Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Pilas, muchas pilas (Parte II)

—¿Qué amiguito?

—Vamos, nena. El juguete. Te he visto usándolo.

—¿¡Me has estado espiando!?

Casi me la parte al girarse y, no conforme con haber podido desmembrarme, se aleja como si estuviera hablando con un asesino en serie.

—¿¡Qué coño haces!? —me quejo.

—¿¡Eres un pervertido que se esconde para ver a las tías!?

—¿Qué? ¡Claro que no! Vamos, ha sido sólo una travesura con mi mujer. ¿Tan grave te parece?

—¡No tenías ningún derecho a mirarme! Oh, por Dios, qué vergüenza...

—No tienes que avergonzarte. A decir verdad me gustó descubrir esa faceta tuya.

—¡No me avergüenzo de mí sino de ti! No habrás estado grabándome, ¿verdad?

¿En serio me está acusando de algo tan sucio? Ni que estuviera hablando con un desconocido.

Pegamos un par de gritos y lo que prometía ser un polvo sideral acaba convirtiéndose en un paso más hacia el divorcio.

Hasta ese instante lo nuestro era un revés, un bache que se podría haber esquivado con la terapia adecuada, o quizá sólo cerrando el pico. La cuestión es que desde entonces no hemos vuelto a dirigirnos la palabra salvo para notificarnos cosas propias de la convivencia: saca la basura, compra café, te ha llamado tu madre... Me resulta insoportable, hasta el punto de que siento que las paredes se encogen cada vez que regreso a casa.

Alma no parece disgustada. Al contrario, se muestra tranquila y hasta sonriente. Pasé varios días pensando qué podría estar motivando esa alegría y rápidamente concluí que, aunque yo estuviera castigado sin la posibilidad de mantener un contacto físico, ella continuaba haciendo uso de su vibrador.

Lo que está claro es que esta relación ya no la salva nadie, a no ser que yo haga exactamente lo mismo que mi compañera.

Después de mirar en varias webs de juguetes eróticos, finalmente me decanté por uno que los usuarios definían como "el mejor motivo para no salir de casa". Creía que exageraban pero la verdad es que se quedaron cortos.

He bautizado al coqueto artefacto con el nombre de Amanda, una chica que conocí en la época del instituto a la que nunca tuve el valor de pedirle salir. Y, bueno, mi mujer se encierra en el baño y yo en el despacho, somos de esas parejas que no discuten. No hay convivencia, no hay conflicto: ¡la relación perfecta!

El silencio en casa es perturbado por los zumbidos de nuestros respectivos juguetes y la cosa estaría bien si pudiéramos coincidir alguna vez. De hecho, no me importaría que Alma estuviera espiándome como yo hice con ella. Desde luego no se me ocurriría acusarla de ser una psicópata por ello, aunque me pregunto si montaría una escena cuando le dijera el nombre de mi amiga. Amanda no le caía bien. Por aquella época solía llamarla "Miss Simpatía" y sí, era una auténtica borde, pero no una borde cualquiera, sino la borde cuerpazo.

Se me ha ocurrido una idea. No estoy orgulloso de lo que voy a hacer, mas lo justifico desde la necesidad de comunicarme con Alma.

Me dirijo al dormitorio y, como siempre, la puerta del baño está cerrada. Al dar unos toques en la misma, el sonido de su juguete se detiene y mi mujer contesta enfadada:

—¡Usa el servicio de abajo!

—Sal. Tenemos que hablar. Además, si mis cálculos no fallan ya va siendo hora de que le cambies las pilas a esa cosa.

Sale hecha una furia y clava sus ojos sobre mí con tal frialdad que hasta me estremece.

—¿Qué quieres?

—He de confesarte algo... Yo... Esto...

—¡Habla, joder!

—¡Estoy con Amanda!

Se mantiene callada un momento y después agrega:

—¿Miss Simpatía? ¿En serio?

Me hace gracia, pero procuro no reírme y me muestro molesto por el comentario:

—No deberías llamarla así...

—¿Me dices que me pones los cuernos y el ofendido eres tú?

—¿Yo te pongo los cuernos? Pasas de mí durante un siglo y ahora yo soy el malo, ¿eh?

—Si eres feliz, pues me alegro. Pero vamos, tenías que escoger a esa precisamente...

Está celosa, bien. Supongo que eso es buena señal. No sé cómo voy a seguir esta farsa pero al menos estamos hablando, así que continuaré mintiendo hasta cerciorarme de que aún queda una mínima posibilidad de arreglar esto.

—¿Qué más da que sea ella u otra? —digo sin mirarla de frente—. Acabaremos divorciándonos de todas formas.

—No te precipites. A ver si va a ser algo pasajero y tú divorciándote en vano.

—Técnicamente la gente se divorcia porque no se quiere, no porque ya tenga un sustituto.

Entonces le entra un ataque de risa y se tumba sobre la cama a carcajada limpia.

—¿De qué te ríes? —pregunto confuso.

—Ay, cariño —suelta intentando recuperar la compostura—, sólo tú podrías decir algo así. Ven aquí, anda.

Estoy a punto de replicar, de decirle que no puede mangonearme como se le antoje, pero llevo tanto tiempo queriendo arreglar lo nuestro que accedo a tumbarme a su lado.

—Estamos pasando un bache —agrega—, ¿y qué? A muchas parejas les pasa y siguen adelante. Pese a nuestras diferencias nos queremos y no vamos a andar rompiendo una relación de tantos años por algo así.

—¿Algo así? Te he sido desleal. ¿Vas a dejarlo pasar sin más?

—Te perdono —comenta para después besarme con ternura.

Cuando estoy a punto de decirle la verdad, se levanta de la cama y busca en el armario unos vaqueros.

—¿A dónde vas? —pregunto.

—Levántate, tú también vienes.

—De acuerdo, ¿pero cuál es el plan?

—Comprar pilas.

—¿En serio?

—¿Qué? A mí ya no me quedan y supongo que a Amanda tampoco.

Me abraza y se ríe asegurando saber todos mis secretos. Siempre ha sido una sabionda insoportable, no tengo ni idea de cómo lo ha descubierto, pero aun así no me mantengo callado:

—¡No le hacen falta pilas, tiene puerto USB, lista!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro