XXI
Hermosas las vistas que me esperaban dentro del sueño. Parecía que él se tomó la molestia de colorear absolutamente todo detalle para mí, podía ver esas nubes que tanto lo entretenían, el árbol dejó de ser negro junto a la casa en una de sus ramas. Las raíces seguían censuradas con una cuadro de descolor, lo que sea que hubiera ahí, iba a ser el tema principal de este sueño.
Él estaba en la casa, esperándome sentado.
Subí, teniendo cuidado del mismo escalón de siempre.
Parecía aún más grande con tantos colores en ella ahora, no solo las paredes y suelo.
Mi mirada se centró en la figura que me esperaba en la esquina.
—¡¿Ben?! —exclamé mientras iba a abrazarlo. ¡Estaba vivo realmente! Creo que no hay nada que me hubiera preocupado más que en realidad estuviera muerto.
Fueron grandes los pasos hasta su cuerpo, me lancé a sus brazos extendidos, pero choqué demasiado fuerte con él. Mi cara ardía y sentía el cuerpo de mi hermano muy rígido.
—Tuve que haberlo tachado. —dijo el Wendigo.
Estaba sentado en la silla, admirando la estática con total atención sobre ella. Me separé de donde me encontraba y lo vi, el dibujo poco realista pero con muchos detalles de mi hermano que había sido tallado ayer.
Yo lloré, sentí que mis últimas gotas de esperanza se colaban entre los pequeños huecos de los tablones. Si la esperanza es lo último que se pierde, ¿por qué sigo teniendo una pluma en la espalda, pensando que hay oportunidad?
—¿Me lo puedes decir ahora? —pregunté, luego de recomponerme y evitar el tema.
—Claro. —bajó el volumen del televisor, la estática se volvió parte de la ambientación; si dejabas de prestarle atención, hasta podías dejar de escucharla.
»No mataste a tu hermano.
Bien, es lo único que podía haberme arruinado la vida.
—¿Qué le pasó entonces?
Él me tomó de la mano y me lanzó hasta la base del árbol, en el suelo. Pensé que iba a morir, esa altura es demasiado para cualquier persona.
—¿Qué haces?
—Aquí creo que no puedes morir. Tranquilo —gritó desde arriba—. Es una de las cosas que más me arrepiento de este mundo.
Esta zona es tan molesta, las moscas no paran de posarse sobre mis cabellos. Las flores rojas desde el suelo se ven hermosas, es hasta artístico de alguna manera.
—Probemos si aquí puedes vomitar.
Retiró de alguna manera la decoloración de esa zona, la única que faltaba por teñir, obviamente la más desconocida.
Habían pocos gusanos, pero llegaron a devoradorle medio rostro al cuerpo tirado en el suelo. Ese cabello lleno de nidos es el de mi hermano, aún alcanzo a ver una de sus cuencas verdes. Su piel está rasgada, uniéndose al suelo y alimentando al árbol.
Tiene la cabeza abierta totalmente en la parte superior, pero no sé si habrá sido por los gusanos buscando devorar su cerebro.
Este Ben no tiene treinta y un años, este es mi hermano de dieciséis. Está usando la misma ropa que le gustaba de aquella época, lo único que no se han querido devorar los insectos ni tragar la tierra.
Yo me ahorré el acto de vomitar encima del cuerpo en descomposición de mi hermano. A lo que llegué a descubrir que aquí tampoco siento nada, así como lo veo desfigurado en el suelo, puedo estar viendo un dibujo animado, no habrá diferencia en mi reacción: nula.
—¿Qué le pasó? —También podía vivir pensando que ese no era mi hermano, era el hermano del Niall de hace diez años, el hermano de Wendigo.
Él levantó el dedo índice hacia el tronco del árbol a mi pregunta:
—¿Qué hay ahí? —preguntó.
—No hay nada.
—Exactamente.
Él había estado señalando a ese espacio incómodo de saltar para llegar hasta la casa de encima.
