Capítulo 2
(❀◦‿◦) Dos años después (◕‿◕✿)
Aquel día no había sido especialmente bueno para Magnus.
Al cumplir los cinco años, Catarina le había dicho la verdad al chico.
Ragnor le había puesto el nombre de Magnus cuando había llegado al orfanato porque le había parecido un nombre bastante bonito. Su nombre original no lo sabía, al igual que la fecha de su cumpleaños, en realidad no se sabía nada de la vida de Magnus antes de la llegara al orfanato, pero sí se sabía algo con certeza.
Magnus era un brujo.
Eso explicaba las marcas del demonio o marcas de brujo, como sus ojos de gato y su falta de ombligo, también explicaba el por qué podía mirar la piel azul de Catarina y la verde de Ragnor junto con sus cuernitos, pues ellos dos también eran brujos, por otro lado podía ver los colmillos de Raphael porque aquel chico era un vampiro.
Magnus pertenecía al mundo de las sombras y había aprendido bastante, de hecho también sabía lo que era Alec, él era un Nefilim, Catarina no había dado muchos detalles del porque había llegado allí, sólo dijo que estaba a salvo de una gran guerra, pero tampoco quiso aterrar a Magnus con los sanguinarios y violentos detalles. La bruja le dejó muy en claro que no podía contarle nada a Alec, pues estaba a salvo y eso era lo importante.
Magnus a regañadientes, había aceptado, después de todo Alec apenas tenía dos años y no es que fuera decirle todo eso. En algún momento tendría que saberlo pero aún no.
Alec era un Nefilim, lo que significaba que era mitad humano mitad ángel, lo poco que Magnus había aprendido de los Nefilim, es que eran guerreros que estaban destinados para proteger el mundo en las sombras, a los vampiros, a los hombres lobos, a los Seelies, a los brujos y a los mundanos, lo cual explicaba que Alec, al igual que Magnus, mirara a los verdaderos Ragnor, Catarina y Raphael.
Aquel había sido un mal día porque Alec, a sus inocentes dos años, había tomado de uno de los cuernos a Ragnor y lo había arrastrado por toda la sala de juegos mientras gritaba: "brujo verde, brujo verde, brujo verde". Los otros niños, por supuesto, habían visto a Alec con el glamour, tirando del cabello a Ragnor, luego se le había tirado encima a Catarina y había gritado muchas veces lo linda que era su piel azul, los otros comenzaron a burlarse del pequeño y Magnus, por supuesto, había salido en su defensa diciendo que Alec tenía una muy buena imaginación.
Los otros chicos solo fruncieron el ceño y le habían echado la culpa al morenito diciéndole que él había vuelto a Alec tan raro y que por eso eran amigos, porque los dos eran fenómenos. Magnus se había enojado tanto que había sacado chispas azules de sus manos y sin querer, había quemado a uno de sus compañeros, Catarina intercedió inmediatamente y aunque había borrado los recuerdos de los pequeños mundanos, aquellos niños tenían la sensación de que Magnus había hecho algo realmente malo y le habían llamado monstruo y fenómeno.
El morenito había salido corriendo a su habitación y ahora se encontraba tirado en su cama llorando con fuerza. La cama de Magnus era la última en el rincón, pues todos los niños se negaban a estar cerca de aquel fenómeno, por supuesto todos exceptuando a Alec, quién estaba encantado de tener como vecino de cama a Magnus.
Magnus estaba envuelto en su cobijita púrpura mientras ahogaba los sollozos contra su almohada, ya era tarde en la noche y varios chicos que lo escuchaban le gritaban cosas como "cállate rarito" o "silencio monstruo inmundo". Magnus intentaba con todas sus fuerzas ahogar sus sollozos pero se congeló cuando sintió un peso nuevo sobre su cama, inmediatamente se giró y parpadeó rápidamente para aclarar su vista ya que las lágrimas le impedían mirar... y ahí estaba en su pijama de vaquita y mirándolo con preocupación, Alec, su Alec.
-No llores Manus –le dijo suavemente el chico y lo abrazó con fuerza. El moreno se congeló antes de abrazarse a Alec como si fuera un peluche–. Yo te quiero Manus y tus ojos son muy bonitos –susurró el ojiazul con voz infantil junto al oído del moreno, el cual no dijo nada, sólo disfrutó de la calidad que le daba el pequeño cuerpo de su mejor amigo.
