Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Irving y la máquina de escribir (Parte I)

Hará algún tiempo decidí cambiar de hábitos y en lugar de permanecer los viernes por la noche encerrada en casa, acepté salir a tomar algo con algunos compañeros del trabajo. No es que me caigan bien, pero nos toleramos, y eso en mi caso es todo un logro. En total somos siete, tres chicos y cuatro chicas. Dos de los tíos son gays y andan continuamente tirándose los tejos, lo cual convierte a Pietro en el hetero oficial del grupo, un extranjero que llegó sin tener ni pajolera idea del idioma y aun así consiguió el puesto de atención al cliente. Ese tipo de cosas siempre me han parecido deliciosas curiosidades, sobre todo teniendo en cuenta que muchos de quienes trabajamos de cara al público nos vemos obligados a dulcificar el tono, mejorar el léxico e incluso proyectar la voz con un volumen audible sin llegar a dejar sordo al interlocutor. Y bueno, Pietro habla, claro, pero por los codos y sin pausa, y creo que atender a un cliente requiere un control del idioma que obviamente él no posee.

Cotilleos absurdos aparte, he estado al menos un siglo sin sexo. Bueno, un siglo en mi diccionario vienen a ser siete años concretamente. Siete años desde mi último polvo, ¿cómo diablos he podido aguantar semejante sequía? Ah, claro, mi retiro espiritual donde los penes no tenían invitación... Eso lo explica todo.

Después de salir con mi último novio —por no llamarle batracio—, decidí tomarme un tiempo. Y aunque alguna vez me vi tentada a abrir la agenda y llamar a ese ex que siempre daba la talla en la cama, pensar que luego tendría que echarlo de casa y decirle treinta veces que aquello no significaba nada me causaba una pereza insoportable.

Así pues, los años fueron pasando hasta que mi consolador dejó de girar. Y después de una improvisada sesión de autocaricias que derivó en un frustrante contacto con la realidad, me di cuenta de que, en efecto, me vendría de perlas disfrazarme de humana y volver a estar en el mercado. Pero tenía muy claro que para acabar protagonizando una noche salvaje con un tío, éste debía cumplir ciertos requisitos:

1. Nada de niñatos. Andan muy salidos y últimamente con el rollo de las "milfs" se creen que todo el monte es orégano. Puestos a elegir, prefiero que no acaben en dos segundos y medio. Gracias.

2. Cero teléfonos, Instagrams, Twitters o cualquiera de esas mierdas. No es plan de establecer vínculos después del polvo.

3. Me da igual su vida. Por muy bueno que esté, paso de andar escuchando sus dramas. Quiero sexo no regalarle una psicoterapia.

4. Por supuesto, huelga decir que no voy a tolerar ni gatillazos ni chorradas por el estilo.

Claro está que no contaba con lo penosos que son algunos hombres cuando salen de fiesta. Mucho idiota en el mercado, aunque el local que escogieron los del trabajo era acogedor y relativamente amplio, por lo que no recibí los pisotones y sobeteos habituales. Supongo que al no tener veinte años mi culo ya no resulta tan llamativo, lo cual después de todo es una ventaja. He tenido que estar todo este tiempo sin salir para que mi pandero deje de ser punto de interés social, como esas estatuas con el torso descubierto que acaban descoloridas de tanto toqueteo.

Mis ojos sortean a los torpes bailarines que ocupan la pista y al fondo del local se percatan de la presencia de un hombre muy interesante. Es él. Tiene que serlo porque en cuanto le he visto sonreír he recibido una descarga cálida, un relámpago acelerado que circuló por mi organismo y cuyo trayecto finalizó justo entre mis piernas. Sin embargo y por muy cachonda que esté, no pienso arrastrarme por un contacto físico. Qué complicados podemos ser a veces. Quiero decir, es obvio que necesito practicar sexo, pero la tonta necesidad de mostrarme inaccesible se impone a la biología. Menuda estupidez.

Aun así me cercioro de realizar un cruce de miradas con el bombón, y ahora que sabe de mi existencia ese será el único lenguaje que emplee hasta que la tensión no pueda resistirse más. Mi estrategia habría funcionado mucho antes si Pietro no se hubiera empeñado en dejarme sorda toda la maldita noche con su desesperante tono al hablar.

Pese a la tardanza, al final el yogur de cabello castaño se acerca y me dedica esa sonrisa imperfecta pero penetrante.

—Buenas noches —me dice al oído—, ¿puedo invitarte a una copa?

«Supongo que también me invitarás a tu casa, querido. Cuanto menor es la distancia, más atractivo te encuentro», pienso.

—Claro —respondo devolviéndole la sonrisa.

Aparto discretamente a Pietro y mantengo una charla amena con el chico. Se llama Irving, un irlandés que está en pleno proceso creativo. Es escritor y se dedica a viajar por aquello de la inspiración y demás... Espero que su próximo libro sea una novela erótica, porque de eso le puedo dar un par de lecciones.

Es desde luego un tío fascinante. Me gusta su forma de dirigirse a las personas: educado, divertido, ingenioso... Si a eso le sumamos el hecho de que me parece un pedazo de espécimen, pues obtenemos la mezcla perfecta.

Me enseña su casa, me invita a tomar algo y muestra con orgullo una máquina de escribir que perteneció a su difunto abuelo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro