CAPÍTULO 13
Le tomó al menos tres intentos, con grandes lapsos de tiempo entremedio, el poder levantar sus pesados parpados de una vez por todas. HoSeok no sabía cuánto tiempo había estado inconsciente o seminconsciente, pero supuso que fue más que tan solo por un par de minutos. Escuchaba el ruido proveniente del electrocardiógrafo y el respirador, en conjunto con diversas voces que su adormilada mente no supo interpretar en aquel momento y a las que no les tomó mayor importancia. Su vista se encontraba algo nublosa en un inicio y, gracias a ello, se vio en la obligación de parpadear lenta y repetidas veces para despejar esos puntos blancos que arruinaban su visión. Se fijó en la mascarilla transparente que cubría su boca y nariz, la cual le administraba el oxígeno correspondiente y que, ahora, le comenzaba a fastidiar debido a que ya podía respirar de forma normal por sí mismo.
Tuvo ganas de quitársela. Sin embargo, no lo hizo debido a dos simples razones. La primera era que HoSeok no sabía si hacer aquello era lo correcto o no. Y la segunda era que el chico se sentía demasiado cansado como para hacerlo. En su actual y somnoliento estado, apenas y si era capaz de mantener los ojos abiertos y mover, un poco, la cabeza para analizar la gran habitación de color blanco en donde se hallaba postrado. Con solo darle un vistazo a la infraestructura, las personas y las maquinas que se hallaban ahí, fue capaz de deducir que se encontraba en una sala de recuperación. Se tardó un poco en llegar a esa conclusión, ya que sus neuronas no parecían haber despertado aún, pero pudo hacerlo al final de cuentas.
Se fijó en las otras camillas a su alrededor, con personas de variadas edades que parecían provenir del mismo lugar que él: el quirófano. Algunas aún se encontraban sumidas en un profundo sueño y otras, al igual que él, ya se encontraban despiertas y un poco aturdidos por los efectos de la anestesia.
La confusión y la duda del por qué se encontraba en aquel sitio lo sacudieron. Intentó recordar que fue lo que sucedió cómo terminar ahí y, con gran esfuerzo, logró rescatar pequeños y desordenados detalles entre toda aquella neblina que cubría sus recuerdos.
Emily.
El estruendoso ruido de una bocina.
Unas cegadoras luces amarillas en su rostro.
La dolorosa sensación de ser lanzado por el aire.
Y el ser envuelto por una profunda oscuridad.
«¿Me atropellaron?» se cuestionó a sí mismo, sabiendo la respuesta y con unas inmensas ganas de volver a acurrucarse entre los brazos de Morfeo.
Una de las enfermeras de turno, encargada de velar por los pacientes, se percató de que Jung ya se encontraba despierto y se aproximó a él. Con una sonrisa, le quitó la mascarilla y HoSeok agradeció mentalmente ese acto mientras movía un poco su boca que se encontraba seca.
Hizo ademán de querer sentarse, pero la enfermera se lo impidió de inmediato.
— No, no. Quédate recostado — le ordenó, sin abandonar su tono amigable. — ¿Cómo te sientes?
— Con sueño... — contestó en un grave y débil murmullo, con los labios tan secos como un desierto.
— Es normal. La anestesia aún está haciendo efecto — Tomó un portapapeles y anotó algo que él chico ignoró por completo. — Muy bien. Te ayudaré a ponerte la playera y un enfermero te trasladará a otra habitación, en donde podrás descansar... ¿Está bien?
Con las energías por los suelos, el muchacho se dedicó simplemente a asentir. La mujer le ayudó a colocarse una playera de color celeste y en el transcurso de eso, HoSeok recién se percató del yeso que envolvía su mano izquierda y el inmovilizador en su pierna derecha. Al moverse se le fue imposible no quejarse un poco, ya que algunas punzadas de dolor en su cuerpo resentido lo atacaron.
¿Había sido tan grave?
A los pocos minutos de terminar de vestirse, llegó un enfermero con otra camilla y, entre ambos miembros del hospital, pasaron a Jung de la primera a la segunda.
— Tu familia te está esperando en la habitación — le informó el chico de ojos rasgados, quien poseía una hermosa sonrisa y dos peculiares lunares bajo su ceja izquierda. Empujó la camilla al interior del ascensor y presionó el botón del quinto piso.
— ¿Mi madre parecía enojada?
Ante la pregunta con voz pastosa, el chico rió.
— Naah... Más bien preocupada, al igual que cualquier madre — Se encogió de hombros y, cuando las puertas de metal se abrieron, ambos salieron al corredor. — La próxima vez deberías ver a ambos lados antes de cruzar la calle, amigo. No vuelvas a tentar a tu suerte de esta forma. Los accidentes no son una broma.
