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5.- QUEDATE A MI LADO


#Dejavu #AngelCaido #Mpreg #ReyesDestronados #Fluff

Realmente las cosas no cambiaban, tanto como cualquier otra persona pensaría.

En todo lugar no había cosa que no le hiciera recordar.

De un momento a otro un hombre de las gafas y cabello verde; saldrá de la oficina del banco, exhibiendo un recibo como quien sujeta un roedor por la cola. En tres, dos, un segundo, sacará el teléfono móvil del bolsillo derecho de su pantalón, y de los nervios se le caerá al suelo.

Y es justo lo que sucede, la única diferencia en ello es la ropa, los dedos vendados del hombre, el extraño objeto en la otra mano y que la razón por la cual se le cayese el teléfono fuera el chico de cabello negro que le salto a la espalda en el momento menos indicado.

Sí; ha visto esa escena antes. Quizá la pareja está en vías de comprar una casa, o quizá ya la compraron y ese recibo es la prueba de su más grande obra; al menos en ese tiempo, donde comprar una casa es más difícil que esconder un cadáver.

Y del otro lado de la calle, un par de jovencitas harán como que buscan algo en su mochila, y cuando un chico de preparatoria se las cruce de camino al lugar donde a esa hora suele desayunar lo mirarán con disimulo. La del pelo más corto susurrará algo al oído de cabello rosado y estallarán en risas.

Todo lo observa desde su privilegiada posición en el café de en medio de la zona comercial. Hace mucho que le perdió el gusto al sabor de las cosas, hace mucho que todo a su alrededor solo son imágenes que; aunque no quiera, le hacen recordar el pasado.

Todo es diferente, pero igual de la misma forma.

La misma gente, los mismos gustos, las mismas ambiciones así como la misma bondad y sobre todo, sobre todas las cosas el mismo mal.

Todo es pasajero, pero en todo lugar, minuto a minuto, hora a hora, todas lo que veía a su alrededor en el día le eran anunciadas con breve antelación, de tal manera que le resultaba tan inútil el intento de evitarlas, que le es sustraído dek alama, justo en el último instante, la natural reacción que cada una debiera darle.

No hay sorpresa, no hay reacción. A veces piensa incluso que su rostro ya no tiene facciones, a veces tiene pesadillas mientras duerme que no hay ojos, labios, nariz, cejas, despierta con falta de oxígeno; si es que este aun pasa por sus pulmones, tanteando con la yema de sus dedos cada relieve de este, asegurándose de que todo esté ahí.

Es curioso recordar o sentir, un momento o lugar e incluso una persona. Tu mente, todo en ti te dice que no; no has estado ahí, nunca has sentido eso antes, no le conoces, pero tu cuerpo, una parte de tu alma o tu psique, te dicen lo contrario, está ahí, recuérdalo.

Por lo que te sumes en una contradicción que desespera, que molesta, algo que te intriga y que al final, terminas en dejar estar por la paz, tu paz mental.

Sea o no sea, el recuerdo estará ahí y si se va o no se va, no importa ya.

Seijuuro después de mucho tiempo ha dejado de preocuparse; es más, se divierte encontrando esas pequeñas cosas como las acciones de la pareja o las jovencitas. Un pequeño hobby del que disfruta para entretenerse.

Es en su larga vida algo que le ayuda a sobrellevar el conocimiento, las perdidas y la tristeza.

Paga la cuenta de su bebida ya fría, ignora la mirada de la camarera, el sonrojo en sus mejillas, el suspiro. No hace ni forja conexiones, más que con las personas con las que comparte el pecado.

Siente la vibración de su teléfono, ya no se asombra sobre el avance de la tecnología, e incluso muchas veces a contribuido con estas. Ve el mensaje, claro y conciso.

—Esta vez no llegues tarde—

Seijuuro es el único de entre sus amigos que siempre está solo, los únicos a los que aun considera en alguna de sus decisiones so ellos. Esa tarde es el reencuentro después de; ¿Un siglo? Quizá menos o más, no le importa.

Odia esas reuniones porque todos al tener alguien a su lado, le desean que encuentre pareja.

Eso nunca iba a suceder.



La reunión no fue tan mala. Se limaron asperezas, se contaron anécdotas, se conocieron parejas. Es entonces que lo ve. Y el deja vu aparece rápidamente.

El chico corre, es distraído, caerá sin dudarlo a la acera.

Pero no sucede. En cambio el chico pasa a su lado y choca con él. Eso no lo vio venir porque su presencia es abrumadora, al pasar no habrá quien no se haga a un lado a pesar de no estar cerca. Este niño no solo hace que vayan a dar al suelo por el empuje, sino que le ve con horror mientras se levanta con las manos en su pecho, ve a todos lados como ciervo enceguecido, no media una palabra y vuelve a salir corriendo.

