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7.- UN CHIQUILLO

#AoKaga #Vampiros #Tigre cambia forma #Nopor con trama #Reyes #Consentimiento dudoso #Celo #Taiga Menor de edad(15) #Daiki adulto







Era un chiquillo, para el aún era un jodido chiquillo.

Si le había visto corretear su cola hacia unas horas antes, entonces porque ¿Por qué en ese momento las ansias por devorarle le consumían el cuerpo como si muriera de hambre?

Porque sentía su garganta escocer, sus dientes sangrar por querer sentir su tierna carne.

Aomine se estaba volviendo loco. Taiga había quedado a su cuidado para ser protegido, no devorado. Aún recuerda la noche en la que el clan Akashi lo dejara a su cuidado.

—Eres solitario— le había dicho Seijuuro mientras su esposo cargaba un bulto entre sus brazos —Confió en tu juicio Daiki, hasta que este niño no pueda tomar su trono, no debes descuidarlo—

De eso ya habían pasado 9 años, Taiga ya no tenía 6 años. Su conciencia le decía que no podía, que era un chiquillo, pero su parte baja vibraba con cada movimiento de este.

Cada que lamia sus labios cuando la miel se derramaba en ellos, cada que el calor del verano lo obligaba a quitarse la camisa y dejar ver su vientre plano, cada que se quedaba dormido en algún rincón donde no diera tanto el sol y su trasero fuera mostrado en esa lujuriosa posición.

—El chiquillo tiene que irse— decía exaltado tras el teléfono —Ya no puedo soportarlo—

Daiki sentía que su cordura pendía de un fino hilo. Ya no comía adecuadamente porque cada gota de sangre que bajase por su garganta se sentía indecente, soñando que el néctar rojo fuera de Taiga, deseando que el cuello de su víctima fuera el de Taiga.

—Envía a Kouki por el Seijuuro o te juro que lo matare—







Taiga corría por el bosque lleno de un profundo dolor. A penas recordaba retazos de su niñez y aunque lo hacía a veces, en su corazón lo único en su corazón era hacer feliz al gruñón vampiro moreno. No supo cuando fue que comenzó a verlo de distinta forma, no sabe cuándo es que comenzó a dejar su aroma en toda su ropa, su pelaje cuando invocaba a su animal interior y se revolcara en su cama a pesar de que el mayor lo odiaba.

—Es porque soy un mocoso— se dijo a si mismo mientras abrazaba sus piernas y lloraba






Daiki buscaba aterrorizado por la mansión al intrépido tigre. Se odiaba como nunca antes en su larga vida por no saber medir sus palabras.

En cuanto dejo el teléfono en su lugar fue que sintió el aroma de Taiga. Con seguridad había escuchado sus palabras y habían sido mal interpretadas.

Daiki sabía que Taiga podría estar en peligro si alguien que no fuera el circulo de reye lo encontraba. Habiendo sido apenas un cachorro su familia había sido atacada por las arañas de la montaña. Sus padres, los reyes de Seirin fueron ultimados, así como la mayor parte de la corte.

En un intento desesperado por salvaguardar la línea real, habían enviado a Taiga con Seijuuro, fuel amigo del reino, además de yerno de los reyes por haberse casado con Kouki, el segundo príncipe.

Sin embargo no se habia quedado con ellos no solo a que podía ser un blanco mas fácil, sino a que Kouki estaba embarazado. Seijuuro no quizo poner en riesgo a su familia y como buen Leon territorial envio al pequeño con el mas fiel de sus aliados.

Aomine Daiki, el rey solitario.

Al pasar de los años y ver crecer a Taiga, Daiki había sentido como sus sentimientos mutaban. Primero había sido un aliado, luego un padre, después un amigo y al final un enamorado.

Se sentía tan mal por sus sentimientos que los había apartado, pero con el crecer abrupto de Taiga, propio de su especie, las cosas se habían complicado.

Desde Taiga dejando su aroma territorial en su ropa y cuerpo, hasta esa seducción propia de los gatos. Daiki no dormia por el temor de un celo próximo, de que alguien que no fuera el le tocara, de que es su momento mas débil fuera atacado.

Y Taiga no le ayudaba en nada. Esas miradas, esa ropa corta. Los movientos de sus nalgas al caminar, su vientre esculpido cuando se ponía a entrenar, esa cara sonrojada cuando lo hacia reír...

Daiki moriría a base de masturbarse en la ducha con las imágenes pecaminosas que evocaba en su mente. Fue entonces que lo sintió. Un rastro de un aroma dulzón que reconoció.

Daiki rugióm como si de una bestia se tratara mientras desaparecía en medio de una bruma oscura de puro poder y destrucción.







—Daiki... mngh... Da-Daiki—

Taiga no sabía lo que le pasaba, solo que de pronto las ganas de llorar se marchaban, cambiadas por un calor que le envolvía la piel. Intento invocar a su tigre, pero este solo lloro en frustración. Taiga se tambaleo en dirección a su hogar. Hablaría con Daiki de su próxima salida de la mansión en cuanto le ayudara a sanar. Quizá iría al bosque, de viaje a algún lugar, no lo sabía, lo que si era que se iba a alejar.

—Pero que tenemos aquí— escucho de la nada —Un jugoso gatito al cual compartir—

Un par de hombres; al parecer lobos, estaban a unos metros de él, taiga no estaba para perros pulgosos, por lo que cambio de dirección para no cruzarse con alguno, pero los malditos habían saltado a él.

—No, no, no— le dijo el otro tipo —Quédate a rodar por el pasto con nosotros—

—Al infierno par de bestias— les escupió el pelirrojo

—¡Un luchador!— grito uno de ellos —Me encanta, pero descubrirás que nada puedes hacer—

Taiga fue enviado al suelo de una patada en el vientre, haciéndole que vomitara copiosamente. Intento defenderse, pero noto con horror que no tenía fuerza para hacerlo. Quería luchar, matar, desgarrar, lo que fuera para que ese par de hombres dejaran de arrancarle la ropa, pero no solo no tenía fuerzas, si no que su entrada rebozaba en agua.

—Tan jugosos— dijo uno de ellos —Y tan mojado de aquí— siseo mientras lo tocaba

Más un chorro de sangre cayo en su torso desnudo, viendo como la cabeza del tipo rodaba, Taiga lloro sin vergüenza cuando vio a Daiki en todo su esplendor. Mortales alas negras, y mirada llena de destrucción.

Taiga olisqueo el ambiente, gimiendo y volviéndose duro en su parte baja cuando sintió el olor. Un fuerte aroma a tierra húmeda y limón, su pecho vibro y ronroneo por la sensación fuerza y superioridad en el aire.

—Daiki...— le escucho gemir el moreno —Por favor... Daiki...—

Daiki sintió un gruñido reverberar en su pecho, acercándose un poco al lio erótico en el que se había convertido Taiga, tal y como lo había imaginado en el más bajo de sus sueños.

—¡Esa es mi presa!— escucho el moreno a sus espaldas

Pero lo único que este hizo fue levantar su mano y con sus largas y afiladas uñas cortarle la garganta.

—Taiga es mío, escoria—

Taiga ronroneo nuevamente por la muestra de poder, dándose cuenta el moreno que el tigre ya había elegido a su macho y estaba orgullosamente extasiado de ser el. Daiki no quería ser odiado si lo tomaba para si en esa situación, se sentía un cobarde y repugnante, pero vio en los ojos rojos llenos de placer la aceptación a la unión, el deseo lleno de fervor.

—Si te tomo— dijo el moreno —Sera un para siempre aunque me odies—

Taiga giro sobre su vientre en el pasto, arrancando el resto de su ropa con sus garras, mostrando su húmedo y dilatado agujero en cuanto sus caderas alzara, separo con ambas manos las grandes mejillas, teniendo Daiki un primer plano de esa zona rosada.

—Mio... Daiki se mio— escucho el moreno

—A tus órdenes— gruño el moreno

Con su fuerza arranco su ropa sin importarle, se hundió lanzando un grave gruñido que espanto a las aves, vio con placer como el pelirrojo se derramaba en el suelo, sintiendo el apretado canal engullirle.

—Me perteneces ahora, te pertenezco ahora— le dijo, comenzando a moverse con rapidez, escuchándose el sonido de los golpes de piel contra piel —Repítelo ¡Es una orden!—

Taiga balbuceo a penas lo pedido, arañando la tierra, dejando los surcos de sus garras mientras gritaba.

—¡No pares, no pares Daiki!—

Taiga sentía la saliva acumularse en su mentón, su boca abierta y su lengua fuera de sus labios, cerrando los ojos cuando sintió el semen derramarse de su pene, dejando un charco blanquecino debajo suyo, sentía los lazos de sus almas unirse en uno solo y como el moreno mordía entre su cuello y hombro, acción que no logro otra cosa que enviarlo muy lejos lleno de placer.

—Eso es ¡Lleno de todo lo mío! Pronto cachorros poblaran este bosque—

Daiki dejo fluir su poder, las alas malditas revoloteando fuera mientras se corría en el interior de su Taiga, cada movimiento en su interior hacia que parte de la semilla se derramara fuera, escuchando las quejas, el cómo se apretaba con la única finalidad de no dejarlo ir.

—No te preocupes— le dijo Daiki mientras mordisqueaba su oído —Aun nos queda tiempo, te llenare de placer—

Quizá Taiga se arrepintiera o no después, quizá Daiki le confesaba su amor, quizá... pero en esos momentos disfrutaría del placer.

—Tómame más, mi vampiro— le dijo Taiga al moreno, mientras separaba sus nalgas dejándole ver el escurrimiento de su semen, invitándolo a perderse en el placer.

FIN

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