💧Fünfzehn💧
Querida (T/n) Alden:
Han pasado varias semanas desde que me desperté del coma. Yo estoy bien. ¿Lo estás tú? Sé que no quieres que te escriba, y quizá no te decepcione el saber que no me he olvidado de ti como me pediste en tu carta pero...
¿Es eso cierto? ¿Tan mal te lo he hecho pasar el tiempo que hemos estado juntos?
Lo siento por lo de tu padre, de verdad que lo siento. Era un hombre excepcional y realmente me duele su pérdida.
Pero, ¿También quieres olvidarte de mi? No me gusta echarlo en cara pero arriesgué mi vida por sacarte del agua ese día. No me escribas pidiéndome que te olvide.
Escríbeme contándole cómo te sientes realmente.
¿Por qué te has ido así? ¿Por qué no me has dicho nada? ¿Por qué ni siquiera viniste a despedirme?
Casi muero (T/n), estuve a punto de no despertarme. ¿De verdad he dejado de importarte?
Contéstame por favor.
Estoy preocupado por ti. No sé nada de ti ahora mismo y supongo que eso significa que ya no quieres ser mi pareja.
Giyuu Tomioka.
Se quedó tan petrificada como su madre hacía unas semanas cuando le preguntó por su padre.
Y ahora se sentía igual de perdida que cuando llegó a Ahlbeck por primera vez en mucho tiempo.
Como cuando despertó del accidente sin memoria.
Como cuando se perdió en Berlín y Giyuu la encontró.
Pero ahora él no estaba ahí para abrazarla. Aún estaba preocupada por él ya que no sabía si había visto o no los mensajes. ¿Era eso una especie de venganza?
No, Giyuu no era esa clase de persona.
Además, ahora (T/n) solo podía pensar que Giyuu había estado en coma... Y ella no lo sabía.
Volvió a leer la carta. Pero seguía sin entender mucho más que cuando la leyó por primera vez.
Rebuscó más en la caja y separó los sobres de los papeles escritos para no confundirse.
Había una que llamó su atención.
Era un pequeño paquete no más grande que una pieza de ajedrez.
Estaba envuelto en un papel blanco arrugado... Y escrito.
Había algo escrito en ese envoltorio.
El corazón se la joven se disparó al disponerse a desenvolverlo con meticuloso cuidado para que no se rompiese.
Un gemido de frustración se escapó de sus labios al observar qué era eso que el papel escrito envolvía.
Un pequeño colgante de cuarzo azul.
Resplandeciente y nuevo. Casi recién comprado.
No tenía ni punto de comparación con el que Giyuu llevaba al cuello.
El de Giyuu parecía llevar años colgando de sus clavículas marcadas.
Y ese entre sus manos, parecía no haber recibido la luz del sol en milenios.
Alisó la carta arrugada y se dispuso a leerla.
Querida (T/n) Alden:
No me contestate a mi carta anterior. Pero no me importa porque ahora tengo algo para ti.
¿Recuerdas aquel día? Tu padre murió y tú me habías pedido que fuera contigo a su funeral.
De buenas a primeras, te fuiste corriendo y te perdí de vista; pronto, todos en el funeral nos preocupamos por ti.
Sin pensármelo dos veces me subí en mi moto y te busqué por todo Ahlbeck. Incluso me fui a la casa del bosque. Pero tú no estabas.
No estabas en ninguna parte, y fue pura casualidad que te viera nadando en el mar.
¿¡Estabas loca!? ¿A dónde ibas?
Temía que hubieras querido suicidarte. Temía que cometieras una tontería solo por haber perdido a tu padre y me lancé al agua a por ti.
A sacarte del agua.
Pero te habías metido muy adentro. Maldición, demasiado. Y la corriente te arrastraba tanto que incluso perdiste tu colgante azul. El que yo te regalé.
Sin embargo conseguí sacarte. Pero para entonces había tragado mucha agua y mis pulmones estaban encharcados.
Me desperté en el hospital con tu carta en la mesilla... ¿De verdad no tienes mada que decirme? ¿No hay nada que te mueva a contestarme?
Te dejo un colgante nuevo.
El que tú tenías se perdió en el mar...
Ni siquiera he podido volver a meterme en el mar desde entonces.
Giyuu Tomioka
(T/n) se quedó mirando la carta aún cuando había terminado de leerla por séptima vez.
No salió de su hechizo hasta que una lágrima cayó sobre la superficie arrugada del papel humedeciendo la capa la tinta y amenazando con atravesar la hoja si otra lágrima volvía a caer.
Esta vez las lágrimas, fueron a parar a sus manos.
(T/n) no sabía si llorar por Giyuu. Por todo lo que había sufrido esos años... O si llorar de alegría.
(T/n) lo recordaba todo.
Recordaba el día del funeral. Recordaba cómo necesitaba alejarse del mundo unos minutos metiéndose en el mar.
Recordaba cómo nadó más de la cuenta, cómo perdió el colgante, como vino Giyuu a buscarla...
También recordaba las lecciones de piano en la casa del bosque.
Recordaba las fiestas y la música de la feria ambulante de Ahlbeck y por supuesto; su primer beso con Giyuu.
Solo había una cosa que era incapaz de recordar...
Y tenía una sospecha de por qué.
La señora Alden entró al salón y se encontró a su hija leyendo unos papeles viejos en el salón.
Llevaba un cristal de cuarzo azul al cuello y había una pequeña cajita de madera de balsa en el brazo del sofá.
(T/n) no miró a su madre, aún cuando sabía que estaba ahí.
Y la mujer sintió que su estómago y su corazón daban un vuelco. Estuvo a punto de desmayarse, pero el consistente desayuno que había tomado y lo bien que le había sentado un paseo por los parques de Londres, impidieron que la mujer se desmoronara en la moqueta del salón.
–He recuperado mi memoria. –(T/n) le dio la vuelta al papel, provocando un ligero chirriar en la hoja al doblarse.
–Eso es maravilloso cariño. –Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de su madre.
–Pero aún no recuerdo la razón por la que le escribí esa carta a Giyuu Tomioka. –Dijo finalmente mirándola a los ojos.
Silencio.
Un agónico silencio y un suspiro.
–Eso es porque tú no la escribiste.
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