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VIII

[...]

     —¿Aubrey?

     —La amiga imaginaria de Lilith —interrumpió el castaño, justo antes de que ella pudiera responder—. No le hagas caso, es solo su enfermedad hablando.

     —¡No es imaginaria, Adam! —responde molesta, se sentía la desilusión de su última frase:—. Yo nunca miento sobre esas cosas.

     —¿No? —Él también se veía triste, tal vez por la enfermedad de su amiga—. ¿Conoces a alguna Aubrey? —dirigiéndose a Douglas, preguntó.

     Él solo negó con la cabeza, luego de meditarlo un rato. Estaba bastante seguro que la enfermedad de Lilith podía afectarla a ella misma de esta manera, seguro la andaban protegiendo, aunque les costara.

     La chica contuvo toda expresión o palabra. Bajó la mirada, tomó la mochila marrón del mueble junto a la puerta de salida y pasó por ella. Para mí era necesario preguntarles más que la propia doctora, pero solo había que estar presente bajo ese ambiente para darse cuenta que era mejor callar.

     —Vayan a buscarla. —Anne guardó todos los documentos que tenía sobre ella y el pequeño folio donde anotaba lo que le pareciera importante de nuestra sesión.

     »De todas formas, mi próximo grupo debe venir pronto —continuó—. Ah, por cierto; no hay más sesiones como dijo Lilith.

     —¿Qué? —pregunté—. ¿Cómo nos vamos a recuperar entonces?

     —Cada uno puede venir a su sesión individual y tomaré acciones —respondió—. No creo que ninguno ande tan grave como para seguir añadiendo este horario a la lista.

     »Si es que decides apuntarte, Niall, ven a la misma hora que la primera cita y te atenderé.

     Asentí y le seguí el paso a ambos, Douglas había liderado el camino. Bajaban los escalones de tres en tres, pero mantenían esta cara de seriedad absoluta. La chica estaba sentada en un banco, a unos metros de la entrada del edificio.

     —Podemos hablar de esto luego —susurraba el más bajo de los chicos detrás de ella, avisando de su presencia con su mano sobre su hombro.

     Ella se volteó y sus ojos claros se clavaban en la figura de Adam, justo detrás de mí.

     —No, no lo haremos —tomó su mochila y la llevó a rastras, dirigiéndose hacia un coche apartado en la esquina de la calle—. Estoy perfectamente.

     Luego, sonrío. La misma sonrisa que llevaba durante toda esta hora.

     Al llegar a su destino, me preguntaron dónde vivía, se habían ofrecido a llevarme. Me subí con ellos, estaba bastante fascinado, yo llevaba un tiempo ajustándome para poder comprar una bicicleta usada, mientras que ellos tienen un coche tan lujoso, con chófer incluido. Recordé que Lilith mencionó que a la familia de Douglas no le iba mal, menuda suerte.

     —Te veo muy pensativo —susurró el chico de cabellos castaños a mitad del camino, no parecía interesado en que el resto se enteraran de sus palabras—. No te preocupes, nosotros discutimos todo el rato por estas cosas

     La verdad, no me había importado mucho lo de ella, esa conversación que intentó empezar Adam estaba de más. Entendí perfectamente que debe ser algo difícil, vivir diciendo mentiras y tener que creértelas, o tal vez no poder controlar lo que dices de temas tan complicados.

     Puede que solo sea paranoia, pero él no me da buena espina. La mala impresión de la primera vez, asumo. Le asentí y guardamos silencio durante todo el viaje. Finalmente, llegamos al viejo motel donde me hospedaba. Ellos se despidieron a través de las ventanillas del vehículo y justo antes de separarnos, anotamos nuestros números de teléfono.

     Me daba un poco de vergüenza que me vieran viviendo en este lugar, aún a esta distancia veo el musgo en mi ventana. Un musgo gris que cubre casi todos los cristales de esta pared. Intenté decorar el interior lo más bonito posible pero, para la parte exterior, no hay solución posible.

     Llegué a mi habitación por fin, se había hecho eterna esta hora, podría dormirme hasta el día siguiente si quisiera. Pero tomé una ducha y seguí con un poco del papeleo del periódico, era mucho más relajante trabajar desde tu hogar, la oficina puede ser bastante acogedora, pero no tiene ese toque de tranquilidad que te dan estas cuatro paredes. Puedo pedir hacer todo desde casa, pero se me haría eterna la vida si no salgo de ahí ni para trabajar. Terminé con todo antes de que llegara el mediodía. Desde ese punto, mi día fue monótono; cené un poco, me entretuve con el portátil la mayor parte del tiempo y me acosté a dormir bastante temprano, poco por hacer me quedaba.

