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💧Einer💧

🔹🔹🔹

11th june

--Ya estamos en Alemania... ¿Eh? ---Preguntó la joven para sí, abriendo los ojos lentamente al sentir que el avión comenzaba las maniobras de aterrizaje. Tenía que agarrar sus maletas e irse.

Estaba bastante contenta a decir verdad. Había perdido la memoria, sí, no recordaba absolutamente nada, sí, y su vida actual no le agradaba del todo, era verdad.
Pero estaba infinitamente agradecida a aquel médico, que le dijo que se llamaba (T/n) Alden, que todo iba a estar bien, que su memoria volvería, y que lo mejor que podía hacer en ese momento era evadirse un poco de su asfixiante madre, y pasar unos días en un lugar significativo para su infancia.

Lo normal era que se sintiese perdida, desamparada, desgraciada si se ponía dramática, pero lo cierto es que para alguien que no siente nada... ¿Nada es mejor o peor que cualquier cosa?
Nada no es ni peor ni mejor, nada es simplemente nada.
Y como no le pasaba nada, y dar lástima sin razón era lo que más le repugnaba en el mundo, Alemania se le antojaba condenadamente interesante. No había ninguna razón para jugar el papel de víctima. Y si la había, no podría argumentarla; no lo recordaba.

--He perdido la memoria y estoy en un país que no es el mío... Solo me queda que me persiga un asesino. --Suspiró con una ligera sonrisa ante su propia broma.

Y allí estaba. Con un café de marca blanca en la mano que se arrepentía de haber comprado porque estaba muy amargo y aguado, una maleta de ruedas grande en la otra mano, una mochila escolar en la que guardaba el dinero, el pasaporte, una manta para el avión, y demás cosas que no le interesaba tener en una maleta grande.

Tuvo que hacer uso del inglés para comunicarse con quien se cruzase. No había problema con ello. Era algo que aún recordaba, que estaba impreso en su psyche y que no podría olvidar nunca. Así como el francés, e incluso si se esforzaba, podían salir notas italianas a flote.
Como también recordaba su comida o color favorito, como muchas canciones y películas que había visto, e incluso partes de libros.

¿De qué le servía a ella todo eso?

(T/n) había olvidado su pasado, su familia, amigos y su nombre. No sabía orientarse, no recordaba dónde estaba cada cosa en su casa, y no recordaba para nada muchas de las fotos que aparecían en su móvil.
Pero no era estúpida. Podía desenvolverse fácilmente en aquel aeropuerto alemán.
Además, por muy difíciles que fueran las cosas, y aunque quedase ridículo de su parte aún le quedaba el diccionario traductor.

Se preguntaba el por qué de que su madre se hubiera opuesto tan activamente a que viniera sola a esa playa. Tenía veintidós años, quizá no era una adulta pero tampoco era una niña de diecisiete.
Sabía cuidarse sola aún amnésica.

--Si supieras cuidarte sola, sabrías con quién sí y con quién no subirte a un coche una noche de fiesta. --Eso le habían dicho. Que perdió la memoria por un golpe en la cabeza, y que podía dar gracias de que no le hubiera pasado apenas nada más.

Gracias al cielo, (T/n) no tenía heridas muy graves; moratones, algún corte, quemaduras por el raspado, y tenía la muñeca abierta. Le habían dado puntos en la cabeza, tenía una muñequera, los moretones desaparecerían con una crema y si le dolía algo, calmantes...

Nada que no le permitiese disfrutar de aquel verano. Y aunque (T/n) tuvo algún que otro problema para encontrar la dirección que le habían indicado en un papel, y que su teléfono empezaba a quedarse ya sin batería antes de llegar a la casa, estaba dispuesta a no darle razones a quienes creían que no sabría valerse por sí misma en aquella situación.

Sacó las llaves del bolsillo pequeño de la mochila y abrió la puerta. Le habría gustado recordar todo en aquel momento como en las películas, pero lo único que pasó fue que se abrió la puerta de la casa y que (T/n) hizo un esfuerzo por recordar en vano.

Sin embargo, no podía decir que la casa era fea, en absoluto. Quizá los muebles no fueran obras maestras de Van Der Rohe. Pero tenía que admitir que se imaginaba aquello bastante peor.

El suelo consistía un parqué de madera oscura que, gracias al señor, no chirriaba bajo los pies. Los muebles y el techo eran de la misma madera, las paredes y la tapicería blancas, las lámparas nuevas y modernas, las cortinas, los vasos y los platos azules. Había algún que otro adorno marino, caracolas, cauris, perlas, barcos en botella... Casi parecía que había entrado a un hotel en vez de a una casa.

La parte favorita de (T/n) hasta el momento era la ducha. Se desnudó y se metió en esta rápida como un rayo. Tuvo un pequeño colapso mental con las válvulas de agua fría y caliente, pero pronto consiguió regularlas. Aquella ducha se sintió como comer después de meses de hambruna.
Hacía tres semanas que había tenido el accidente, y durante esas tres semanas no había podido respirar.
Con pretexto de su boda en París en tres meses, su madre había hecho lo impensable por que recuperase la memoria, puesto que, si ella llegaba amnésica a la boda, el matrimonio no era válido. Tenía que estar en su sano juicio.

--Estoy olvidadiza, no loca...

🔹🔹🔹

-Har du det bra frøken, hva gjorde du midt på gaten?? Jeg kunne ha kjørt deg over! Vær forsiktig, faen!!

