-no..."

"No me importa, dámelos todos" ni siquiera estaba viéndolo. Mandíbula tensa, puños prietos.

Soobin le dió los seis nombres. Yeonjun miró al reloj de pared que colgaba en una de las paredes y luego salió apresurado. Justo era receso.

Soobin no sabía con exactitud lo que haría, pero sabía que no debía moverse porque Yeonjun se lo pidió con la mirada antes de salir y también porque se sentía muy, pero muy débil.

Veinte minutos después, Yeonjun reapareció más tranquilo. Lo primero que hizo fue desempolvar su pantalón con el típico estampado militar de tela gruesa, también su camiseta blanca. Por primera vez estaba exponiendo sus brazos trabajados a Soobin.

El menor quería tocarlos, sus dedos cosquilleaban por delinearlos con sus dedos, esos músculos, apretarlos y-

No.

Se asustó de sus propios pensamientos, dándose una bofetada mental por eso. ¿Y si la sangre era porque de verdad estaba enfermo? De nuevo esos síntomas que leyó en la revista inglesa. ¿El vómito sería la primera señal real de su enfermedad?

Intentó desviar esos pensamientos negativos. No, él estaba perfectamente bien.

"¿Que les hiciste?".

Yeonjun se lavaba las manos, desvió su mirada un segundo hacia Soobin.

"Lo suficiente como para saber que no te volverán a tocar un pelo" cuando culminó, volvió a sentarse en la silla mientras resoplaba "¿Cómo te sientes? Y sé honesto, por favor".

"Duele".

"¿Eres de la división Delta?".

Soobin asintió.

"Perfecto. Haré que me cambien de división hoy" dijo como si estuviera hablando del clima.

"¿Q-qué? ¿A cuál?"

"La tuya Soobin" contestó con obviedad.

"P-pero no se puede hacer eso".

"¿Quien te dijo eso? Claro que sí, el subteniente me ama. No voy a permitir que se aprovechen de que no estamos en el mismo pabellón para que pueda defenderte. Ellos van a querer descargarse contigo por lo de hoy. Es por eso que debo mudarme cuanto antes".

Soobin, sin palabras de nuevo. Solo podía mirarlo con los ojos bien abiertos.

"Soobin, en serio no hay problema. Ya he ayudado a otros chicos en mi pabellón antes, estarán bien. Lo tuyo es mucho más delicado. Déjame cuidarte".

Su corazón golpeaba fuerte contra su pecho. Otro síntoma. Joder no, no.

"¿C-cuidarme?".

"Lamento si suena muy... e-extraño" de pronto Yeonjun se sintió avergonzado por lo que dijo y bajó la cabeza. ¿Por qué se sentía así? "Es probable que tengas un derrame interno por los golpes, la razón de la sangre. Mañana reservaremos una cita con el doctor de campo, ¿está bien?".

Soobin miraba a Yeonjun con los ojos muy brillantes, colmados de agradecimiento, respeto y hasta adoración. Como si estuviera viendo la obra de arte más preciosa del mundo.

Yeonjun, Choi Yeonjun. No olvidaría el nombre de su salvador ni en un millón de años.

"Gracias Yeonjun. No sabes cuanto te lo gradezco." estaba por llorar del agradecimiento; su pesadilla terminaría. En ese momento, no solo por su carita, pero por todo lo que hizo por él, Soobin veía a Yeonjun como un ángel, su ángel.

Yeonjun le sonrió ampliamente a  Soobin, y joder, dale de nuevo con el corazón.

Lágrimas se acumularon en los ojos del menor, Yeonjun enternecido, tomó su mano por sobre su regazo y apretó con fuerza.

"Ya no estás solo, ya no tienes que pelear, yo estoy contigo".

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