Una vez, cuándo el invierno se hizo presente y cumplí doce años salí de pesca con mi mejor amiga, ella era una niña morena de cabello peculiar algunas veces era muy risado y otras lo llevaba crespo, un cabello hermoso ante mis ojos.

—Jade, ¿no crees que nos estamos alejando demasiado?

—Es mejor, de este lado del río hay muchos peces, fíjate en esa cueva —señalé —. Ahí es dónde iremos. 

—¿No es peligroso si vamos solas? ¡Nos volverían atacar las sirenas! —gritó lo último aterrada.

—No seas tonta, Leigh-Anne. —  suspire y me moví en el bote hasta llegar al frente. —Mi tía ya nos dijo que las sirenas no existen y lo que vimos fue producto de nuestra imaginación y si seguimos hablando de esas cosas nos llevarán a un manicomio y jamás saldremos de él.

—Pero...

—Pero nada.

Ambas somos de la misma edad, vivimos en el mismo pueblo desde que nacimos y somos mejores amigas por siempre. 

Hubo otra vez, pero para mis dieciséis en que volvimos a salir a pescar, desde los doce años no lo habíamos vuelto a repetir.

—Ayúdame, por favor.

Leigh-Anne llevaba su larga cabellera risada suelta, el cabello le pegaba en la cara debido al fuerte viento que hacía.

—Solo a ti, se te ocurre venir a pescar en tacones. Esta bien, dame la mano.   —me acerqué al bote en la orilla y la sostuve fuerte de la mano para que saltara. —Ahora, salta.

El viento volvió a soplar fuerte y esta vez ambas nos desequilibramos al sentir en la cabello obstaculizar nuestras vistas. Leigh-Anne saltó pero puso un pie donde no debía y sin más ambas caímos al suelo, mi mejor amiga encima de mi, con su pecho en el mío y sus labios junto a los míos.

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|Será una historia divida en viñetas|

Espero que les guste, voten y comenten raras.