Los labios de HoSeok se curvaron en una sonrisa avergonzada y se quiso golpear por ser tan estúpido en el pasado. Los actos impulsivos pocas veces salían como él deseaba, y esa era la razón principal por la que siempre intentaba reprimir y pensar.
— Sí. No volverá a pasar — prometió en un susurró que el enfermero logró oír perfectamente.
El paramédico dejó a HoSeok en el cuarto correspondiente mientras intercambiaban un par de palabras (más que nada por parte del enfermero, ya que Jung no tenía grandes energías como para aportar mucho a la charla). El hombre se fijó en que todo estuviera en orden y antes de abandonar el lugar, les explicó a él y a su familia que, en unas horas, vendría a traerle algo de comer. Lo mantendrían en observación por unas horas por el tema de la anestesia y cuando el tiempo se cumpliera, el médico a cargo vendría a ver cómo se encontraba y dar su veredicto acerca de su caso. Apenas el joven cerró la puerta tras de sí, dejando a la familia Jung a solas, la madre del muchacho se lanzó a la camilla y tomó su delgado rostro entre sus manos. En sus ojos, HoSeok vio una mezcla de emociones que hizo que su corazón se conmoviera y, cuando sus padres y hermana comenzaron a hablarle, se sintió horrible por haber preocupado de aquella forma a su familia.
Compartieron un par de palabras antes de decidir dejar dormir a HoSeok. Su madre se quedó junto a él durante las cinco horas que estuvo bajo observación — ya que su padre debía volver al trabajo y su hermana tenía muchos deberes que realizar —, y le ayudó a comer un poco de lo que el enfermero le había llevado como almuerzo. Ya pasado el tiempo suficiente, la tan ansiada visita del médico llegó.
— Tienes múltiples hematomas en tu cuerpo. Un esguince en tu mano izquierda y te fracturaste el peroné y la tibia de tu pierna derecha debido al impacto. Tuvimos que realizar una osteosíntesis, lo que significa que tuvimos que unir los fragmentos de los huesos fracturados mediante clavos y tornillos, por lo que me gustaría que pasaras la noche aquí, bajo supervisión, y mañana en la tarde te daré el alta si no presentas ningún inconveniente — dijo, anotando todo lo que le parecía necesario en la ficha del chico tras hacerle un chequeo. — Tendrás que descansar tanto tu pierna como tu brazo y después de un tiempo determinado, deberás realizar algunos ejercicios que te ayudarán con la recuperación. Si todo sale bien y se cura correctamente, la fractura no tendría por qué presentar problemas futuros.
— Muchas gracias doctor — habló la madre del joven, sin dejar de acariciar la mano de su hijo. Negándose a soltarlo por ahora.
— No es nada — Ambos realizaron una pequeña reverencia de cortesía. — Nos vemos, HoSeok. Y, para la próxima, recuerda mirar a ambos lados de la calle antes de cruzar.
El chiste del hombre causó una sonrisa de cortesía en la cara del enfermo. Parecía que todos harían la misma broma y eso, ya le estaba dejando de agradar.
— Tus amigos vinieron a verte — Su madre captó su atención. — Están subiendo y mientras ellos están aquí, iré a comprar un café y algo para comer — Se colocó su abrigo color rojo y arregló su cabello con ayuda de ambas manos.
— Claro, mamá. Estás algo pálida... — mencionó como si nada.
Los ojos rasgados de su progenitora se encontraron con los suyos y un escalofrío recorrió su columna vertebral. Estaba enojada y, a pesar de que todavía no había sido reprendido por su propia estupidez, era consciente de que pronto sucedería.
— ¡Estoy pálida porque me has dado el susto de mi vida, Jung HoSeok! ¡No tienes idea de lo angustiada que estaba cuando me llamaron del hospital! — se quejó, acercándose a su cama otra vez.
El castaño cerró los ojos con fuerza esperando algún golpe en su cabeza o algo similar, pero, en vez eso, percibió el tierno tacto de los labios de su madre sobre su frente y algunas delicadas caricias en su cuero cabelludo que lo sorprendieron.
— No vuelvas a hacerme pasar por algo así, ¿me has escuchado? — le preguntó con los ojos cristalinos y los labios trémulos, ocasionando que el órgano vital del chico se retorció dentro de su pecho y las ganas de llorar lo invadieran por ser él, el causante de aquella expresión.
Tragándose el nudo en su garganta, asintió suavemente.
— Lo lamento mucho, mamá.
Ella suspiró y dejó otro beso en su cabeza.
— Lo importante es que ahora estás bien y debes cuidar...
— ¡¿Cómo está el cojo?! — gritó Jimin ingresando al cuarto junto a los demás. Tan rápido como captó la atención de los dos individuos en la habitación, se tensó en la entrada bajo la mirada enojada de la madre de HoSeok. Se aclaró la garganta, con una sonrisa avergonzada ya que no se esperaba que ella estuviera ahí, y reformuló. — Digo... ¡Traje globos! — chilló, mostrando tres globos de helio con lindos mensajes para el interno.