La joven no daba crédito, ni tampoco luz o entendimiento a lo que ocurría. Estaba en los brazos del chico que había perseguido antes, quien la miraba con una profunda mueca de resentimiento, con algún que otro matiz de confusión en las pinceladas azules de tristeza que velaban sus ojos.

🔹7 minutos antes

El día definitivamente podía haber ido mejor en cuanto al tiempo. Se arrepintió al instante de no haberse abrigado más. Tenía frío en las piernas, y la piel de sus brazos estaba de gallina. Sus dientes castañeaban, y miraba tentada a las sudaderas en oferta de la tienda de regalos unos metros más adelante, no le importaba en absoluto tener que comprarse una ahora con tal de frenar la sensación de frío que calaba sus huesos.

Una oleada de aire, provocada por la velocidad con la que un chico pasó corriendo a su lado, hizo que volviera a estremecerse. Llevaba auriculares y no pareció notar cuando un colgante se desprendió de su cuello y voló fuera del apoyo de sus clavículas cayendo cerca de los pies de (T/n).

-¡Eh! ¡Eh! ¡Tú! ¡Se te ha caído esto! -Gritó (T/n), levantando el pequeño prisma azul atado a un cordón negro entre sus dedos.
Su voz tuvo que haberse alzado por encima de la música en sus auriculares para que él se quitase uno del oído y se girase para mirarla.

Menudo odioso.

Eso fue lo que (T/n) pensó cuando le vio entornar los ojos y fruncir sus labios en una mueca de disgusto, incluso odio.
Aunque si (T/n) se hubiera acercado más, habría comprobado que lo que reinaba en la mirada de ese chico era la confusión.

Observó con molestia como el joven echaba a correr en dirección contraria a ella, decidido a quedarse sin colgante con tal de no estar a menos de dos metros de ella.

Enfadada, casi indignada; (T/n) echó a correr detrás de él. Bien se podía haber quedado el colgante, pero quería una explicación para aquella mirada iracunda y esa situación surrealista.

Enrolló el colgante entre sus dedos y dio largas zancadas con las piernas para alcanzarle.
Se sorprendió de lo fuertes que tenía las piernas, ¿Habría ido a atletismo o a ballet o a equitación? Lo único que le importaba era alcanzarle ahora que únicamente una carretera le separaba de él.

Y de repente dolor.
Dolor, ardor y quemazón en su rodilla y en la base de la palma de sus manos. Los pantalones se le habían roto por la parte de la rodilla y la tela se había teñido de oscuro a causa de su propia sangre.
La piel se había desprendido de su carne enrojecida y sangrienta. Se había tropezado y se había caído.
Observó como el chico volvía su vista alejado de ella para mirarla en el asfalto, al sol, con heridas en las manos y piernas y lo que probablemente sería un tobillo torcido.

Para colmo, el sonido de las ruedas y el motor rugiente de un camión se acercaba hacia ella. Y lo peor, no escuchó el claxon sonar contra ella para que se apartase, es decir:
El conductor no la veía.

Sin embargo, sí vio a un joven que cruzó otra calle hacia la suya a toda velocidad y se ponía entre su camión y... ¿Una chica? ¿Qué hacía una chica ahí? ¿Por qué no la había visto?

(T/n) comprobó con alivio como el camión se paraba y como el chico del colgante la tomaba en brazos y la apartaba con expresión seria de la carretera fuera del alcance de cualquier vehículo.

Un hombre alto, fornido, de barba cana y clarísimos ojos azules detrás de sus párpados rosados y rollizos bajaba del camión y gritaba en alemán. Haciendo que (T/n) no supiera si la estaba regañando o no.

-Har du det bra frøken, hva gjorde du midt på gaten? Jeg kunne ha kjørt deg over! Vær forsiktig, faen!!🔹¿Estás bien señorita, ¿Qué hacías en medio de la calle? ¡Podría haberte atropellado! ¡¡Ten cuidado, maldita sea !!🔹

(T/n) no daba crédito, ni tampoco luz o entendimiento a lo que ocurría. Estaba en los brazos del chico que había perseguido antes, quien la miraba con una profunda mueca de resentimiento, con algún que otro matiz de confusión en las pinceladas azules de tristeza que velaban sus ojos.

El joven tornó su mirada a una calmada y serena cuando contestó el hombre en su idioma.

-Ja ja. Es tut uns sehr leid. Es war ein Unfall, keine Sorge. Vielen Dank...
🔹Sí Sí. Lo sentimos mucho. Fue un accidente, no se preocupe. Muchas gracias...🔹
¿Qué haces aquí?

Entonces entendió aquello último. Y le miró expectante mientras le tendía el pequeño prisma azul al joven, que aún seguía arrodillado a su lado, con la confusión y la tristeza volviendo a velar sus ojos azules.

--¿Q-qué?

(T/n) honestamente no sabía cómo le hacía sentir que un odioso con todas las letras la tratara de esa manera.

--¿Qué? ¿Cómo que "qué"? ¿Qué haces tú aquí? --Repitió con una profunda frialdad en su voz.
Sin embargo, aquello no impidió que la joven le diera la sonrisa más hermosa que ese chico había visto en cinco años. --Y encima te lanzas a la carretera como una loca (T/n). ¿Qué pretendías?

Había dicho su nombre.
Santo cielo.

--¿Me conoces?

🔹🔹🔹

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