Soluciones y Problemas
–¿Entonces me estás diciendo que no estamos casados?– si Sanghin fuese un perro sus orejas se le habrían caído tras oír semejante noticia
–Eso parece...–
Ni la tristeza que pudo llegar a sentir el emperador por la muerte del ángel Sanguinius podía compararse con tan pesado ambiente que ambos compartían en esos momentos.
La pareja se había apartado de la vista de cualquier entrometido, escondiéndose dentro de un pequeño almacén de objetos de limpieza. "¿De verdad no funciona así? Juraría que mi padre me dijo que funcionaba de ese modo" Sanghin rascaba su mentón a la vez que pensaba más allá de lo que conocía ¿podía ser que este ritual tan simplista solo fuese Cadiano?. Por su parte Celestaya no quería seguir sintiéndose como una idiota ¿pero como no iba a sentirse así? ¡Quedo como una ignorante delante de sus hermanas! Desconocer algo tan simple como el matrimonio...
–¡Pero no importa!– la voz angelical aunque fuerte de la "esposa" resonó –aún podemos solucionar esto, lo sé–
–¿Solucionar?–
–El confesor Zarf, podemos pedirle que programe una boda– Celestaya sonrió con ingenio, incluso chasqueó sus dedos sorprendentemente a pesar de llevar guantes
–¿No está muerto?– Sanghin inclinó levemente la cabeza con confusión
–juraría que está muerto...–
–Bueno podemos solicitar que en la próxima entrega de suministros venga-– fue cortada de golpe
–¡No, no, no de ninguna manera!– al oír la palabra solicitar el cerebro dé Sanguinius entró en autopreservasion –¡no pienso pasar por la tortura del Administratum de nuevo, estuve tres semanas en una fila esperando para recibir mi numero de asignación!– antes de poder seguir quejándose su pareja le tapó la boca con sus manos
"¡¿Quién anda ahí?! Juraría que escuché algo..." la voz del comisario solo confirmaba que ya era hora de marcharse. Fue una suerte que Celestaya hubiese callado a su esposo a tiempo antes de que precisamente el miembro del Administratum les descubriera.
–Estuvo cerca...– suspiró retirando su mano del mentón de Sanghin –amor ya hemos hablado de esto, deberías hablar con alguna de mis hermanas hospitalarias sobre tu trauma con el administatum, te estás volviendo inoperante–
–¡¿Inoperante?!– jadeó indignado –... para que me quejo, es verdad...–
–No lo digo para insultarte o desprestigiarte– la alta tomó a su esposo de los hombros con la determinación que solo las adeptas sororitas conocían –si no para conozcas dónde están tus debilidades y sepas compartirlas, para hacerte más fuerte en contra posición a lo que crees que te retrasa o hace débil–
Parpadeó varias veces ante las palabras de su esposa, eran... sorprendentes cuánto mucho. Ella podía ser así muy a menudo pero siempre poniendo al Emperador de por medio, pero esta vez había puesto el eje del tema de su "trauma" sobre él.
Quizás fue él momento en el que comenzó a sonreír cuando Celestaya se dio cuenta de lo que pasaba y trató de continuar su oración, con un sonrojo en sus mejillas –¡Claro! Si no mejoras tu... no podrás a... yo... ¡mejorar ojos del Emperador, si!– aunque ya era inútil pues Sanghin había replicado su accionar tomándola también de los hombros
–¿Sabes que me encanta de ti? Que eres literalmente incapaz de decir una mentira... eres una encantadora honesta– el cadiano dijo sonriéndole a su esposa
La mujer de ojos dorados se había sonrojado más si cabía y abrazó a su esposo, doblando las rodillas levemente para estar a su altura y poder entrelazar sus brazos mejor a pesar de portar una armadura. Sanghin reía levemente al alcanzar escuchar un leve gruñido entre murmullos de la hermana de batalla que solo lo abrazaba con más fuerza. "Me vas a romper algo ¿sabes?" Pero la mujer no dejó de abrazarlo, sosteniendo su mejilla mientras lo veía directamente a los ojos
–... Eres un tonto... mi tonto...– a Sanghin se le escapó una leve risa por la descripción –solo... arreglemos este asunto y encontremos a alguien que pueda casarnos–
Realmente no sabía que había hecho a los ojos del Emperador para merecer a tal mujer, una guerrera noble pero con un alma pura, con intenciones benévolas y un corazón enorme. Amaba realmente a su esposa... que realmente no era su esposa... ya estaban en los primeros pasos de arreglar eso.
La situación en la que se encontraban ambos era fácil a la malinterpretación y esto fue precisamente lo que ocurrió cuando la puerta del almacén se abrió descubriendo a la pareja en su situación comprometedora e íntima "Ustedes dos... a mi oficina" la voz tan fría y sin emociones del comisario ya indicaba el destino de Sanghin, de Celestaya lo decidiría su hermana superiora
A Celestaya: la reprenden y la mandan a rezar por lo menos dos días en aislamiento
A Sanghin: lo mandan a correr 12 horas con la amenaza de que si se detiene le pegan un tiro (el que dispara decide donde)
Con los personajes ya introducidos la historia ya puede iniciar
Si tienen algún escenario que les gustaría ver pueden sugerirlo, las ideas siempre vienen bien
Nos hemos
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