Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Allí me colé y en su fiesta me planté (Parte II)

—¿Qué diablos haces? —pregunté alterada.

—Oh, por favor... No tendrás miedo, ¿verdad?

No tenía miedo de Josué, de hecho me encantó que se metiera allí en actitud dominante, aunque jamás le confesaría tal cosa.

—¿Miedo? Ay, qué risa. No provocarías miedo ni sosteniendo una motosierra.

—Conque no te asustan las motosierras, ¿eh?

Me miró con ojos de zorro a punto de atacar y apretó los dientes como si estuviera conteniéndose. Acto seguido se acarició por encima del bañador y atendí al considerable bulto que marcaba. «¿Cuánto hace que no ves un pene, Janice?», me pregunté. La verdad es que me apetecía contemplar en qué derivaba la situación, por lo que, ni corta ni perezosa, me senté sobre el lavamanos y dije:

—Venga, quítatelo.

—¿En serio? ¿Quieres vérmela?

—Soy exigente pero no te preocupes, procuraré no herir tus sentimientos.

«Santa Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores...». Sí que tenía una motosierra, y no, no me asustó. Le pedí que se tocara para mí y no dudó en dedicarme un buen show. Parecía sorprendido, y es probable que su reacción se debiera a que ese numerito no debe de haberle ayudado mucho a ligar. Pero no contaba con que la hambrienta de Janice aparcaría remilgos y prejuicios a un lado.

Lo observé desde una profunda curiosidad, igual que un perro atiende a cada movimiento de su dueño mientras come. Josué se tocaba con vigor, hasta tal punto que me sorprendió que no hubiera caído derrotado después de tanto rato. Ahogaba de vez en cuando sus gemidos y respiraba con fuerza, cosa que me estimuló a muchos niveles.

—Apártate el bikini, quiero ver cómo eres —dijo con su ya conocido descaro.

—¿Y por qué habría de hacerlo?

—Me ha salido tímida la muchacha... —suspiró subiéndose de nuevo el bañador.

—Una persona tímida no se habría quedado aquí mirándote.

—Claro que sí. La timidez no implica ser tonto. También yo me quedaría mirando aunque no estuviera interesado.

Creía que era tímida, lo cual me hizo gracia. «¿Quieres callar a este flipado con una buena frase o prefieres hacerlo de otra forma?», pensé.

Y lo callé, sí.

Me aparté el bikini tal y como había pedido minutos atrás y entonces una expresión de asombro se manifestó en su rostro.

—¿Qué pasa? —pregunté ansiosa.

—Nada... —respondió acercándose—. Tienes unas tetas interesantes.

¿Interesantes?¿Me veía como a un libro de Verdon acaso?

Quise preguntar, pero el tipo ya pretendía abalanzarse sobre mí y entonces le dejé claras un par de cositas:

—No te confundas, chavalote. Que me haya quedado en bolas no significa que quiera que me toques.

—Está bien, ¿qué quieres entonces?

—Vuelve a tu sitio. Ya me tocaré si lo considero oportuno, pero que corra el aire.

Me miró algo confuso, mas no rechazó el plan. Puse a prueba entonces sus límites, y es que aunque sea difícil de creer, tener a alguien desnudo en semejantes condiciones con una prohibición de contacto tiene su morbo.

Comencé a acariciarme levemente y, con los ojos, Josué se dedicó a seguir el recorrido, embobado y deseoso. Me apreté los pechos, pellizcando un poco los pezones para que éstos se endurecieran. Él se humedeció los labios y expuso:

—Uf, me imagino chupándolos...

—Sigue soñando —respondí con malicia.

De vez en cuando el chico se veía obligado a parar, según él porque estaba llegando al límite y no quería acabar tan pronto. Eso me gustó, debo reconocerlo.

Andaba acariciándome con esmero, gimiendo y bastante abstraída cuando Josué solicitó:

—¿Me dejas ver de cerca?

Lo miré incrédula, sabiendo que era muy poco probable que se limitase a mirar estando a menor distancia, pero sus ojos de cordero degollado me hicieron acceder a la petición.

Con la cara apenas a un palmo de mi sexo, observó detenidamente los movimientos de mis dedos, tan atento que se me antojó un historiador frente a un documento de crucial importancia para la Humanidad.

Sentí su cálido aliento sobre la piel, pero él continuaba cumpliendo su promesa de no tocarme, y eso que por cómo me miraba era obvio que estaba resistiéndose a toda una tentación. No precisaba del tacto de nadie para alcanzar el éxtasis en ese momento. Me di cuenta de que sólo la figura de un testigo era suficiente, al menos hasta cansarme del asunto, así que liberando a mi versión más libidinosa, exclamé satisfecha:

—¡Joder, por fin!

Supongo que para Josué fue casi tan excitante como para mí porque él también gritó algo, aunque no me percaté de qué concretamente. La cuestión era que él también había disfrutado y, complacidos, ambos reímos.

—Déjame limpiar esto antes de que te bajes de ahí.

—Sí, será lo mejor.

Tras vestirnos y cerciorarnos de que no había nadie esperando fuera, me preguntó:

—¿Te apetece salir conmigo algún día?

—La respuesta es no, Josué.

—Entiendo... ¿Y volver a mirarte sin ropa?

Lo cierto es que esa propuesta sí me pareció interesante, por lo que después de ponerme las gafas de sol, asentí y regresé a la fiesta.

Vi a Luis que, completamente rojo —tal y como yo vaticiné—, volvía de su sesión de sexo en el coche.

—¿Qué tal, vaquero? —me interesé abriendo una cerveza.

—Algo decepcionante, la verdad. ¿Y tú, te has aburrido en mi ausencia?

—Para nada.

—¿Qué has hecho aquí sola?

—Sólo mirar —reí.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro