El sexo está en horas bajas. No hablo de esas relaciones físicas que se producen en nuestras vidas de forma natural. Hablo del sexo como un ingrediente artístico, como una exposición de los placeres carnales más allá de los impulsos humanos. Y entiendo que éste puede ser dulce, apasionado, poco convencional e incluso algo sucio —tantos estilos hay como tendencias tenemos las personas—, pero considero que hasta para crear una historia erótica se han de tener en cuenta otros muchos elementos.

Una escena donde el sexo adquiera enorme importancia puede ser tratada desde muchos ángulos, más allá de qué se hace o por qué. De tal manera que una caricia puede cobrar especial significado aunque sólo se produzca en un hombro, y una mirada puede trasladarnos de inmediato a la realidad más tórrida del mundo sin necesidad de agregar contacto físico alguno.

Lo cierto es que el sexo no requiere grandes escenarios ni razones demasiado contundentes. A veces ocurre con premura y ansiedad; otras carga consigo toneladas de emociones. Es posible hallar en él lealtad, amor, amistad, satisfacción, curiosidad, aprendizaje, inclusión, esperanza... Para ser una de esas cosas increíbles de las que disponemos en un mundo cada vez más vacío y artificial, me parece que lo vapuleamos en exceso. Hemos llegado a un punto en el que renegamos de él y, al mismo tiempo, lo explotamos sin un ápice de humanidad.

Considerando esta última parte como una visión bastante penosa de nosotros mismos, me pareció interesante realizar estos relatos con contenido sexual, que no necesariamente tienen que tener el sexo como único ingrediente. Es una obra que encaja en la categoría de "+18", pero ello no significa que todo lo que proyecte sea explícito, poco cuidado o inapropiado.

Dicho esto, aquí expongo diferentes aspectos de la sexualidad, un abanico en el que poder verse identificado o del que tomar recortes si se desea.