3._LA HISTORIA DE UN PACTO
#AoKaga #Drama #Muerte de un personaje #Venganza #Akashi #Aniversario
Dia 13: Aniversario
Era el 13 de octubre. Daiki nunca fue bueno recordando las fechas, pero sabe que cuenta con sus amigos para recordárselo, ha reservado la mejor de las mesas en el mejor restaurant de la zona; el Maji Burguer recién inaugurado. En sus manos lleva un enorme ramo de rosas, sabe que Taiga odia que lo traten como a una chica, pero que en el fondo amara esas rosas. Aún tiene su uniforme de policía y Wakamatsu ha accedido a dejarlo cerca de la entrada del departamento de su pelirrojo porque lo obligo a hacerlo, se despiden en la entrada y al pasar por la caseta busca al vigilante para pedirle la entrada.
El lugar esta vacío, por lo que entra sin prestarle importancia, apresurándose por las escaleras solo porque odia los elevadores. Solo tarda dos minutos en llegando a tiempo para encontrarlo a mitad de su ducha. Daiki conocía muy bien los horarios de su novio y amaba sorprenderlo.
Solo le costó un segundo ponerse en guardia, las flores quedaron olvidadas a mitad del pasillo cuando vio una mano ensangrentada a un lado de la puerta y esta estar solo emparejada.
Su arma se encontró entre sus manos con la habilidad que su trabajo le daba, sintiendo su corazón latir con una fría parsimonia.
Daiki empujo la puerta con la punta de su bota, viendo el desastre en el que habían convertido la estancia, camino con paso tranquilo, buscando indicios de Taiga, de algún sospechoso. Sus sentidos se hallaban agudizados, esperando encontrar lo que fuera. El sudor bajaba por sus sienes, recorrían su cuello hasta su espada, corrió hacia el cuerpo que se encontraba en su costado en medio del pasillo, celebrando internamente al notar que no se trataba de su Taiga, busco el pulso, notando que el hombre no lo tenía. Escucho un débil sonido provenir de la recamara que muchas veces compartían, Daiki quito el seguro de su pistola. Y sin mediarlo más pateo la puerta de madera tirándola.
Acto seguido levanto ambas manos, haciendo que su arma colgara de su dedo gordo con las palmas de sus manos estiradas.
—El arma a mis pies— le dijeron —Ahora—
Daiki obedeció, bajando su arma al suelo y pateándola hacia el tipo, buscado con su rápida mirada heridas graves en su pelirrojo. Taiga se hallaba en sentado en una silla, parecía tener un buen golpe en la cabeza, pues esta colgaba de su cuello; sus manos atadas a su espalda con un arma apretándose contra su cabeza lánguida. No sabía si estaba inconsciente, pero si sabía que tenía que actuar rápido.
—Fue muy difícil dar con este chico — le dijo el hombre —Incluso mato al mejor de los míos, pero nada que yo no haya podido arreglar —
El tipo comenzó a parlotear, a Daiki no le importaba, su urgencia era poner a salvo a su pelirrojo. Vio como este poco a poco movía sus piernas, mostrando signos de conciencia.
—No me importa tu mierda— le corto Daiki —Pon las manos en alto antes de que decida poner una bala entre tus putas cejas—
El hombre no lo vio venir, Taiga había estirado una de sus piernas; misma que no habían amarrado, haciendo que el hombre trastabillara lo suficiente para caer al suelo, Daiki tomo esa acción para cargar en contra del tipo, peleando a puño limpio. No supo que movimiento o de quien, pero Taiga fue a dar en el suelo, escuchando el estruendo de la silla ser rota por la fuerza de la caída y su peso.
Daiki vio venir a su novio con una de las maderas de la silla en sus manos, golpeando una y otra ve al tipo.
—¡¡Aun había otro!!— le grito Taiga
El momento justo para que un tercer hombre entrara como toro por la puerta, cargando contra el moreno. Varios disparos sonaron cuando Daiki pudo dar con su arma, llegando una bala al primer hombre que yacía por fin incapacitado y esperaba; que muerto.
