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01 | A

Jennie nunca sintió tanta seguridad en su vida como lo estaba teniendo en ese preciso momento. Seguridad que se encargó de aglomerar desde que vio por primera vez a la bonita omega de alta estatura, gruesos labios y ojitos grandes pasar por los pasillos junto a otras chicas.

Lo recuerda bien, su curiosa mirada se había posado absolutamente en ella, importándole muy poco lo que pasara a su alrededor. Afirmaba el haber sentido ese flechazo del que tanto narraba su madre en los cuentos infantiles, cuando apenas era una cachorra disgustada con los temas del amor y las parejas. Pero, ahora, eso no era así.

No, para nada.

La alfa tan solo deseaba escuchar una respuesta positiva de aquellos brillantes y rosados labios.

Habían pasado aproximadamente seis meses desde que la conoció. ¡Incluso intercambiaron un par de palabras! O bueno, lo fue porque la pelinegra le pidió un par de apuntes en la clase de Literatura. Mas eso no quitaba el hecho de que Jennie se había emocionado y avergonzado al mismo tiempo, creando así unas fervientes ganas de ser algo más que una simple compañera de clases.

Lalisa Manoban era el nombre de la dueña de sus suspiros y aceleraciones cardíacas.

La alfa estaba tan perdida por ella que era capaz de hacer muecas graciosas y hasta tropezar intencionalmente en los entrenamientos de baloncesto, solo por ver esa hermosa sonrisa de gomita. Esa sonrisa que hacía crecer su amor cada día más y más.

Lisa era una omega perfecta y no solo porque Jennie la consideraba así, sino que lo confirmó al ser testigo de la cantidad de alfas que iban tras la tailandesa.

Muchas veces se sintió decepcionada y celosa. Pero el enojo no tardó en llegar cuando comprendió que aquel numeroso grupo de estúpidos no querían nada más que pura diversión de una sola noche. Para suerte suya, la omega pudo evitar aquello. Dándose su lugar y exigiendo respeto, desechando de inmediato a todos esos perros pulgosos que no hacían nada más que darle palabras vacías y promesas baratas de amor.

Afortunadamente Jennie se sintió totalmente agradecida con lo sucedido, porque Lisa no había salido herida de todo ese gran lío. Su manera tan directa —pero a la vez sutil y educada—, de expresarse, sin miedo a lo que los demás pudieran decir, solo lograba que la admirara y se enamorara cada vez más, claro, si es que eso aún era posible.

Ahora se encontraba de pie, en medio de la cafetería de la facultad, a unos cuantos metros lejos de la omega quien le daba la espalda debido a que conversaba con su pequeño grupo de amigas. Soltó un hondo suspiro, desordenando su castaña cabellera hasta dejar su frente al descubierta.

"Solo ve y salúdale con amabilidad. Demuestra desde un principio que tus intenciones son sinceras".

Recordó el consejo de Jisoo, su mejor amiga alfa.

—Bien, no puede ser tan difícil — susurró para sí misma, intentando que su valentía no se fuera por la borda. La alfa compró un par de malteadas y con firmeza, decidió ir hasta a la que deseaba que fuese su omega.

—Han abierto un nuevo restaurante de brochetas de cordero. ¿No quieren ir conmigo? —comentó Lisa con cierta ilusión al hablar de su aperitivo favorito. Mina iba a responder con la misma emoción del momento, de no ser porque visualizó a la alfa de la que tantas y tantos omegas babeaban por tener a su lado. Realmente estaba anonadada al confirmar que venía en su dirección. Sonrío con cierto ápice de diversión haciendo que Lisa no entendiera su repentino silencio.

Mina también era una omega, y de por sí, una muy astuta y observadora. Aunque también le daría la mitad de los créditos a la alfa, ya que esta no era para nada buena disimulando y escondiendo sus sentimientos por la menor.

—Lisa —susurró bajito, agachando un poco su cabeza—, Kim se está acercando a nuestra mesa.

— ¿Kim? —resaltó con duda.

—Wow. ¿Creen que planee algo? —intervino Rosé curiosa.

—No lo creo, nadie ha dicho algo malo sobre ella, ni una sola vez —afirmó Somi, tomando de su soda en lata—. Para nadie es novedad que está idiotizada por Lisa —dijo con naturalidad, como si fuera lo más normal del mundo.

—¿Qué? —volvió a recalcar la pelinegra—. Dejen de decir tonterías —intentó forzosamente el no sonrojarse, y es que ella era consciente que aquella alfa era demasiado guapa que hasta parecía un ser irreal. ¿Sería posible lo que dijo Somi? No, no podía detenerse a pensar en aquello. Ya tuvo suficiente con lo que pasó con los otros tontos alfas.

—¿Te has avergonzado? —inquirió Mina, sonriendo con cierta burla.

