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Capítulo 13



















-Estoy tan enojada contigo Alexander –gruñó Isabelle furiosa recostada en el pecho de su hermano mayor, quien le acariciaba con suavidad el cabello a la chica.

-Si bueno, yo estoy enojado con éste idiota –refunfuñó Alec mirando mal a Jace, quien rodó los ojos.

-Y yo con mamá ¿por qué siempre quiere hacerse la víctima cuando es ella quien siempre mete la pata? –Se quejó el rubio latoso.

-Ustedes ni hablen, sus padres no los engañaron ocultándoles lo que eran –señaló Clary con pesadez mientras dibujaba distraídamente en una libreta que le había regalado Isabelle.

Los cuatro chicos se encontraban sobre el tejado del instituto huyendo de sus respectivas molestias ahora.

-Mi madre lo hizo –señaló Isabelle mirando a la zanahoria chillona.

-Al menos tu padre no es un asesino psicópata –dijo Clary con tristeza.

-No, pero nuestros padres biológicos ayudaban a ese asesino –apuntó Alec pasando el brazo por los hombros de Jace.

-La vida es un asco ¿saben? –Preguntó Magnus mientras caminaba con extremo cuidado sobre el tejado; el brujo se sentó junto a su novio a pesar de que éste se negaba a verlo–. El mundo está podrido, hay maldad, hombres malos...

-Y mentiras –gruñeron los cuatro Nefilims molestos. Alec lo espetó con acidez mientras miraba a Magnus con ira.

-Y mentiras, claro –el brujo suspiró cerrando sus ojos marrones para abrirlos nuevamente mostrando aquellas pupilas de gato que a Alec tanto le gustaban–. Pero el caso es... –continuó–. Que hay mentiras necesarias.

Alec rió amargamente.

- ¿Mentiras necesarias? –Preguntó realmente ofendido poniéndose en pie con tal rapidez que perdió el equilibrio y se balanceó peligrosamente por la cornisa, todos se pusieron alertas pero Magnus fue el que saltó hacia el chico y lo haló hacia sí mismo. Los dos chicos se estrellaron pecho con pecho y Alec se sonrojó completamente mientras su corazón latía a una velocidad desorbitante–. Lo siento –musitó Alec completamente avergonzado; trató alejarse pero lo cogió de la cintura y lo abrazó contra sí mismo, Alec negó–. Ahora no por favor...

-Ahora sí Alexander, sé que cometí un gran error, no te dije la verdad, no te conté lo que sucedía pero no quería que te preocuparas.

- ¿¡Cómo no iba a hacerlo!? –Cuestionó Alec furioso casi gritando mientras que los demás chicos los miraban incómodos queriendo irse pero sin saber cómo hacerlo sin verse tan obvios.

-A eso quiero llegar... no sólo contigo sino con todos, existen mentiras necesarias –Alec rió nuevamente con amargura pero Magnus lo interrumpió antes de que siquiera comenzara a hablar–. Alexander yo no quise decirte y le pedí a Jace que no lo hiciera porque ibas a entrar en pánico, porque arriesgarías tu vida simplemente para salvarme.

- ¿Simplemente Magnus? Eres mi vida entera.

-Yo no valgo tanto...

- ¡Para mí sí! Magnus no sólo se trata de ti, aunque te amo y no me imagino una vida sin ti a mi lado, estamos hablando de todo el submundo subterráneo.

-Ellos no son problema tuyo.

-Pero tú sí, tú lo eres, mi familia lo es, estamos hablando de mamá, la mujer que me crió, me amó y me cuidó desde que estaba pañales, estamos hablando de mi tío Ragnor, de mi tío Raphael, de Luke ¡fue nuestra niñera muchos años! ¡Soportó que Isabelle y yo le pusiéramos una corbata mientras jugábamos a pasear el perro!

Jace soltó una risotada, Clary frunció el ceño.

- ¿Luke es un hombre lobo? –Pregunto la zanahoria.

-No lo sé –dijo Jace –parece más un chihuahua según lo describe Alec.

Clary lo ignoró y suspiró frustrada.

-Tantas mentiras...

-A eso quiero llegar, Alec entiendo que quieras proteger al mundo de subterráneos, pero no siempre vas a poder hacerlo ¿bien? Debes entenderlo, si les mentimos... o no les dijimos la verdad es porque no queríamos que estuvieran en peligro.

-Magnus quiero hacerlo, quizás no sólo pero ayúdame, ayúdame a matar a Valentine, a salvar a nuestra familia, ayúdame para que tengamos un futuro juntos, porque es lo que yo más deseo en el mundo.

Magnus le acarició suavemente la mejilla a Alec y asintió.

-Sí, por supuesto que lo haré.

-Yo me apunto –dijo Jace poniéndose inmediatamente en pie.

-Tú definitivamente estás enamorado de la idea de morir –reprendió Alec, pero lo hacía sonriendo.

-Bueno, si voy a hacerlo al menos lo haré con mi Parabatai.

Isabelle se puso en pie.

-Bueno yo también lo haré, Alec tiene razón, no dejaré morir a mi familia.

-Debes entrenar de Isabelle –gruñó Alec.

-Lo haré, después de todo eres un gran guerrero y me puedes educar.

-Yo soy mejor –apuntó Jace.

-Bueno entonces, tinturado, puedes ayudarme –dijo la chica sonriendo abiertamente; Jace frunció el ceño.

-Soy un rubio natural.

-Quiero ayudar –dijo Clary, todos negaron con fervor.

-Ni siquiera lo pienses –dijo Alec–. Lo siento en serio, pero eres una mundana...

- ¡No lo soy! ¡Soy una Nefilim!

-Ella tiene razón en eso –indicó Jace; Alec lo fulminó con la mirada–. ¿Qué? Es verdad, sí, puede que sea pequeña, insignificante y completamente inútil...

- ¡Oye sigo aquí! –Gruñó Clary y Jace le ignoró épicamente.

-Pero... –continuó –es una Nefilim ¿no querías tú también entrenar? Alec ¿por qué no le das el mismo derecho?

- ¿Se lo quitarás al igual que a mí? -Preguntó Isabelle; Alec refunfuñó y Magnus le acarició los brazos.

-Vamos garbancito, entre más ayuda tengamos mejor, después de todo iremos por el asesino más peligroso de toda la historia del mundo de las sombras.

Alec suspiró.

-Está bien, pero más le vale no estorbar.

- ¡Excelente! –Isabelle sonrió–. Entonces a entrenar, Valentine evitó que fuera la guerrera que en realidad debía ser.

-Mató a mis padres –indicó Jace con molestia.

-Gracias a él mi madre me ocultó la existencia del mundo de las sombras –indicó Clary.

-Isabelle y yo no podemos crecer con nuestros padres y no hemos conocido a nuestro hermanito.

Isabelle pareció sorprendida ante eso último, pues tampoco sabía que tenía un hermanito menor.

-Y quiere matar a nuestra familia –señaló Magnus para finalizar–. Pero no lo dejaremos.

Los Nefilims asintieron.

-Por supuesto que no –dijeron los cuatro chicos al unísono.

















ȏ.̮ȏ dos semanas después (•̥́ ˍ •̀)

















-Izzy, entiendo que estés enojada conmigo, pero no puedes pasarte todo el día, todos los días en el instituto, debes volver con los mundanos...

- ¿Y por qué Alec no lo hace? –Preguntó la chica con molestia; el ojiazul la mira con reproche–. A mí déjame fuera de esto.

Isabelle rodó los ojos pero asintió; Catarina miraba con preocupación a la chica.

-Pasas todo el día entrenando junto con Clary Fairchild, tu hermano y Jace Herondale, debes descansar.

- ¡No quiero descansar! Me has negado mi educación Nefilim por años, quiero entrenar ¿es tan difícil entenderlo, madre? No, no creo que sea difícil entenderlo.

La bruja suspiró con pesadez.

-Está bien, tú ganas sólo termina por hoy, deberíamos irnos a casa.

Isabelle miró a su hermano, éste se encogió de hombros antes de mirar a su madre.

-Mamá yo ya tengo dieciocho años y...

-No lo digas Alexander, por favor...

-Quiero quedarme el Instituto con mi Parabatai.

La bruja hizo un puchero.

-Pero eres mi bebé.

-Madre –Alec le sonrió enternecido y abrazó a la bruja contra su pecho–. Siempre lo voy a ser, pero es mi Parabatai, quiero entrenar con él, quiero dedicarme a terminar mis estudios y sé que podré concentrarme más si estoy en el instituto ¿Lo entiendes? –Catarina asintió con la mirada triste, Alec le besó la frente–. No estés mal, los dos sabíamos que algún día iba a pasar.

-Lo sé, pero no quería que fuera tan temprano...

-Yo también me quedaré.

-Tú no, Isabelle –cortó Catarina.

-Pero madre, Alec...

-Alexander ya tiene dieciocho años, es mayor de edad...

-Tengo derecho a quedarme.

-Eres una niña –repitió Catarina.

- ¡Deja de tratarme como una porque no lo soy! ¿Me vas a entender?

-Madre, deja que se quede esta noche.

-Alexander por favor...

-Clary también se quedará...

-No lo hará –cortó Jocelyn mientras entraba a la sala de entrenamiento–. Nos vamos Clary.

-No lo haré, ésta noche me quedaré con los chicos...

-Te he dicho que no lo harás –refunfuñó Jocelyn.

-Sí, lo haré.

-Vamos Jocelyn –habló Magnus mientras entraba a la sala de entrenamiento–. Son tiempos difíciles, deja que tu hija se divierta.

-No interfieras brujos.

-Tú no le digas que hacer –gruñó Alec–. Clary se quedará, sólo quiere divertirse, le has mentido toda su vida ¿No crees que deberías darle un poco de libertad? –gruñó Alec con frialdad; Catarina le dio una mirada de reproche pero no dijo nada en absoluto.

-Clary por favor –imploró Jocelyn pero la zanahoria no dio su brazo a torcer, se cruzó de brazos y miró a su madre retadora.

-Me quedaré –finalizó; Jocelyn suspiró pesadamente pero le besó la frente a su hija.

-Está bien, pero sólo esta noche.

-Tú igual Isabelle.

-Sí madre –respondieron las chicas al unísono.

Jocelyn y Catarina miraron a sus respectivas hijas con preocupación antes de rodar los ojos, Jocelyn se retiró un rápidamente de la sala de armas, Catarina extendió la mano hacia Magnus.

-Magnus amor.

El brujo negó.

-Yo me quedaré con Alec.

-No lo harás –gruñó Maryse apoyada en la pared de la sala de armas.

¿Cuánto tiempo llevaba allí? Nadie lo sabía.

-Tú no me dices que hacer.

-No, no lo hago, pero mi marido y yo manejamos el instituto de Nueva York y acá no se quedan brujos, en serio –preguntó Magnus con frialdad.

-Pues es hora de cambiar las reglas, donde esté Alec, ahí estaré yo.

La mujer se acercó peligrosamente a Magnus mientras lo miraba molesta.

-Te he dicho que te vayas, ahora.

Alec se puso entre Maryse y su novio.

-Si me aprecias todavía, no le hablarás a Magnus así –dijo con frialdad–. Es mi novio y se quedará conmigo ¿lo entiendes?

La mujer frunció el ceño y retrocedió un par de pasos.

-Pero Alexander...

-No me importan tus creencias, aquello que te hizo unirte al círculo, tu desprecio por los subterráneos o todas las cosas estúpidas que pasen por tu mente, pero mi novio se queda conmigo ¿Lo entiendes?

Maryse frunció los labios pero no dijo nada, Alec un gruñó y tomó la mano de su novio entrelazando sus dedos con los de Magnus.

-Vamos amor, aquí el ambiente está pútrido –espetó mirando a Maryse; Catarina suspiró.

-Está bien Magnus, sólo ten cuidado aquí –lo dijo mirando también a Maryse con frialdad antes de retirarse.

-Vamos Clary –Isabelle la tomó del brazo–. Hay mucho que hacer.

La zanahoria asintió y se dejó llevar por la chica hacia su habitación.

Jace, Alec y Magnus caminaron hacia la habitación qué se le había dado ojiazul.

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