—¿Se cayó de ahí? —pregunté luego de formular la pregunta en mi mente.
Él asintió como respuesta, a él si parecía afectarle todo este asunto, respondía con las menores palabras posibles y evitaba el contacto visual a la cara de desesperación desparramada a nuestros pies.
—¿Yo lo empujé? —Creo que a lo único que podía llegar a tener un sentimiento real era al miedo de culpabilidad.
Sé que cuando despierte va a ser terrible para mí, voy a intentar hacer todo lo posible para borrar esa imagen de mi mente que me parecerá espantosa, pero ahora no importa, nada lo hace.
El Wendigo negó, respondiendo luego:
—Ustedes construyeron esto juntos, la mayor parte fue él. Tú solo te emocionaste mucho con la idea, parece que ese escalón no lo colocó del todo bien y cayó.
Recordaba las antiguas conversaciones, todas cobraban un mínimo de sentido ahora. Entiendo que las flores estén salpicadas de rojo si esa brecha se la hizo al caer.
—¿Por qué mis padres dicen que fue mi culpa? —pregunté, enumerando por orden todo lo que necesitaba que cobrara el sentido.
—Creo que hasta yo te culparía si viera esto. Pero tú encima tienes un por qué.
—¿Qué hice?
—Me contaste ayer que tuviste una pesadilla con la estática, la radio, el teléfono de lata, ¿verdad?
—Sí.
—Ese escalón era uno muy esencial para subir y bajar —empezó a explicar—. Tenías 6 años, no podías saltar como ahora hasta el otro más cercano y bajar, te quedaste atrapado en esa prisión de madera.
—¿Y mis padres?
—Estaban de viaje, uno no muy largo —añadió—. Pero eso pasó el mismo día que se fueron, tuviste que estar un día y medio sentado allí arriba. Oliendo cómo se pudría tu hermano, escuchando la estática del televisor ya que nunca les dio tiempo de conectar la antena, es un milagro que lo hayan conectado al poste de electricidad.
—¿Estuve todo un día y medio sin comer allá arriba?
—No podías haber comido, imagina devorar algo mientras escuchas el crujir de la piel de Ben devorada por animales —respondió—. Lo único que pudiste escuchar fue la radio, que más bien solo podía reproducir los clásicos de la época, te la pasaste canturreando todos y cada uno de ellos en un rincón.
—Yo escuché a Ben hablar conmigo por teléfono una vez, hace poco, ¿qué pasó ahí? —pregunté.
—Yo la escuché también, no tengo ni idea. Deberías estar muy desesperado, supongo.
—¿Y la novia? He estado llamando a la novia estos días.
—¿Recuerdas el teléfono de latas ahí arriba? —señaló el cable tensado, al parecer estaba arreglado de nuevo.
No hizo falta que me explicara eso, creo haberlo entendido. Esa era la novia de Ben, la que cortó el cable para que dejara de hablarle.
—¿Por qué estaba enfadada? —pregunté, sin poder llegar a ninguna conclusión sobre eso.
—Casi al final, pudiste levantarte de tu asiento o de los rincones y recordaste que podías llamarla y pedirle ayuda. Le decías que su novio estaba muerto y no te creía, te odió mucho por decir eso, luego lo hizo aún más cuando mamá y papá dijeron que fue tu culpa.
—¿He estado llamando todo este tiempo a la novia de cuando Ben tenía dieciséis años?
—Creo que sí, conocía tu nombre, así que supongo que no habrá sido fácil olvidar cómo le arruinaste una etapa de la vida.
Era muy surrealista, aún en ese mundo. Mi hermano murió por un accidente de lo más estúpido, estuve horas viendo como mantenía su expresión desesperada, o imaginándomela. No comí ni bebí, estuve escuchando estática mientras me lavaba el cerebro. Nadie me creyó, y cuando lo vieron, me culparon.
¿Por eso me odian?
¿Por eso es que nos mudamos de Europa?
¿Por eso es que tengo doble personalidad?
("Duele, ¿verdad?")
—Sé que has pasado malas cosas este tiempo, tuvo que ser duro ser golpeado una y otra vez por las mentiras de esos chicos. —Se dirigió hacia mí—. Pero yo la he pasado peor, Niall. Te separaste de mí para salir beneficiado, tener solo las partes buenas de la vida, pero a mí me tocó revivir cada día, mi hermano tembló de miedo al ver como el tablón de madera se aflojó más de la cuenta.
No, cállate.
("Mamá y papá vinieron y les vi el corazón caérseles al suelo. Yo estaba en una ventana observando todo, pensaron que era un psicópata y me miraron con cara de arrepentimiento.")
Por favor, cállate.
—Todos me odiaron, Niall, pero yo nunca te odié a ti. ¿Cómo podría? Tuviste miedo, pero yo tengo que vivir esto con la mente de un niño de seis años. Fue tan fácil como dejaste a Ben de lado luego de conocer a esos tres. Estoy seguro que ellos nunca te cuidaron como si fueras un tesoro, Ben construyó esta casa solo porque estuviste triste unos días. Ben te presentó a sus amigos, a su novia, para que tuvieras gente con quien hablar y no te sintieras solo, para que no dijeras de nuevo que él era mejor que tú, porque para él, tú lo eras todo.
»Pero lo olvidaste tan fácil, le pudiste extender la mano cuando cayó, pero tuviste miedo, como siempre. Tú no mataste a Ben, tú lo enterraste donde nadie más pudiera hablar de él. Después te preocupaste, demasiado tarde, tu hermano ya había sollozado y rogado por su vida, estuvo consciente varios segundos y pudo ver cómo miraste todo con indiferencia, tu hermano murió feliz, sabiendo que por lo menos no lloraste por su muerte.
»Por favor, entiérrame tan profundo en tus recuerdos como lo hiciste con Ben, yo solo quiero abrazarlo y pedirle perdón, construirle esta vez una casa del árbol. Contarle que tuve unos amigos maravillosos y que los pude ayudar, incluso que uno fue a buscar su sueño. Que he tenido el privilegio de verlos llorar y tenderles la mano para que vieran que no existe un punto de no retorno.
»Despierta ya, acepta que todo pasó. Acepta que no hiciste nada, vete a casa de ellos a buscar un poco de confort. Yo existí, estuviste enfermo, viste a tu hermano morir delante de tus ojos. Pero todo pasó ya, ¿no? Esa es tu manera de reconfortante.
»Hoy exactamente hacen quince años de la muerte de Ben, ya he intentado estirar la mano para salvarlo y no he podido. Ayer pensé que simplemente podría lanzarme con él y pedirle perdón. Caer los dos al suelo y buscar una vida en otro lugar, algo pacífico, donde no te podamos molestar más. Si cierro los ojos no tendré miedo de nada, eso me enseñaste tú.
»Hagas lo que hagas, no permitas que eso pase por tus padres o tus amigos, si te decides colgar esta vez, intenta colocar una silla que bloquee la puerta. No vuelvas a suicidarte con miedo porque así no volverás a verlo a él, haciendo un plano de una casita hermosa, en lo alto de las nubes.
»Yo solo quiero recompensar a Ben esta vez, ¿y si le construyo un paraíso entre los cielos y las estrellas? Creo que lo tiene bastante merecido, ¿verdad?
[...]
Y desperté, o eso creo. Me siento fuera de sí, estuve durmiendo en el suelo todo este tiempo. Corrí hasta la estación, cayendo más de una vez. Cada vez que perdía el equilibrio, veía a mi hermano debajo mío, mirándome a los ojos y pidiendo auxilio. Yo caí muchas veces ese día.