Seijuuro sigue en el suelo, sus manos tiemblan uno; por la ira de su poca educación, y por el temor sobre sí mismo al sentir el picor en su nariz, el hedor a miel y verano de la sangre que se impregno en su costosa camisa.

En sus más de 200 años de vida solo una vez sintió ese aroma. Ese aroma que le hace evocar azucenas, el rojo del atardecer y holanes al viento.

Una cortina roja que vuela con cada vuelta en su eje, mejillas nacaradas y besos en su frente.

El corazón antes frio de Seijuuro late con rapidez, está seguro que luego alguien tendrá que limpiar su error, uno que no está dispuesto a negar.

Dos segundos de su nata velocidad le llevan al dueño de ese aroma.

Yace en un callejón cualquiera, esta sobre sus rodillas mientras esa preciosa sangre brota de sus labios, la capucha no le deja ver el rostro, pero si lo que tiene entre sus manos. La mochila que antes no había visto porque la traía al parecer en su espalda, la sostiene como si nada más importara, ni la vida que se va de su cuerpo con cada golpe y después arcada.

—Déjenlo— ordena

A lo que el par de hombres se detiene, es entonces cuando ve el par de luceros castaños cuando levanta la mirada. Lagrimas caen de sus ojos, mismas que hacen un camino por su magullado rostro.

—Tú no tienes negocios aquí— le dice uno de los hombres, sacando un arma y apuntando en su contra

Mientras camina, bala tras bala impacta su pecho, sus piernas y la última, en su cabeza. Pero nada le daña, solo es vulnerable a una y está ahí, recostado en el suelo inconsciente.

—Mis órdenes...— les dice mientras levanta una de sus manos —Son absolutas—



Kouki despierta con un sonido molesto a su alrededor. El pitido es molesto, pero eso no es lo que hace que salte de la cama.

—¡Eri! ¡Devuélvanme a Eri!—

Acción que le cuesta un terrible dolor, notando que en lugar de encontrarse en un sótano mugroso, es una enorme cama de sábanas blancas y justo a su lado, se encuentra un hombre sentado en una mecedora, Kouki se aterra porque no sabe sus intenciones, cuando entre sus brazos ve a la pequeña.

—Hare lo que sea— le dice mientras cede al llanto —Pero por favor devuelmela—

—No deberías ofrecer tu vida tan a la ligera— Kouki escucha. No ha podido dejar de llorar, sus manos en puños tomando las sabanas.

—Entregaría mi vida, con ellos sabía que esperar, no sé quién es usted y... y le agradezco la ayuda pero...—

—Lo sé, tampoco confiaría en ti si las posiciones se invirtieran—

Kouki se ve obligado a explicar lo que le sucedía, con la bebe en brazos siente que solo una parte del peso sobre sus hombros se evapora, el hombre de cabellos rojos ha curado sus heridas, ha cuidado de él y de su bebe. Le dice cómo es que ha sido engañado por su pareja, que este de un momento a otro ha desaparecido con todos sus ahorros y dejado deudas. Que había enviado malas personas no solo por el sino que también por su pequeña.

—Dijeron que... que la entregarían a una familia que ha pagado por ella y que a mi... que a mi... n-no quiero decirlo, es humillante—

Kouki había estado escapando por meses, viviendo aquí y allá, moviéndose de lugar en lugar. Hasta ese día, que mientras compraba unos pocos víveres lo interceptaron. Siempre que salía lo hacía sin su pequeña, dejándola bien escondida en la habitación de hotel donde se encontraba. Esos hombres lo habían golpeado, pero había logrado escapar. Lo que no sabía y se dio cuenta después cuando fue acorralado era que no había sido así, ellos le habían dejado ir para que fuera por la bebe.

—¿Por qué me salvaste? Cualquier otra persona hubiese mirado a otro lado— además de que se preguntaba como lo había hecho.

—Quédate aquí— le dijo el pelirrojo —Lo solucionare todo—



—Eikichi, necesito que hagas un trabajo para mí y envía a Reo aquí—

En cuanto Seijuuro se aseguró de que el castaño dormía con la bebe entre sus brazos llamo a uno de sus mejores hombres, no iba a admitirlo ni bajo tortura, pero el enorme hombre era el mejor para el trabajo.

No dudo en acatar cada explicita orden tal y como la decía. Se desharía del problema de Kouki desde la raíz.

Reo no tardó en llegar, la ventaja de ser lo que eran les había dado ciertas habilidades y el de cabellos ébano nunca dudaba en utilizarlas.

—Me necesitabas Sei-chan— le dijo en cuestión de un parpadeo —Quiero que cuides a alguien, ni hagas que me arrepienta de llamarte—

—Me dueles Sei-chan, jamás haría algo como eso—

Por supuesto Reo estaba que lo mataba la curiosidad. Después de tanto tiempo sin verse, ser convocado por segunda vez en el día era... sorprendente, maravilloso ¡Necesitaba saber la razón detrás de ello!

En cuanto el pelirrojo le abrió la puerta, y vio la tierna imagen, Reo sintió que quizá varias decenas de años habían sido eliminados de su espalda.

—Hola— se atrevió a decir, temiendo romper el aura del par

Y es que lo que veía le hacía evocar sus alas de ángel. Blancas, como nubes esponjosas, frescas como el rocio matutino. Y es que el joven en la cama acunaba a bebe entre sus brazos como si de la pieza de porcelana se tratara. Hacia una era que había olvidado lo frágiles que las pequeñas cosas eran.

—Es una bebe muy linda— Le dijo mientras se sentaba a su lado —No desconfíes, vine aquí porque Sei-chan me lo pidió—

—¿Sei-chan?—


—Es que acaso este, no te dijo su nombre— hablo escandalizado mientras señalaba al culpable

—Lo lamento, con todo el ajetreo olvide presentarme, mi nombre es Akashi Seijuuro— hablo mientras le extendía una de sus blancas manos —Te presento a Mibuchi Reo—

—Es un gusto conocerlo Akashi-san—le respondió —Mi nombre es Furihata Kouki, es usted una señorita muy amable Mibuchi-san...— dijo en dirección al pelinegro, mientras que un hombre grande que recién entraba caía al suelo riendo con todas sus fuerzas

—Perdón ¿Dije Algo malo?—

—Soy hombre, pero no te culpo, mi belleza es innegable—le dijo completamente ruborizado —Un hombre muy bello, entiendes—


El rostro de Kouki se ruborizo, sin saber que decir a continuación, por lo que Seijuuro intervino, explicándole que el pelinegro y el rubio que recién habían entrado; y que aun reía, lo cuidarían mientras él y otros dos más se encargaban de su problema.


—Pero... pero... ¿Hay algo que pueda hacer? ¿Cómo voy a pagarle?—

Kouki sintió que de alguna manera el aura de la habitación cambiaba, no noto nada en los presentes; porque claramente no podía verlo, pero algo había pasado. Todo volvió a la normalidad cuando el pelirrojo le sonrió haciendo que su propio rostro se sonrojaba.

—Solo te quiero ayudar Kouki... a ti y tu pequeña—





Habían pasado seis meses del encuentro de Kouki con el grupo de Seijuuro.

Seijuuro

Incluso en su mente su nombre sonaba como algo prohibido. El paladearlo no hacía más fácil pronunciarlo. Kouki veía a su bebe crecer con la calma y la protección que siempre había deseado. Aunque ya estaba sintiéndose como una carga. Seijuuro costeaba cada necesidad suya y de su bebe.

Estaba triste por ello.


Reo-nee; como había insistido en ser llamado, le decía que era algo natural para él; es decir para Seijuuro, el dar, el apoyar.

—Antes de ti había sido así, en un tiempo muy lejano. Antes de que todo le fuera arrebatado, así que ¿Por qué no lo disfrutas?—

Kouki había querido saber que era aquello que perturbaba la luz del pelirrojo, su sonrisa empañada en algunas ocasiones cuando le veía, como si lo que viera no fuera el, sino a alguien más.

Esa noche se decidiría, hablaría y le diría que ya no era necesario que cuidaran de él. Que le pagaría cada centavo dado, pero que era hora de valerse por sí mismo, de luchar no solo por él; sino por su bebe.

No fue muy difícil esperar a que volviera, porque Seijuuro no se iba por mucho tiempo de la casa, Reo-nee y su pareja; así como el hombre llamado Eikichi y el de cabellos color plata no se encontraban, por lo que puso a su bebe en la enorme cuna de su habitación y camino al despacho de este.

Levanto su mano para tocar la puerta, pero fue recibido por la voz del pelirrojo antes de que lo hiciera.

—¿Cómo es que Seijuuro lo supo?— pregunto

—No podría pasar desapercibido el aroma de tu piel separados por un mar entero—

Kouki se sonrojo, aun no se acostumbraba a recibir esa clase de palabras del pelirrojo. Pero seria valiente y hablaría con él, antes de que las cosas empeoraban.

—Mi respuesta es no— le dijo el pelirrojo

—¡Pe-Pero aún no he dicho nada¡— le dijo

—Pero lo sé— le dijo mientras se acercaba y lo tomaba por las mejillas —Sé que quieres marcharte, que te menosprecias y sobre todo, crees ser una carga—

Seijuuro no le permitió bajar la mirada, algo que Kouki siempre hacia cuando se avergonzaba.

—Pero...—

—No soy la clase de hombre que haría algo solo por caridad, de ser así te hubiese entregado a una institución que pudiera ayudarte y desentenderme de todos tus problemas—

Seijuuro lo acerco a su cuerpo, apoyando el mentón en el cabello castaño, aspirando su aroma natural mientras pasa sus brazos.

—Me recuerdas a alguien— le dijo

—¿Tu esposa?— pregunto un susurro el castaño

—No, solo el amor que perdí, el amor por la vida, por el cielo, las estrellas. Tu sola presencia me hizo recordar todo aquello que había desechado—

—Pero... no valgo nada—

—Te equivocas... aquí; en mi corazón que alguna vez latió, vales más que la vida de cualquier otro, todo lo que eres tú y lo que tú amas, me es todo para mí ahora—

—¿Por qué?—

—Te amo, porque te amo—

Kouki cedió al llanto, cedió ante la presión de los sentimientos en su corazón, más cuando el pelirrojo se acercó a sus labios, cuando vio como con lentitud presionaba un dulce beso.

—Pero hay algo que debes de saber de mi— le dijo —Si eres capaz de aceptarme con ello, si puedes amarme; que ya es un deseo optimista de mi parte, me permitas estar a tu lado por la eternidad que nos espera. Si no es asi... te dejare marcharte—

Kouki paso saliva. Sentía que la habitación había cambiado, como si se sumergieran en un silencio pesado, lleno de; esperanzas por parte del pelirrojo y de temor por parte de Kouki.

—Estoy seguro que entenderé lo que Seijuuro-san quiera decirme— aunque secretamente esperaba que no fuera alguna una clase de asesino serial.

—Soy un caído—

—¿Eh? ¿Caído? ¿De dónde?— pregunto

La risa del pelirrojo le sonó como campanas, el pequeño y muy disimulado sonrojo; para Kouki, le hizo sentir latir con fuerza el corazón.

—Sabes Kouki— le dijo mientras besaba la nariz del castaño —Muchas otras personas temen mi presencia, pero tu; tu nunca lo hiciste, viéndome con esa mirada soñadora que lo cura todo, temo tanto ensuciar tu dulce alma, temo tanto devorar cada centímetro de ti— le dijo mientras pasaba las puntas de sus dedos por la piel expuesta de su cuello —Temo tanto de... privar tu ángel del cielo—

—Seijuuro-san ¿No entiendo?— le respondió, no asustado por el o lo que significaran sus palabras, sino por la expresión de profundo dolor que portaba el pelirrojo

— ¿Lo ves ahora?—

Kouki vio con asombro como las antes iris rojos que le recordaban una manzana madura cambiaban. En su lugar una de las pupilas se había vuelto amarilla y en la rubí que quedaba, la esclerótica se había vuelto negra.

De la espalda del pelirrojo brotaron un par de alas negras como la noche y podía jurar que dentro de la boca de este un par de colmillos se encontraban.

—¿Seijuuro-san es... un vampiro?—

—No, aunque algunas vez la sangre me llama es más como si de un postre se tratara, mi castigo es una eternidad entre los humanos que alguna vez ame, cuando creí que mi poder era el suficiente para salvarlos, renegando de todos quienes me tendieron la mano, para estar aquí y verlos morir ante mis ojos sin poder hacer nada—

—Eso es... tan dolorosos—

—Kouki ¿Me temes?—

—No lo hago Seijuuro, no lo hago— le respondió

—¿Por qué? ¿Por qué no lo haces, porque no huyes con temor por mi apariencia, porque no...?—

Las palabras del pelirrojo fueron interrumpidas cuando un beso un poco descuidado fue depositado en sus labios, dando paso al hambre que a medias había saciado hacía meses antes, cuando curo probó la sangre de las heridas del castaño para curarlas.

Seijuuro se hizo cargo, pidiendo el paso a la boca de Kouki, sintiendo la gloria de sus lenguas rozarse, aferrándose al cuerpo tembloroso de Kouki, no por miedo; sino por placer, quizá Seijuuro no se merecía tal amnistía. Sintiendo como la locura arañaba su alma, hasta que se separó por miedo a lastimarlo.

—Yo veo el alma bondadosa en Seijuuro, una que ni tú mismo ves—

—Te juro por las eras que he vivido, que jamás te fallare, no a ti, nunca—

—A pesar de que ya tengo un bebe— pregunto con el corazón en un puño

—Esa niña podrá danzar entre mis viseras y se lo celebraria—

—¡Seijuuro-san!— le grito Kouki algo escandalizado, pero visto de otra forma era la más bonita; aunque algo tétrica, declaración de amor antes dicha

—Quédate a mi lado— le dijo Seijuuro mientras atraía a Kouki entre sus brazos

—Lo hare...—


FIN 

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