—Oh, yo creo que sí —Rosé le siguió el juego.

—Ya cállense. ¿Por qué mejor no-...? —una nueva voz la interrumpió.

— ¿Disculpa? —y el agradable aroma a hierbabuena inundó la pequeña zona de las omegas.

—Acabo de recordar que tengo un trabajo incompleto con Jisoo, tengo que irme —habló Mina rápidamente, no deteniéndose a ver la mirada amenazadora que la menor le estaba dando—. Suerte —habló suave, sonriéndole a la alfa que aún estaba detrás de Lisa.

—¡Y nosotras también! —exclamó Rosé, ganándose la pura confusión de Somi.

—¿Qué? Pero si nosotras no tene-

—Es que lo has olvidado, tonta —respondió entre dientes, enlazando su brazo al de la omega—. Así que, es un verdadera pena —fingió tristeza—, pero nos retiramos.

—P-pero...

—¡Adiós! —gritó para que no escucharan a la canadiense y la haló rápidamente desapareciendo del lugar con una rapidez impresionante.

Lisa resopló fuertemente, tratando de comportarse y no ir detrás de esas niñas con cerebro de maní para reprenderlas como se lo merecían.

— Uh. ¿Puedo sentarme aquí?

—Sí, claro —habló bajito, prestándole más atención a su ensalada de frutas—. Aunque no entiendo porqué, hay muchas mesas vacías.

Jennie sonrió levemente ante aquella filuda respuesta, tomando asiento frente a ella.

—Hay muchas pero en ninguna otra hay una omega tan bonita como tú.

—¿Qué? —preguntó en tono de queja, dejando caer sus palillos en el envase.

—La verdad es que —soltó un suspiro—, no sé si sea prudente el ser tan directa como lo estás siendo tú.

— ¿Qué tratas de decir? —habló con más calma pero de igual manera enfrentándola, alzando una de sus delineadas cejas.

—¿En serio lo quieres escuchar?

—A veces es bueno ser clara y no dejar incompleto el tema, realmente me aburre cuando una pers-...

—Me gustas.

Los grandes ojos de Lisa se expandieron con desmesura, pero evitó a toda costa el mostrarse tímida frente a Kim.

— ¡¿Qué?! —le regañó, pero maldición, estaba sintiendo que su lengua se enredaba y sus mejillas ardían—. N-no debiste decir eso —carraspeó, intentando controlar la situación.

— ¿Por qué no? —sonrió, apreciando el lindo tono carmín en el rostro de Lisa—. Tú me pediste que lo dijera y es la verdad.

—Si vienes con el mismo propósito que las otras estúpidas alfas, pues estás perdiendo tu tiempo. Yo no soy un perrito faldero en busca de atención —un suave gruñido fue emitido y Jennie creyó morir de ternura.

Sacudió la cabeza sutilmente, tratando de no distraerse con lo preciosa que era la omega y todo lo que esta hacía.

—No, no, yo no soy como ellas.

Lisa rodó los ojos.

—Sí, claro —y se levantó, caminando con dirección a la salida de la cafetería. La alfa no dudó en seguirla, yendo apresuradamente tras ella.

—Lo digo con sinceridad, Lisa.

— Mejor ve por otro camino, Kim.

La mencionada mordió su labio inferior sintiendo gran presión. Analizando cuidadosamente si era buena idea tocar a la omega. Bufó. ¡Al diablo con lo demás!

—Yo quiero ir a donde tú vayas —anunció, tomando suavemente sus muñeca, haciendo que esta girara por inercia—. Podría mover la tierra o perder una pelea solo por verte sonreír —le susurró, ahora siendo ella quien se apenó—, porque no tienes errores —la omega dio el caso por perdido, ahora sus mejillas estaban demasiado calientes—. Atrapaste mi corazón alrededor de una o dos veces —no se detuvo, solo decía lo que por tanto tiempo calló—. No necesito cuestionar la razón ya que yo me siento tuya —tomó las manos de la pelinegra, acariciándolas con parsimonia—. Soy tuya — recalcó, mirándola fijamente.

—Ah, y-yo... Yo creo que d-debería de irme —intentó no hacer más contacto visual, se estaba sintiendo muy nerviosa y eso era algo que no le agradaba.

—Solo dame una oportunidad, tan solo una —susurró, casi suplicante. Estaba realmente enamorada. La omega se zafó del agarre impuesto en sus manos y retrocedió tan solo un paso. ¿Qué era todo eso? Nuevas sensaciones la estaban abrumando y la timidez era la que dominaba entre todas—. ¿Qué es lo que tiene que hacer una alfa? —habló más fuerte, al ver a Lisa con la intención de alejarse—, para estar totalmente encerrada por ti? —concluyó en un susurro, cuando la omega le dio la espalda y caminó apresuradamente fuera de la cafetería.

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