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Capítulo 3










(^ω^) Dos años después (^ω^)












- ¡Isabelle no corras tan rápido que te vas a tropezar! –Reprendía Magnus preocupado –Alexander por favor deja ya ese pixie, no es un juguete –el moreno revolvió su cabello exasperado–. ¡Ayúdame tío Ragnor! –Le suplicaba a aquel el brujo que había llevado a los tres chicos al parque.

Ellos eran los únicos tres que gozaban de salir del orfanato y aunque los demás les había tomado mucha ira por eso. Alec, Isabelle y Magnus no les prestaban atención. Alec y Magnus ya estaban lo suficientemente grandes como para saber lo que era eran, diferentes, eran especiales y aquello no era excesivamente malo, aunque a veces pasaban cosas como...

- ¡Alexander Gideon Lightwood ya deja de molestar a los pixies, estoy hablando en serio! –Reprendía el moreno con exasperación–. Tío Ragnor por favor ayúdame.

-Lo siento, tú querías venir al parque, tú te encargas de ellos.

-Pero... ¡Isabelle Lightwood! ¡Ragnor ayuda!

El brujo rodó los ojos pero se congeló al ver como Isabelle tomaba a un demonio rapiñador por la cola y lo golpeaba con fuerza contra el suelo mientras reía alegremente, el brujo le lanzó fuertes chispas para desaparecer aquel demonio y suspiró pesadamente.

-Creo que no fue buena idea venir al parque en la noche.

Magnus lo fulminó con la mirada.

- ¿En serio? ¿Tú lo crees? Son dos niños Nefilims sin protección.

-Me tienen a mí –refunfuñó Ragnor.

- ¿Sí? Pues presta más atención, a mamá no le agradaría que murieran y... ¡Alexander es en serio, deja al pixie!

Alec soltó un suspiro profundo antes de hacer puchero pero lo dejó ir con tristeza, Magnus pasó su mano por su rostro, sintiéndose completamente agotado.

-A la próxima iremos al cine.

Ragnor asintió en acuerdo con el chico.

-Sí... creo que es mucho menos peligroso.

- ¿Tú lo crees? –Preguntó nuevamente Magnus con exasperación antes de tomarle la mano a Alec e Isabelle–. Es mejor que nos vayamos.

- ¿Puedo llevarme un pixie para jugar? –Preguntó Alec emocionado. Magnus frunció el ceño y negó.

-No Alexander, no puedes, ya te dije que los pixies no son mascotas.

Alec refunfuñó mientras contradecía lo dicho por Magnus mientras Isabelle estiraba sus manitas hacia Ragnor pidiendo ser alzada. El brujo rodó los ojos pero tomó a la chica entre sus brazos y ésta se quedó dormida casi inmediatamente.

-Te agrada –señaló Magnus con seguridad.

Ragnor volvió a rodar los ojos.

-Por supuesto que no, yo sólo estoy ayudando a Catarina a cuidarlos.

-Por supuesto que no, tú los quieres –afirmó Magnus completamente seguro.

- ¿Por qué demonios piensas eso?

El moreno sonrió pero no contestó. Su mente ya estaba viajando a aquel día que Isabelle se había resfriado, Ragnor no había dormido en absoluto por estar cuidando a la pelinegra, incluso sin pedirle permiso a Catarina había empleado un poco de magia para que la chica se sintiera mejor, también recordó aquella noche en la que Alec, por estar persiguiendo a un demonio Shax, se había caído y se había raspados su rodillita, Ragnor casi se desmaya y de nuevo había empleado su magia sin permiso de Catarina, se había ganado un gran regañó por ello pero no le había importado, pues su pequeño estaba a salvo.

Magnus rió y negó sin importar la ceñuda mirada que le estaba dando el brujo verde, el cual nunca admitiría en voz alta que se preocupaba por ese par de Nefilims.

