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🤍I: Un Nuevo Comienzo en Ravenbrook🤍

El camino a Ravenbrook se estrechaba con cada kilómetro recorrido, serpenteando entre colinas y árboles que parecían más altos y oscuros a medida que nos acercábamos. Observé el paisaje desde la ventana trasera del coche, mi reflejo en el cristal parecía mirarme con emoción y aprehensión. La mudanza había sido rápida, casi impulsiva, después de que mi padre aceptara un nuevo empleo en este pequeño y remoto pueblo. Ni siquiera había tenido tiempo de asimilar el cambio, apenas había dicho adiós a mis amigos y ahora me encontraba en medio de la nada, dirigiéndome hacia un lugar del que solo había escuchado vagos comentarios.

—Ya casi llegamos —dijo mi madre desde el asiento del copiloto, intentando sonar entusiasta—. Ravenbrook es... diferente, pero seguro que te acostumbrarás rápidamente.

"Diferente" era una palabra que no había dejado de escuchar desde que supe del traslado. Diferente podía significar muchas cosas, pero cuanto más nos adentrábamos en ese paisaje sombrío y arbolado, más convencida estaba de que no sería un cambio sencillo. Algo en el ambiente me hacía sentir inquieta, como si el propio aire estuviera cargado de un secreto oscuro que nadie quería desvelar.

El coche giró en una curva pronunciada y la vista de Ravenbrook se desplegó ante nosotros. Era un pueblo pequeño, con calles adoquinadas que se extendían desde la plaza central, donde una fuente antigua arrojaba un fino chorro de agua. Las casas, de estilo victoriano, se alineaban en filas ordenadas, con jardines bien cuidados que contrastaban con el denso bosque que rodeaba el lugar. A primera vista, parecía un pueblo tranquilo, casi pintoresco, pero no pude evitar notar la falta de actividad en las calles. Las cortinas de las casas estaban cerradas, y apenas había visto a un par de personas caminando rápidamente, como si evitaran quedarse afuera demasiado tiempo.

—Es muy bonito —comentó mi madre, intentando disimular su propia incomodidad.

No respondí, perdida en mis pensamientos mientras el coche avanzaba lentamente por la calle principal. La sensación de ser observada me invadió, pero cuando miré a mi alrededor, no vi a nadie. Solo las ventanas cerradas y las puertas firmemente aseguradas, como si el pueblo estuviera protegiéndose de algo.

La nueva casa de mi familia, los Lee, era una vieja casona de tres pisos en una esquina tranquila del pueblo. La madera de la fachada estaba desgastada por los años, y un enorme roble se alzaba en el jardín delantero, proyectando una sombra que cubría casi toda la casa. Salí del coche, aspirando el aire fresco pero denso, como si el pueblo exhalara un suspiro profundo que llevaba siglos atrapado entre sus calles.

—¿Qué opinas, Hana? —preguntó mi padre mientras descargaba las cajas del coche.

—Es... interesante —dije, mientras forzaba una sonrisa.

—Espera a que veas el interior —respondió mi padre, ignorando mi tono evasivo—. Tiene mucho carácter.

Al entrar en la casa, me encontré con un amplio vestíbulo decorado con muebles antiguos y un enorme candelabro de cristal que colgaba del techo. Las escaleras de madera crujían bajo mis pies mientras exploraba cada rincón. Había algo acogedor en el lugar, pero también algo que me hacía sentir incómoda, como si el tiempo hubiera detenido su marcha en este lugar. Todo estaba en perfecto estado, pero impregnado de una energía que me hacía sentir que no estábamos solos.

Subí hasta el segundo piso, donde estaba mi habitación. Era amplia, con una gran ventana que daba al jardín trasero y al bosque más allá. Me acerqué a la ventana y miré hacia afuera. El bosque parecía casi impenetrable, sus sombras profundas ocultaban cualquier detalle. Me aparté de la ventana, sintiendo un escalofrío recorrerme la espalda. Algo en ese bosque me repelía, aunque no sabía exactamente qué.

Decidí que lo mejor sería concentrarme en desempacar y dejar que mis pensamientos se calmaran. Era solo un nuevo comienzo, un lugar desconocido que pronto se convertiría en mi hogar. O al menos eso intenté decirme a mi misma mientras acomodaba mi ropa en el viejo armario de madera.

[...]

El primer día de escuela llegó demasiado pronto. Me encontré nerviosa mientras recorría las calles desiertas hacia la escuela local, un edificio de ladrillo antiguo que parecía más una institución abandonada que un lugar de aprendizaje. Las ventanas eran altas y estrechas, con cortinas pesadas que bloqueaban la luz del sol. Sentí una opresión en el pecho cuando crucé las puertas y entré en el vestíbulo, donde el eco de mis pasos resonaba en los pasillos vacíos.

La recepción fue fría. La secretaria apenas me dirigió una mirada antes de entregarme mi horario y señalarme la dirección de mi casillero. Los estudiantes me miraban con curiosidad, pero ninguno se acercó a hablarme. Estaba acostumbrada a ser la nueva, pero esta vez era diferente. Había algo en las miradas de esos estudiantes que me hacía sentir fuera de lugar.

Cuando encontré mi casillero y estaba guardando mis libros, una voz suave me sorprendió.

—No es fácil ser nueva aquí.

Me giré y ví a una chica de cabello oscuro y ojos penetrantes que me observaba con una expresión entre curiosa y seria.

—Me llamo Tzuyu —continuó la chica sin esperar respuesta—. Supongo que ya te habrás dado cuenta de que Ravenbrook es... diferente.

"Diferente" otra vez. Empezaba a cansarme de esa palabra, pero algo en el tono de Tzuyu me inquietó.

—¿A qué te refieres con... diferente? —pregunté, intentando sonar casual.

Tzuyu me miró fijamente por un momento antes de responder.

—Ya lo descubrirás. Solo... ten cuidado con a quién te acercas.

Sin más explicaciones, Tzuyu se dio la vuelta y se alejó, dejándome con una sensación de vacío y más preguntas que respuestas. La seguí con la mirada hasta que desapareció por el pasillo. ¿Qué significaba esa advertencia? ¿De qué debía cuidarme?

El día pasó con lentitud. Me sentía observada constantemente, pero cada vez que me giraba, no encontraba nada más que las miradas fugaces de los otros estudiantes. La escuela tenía un aire pesado, como si algo oscuro la envolviera.

Durante el almuerzo, decidí sentarme en una mesa apartada, tratando de evitar las miradas curiosas. Apenas había empezado a comer cuando un chico se sentó frente a mí sin pedir permiso. Era alto, de cabello negro y ojos cafés que destellaban con una calidez inesperada.

—¿Puedo sentarme? —preguntó, aunque ya lo había hecho.

—Claro —respondí, algo desconcertada por su atrevimiento.

—Soy Jeon Jungkook —se presentó con una sonrisa que podría haber derretido a cualquiera—. Tú debes ser la nueva.

—Sí, Lee Hana —respondí, sintiéndome un poco más cómoda por su actitud relajada.

Jungkook parecía diferente a los otros estudiantes, más abierto y amigable, como si no compartiera la extraña reserva que todos los demás tenían hacia mí. Conversamos durante un rato, y descubrí que era bastante agradable. Sin embargo, no pude evitar notar que algunas de sus respuestas eran evasivas, especialmente cuando pregunté sobre el pueblo.

—Ravenbrook es... un lugar único —dijo él, evitando mi mirada—. Pero seguro que te acostumbrarás. Todos lo hacen.

La respuesta me dejó insatisfecha, pero decidí no presionar. Aún así, había algo extraño en Jungkook, algo que no podía descifrar. Tal vez era la forma en que me miraba, como si supiera algo que yo no, o tal vez era solo la extraña atmósfera del lugar que distorsionaba mis percepciones.

Al final del día, salí de la escuela sintiéndome más confundida que nunca. La advertencia de Tzuyu, la amabilidad de Jungkook, la sensación constante de estar siendo observada... todo se mezclaba en mi mente, creando una maraña de pensamientos que no podía desenredar.

De camino a casa, decidí dar un pequeño rodeo y explorar el pueblo. Las calles estaban desiertas, y el silencio era casi absoluto, interrumpido solo por el crujido ocasional de las ramas bajo mis pies. Mientras caminaba, noté que algunas casas tenían símbolos tallados en las puertas, símbolos que no reconocía. No pude evitar sentir que esos símbolos eran una especie de advertencia o protección contra algo.

Cuando llegué a casa, el cielo comenzaba a oscurecerse. Mis padres estaban ocupados desempacando y organizando las cosas, así que subí directamente a mi habitación. Me sentía agotada, pero sabía que no podría dormir. Habían demasiadas preguntas en mi mente.

Me dejé caer sobre la cama, mirando el techo de mi nueva habitación mientras intentaba ordenar mis pensamientos. Las advertencias de Tzuyu seguían resonando en mi cabeza, al igual que la sensación de que algo en Ravenbrook no era como parecía. No podía quitarme de encima la idea de que este lugar escondía secretos más oscuros de lo que cualquiera estaba dispuesto a admitir...

¿Qué creen que está pasando en el pueblo? 🫣

Espero que les haya gustado. No olviden comentar y dejar su voto. 😉💕

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