     Dentro de cinco días era mi próxima consulta con Anne, se me harían eternos. Vivir la misma rutina llegaba a agotar, pero mañana iba a despertarme temprano, ir al trabajo y tomarme un poco de tiempo para pasear un rato. El día anterior busqué medios para relajarme, mantener fuera el estrés que causaba perder el control. Encontré un sitio donde daban unos buenos masajes y clases de yoga, o algo de eso. Me iba a pasar y ver si podían hacerme hueco, iba a ser una nueva experiencia en esta ciudad: hablar con personas por voluntad propia.

     Antes de cerrar los ojos, encendí el móvil para revisar si Ben me llamó hoy, no encontré nada. Debe ser divertida la vida con tantas actividades. Y, ahogándome en mis pensamientos, recordé al trío de hoy. Tal vez me haya hecho falsas esperanzas, pero puedo probar a mantenernos en contacto, que un día me llamen y pueda decir que ando ocupado con mis amigos.

     Y entre tantas ideas de mi futuro, me quedé dormido.

     Volví a soñar lo habitual: un mar grande, pacífico y hermoso, junto a una mano que viene desde las profundidades para llevarme con ella. Siento que cada vez es más fuerte. Y cada vez me despierto más agitado.

     —¿Niall?

     Por suerte, el sueño fue interrumpido por alguien tocando la puerta. Se siente muy relajado solo haber vivido el lado bueno, tal vez necesite ir a la playa un día, sería divertido. Aunque, ¿hay playas cerca de aquí?

     —¿Hola? —Se escuchaba detrás de la puerta, junto a golpes consecutivos.

     —Ah, cierto —murmuré mientras intentaba recobrarme del despertar.

     Quien tocaba era el encargado del motel, o el del hospedaje, no estoy muy seguro. Nunca me aprendí su nombre, así que era un poco incómodo iniciar la conversación yo.

     —Hola, chico. Lo siento por molestarte, —¿Sabes? Estoy bastante seguro de que no es el dueño, el pobre no cobra mucho según vecinos— pero necesitamos tu habitación.

     —¿Mi habitación? —bostecé, todavía me encontraba adormecido.

     —Sí —bajaba la mirada, arrepentido de sus palabras—. Lamentablemente, ya no eres bienvenido aquí.

     —¿Qué? ¿Por qué no?

     —El señor Thomas —asumí que era el dueño o algo así— quiere que te vayas de aquí, no tienes muy buena reputación, escuchamos que ayer intentaste atacar de nuevo a los del mercado.

     —¿Qué? Ayer fui a disculparme con ellos —respondí histérico—. Me lanzaron rocas y tuve un ataque de ansiedad horrible por su culpa.

     —Chico, lo siento mucho, pero nadie te va a creer aunque digas la verdad. Mejor haz tus maletas, no es necesario darte peor reputación que antes.

     —¿Me estás amenazando o algo? —De seguro estaba demasiado enfadado, aunque hablar de buena manera no iba a arreglar mucho—. No me pueden echar, pagué una semana. Hasta entonces no me iré de aquí.

     —Eso fue hace justamente una semana, para seguir viviendo aquí tienes que pagar, pero no te van a aceptar. Lo siento mucho, en serio. Solo busca otro motel, hay muchos por aquí.

     Se dio la vuelta y tomó camino hacia el primer piso, a la recepción. Creo que si añadía otra palabra más le hubiera terminando empujando desde las escaleras. Por suerte, no pasó. Era un día horrible, de lo único que me podía alegrar era de haberme despertado temprano, aún puedo buscar motel.

     Hice dos maletas de todo lo que pude llevar, se me quedaban algunas decoraciones que no cabían. Puedo volver y llevármelas, pero prefiero gastar dinero en comprar otras que volver a ver los ojos de esas personas, acuchillándome con la mirada mientras salía por la entrada del edificio. No puedo montar una escena porque, tal vez, lo próximo sería la estación de policía. Me callé durante todo el trayecto, me molesta mucho que piensen que soy el malo. Pensaba quedarme aquí lo que me restaba de vida, pero con esta reputación no será fácil. Eran las seis de la mañana cuando me dieron la noticia y estuve hasta mediodía buscando un lugar donde hospedarme.