Llegué hasta casa de ellos corriendo, no tengo dinero para nada, no lo tuve ni para el tren, tuve que escapar. Por el camino volví a ver al chico de cabellos negros sentado en el banco y llorando, pero él no importa: Douglas no importa. Fue Lilith la que superó eso de la manera que yo necesito. Saqué las llaves llenas de tierra húmeda de mi chaqueta, estaba muy tembloroso y no paraba de fallar al introducir la adecuada en la cerradura del portón. El recorrido hasta la siguiente puerta de la casa me fue eterno, podía escuchar a Lilith consolándome ya, a todos prestándome atención de nuevo. Devolviéndome todos esos favores que les di. Pero no.
Douglas no estaba, obviamente. Busqué a Lilith por el piso de abajo, pero nada.
Cuando subí, antes de tocar su habitación, escuché golpes, gritos y llantos ahogados en la almohada.
Lilith nunca fue fuerte, todos están muertos por dentro. Ella, quien era mi ejemplo, la única que había superado todo su problema y seguía con una sonrisa en su rostro, se encontraba ahora lamentando por todo. Lilith nunca fue fuerte, solo silenció sus frustraciones a la oscuridad de su habitación.
Hoy se cumplen quince años de la muerte de Ben, todavía puedo ir a abrazarlo y contarle todo, debe ser entretenido tener un hermano que haya vivido todo esto, ¿verdad?
—¿Verdad? —susurré entre risas un poco maníacas mientras entraba al baño.
Hay muchas, muchas, muchas, muchas, muchas, muchas pastillas. Tomé el primer bote que encontré, esperando volver al mundo en blanco que tanta paz transmitía. Yo no soy un inepto como el Wendigo, yo puedo extender aún más la mano. Y si no muero, siempre podré buscar a Adam, tal vez haya un espacio para otro en su paraíso ideal, ¿cierto?
—¡¿Cierto?! —grité furioso al no oír la respuesta habitual en mi cabeza.
Por el enfado, tomé las pastillas de color naranja, siempre me ha gustado ese color, la gente lo ve raro. Me recosté en la cama, conté muy profundamente para que todo pasara rápido. Es increíble que tenga miedo incluso de reencontrarme con mi hermano.
[...]
Lo logré, conseguí despertar a unos pocos metros de la base del árbol. Estaba descolorida, mejor: así no tengo que ver las horribles flores que se alimentaron de mi tragedia. Las aves habían desaparecido, esta vez todas volaron.
Sentí mis alas cargadas de peso, las plumas habían vuelto pues mi sueño ya era realidad. Al fin tuve un final feliz.
Veo a Ben en la casa del árbol, justamente en el mismo lugar donde lo abracé ayer. Tiene los brazos alzados de nuevo, necesito ir a buscarlo.
A punto de realizar el último salto, caí, y aparecí de nuevo a unos metros a distancia de la base del árbol. Corrí de nuevo, escalé, salté y caí. Y lo repetí millones de veces. No puedo dejar a Ben tanto tiempo solo.
¿De qué me servían las alas si no puedo alzarme con ellas? En realidad, yo no quería alas, solo poder volar. Corrí, escalé, salté y caí, repitiendo la muerte de Ben con mi cuerpo, pero despertando siempre para revivirla.
Esa vez, extrañé el cielo colorido con el que entretenerme, solo podía pasar las horas corriendo hacia allí, pues lo blanco del lugar aburría.
Esto llevo haciendo toda mi vida: corrí detrás de mi padres y caí, corrí detrás de mis sueños y caí, corrí detrás de Aubrey y caí, corrí detrás de mi hermano y vuelvo a caer. Este es mi castigo, pues estas alas que renacieron son tan frías como las cadenas a las que me siento atado.
No desperté nunca. El Wendigo nunca volvió a aparecer por esa zona, solía imaginármelo en las nubes, jugando a policías y ladrones con mi hermano. O tal vez estaba en esa casa del árbol, fácilmente podría ser ese mi cielo deseado.
Supongo que hay paraísos que reniegan de la muerte.
Supongo que hay sueños que es mejor no perseguirlos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro