El amor desinteresado
Dia 1 AU OMEGAVERSE EN LA ANTIGÜEDAD
Yuuji había nacido en una familia acomodada, por lo que saber su casta no le había causado tanto temor como lo que sabia era nacer en una familia de escasos recursos.
Aun así, eso no significaba un cambio mucho mejor.
Yuuji era un omega, por lo que su único camino en la vida, seria el casarse y servir a su futura pareja alfa.era lo que decía la mayoría de los adultos, el médico y profesores.
Le habría gustado llegar mas alto en la vida, trabajar codo a codo con sus hermanos mayores en la finca, subir a caballo y sentir el viento fresco en su rostro. Pero ya no se le permitía nada de eso. Ahora eran clases de cocina, de tejido, de cuidado de los niños. Todo a ser enfocado a cuando tuviera sus cachorros y un alfa al que atender.
Yuuji sopeso muchas veces el quitarse la vida, tenia miedo de la forma en la que desde el momento en el que se supo era un omega fue mirado, en la lascivia a su alrededor, en el despectivismo a su persona. Su padre y sus hermanos nunca cambiaron su trato, puesto que para ellos se convirtió en la joya del hogar.
Pero sabia que no todos pensarían lo mismo.
Entonces a la llegada de su dieciseisavo cumpleaños, supo de los labios de su padre que concertaría citas en matrimonio, que haría fiestas de sociedad en la que pudiera conocer alfas en edad casadera.
—Es lo que se hace Yuuji— le habia dicho con pesar pesar su mirada.
Yuuji bajo la mirada y acepto su destino, con el temor de ser convertido en un trozo de carne para ser exhibido.
Pero no fue así.
Yuuji asistió fuertemente custodiado por sus hermanos y a pesar de que hablo y convivio con otros omegas de su edad y alfas, no lo dejaron sentirse intimidado. Fue... divertido.
Entonces comenzaron a llegar las cartas, lujosas con aromas variados. Todas y cada una de ellas propuestas de alfas de renombre y otros tantos de mediano poder y conexiones.
No mentiría si le preguntaban que le dio miedo el hecho de ver que algunas de ellas eran quemadas directamente en la chimenea y otras tantas separadas para luego ser mejor examinadas.
—Al final es tu decisión Yuuji...— le decía su padre, pero hubo que saber los pormenores de los nombres para entender qué; lo que se esperaba era que considerara al más adinerado.
De esa forma comenzaron las citas. Primero; conoció al alfa Megumi Fushiguro, un tanto taciturno pero buena compañía.
Su clan se especializaba en protección, alfas y betas; e incluso un par de omegas, que fungían como guardaespaldas de personas importantes. Sin embargo, Yuuji no sintió esa chispa, esa conexión que le dijera que estaba bien tener un para siempre con esa persona.
Su segunda cita, se trato de el alfa Goyo Satoru. Desde el primer momento sintió su corazón latir cuando vio lo guapo que este era, su posición como único heredero de una de las empresas mas prestigiosas le daban puntos extras y su aroma único.
Pero algo no andaba bien con ese hombre. A pesar de verse tan fuerte, tan seguro de si mismo, sentía que había algo que en realidad escondía.
—Vine por obligación — Le había dicho — La verdad es que la persona que me gusta es un hombre beta y... eso no puede ser para mi estatus—
Yuuji lo comprendido desde su posición como omega que se veía obligado al matrimonio como único destino en la vida, por lo que acordaron ser amigos. Decidió esa tarde que no buscaría a su alfa entre tantos hombres de una lista, decidió que esperaría a que el destino los reuniera.
Su padre y hermanos no se opondrían a su decisión, puesto que a pesar de todo lo amaban y; aunque su destino aun era casarse; cosa que haría, quería que el encuentro con el destino fuera menos forzado.
Así paso un año, luego dos y; para la primavera de sus dieciocho años, su familia se había convertido en el hazme reír del lugar al tener a un omega soltero a la edad que Yuuji tenía.
Esa primavera, fue a una reunión donde se encontraría de nuevo a Goyo, del brazo de un hombre de cabello largo que portaba un anillo en su dedo, uno igual al de Goyo.