Y así se durmió, entre las suaves y tiernas palabras de Alec que fueron como un bálsamo para su alma, no importaba si todo el mundo estaba en su contra, tenía a Alec, él lo quería y lo aceptaba a pesar de su monstruoso ser.
Quizás en el mundo sí habría alguien que lo querría tal y como era.
(≧ω≦)
- ¡Ay pero miren a estos dos raritos! Estos dos raritos se juntan y se vuelven más raros –se burlaba una chica mirando a Magnus y Alec con asco.
El morenito parpadeó rápido y notó como estaba rodeado por sus compañeros de habitación.
-No me molestes Erika –gruñó Magnus cuando la chica le sacó la lengua de forma infantil al tiempo que sus otras amigas se reían con fuerza.
Magnus se preguntó cuál sería el motivo de la burla de aquellos chicos, pero la respuesta fue inmediata cuando sintió algo removerse a su lado, el moreno bajó su mirada y lo vio. Allí entre sus brazos estaba Alec dormido, abrazado plácidamente al moreno. Magnus, ignorado la presencia de todos sus compañeros, le acarició con suavidad la mejilla al albino, quién soltó un suave suspiro y se abrazó con mayor fuerza al moreno.
-Son novios, son novios –se burlaba cantando uno de los chicos más grandes –tenemos a dos pequeños y raros mariquitas.
- ¡No somos novios! ¡Somos amigos!
-Los amigos no duermen juntos –se burló una de las amigas de Erika –ustedes son unos raros.
-Ustedes son novios, dos hombres, dan asco, mariquitas –dijo uno de los chicos.
-Ustedes son los que dan asco –indicó Magnus resentido mientras abrazaba a Alec contra su pecho, agradeciendo que el pequeño no se despertara con facilidad –no somos novios y ya déjenme en paz.
-Fenómenos –se burló Erika antes de retirarse con sus amigas. El chico más grande los miró con asco.
-Marica –espetó antes de alejarse.
Magnus frunció el ceño.
Él no era marica, a él no le gustaban los chicos, para nada.
El moreno rodó los ojos y bajó la mirada hacia su pecho donde estaba durmiendo apaciblemente el pequeño de dos años.
Y en aquel momento se prometió que nunca dejaría que lastimaran a su mejor amigo como siempre lo habían lastimado a él.
Protegería a Alec con su vida, si era necesario.
ಥ_ಥ
-Lindo pelito, lindo –decía Alec mientras le acariciaba la cabeza al hombre lobo que había ido a visitar a Catarina para hablar sobre los acuerdos con La Clave. Lucian Graymark, actualmente mejor conocido como Luke Garroway, el jefe de la manada de licántropos de Nueva York. Estaba esperando a la azulada bruja que en aquel momento se encontraba resolviendo un problema con las salvaguardas del orfanato, puesto que con la llegada de Alec y su desprotección en el mundo humano, varios demonios habían intentado entrar al lugar, por lo cual Luke había esperado en el patio de juegos de los chicos para mirarlos.
Ragnor lo había cubierto con un glamur para que los mundanos no lo vieran, pero por supuesto Alec y Magnus lo veían a la perfección.
Luke se había transformado sólo para jugar con Alec, que se encontraba abrazándolo como sí de un peluche se tratara. Magnus lo miraba enternecido y los otros chicos creían que el ojiazul estaba loco. No había ningún perro allí ¿a quién le hablaba el chico rarito amigo de Magnus? Definitivamente, pensaban los niños, que aquellos dos ya había perdido la cabeza.
-Pelito bonito –decía Alec feliz mientras que palmeaba las mejillas de Luke, quien miraba con curiosidad al chico.
-Luke –habló disimuladamente Ragnor para que los mundanos no pensaran que el chico ya perdió la cabeza –Catarina te quiere ver, así que es mejor que vuelvas andar en dos patas y te vistas.
Magnus abrazó a su amigo.
-El perrito tiene que irse.
Alec hizo un puchero y negó con fervor.
-Pelito lindo, quédate pelito.
Ragnor se arrodilló frente a Alec y le retiró un mechón de cabello.
-El perrito tiene que irse, pero luego vendrá ¿está bien?
Alec suspiró triste pero asintió y se abrazó a Magnus para esconder su rostro en el pecho del morenito, quién le acarició suavemente el cabello.