Taiga se levantó de donde había caído para caer después sobre sus rodillas, escupiendo copiosamente sangre en el suelo.
—¡¡TAIGA!!—
Daiki no perdió más el tiempo, apuntando sin ver al último de los delincuentes, acertando completamente la bala justo en medio de los ojos.
— ¡Resiste Taiga! ¡Resiste!—
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Sus ojos al momento de despertar esa mañana, solo enfocaron el color coral del techo de la habitación. Se quedó inmerso en pensamientos sin sentido, hasta que una sonrisa comenzó a emerger poco a poco.
Daiki no tardo en levantarse de la cama, dirigirse a la ducha y asearse aun con esa sonrisa en su rostro.
Se preparó un desayuno pequeño, para después salir de su hogar a paso veloz, solo fue un trote de un par de kilómetros, mismo que hizo con más rapidez que días anteriores. Cansado pero con las ideas ya bien cimentadas volvió a casa, no sin antes pasar a la tienda más cercana por lo necesario para sus planes.
Cuando llega a casa a eso del mediodía, siente su corazón en un puño. Esta ahí parado frente a la puerta de madera, sin animarse a entrar a pesar de querer hacerlo. Pareciera que es un niño pequeño, pero es una sensación que no puede evitar por más que lo intenta.
En cuanto su mano temblorosa mueve la perilla y una franja de su hogar aparece, siente el aroma inundar sus fosas nasales.
Es un aroma que no olvidaría nunca, imposible.
Entra a paso lento, cerrando la puerta con una lentitud, inquiero, nervioso, pero no menos dispuesto. Entra a la ducha nuevamente, sale desnudo y; ahí en medio de la recamara, yace en un perchero el traje que preparo desde la noche anterior. Esta feliz, no puede negarlo, pero ahora más que nunca la seriedad es lo que se mueve en la sangre de sus venas.
Se alista frente al espejo, ajustando la corbata en su cuello. El traje, es un conjunto en negro ceñido al cuerpo, la chaqueta decide dejarla de lado, aunque hace calor, dentro esta fresco, acomodándose el chaleco lo mejor posible, viendo como sus músculos se marcan en la camisa de manga larga. En los puños de esta, decide usar los gemelos en forma de pantera que su pareja le había dado en su primer aniversario, algo que sabía nunca le haría falta. Sacude el polvo inexistente en los mulos de su pantalón, dándose el último vistazo para salir con seguridad de donde se encontraba.
Daiki a esas alturas ya no niega que es un completo fracaso en eso que llaman buena cocina, por lo que nunca se ha rendido y ahora puede decir que su comida es la mejor entre las comidas. Abre la puerta en el minuto exacto en el que el repartidor al que llamo por el vino más costoso de esa página que encontró en internet, toca su puerta, dándole una buena propina al chico se marcha muy feliz por ese trato.
La mesa es dispuesta, cada plato frente a el otro, un par de velas negras son encendidas, pétalos de flores son regados alrededor de la pequeña mesa y; como guinda del pastel, la fotografía que les tomase Kuroko aquella vez en la torre de Tokio, cuando un muy entusiasmado Taiga les había arrastrado porque a pesar del tiempo ahí vivido, no la había conocido.
—Muchos días de espera, ¿No es así?— dice Daiki
Sirve los platos humeantes de la comida, la cual es exquisita a su paladar, Daiki comienza a narrar su día, el cómo su trabajo se ha vuelto demasiado pesado, que ya no es tan sencillo atrapar a los infractores como antes.
— ¿Puedes creer que ese tipo pensó que podía salir del radar de Akashi solo porque se alió con un enemigo de este? Pero sabes que soy el mejor por lo que lo atrape sin problemas—
—Te extrañe Daiki...— escucha de pronto y el moreno no duda ni un instante en dejar el cubierto de lado cuando ve la sonrisa resplandeciente de su pelirrojo
Se levanta con la rapidez usual de la mesa, rodeándola hasta caer de rodillas junto a su amado.
—Aun no...— este le dice
Para Daiki es aún más desesperante, levanta la vista al reloj que cuelga sobre la pared, viendo y sintiendo como esos tres minutos que lo separan de quien ama avanzan con una lentitud repugnante. En cuanto el reloj toca las 4:40 de la tarde, Daiki no se limita más.
Toma a Taiga de la mano, este le sonríe y Daiki le responde, lo atrae a sus brazos, toca todo cuanto puede, besa sus labios, sus ojos, las lágrimas que ahora fluyen de ellos, Daiki al besarlas las bebe, sintiendo el sabor salado de estas, un sabor que sabe se ira pronto.
Daiki no pierde el tiempo, lo arrastra al sillón y hace que Taiga se siente entre sus piernas, sigue besado, sigue tocando. Cada segundo de ese poco y precioso tiempo.
—Te extrañe tanto— vuelve a decir Taiga —Pero estoy aquí ahora, contigo, porque te amo—
Daiki se aferra a su cuerpo, queriendo fundirlo al propio. Taiga comienza a tener voluntad sobre sus cuerpo, pasa ambos brazos por el cuello del moreno, frota su nariz contra su cuello cuando se aferra con todas sus fuerzas, aspira el varonil aroma y Daiki se estremece por la sensación cálida de su aliento; una sensación que añoraba con fuerza.
Daiki piensa que todo lo que pasa día a día en su trabajo vale la pena si puede obtener eso. Si puede obtener la sensación de su Taiga sobre su cuerpo.
Taiga no se arrepiente, aunque es solo un momento, no le importara manchar sus manos de sangre si puede obtener eso. Cierra sus ojos, porque Daiki no ha podido mirarlo a ellos. Sabe que le incomoda, porque le reviven recuerdos.
Tímido pero con valentía, Taiga se acerca a los labios del moreno, besa como si de un susurro del viento se tratara, porque sabe Daiki entenderá sus pensamientos. Daiki toma el control del beso, uno que comienza lleno de adrenalina, de pasión con desenfreno, hasta convertirse poco a poco como el agua de un frio lago, tranquilo y fresco.
Sí; piensa Taiga, todo, todo vale la pena si puede estar con su amado.
Daiki piensa que no importa que, de alguna manera hará que para el próximo año, le sea aumentado a un día más los beneficios del pacto.
Así pasan sus minutos, mismas que se vuelven horas. Se han besado, se han tocado, han bebido de sus cuerpos el uno por el otro para intentar saciar un ansia que no para. Taiga no le cuenta de su día a día, no porque no pueda, sino porque no quiere. Daiki le dice lo mucho que lo ama, lo mucho que lo extraña, le cuenta de sus sueños, que siempre está en ellos, le dice que lo intenta, que hay días en que casi no lo logra, pero lucha, lo hace, así como siempre le insto el pelirrojo.
Hablan y hablan por horas, Daiki siendo abrazado como un niño, Taiga se aferra a su cuerpo, ha dejado marcas en donde ha podido. Daiki también, aunque sabe que pronto se abran ido.
Taiga le dice que no cometa locuras, que cuide de su preciosa vida, hablando sin parar, pidiéndole que seque bien su cabello después de que se sale de duchar, que evite comer tantas hamburguesas y que visite más a Kuroko y a Momoi pues sabe están preocupados por el, es entonces que Daiki lo nota, comenzando a negar con la mirada, luego con su cuerpo y al final con sus palabras.
Al reloj de la pared le hacen falta un minuto para marcar las 12.
50 segundos y Taiga le abraza.
40 segundos y Taiga le besa.
30 segundos y Taiga le dice que lo ama.
20 segundos y Taiga abre sus ojos.
8 segundos y... Daiki puede ver el negro de sus cuencas.
7 segundos Daiki grita.
6 segundos Daiki recuerda.
5 segundos Daiki maldice.
4 segundos Daiki grita de nuevo, se desespera, implora por la pérdida, llora como la primera vez sin ser la última.
El reloj marca las 12 en punto y Daiki se jura que durante todo el año que le falta para volver a ver a su amado, hará lo que tenga que hacer para alargar más el pacto.
"Solo una vez al año, en la fecha de su aniversario podrán verse desde el momento de la hora de su muerte hasta que el reloj marque las 12"
Taiga puede ver desde las sombras como su amado se desmorona, corre a su lado mientras cae de rodillas, pero Daiki es incapaz de notarlo. Daiki no puede sentirlo, no puede verlo ni olerlo. Las marcas de los besos en su cuerpo desaparecen, Taiga alarga su mano, intenta tocar al moreno pero esta solo le atraviesa como si estuviera vacío, lagrimas no fluyen por su rostro, no puede porque ya no está vivo, siente dolor, siente tristeza e ira, pero no pueden notarlo.
Un año, en un año y podrá volver a tocarlo.
Taiga abre los ojos, su departamento se escucha tan silencioso.
Se levanta del suelo; intentando recordar cuando es que fue a dar ahí. Hace frio y ve; de manera extraña, como los colores a su alrededor se han tornado sepia. Sale de la habitación notando una enorme mancha en la alfombra, pero por más que intenta no sabe cómo es que llego ahí.
Escucha las voces lejanas como en un eco y de inmediato reconoce de quien se trata. Trota por el pasillo en busca de su novio, quiere decirle que siente que algo le falta.
Es entonces que; cuando llega a la sala, puede verlo. Puede verlo todo.
Muchas personas que conoce y no conoce caminan en una procesión funesta. Todos tocan a su moreno, lamentan su perdida. ¿Cuál perdida?
Kuroko se halla llorando abrazado de Momoi, su entrenadora parece estar a nada de hacer lo mismo. Uno a uno sus amigos hablan con el moreno, muchos lloran.
Su padre; a pesar de que hacía mucho no se hablaban, estaba sentado en una esquina con un vaso de alcohol en su mano.
Es entonces que puede notarlo.
Una fotografía suya está en el pecho de su amado. Daiki se aferra a ella mientras llora su ira silenciosa. En la mesilla frente a él está una caja.
Taiga camina dándose cuenta que no puede tocar nada, nadie lo ve, nadie lo siente. Pasa frente a un espejo y es que lo nota; en su cuello, hay una enorme navaja.
Entonces lo recuerda, justo cuando iba a ayudar al moreno, el tercero de los agresores se le abalanzó por la espalda, le había clavado esa cosa como si de mantequilla se tratara, haciendo que cayera al suelo, viendo como una última imagen a su moreno, corriendo hacia él, abalanzándose a sus pies, llenado esas bellas joyas azules de lágrimas, perdiendo la vida por él.
—Taiga— murmura el moreno —Taiga—
Taiga se agacha donde su moreno, intenta pasar sus manos alrededor de su cuerpo, cuando no lo logra opta por recargar su frente contra las piernas de este, pues se ha sentado derrotado en el suelo.
—Está bien— dice la voz alta a pesar de que no es escuchado —No me apartare de tu lado—
En el fondo de la habitación hay un hombre, uno que nunca en su vida ha visto, le mira y sonríe haciéndole un gesto para que vaya en su búsqueda.
Taiga se incorpora, volteando a ver al moreno mientras se acerca al hombre lleno de misterio.
—No seguiré tu luz— le dice Taiga —Al infierno el cielo, me quedare con Daiki—
—No soy un ser de luz pero tampoco puedes quedarte— le dice el hombre
Taiga no puede distinguirlo del todo, puesto que cubre bien su cabello.
—Aun así no tardaran en bajar por ti pero dime, ¿No es tu deseo quedarte con tu amado? Puedo ayudarte pero debemos hacer un pacto—
—Lo quesea, hare lo que sea—
Es así como Taiga se encarga del resto de la organización que planeo su ataque, cae del pedestal que dios tenía preparado para el en pos de visitar siempre a su moreno. Un dio; Akashi Seijuuro solo le da un día para volver a la vida.
Lo que Taiga no supo, es que al entregar su alma por ese pacto, Daiki entregaba la suya, llamando a ese demonio para suplicar por su ayuda.
—Un día, un día te daré—les había dicho a ambos
Sin saber del uno o el otro, que habían formado un pacto, teniendo como el día de su aniversario como receptor del poder para volver a encontrarse. Jurándose, amándose... solo esperando.
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