     —La habitación cuesta cien dólares.

     Todos sabían el rumor, nadie me aceptó, y los que me dieron la oportunidad, me inflaron demasiado el precio de la estancia. Ni con dos trabajos me lo hubiera permitido. No tengo a dónde ir, un hotel no era una opción, por tan barato que fuese. Derrotado, llegué hasta el edificio de Anne. Parece que el portero no se había enterado de nada, fue la única persona que me sonrió en todo el día. Toqué la puerta del apartamento, no sabía qué iba a conseguir con eso, pero necesitaba que alguien me ayudara, un consejo o algo.

     Le conté todo sin tan siquiera entrar a su casa, ella no podía hacer nada, según sus palabras. Me recomendó volver a Leeds una temporada, no era una opción. Y cuando toda oportunidad de dormir esa noche bajo un techo se esfumaba, vino mi salvación:

     —¿Niall?

     Era Lilith, llegando a su consulta de la semana.

     »¿Qué haces aquí?

     Estuve a punto de arrodillarme ante ella mientras le pedía alguna idea.

     —Me echaron del motel donde vivía, dicen que ataqué ayer a los del mercado.

     —Pero no lo hiciste, ¿verdad? ¿No te habían lanzado piedras?

     —El rumor se anda dispersando al revés. Ningún lugar me deja hospedarme, me miran como si fuera un asesino.

     —Oh, Niall... —estaba preocupada, pensando algo para salvarme—. ¿Me puedes esperar aquí afuera mientras pasa esta hora? Creo que sé cómo ayudarte.

     Asentí sin decir nada, ella sonrío y entró a donde se encontraba Anne. Estuve todo el rato sentado en los sucios escalones del lugar. No sabía qué se le había ocurrido, pero la curiosidad me mataba. Intenté llamar a Ben para entretenerme, pero no contestaba, no parecía una hora para dormir. Intenté con el móvil de Emily, pero me colgaba la llamada.

     Mientras pasaba por la lista de contactos, veía el de mi madre, me preguntaba qué me dirían si los llamara ahora. No ha pasado mucho tiempo, tal vez si les digo que me echaron del motel tendrían que inventarse otra excusa para no comprarme el billete yo mismo y viajar hasta aquella casa. Me lo pensé mucho, era excavar en el pasado para tener un poco de esa satisfacción personal de que tenía razón. ¿Lo iba a hacer? Nunca terminé de decidirme. La chica pelirroja de antes había salido por esa puerta mientras mi dedo rondaba indeciso por la pantalla.

     —Listo, ¿vienes? —Su actitud me transmite paz, siempre sonriendo, parece tan cálida su compañía.

     Bajamos hasta la calle y nos sentamos en el mismo banco de ayer.

     —¿Qué esperamos? —pregunté.

     —A que Dou y Adam vengan a recogernos.

     —¿"Nos"?

     —Claro, no tienes a donde ir —dijo—. Tienes trabajo, ¿verdad? —asentí confuso—. No creo que Dou se queje por tener un inquilino en su casa.

     Quería lanzarme a sus pies y agradecerle por todo. Ella no lo entendería, nadie a quien se lo contara lo haría; pero volver con mis padres significa que necesitaba aceptar mi vida como era, cambiarla no arreglaría nada.

     El coche negro de ayer se aparcó en la misma esquina de antes. Ambos se sorprendieron al verme y me saludaron. Perdieron un poco esa sonrisa cuando Lilith les contó que sería un estorbo en su casa, pero aceptaron bastante rápido. Tal vez por presión, es la única forma de que pueda pensar tomar esa decisión tan a la ligera. Me subí al vehículo con el mayor cuidado, sin ser tan alarmante al agradecerles. Mantener un perfil bajo sería lo mejor para no molestarlos, que ni tan siquiera me sientan en su casa.

     Era casi en las afueras de la ciudad, ¿puedo considerar a eso una mansión? Pintada de blanco y al estilo moderno. El jardín delantero era dos veces más grande que mi antigua casa en Leeds. La inmensidad de los pasillos te engullía y las habitaciones eran inmensas, incluso podría arriesgarme a decir que podíamos vivir todos en una sola y no habría problemas.

     —Bienvenido, inquilino. —rió Lilith.

[...]

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