-No te preocupes chico –dijo Luke una vez estaba en su forma humana y completamente vestido; le revolvió suavemente el cabello a Alec –pronto vendré a visitarte –el ojiazul asintió con tristeza y le abrazó con fuerza la pierna antes de dejarlo ir–. Ahora... –empezó Luke mientras se retiraba junto con Ragnor –esto es importante, se trata de los Lightwood...
Fue lo último que los dos chicos escucharon antes de que los hombres desaparecieran en el interior del edificio.
- ¿No les digo? –Empezó a Erika acercándose a los dos chicos –el ser raro se contagia, por eso no debemos acercarnos demasiado a ellos, son asquerosos.
- ¿Viste cómo le hablaba a un perro invisible? –Preguntó una de las chicas del grupo de Erika, la cual río mientras asentía.
-Es que son muy raro, pero como no tienen más amigos, se tienen que inventar unos nuevos, dan tanta pena.
Las chicas se dejaron riendo.
Alec hizo un puchero mientras miraba a Magnus con tristeza.
-Manus ¿soy raro? –Preguntó el ojiazul haciendo más fuerza en la r de lo que debería. Magnus sonrió mirándolo con adoración mientras negaba.
-No lo eres –musitó acariciándole la mejilla –tú eres único y especial, solo que los demás no lo entienden Alexander.
El pequeño, al escuchar aquellas palabras, abrazó al moreno que estaba sorprendido, pues había repetido las mismas palabras que Catarina le decía y bueno, quizás ellos dos eran raros, pero eran raros juntos, se tenían el uno al otro y no necesitaban nada más.
-Magnus –llamó Catarina desde el umbral de la puerta –necesito que me acompañes a la dirección ahora.
- ¡Vanos Manus! –Gritó Alec tomándole la mano al moreno.
-No Alexander, tu no.
-Pelo...
-Ven chico ¿no lo quieres unas galletas? –Preguntó Luke, Alec sonrió abiertamente y corrió hacia el hombre lobo, Magnus rio enternecido antes de correr detrás de Catarina, la cual caminaba con premura.
-Magnus rápido –apresuró ella y Magnus intentó correr lo más rápido que sus piernitas cortas le daban. Una vez sentado frente al escritorio, Catarina miró a Ragnor quién tenía un pequeño bulto contra su pecho.
- ¿Qué es eso? ¿Es otro bebé? –Preguntó Magnus con sus ojos brillando.
-Exacto, es otro bebé, pero no es cualquier bebé, se llama Isabelle Lightwood y ella es la hermana de Alexander.
Magnus ahogó un gritito mientras se ponía en pie y corría hacia Ragnor.
- ¡Quiero ver, quiero ver, quiero ver!
-Magnus te lo estoy diciendo porque confío en ti y necesito que la cuides muy bien –indicó Catarina mientras miraba con ternura como Magnus recostaba su cabecita en la pancita de la bebé –al igual que cuidas a Alexander... ella cuando sea grande también podrá ver el mundo de las sombras y se sentirá muy desprotegida.
- ¿Ella también ha huido de la guerra contra El Círculo?
- ¿Le contaste? –Preguntó Ragnor fulminando con la mirada a la bruja azul–. Es un niño Catarina.
- ¡No soy un niño, ya soy grande! –Refunfuñó Magnus–. Y Catarina no me ha dicho mucho, sólo me ha dicho que Alexander está aquí a salvo... así que su hermanita también está a salvo...
-Por supuesto que sí Magnus –respondió ella ignorando la ceñuda mirada que le lanzaba Ragnor –así que por favor necesito que seas su amigo.
-Es hermana de Alexander, seremos muy buenos amigos y él se pondrá muy contento.
-Espera Magnus... –Catarina suspiró pesadamente –tenemos órdenes de sus padres, ellos no deben saber sobre el mundo de las Sombras... o al menos no hasta que estén listos, Alec hasta ahora es un bebé ¿lo entiendes? –Magnus asintió con fervor –ellos sabrán que son hermanos pero no ahora, así que no le puedes contar a Alec ¿está bien?
Magnus se irguió en toda su altura e hizo un saludo militar.
-Yo cuidaré a los hermanitos Lightwood.
La bruja sonrió de lado y le acarició con suavidad la mejilla al moreno.
-Estoy completamente segura de que lo harás.
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