Yuuji levanto su copa, sonriéndole por su felicidad encontrada. Entonces se decidió a caminar por ahí; en el gran jardín de esa mansión. Llego a lo que le pareció un pequeño santuario y; viendo a todos lados, se descalzo.
Uso sus manos para levantar su kimono, dando pequeños saltos en el pasto, corriendo un poco de aquí allá oliendo las flores, sonriendo por la luz del atardecer. Entonces en una de sus tantas idas y venidas, choca contra la ancha espalda de alguien, haciendo que de esa manera vaya a dar al piso y; del susto se fuera de lado en el estanque de peces que había a un lado.
—Mi error... — le dice el que ahora distingue como un alfa, este le extiende la mano, a lo que Yuuji la toma para levantarse
Al hacerlo es que puede verlo bien, no lleva una vestimenta tradicional, sino lo que sabe es un traje extranjero.
Su aroma lo cautiva e intenta esconder su sonrojo entre las mangas de su ropa. Cuando por fin recupera el habla, para preguntar el nombre del alfa, las voces angustiadas que gritan su nombre son interrumpidas.
—¡Yuuji! ¡O por dios Yuuji! — le grita Gojo Y su hermano Choso
—Estoy bien — respondió —Perdí la noción del tiempo y luego tropecé y caí—
Yuuji ve como su hermano se hace a un lado para hablar con el alfa que no conoce, mientras es guiado dentro de la mansión para conseguirle un cambio de ropa.
Una semana mas tarde, estando en cama debido a la gripe, recibió en su alcoba un enorme ramo de flores rojas, pero lejos de ser un ciento de ellas cortadas y envueltas bellamente, la realidad es que se trata de una enorme maceta.
Yuuji sonríe ante el gesto, púes no sabe como es que este alfa intuyo que su amor por las flores no era el verlas cortadas, sino florecer vivas por mucho tiempo.
Y así pasan las semanas, recibiendo flores, libros, detalles pequeños que casi nadie conoce. Enviándose cartas, teniendo citas de té por las tardes.
Algunas son cosas que le sorprenden por el hecho de que son de su gusto, pero no lo sabía, hasta que una tarde recibe algo que siempre deseo.
—¡Es un caballo! — grita emocionado mientras corre a las caballerizas —¡Es mío, es mío! ¡No lo toquen, es mío! —
—Yuuji, sabes que no...— le dice Sukuna, uno de sus hermanos
—¿Por qué no? — pregunta el alfa Nanami —Se que aquí las tradiciones son diferentes, pero de dónde vengo se considera elegante que un omega monte a caballo—
Escucha a sus hermanos intentar ahogar la risa y sonrojarse, lo que hace que el alfa Nanami tosa y vea a otro lado. Yuuji no los entiende y no se preocupa, no cuando el rubio lo ayuda a montarse. Este pronto lo acompaña, saliendo a la pradera a dar un paseo.
—¿Te han gustado mis regalos? — le dice el alfa
—Lo han hecho— responde sonrojado hasta las orejas
—He escuchado cosas en el pueblo — le dice el alfa y Yuuji se tensa apretando mas las riendas —Pero quiero que sepas que el hecho de que esperaras me parece una buena decisión, no solo porque se me ha permitido cortejarte, sino porque demuestra tu posición con la frente en alto, un omega valiente y digno—
Yuuji siente que sus ojos se llenan de lágrimas, volteando el rostro para que no ser visto de esa manera. Llegan a un claro y Nanami lo toma de las caderas para ayudarle a bajar del caballo. Ahí; el rubio no duda en hincarse sobre el pasto, mostrándole una cajita con un hermoso anillo dentro.
—Se que nos conocemos desde hace poco, pero me haría muy feliz que aceptaras ser mi omega—
Yuuji no contesta, porque el calor que repta por su mano sostenida le avergüenza, pero mueve la cabeza una y otra vez mientras llora para decir que sí. El anillo es deslizado en su dedo, con un cariño y cuidado desmedido.
Es una joya hermosa, pequeña pero elegante, tal como le gusta, sin llamar demasiado la atención. Yuuji sabe que hizo bien en esperar, porque la conexión que sabe siente en su corazón y su alma, es lo que; desde que supo que era un omega, era lo que estaba buscando.
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