Una vez llegaron al orfanato, Ragnor se dirigió hacia la habitación de los chicos para recostar allí a Isabelle, ella era la única mujer que dormía en una habitación con hombres, pues sí, al crecer Catarina se había encargado de que Magnus, Isabelle y Alec tuvieran una habitación conjunta ya que la habían necesitado cuándo a Alec le habían pegado un chicle en el cabello y junto con él un cartel que decía "fenómeno". Por supuesto y gracias a la magia, el cabello de Alec no había quedado arruinado, pero Catarina se había preocupado demasiado por el chico y había decidido que lo mejor era apartarlos de los mundanos... además Magnus había incinerado todas las cosas del responsable, así que para evitar más desastres, la distancia era prudente.

Magnus acostó a Alec en su camita y le dio su acostumbrado beso de buenas noches antes de cubrirse con sus cobijas.

-Tío Ragnor, quiero mi beso de buenas noches –exigió Magnus frunciendo el ceño.

El brujo verde rodó los ojos por tercera vez en aquella noche, pero se acercó con una sonrisa enorme a la cama el chico.

-Descansa pequeño –musitó con suavidad y se quedó a su lado hasta que se aseguró que sus ojitos se cerraban –te quiero Magnus –le dijo suavemente el brujo verde mientras le acariciaba el cabello al chico y se puso en pie antes de caminar hacia la puerta.

-Te he escuchado –anunció Magnus una vez Ragnor estaba por salir.

El hombre frunció el ceño.

-No sé de qué hablas.

-Me has dicho que quieres.

-Yo no quiero a nadie.

-Quieres a Raphael.

-Pues no quiero a nadie más que a Raphael.

-Me has dicho que me quieres a mí... yo también te quiero tío Ragnor.

-Estás loco, ahora duérmete –ordenó antes de salir de la habitación.

Magnus sonrió complacido sin saber qué Ragnor estaba sonriendo de igual forma tras la puerta.











(ಥ_ಥ)














Era ya de madrugada cuando Magnus sintió como alguien se metía entre sus cobijas. Para este punto ya no se asustaba, pues sabía que era Alec. El moreno sonrió y se giró para ver a aquel chico que lo miraba con sus ojos color zafiros abiertos de par en par.

- ¿Que pasó, Alexander? –Preguntó con suavidad mientras le acariciaba la mejilla.

-He tenido una pesadilla –musitó con preocupación. Magnus le sonrió al chico y besó su frente.

-Está bien, no tienes por qué preocuparte, yo te cuido, mamá también te cuida y te Ragnor junto con tío Rapha también lo hacen ¿estás bien?

Alec hizo un puchero.

- ¿Siempre estarás a mi lado? –Preguntó con su voz suavecita.

-Así es, siempre será así.

- ¿Aunque nos molesten y tus digan maricas?

-Ellos son unos tontos que no entienden a las personas diferentes.

-Magnus... –Alec hizo un puchero–. ¿No te gustaría ser normal?

El moreno miró con atención al ojiazul y lo acunó contra su pecho.

-A veces Alexander, a veces...

-Yo también lo desearía, no es lindo ver cosas que los demás no ven.

Magnus tomó el rostro de Alec en sus manos.

-Pero Alexander, nos tenemos tú y yo y tenemos a Isabelle, estaremos siempre los tres, tú me entiendes, yo te entiendo, entiendo a Isabelle al igual que tú, los tres estamos juntos, también tenemos a mamá, a tío Ragnor y a tío Raphael, está Luke que viene jugar con nosotros y nos trae galletitas en el mundo, hay muchas personas como nosotros, sólo que aún somos unos niños, hay muchos vampiros y muchos hombres lobos, muchos Seelies, incluyendo aquellos pixies que torturas –señaló besándole la punta de la nariz a Alec, quien rió suavemente –y hay muchas personas como tú, Cazadores de sombras que te van a querer y te van a aceptar, que te van a entender y te van a enseñar mucho, pero aún eres un niño ¿está bien? –Alec asintió con fervor–. Ahora descansa.

- ¿Estarás conmigo cuando despierte?

-Alexander, seré lo último que verás cuando te duermas y lo primero cuando despiertes.

Alec suspiró encantado y se abrazó al chico.

-Quiero que sea así todos los días de mi vida.

Magnus le acarició con suavidad la mejilla al ojiazul y le besó la frente.

-Yo también Alexander, yo también.

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