— Sí, como sea, Jimin. Iré a la cafetería del hospital, vuelvo en unos minutos — avisó y abandonó el lugar, dejando a los cinco chicos a solas.
— ¿Cómo te sientes? — interrogó Jin, acercando una silla a la camilla.
— Como un idiota.
— Eres un idiota por preocuparnos de esta manera — Todos voltearon a ver a YoonGi, quien se mantenía de brazos cruzados a los pies de la cama. — Pero aun así me agradas. Así que supongo que yo también debo estar un poco idiota por ello.
HoSeok sonrió al igual que su amigo.
— ¿Cómo diablos fue que te sucedió esto, hyung? — preguntó TaeHyung, quitando algunos mechones de su ahora, cabellera rubia, de su rostro.
Jung formó una fina línea con los labios y lo meditó un par de segundos antes de decidir si debía o no, contarles la verdadera versión de lo acontecido. Tras terminar diciéndoles la verdad, completamente avergonzado y debido a que le parecía lo más adecuado, Jimin y TaeHyung bufaron y sacaron sus billeteras para entregarle un par de billetes a Min, quien los recibió gustoso con una boyante sonrisa de orgullo.
— Pero... ¿Qué...?
— Apostaron. YoonGi dijo que todo este incidente tenía que ver con Emily, mientras que TaeHyung y Jimin dijeron que era por tonto y descuidado — respondió Jin.
— ¡¿Y tenía que ser por tonto y descuidado?! ¡¿No podía ser por culpa del conductor?! — gruñó.
— Sí, sí podía y esa era nuestra segunda opción — admitió Kim sin cuidado.
HoSeok los fulminó con la mirada, pero no volvió a decir nada más al respecto porque sentía que, de igual forma, se lo merecía.
Los chicos se quedaron un rato con él al igual que su madre hasta que la hora de visitas se acabó. Todos se despidieron del joven con la promesa de regresar al día siguiente y se quedó nuevamente solo con sus pensamientos. Vio un poco de televisión, comió lo suficiente de la comida que el hospital le daba (para que el enfermero JaeBeom no lo regañara) y se tomó los medicamentos que le recetó el médico para el dolor.
Cerca de las diez de la noche apagó la televisión para dormir. Se sentía agotado. Sin embargo, solo un par de minutos sumido en el profundo silencio de su habitación escuchando ruidos de pasos y voces provenientes desde el exterior, consiguieron que todas las escenas de las películas de terror que fue obligado a ver con sus amigos, aparecieran para ponerlo en alerta y con los pelos de punta.
Él creía que era patético tener su edad y seguir teniendo miedo a que un monstro saliera de debajo de su cama, pero... ¡No lo podía evitar! ¡No es como si él quisiera sentir miedo! Simplemente, sucedía. Estaba en su sangre, aunque no lo quisiera, y se le era imposible no tenerle miedo a muchas de las cosas que lo rodeaban.
«Solo respira profundo, relájate y duérmete de una vez. No hay nada que pueda hacerte daño»
Y así lo hizo. Se obligó a sí mismo a pensar en cosas agradables. Recuerdos felices o fantasías en las que él era el héroe. Historias en las que rescataba a la hermosa princesa atrapada en el castillo, la cual, coincidentemente, poseía un leve parecido a Emily, y consiguió dormirse sin darse cuenta de ello.
Durmió de forma profunda y tranquila por un par de horas hasta que, por alguna razón que siempre desconocía, despertó. Era algo normal. Era consciente de que a muchos les suele pasar que despiertan en medio de la noche sin alguna razón aparente y que, con un cambio de posición, vuelven a conciliar el sueño con facilidad. No sabía a que se debía, pero ya conocía la rutina.
Entre abrió los ojos, humedeció sus labios y movió su cabeza para cambiar de posición. No era como si tuviera muchas opciones con una pierna inmovilizada y un brazo enyesado pero, cuando quiso levantar su mano derecha para posarla sobre su estómago para mayor comodidad, algo se lo impidió. O, mejor dicho, alguien se lo impidió.
Entre toda la oscuridad que lo envolvía y el sueño que aún no lo abandonaba, pudo ver la figura de Emily entre las penumbras. Estaba sentada en la silla que hace unas horas Jin había usado y se encontraba durmiendo apaciblemente apoyada en la orilla de la cama mientras su mano, envolvía la de HoSeok como si temiera soltarla.
¿Aquello era real? Y si era así... ¿Cómo fue que pudo entrar evadiendo a los enfermeros si la hora de visita había acabado?
Aturdido y cansado, Jung respiró profundamente, viéndola unos segundos sin saber si estaba todavía soñando o no y, sin darse cuenta de ello, sus ojos se cerraron nuevamente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro