1.- SALVAME
AoKaga, AkaFuri
Día 12 (Universidad, sueño, problemas)
Aomine caminaba completamente desganado por el lugar. Sus padres habían estado tan preocupados cuando de un tiempo a otro comenzó a comportarse de manera extraña.
La Universidad para Psíquicos a la que comenzaría a asistir era la más importante en de su ramo en Tokio. Solo los mejores y los más problemáticos eran los que entraban ahí.
Akashi le había visto atravesar por esos problemas con los que estaba metido por algún tiempo, así que como solo él podía logro meterlo a las clases especiales.
Akashi era un genio en su ramo a pesar de tener a penas 26 años y eso era también una carga para su mente, tanto poder.
Los padres de Aomine habían acudido al pelirrojo después de un mes de tortura para toda la familia. Daiki había nacido ya con un poder mental excepcional, no había muchos piroquineticos registrados con tal poder de ignición como el suyo. Fue entonces que una noche en medio de una tormenta Daiki casi incendio su casa, los gritos provenientes de su recámara despertaron al matrimonio Aomine, intentando tirar la puerta de este hasta que; al lograrlo, vieron a su hijo retorcerse de dolor con su fuego descontrolado.
Al día siguiente este no recordaba lo sucedido, pero lo peor vino en las noches siguientes.
Primero fueron los sueños, eran pequeños vistazos de un lugar oscuro. Aomine sentía que se movía, como si fuera transportado por largas distancias, escuchaba en el sueño pequeños gimoteos de dolor pero no podía ver nada. Fue así por lo menos dos noches por lo que decidió ignorar el extraño sueño.
Después, fue una mirada. Eran un par de ojos rojos en medio de la nada, esa mirada solo le veía, más en ella había furia, dolor, ira. Aomine sabía que estaba ahí; en medio de esa nada con el dueño de ese par de ojos. Podía observarle y sabia era observado.
Para cuando llamaron a Akashi las cosas eran ya mucho peores.
Daiki ya no podía dormir bien por las noches. Es decir; dormía las horas que se suponía se requerían para un buen descanso, pero los sueños le quitaban eso.
El dueño de ese par de ojos ya no solo le veía. Aomine sentía como si estuviese atrapado por una nube negra, sus manos, sus piernas, la mayor parte de su cuerpo era cubierta por esa sustancia que le impedía moverse, siendo un espectador impotente a los hechos.
¿Cuáles eran esos hechos?
Era el chico pelirrojo, como lo había apodado. Veía su dolor, veía como diferentes personas lo lastimaban, veía como día tras día; o en su caso noche, era maltratado, golpeado y llevado en rastras a lo que ya sabía era una jaula por demás pequeña.
Todos los días a las 3 de la mañana era oír los gritos del menor de los Aomine, oír las suplicas para que parara. No por Daiki, si no por el cautivo pelirrojo, porque de alguna manera lo que veía no era un suceso del presente, Daiki sufría porque sabía que en algún momento de su pacifico día, sería una tortura para el chico pelirrojo de sus sueños, porque podía cortarse un brazo para asegurar que lo que veía eran eso, eventos de su futuro cercano y saberlo sin poder hacer nada lo estaban matando.
Había desarrollado el don de la Precognición, uno don muy tardío por cierto.
Fue entonces que Akashi decidió llevarlo a su universidad. Ahí le ayudarían no solo a canalizar su poder recién descubierto, no era inusual que algunos pocos tuvieran más de un don como era Akashi ya que por ejemplo el tenia telepatía, telequinesis, levitación, algo que podría destruir la mente de alguien débil, lo que era inusual era el hecho de despertarlos tan tarde.
A los psíquicos se les instruía desde pequeños para tener un control adecuado a su poder, para volverles personas aptas para la sociedad y sobre todo, útiles, así que si Daiki no recibía ayuda, corría el peligro de enloquecer y dar rienda suelta a un poder por demás destructivo, quizá la precognición no era peligroso en el sentido físico, pero al volverse inestable en sus visiones, y el cansancio que esta le traería, su poder inicial que era la Piroquinesis podría llegar a matar.
Aomine vio a lo lejos a su amigo, estaba frente a la entrada del edificio que lo albergaría por el tiempo que fuera necesario para ayudarle con su condición, ya había revisado todo lo referente a las materias en las cuales entraría, sorprendiéndose al saber que a pesar de que el mismo Akashi era un estudiante, tenía diferentes ponencias en las que enseñaba.
—Sigo diciendo que esto no me ayudara para nada— dijo en voz alta al llegar al pie de su amigo
—No lo sabremos hasta que lo intentemos Daiki, yo mismo y mi mente podemos dar fe de ello—
Y sabía que era verdad, Akashi Seijuuro era el mismo modelo del peor de los casos siendo sacado adelante, al tener tres habilidades por demás poderosas lo habían convertido en alguien fuera de sí mismo, alguien temible en muchos sentidos.
—Te alegrara saber que Tetsuya está aquí y te molestara saber que es tu sempai a pesar de ser de la misma edad al igual que yo—
—No me jodas ¿Cómo es eso?— le dijo el moreno en cuanto lo supo
—Tetsuya es muy bueno con su intangibilidad e invisibilidad, el único caso de su tipo en más de 50 años, por lo que está enseñando a un par de novatos a no morir en medio de alguna pared o ser atropellados por ahí—
Fueron hablando de cosas nimias en dirección a donde dormiría el moreno, sabiendo el mismo que incluso ya temía ese momento.
—Hey Akashi— hablo de pronto el moreno — ¿No voy a lastimar a nadie aquí cierto?—
—El lugar es completamente seguro Daiki, no te preocupes por ello—
Kagami está realmente cansado. Aun se dormía llorando, pero lo hacia lo más quedo posible para no molestar a su "nuevos dueños".
Estos le alimentaban lo suficiente para que no muriera, pero no lo necesario para que usara su poder en sí mismo. Habían atacado el pequeño pueblo en el que vivía con su tutora, había sido tan caótico. Alex tenía la razón en decirle que era apenas un niño cuando la vio caer víctima de un disparo en el pecho, cuando ese par de hombres lo tomaron y le metieron a un enorme saco negro.
Solo tenía doce años, lo único que quería era a Alex, a su hermano, a quien fuera que lo salvara.
Su familia era conocida por ese peculiar poder que raramente se presentaba en el mundo, y si habían más como el escondían bien ese hecho.
Taiga podía curar cualquier herida con solo el tacto. Pero eso solo se lograba si la persona tenía una buena salud física; por ejemplo, si quisiera curar a una persona muy enferma, si esta estaba demasiado débil su "cura" no surtía efecto. La persona a curar debía tener por lo menos un 60 % de componentes vitamínicos en su sangre para que esta funcionase.
Por otro lado, las heridas de bala, de objetos punzo cortantes eran más fáciles de curar. No supo cómo es que su poder salió a la luz lejos de su pueblo, pero para cuando quisieron huir había sido demasiado tarde. Paso los siguiente dos años siendo la cura de quizá ya cientos de personas que pudieran pagarlo, para un grupo mafioso. El hombre se llenaba de ganancias con su poder al pasar por su mano a cuanto hombre herido fuera posible, levantándose como el mayor grupo delictivo de la zona.
Entonces una noche sucedió, había curado a un par de tipos con varias heridas de bala, lamentablemente uno de ellos no la libro.
Taiga lo sabía, que sería golpeado por su error, pero estaba tan cansado, tan hambriento y sobre todo, herido y triste.
Fue llevado del cabello como solían hacerlo mientras luchaba por eliminar el dolo en su cuero cabelludo, mientras luchaba y pataleando. Le golpeaban mientras reían, le pateaban el vientre, las costillas y siendo lanzado al frío suelo les grito que saldría, que escaparía y los mataría a todos.
Un par de relámpagos destellaron en el cielo mientras les gritaba que se detuvieran, que tuvieran piedad. Taiga sentía que no podía más, que se rendiría. Entonces una luz cegadora lastimo sus pupilas maltrechas, para después registrar los gritos de dolor y el aroma de carne quemada.
Taiga se levantó del lugar en el que había caído como pudo, viendo la escena a sus pies. El par de hombres que le lastimaban se hallaban muertos, de sus cuerpos salía humo, el aroma provenía de ellos. A fuera; el agua de la tormenta seguía cayendo, como si el cielo abriera las compuertas de un mar en los mismos cielos.
Regularmente Taiga caía en un profundo sueño, en el; se veía libre, se sentía y libre y sobre todo, era feliz. Siempre iba acompañado de alguien a quien nunca había visto, no podía ver su rostro, pero sabía que esa persona; quien fuera, era buena, porque a pesar de no ver sus facciones, siempre entre destellos brillantes o nieblas espesas, sabía que le sonreía.
Era la única razón en la que creía, el único destello de esperanza para huir del lugar.
—Alguien sálveme... no importa cómo, solo... sálvenme— y acto seguido la luz se apagó, llevándolo a lo más profundo de su inconciencia
Cuando Aomine abrió los ojos su respiración era difícil, se encontraba completamente empapado en un sudor frío y lo que era más problemático, Akashi estaba a su lado.
Media habitación se hallaba chamuscada, muebles volcados y paredes sucias de hollín.
—Bueno— le dijo Akashi con una calma extraña, derrotada, algo muy inusual en el —Hemos probado de todo, desde hipnosis hasta las cosas ocultistas de Midorima—
—Yo ya sabía que esa tal Oha Asa no era de fiar pero no me hicieron caso— contesto el moreno incorporándose por fin de la cama — ¿Qué propones?—
—Algo que en definitiva no me va a gustar—
No importa lo que fuera, pensaba el moreno. Necesitaba paz, descanso y sobre todo, sobre todos los pensamientos hacia su salud y persona, necesitaba darle paz a quien fuera que le estuviera pidiendo ayuda.
Seijuuro iba pensativo mientras caminaba en una dirección a la cual Daiki no fue informado, no le era problema porque iba más enfocado en seguir caminando despierto y no chocar contra algún poste o árbol.
Seijuuro conocía a Daiki desde que tenía memoria, siendo ambos muy fuertes en sus habilidades mentales. Daiki había sido el primero en manifestarse, de él le siguió el resto de sus amigos. La presión en su hogar al pensarse que no tendría ningún poder que valiera la pena lo destruyo.
Para cuando su padre quiso hacer algo ya era demasiado tarde, su poder lo había enloquecido, lo había vuelto alguien frio y déspota. Fue la Universidad de Psíquicos y sus profesores quienes le brindaron ayuda, Seijuuro fue un alumno prodigio que avanzo en cada uno de sus poderes con rapidez, haciéndose de un lugar de renombre incluso a su joven edad.
Ahora que Daiki estaba pasando por tal penuria no dudaría en ayudarlo, no dejaría que terminara igual de arruinado que él.
—Llegamos— le dijo Seijuuro al moreno —Espérame aquí no tardare—
Daiki no dudo en sentarse en donde le había señalado el pelirrojo, al parecer estaba en un rustico café, el aroma le causo hambre, puesto que su alimentación se había visto dañada por las largas horas de sueño en las que intentaba descansar por las mañanas, más la interacción de su amigo que vio por los ventanales del lugar con un chico castaño le causaron la suficiente curiosidad para despejar el sueño.
Seijuuro estaba a mínimo un metro del chico, este le mostraba ambas manos enfundadas en guantes blancos hasta los codos, parecía que el pelirrojo estuviera reacio a acercarse, como si el castaño que a leguas se veía débil fuera a matarle con el simple tacto.
Pero a pesar de la charla que Seijuuro y el castaño tenían, podía notar que había una negativa en sus palabras, en sus acciones. Daiki podía ver como su amigo seguía hablando, haciendo sonrojar al chico, vio cómo se abrazaba a sí mismo, para luego notar como veía en su dirección.
Obviamente Daiki no podía escuchar de lo que hablaban, pero intuía que era de él y su problema.
No necesitaba la lastima de nadie, pero el rostro de ese chico pelirrojo de sus sueños, su dolor y suplicas a gritos le hicieron tragar su enorme orgullo.
Minutos después Seijuuro salió con una sonrisa triunfante del lugar y con una simple señal siguieron su camino. Más Aomine no era alguien que fuera consciente del peligro.
— ¿Y ese quien es y porque parece que te interesa más de lo debido?—
—No sé de qué estás hablando Daiki— le respondió el pelirrojo
—Hicimos varias pruebas a lo largo de todo este mes, pero en el fondo sabias que tenías un as bajo la manga, asumo que es ese chico—
Seijuuro se quedó a medio camino y Daiki no sabía si lo había hecho enojar o algo por el estilo, mas solo consiguió una confesión que nunca antes creyó escuchar de los labios de quien una vez fue llamado Emperador de la creación.
—Kouki es poderoso, pero su don es inconveniente y... digamos que un tiempo estuvo... muy interesado en mí y en lo que podía hacerle—
—Akashi Seijuuro pervertido— dijo jugando el moreno, más la mirada que decía "freiré tu cerebro con un solo pensamiento" calmaron sus ansias de burlarse —Quiero decir... explícame con manzanas—
—Lo veremos hoy más tarde, mas iremos a mi casa ahí llevaremos a cabo lo pactado—
Kouki había conocido a Akashi hacia unos dos años atrás, siendo un joven de apenas 17 años, había acompañado a su padre a las oficinas en las que trabajaba, ya que se resistía a dejarle solo por ahí.
Kouki no era poderoso, era alguien simple. O al menos eso le gustaba pensar de sí mismo. Cuando le preguntaban qué clase de don tenia, solía mentir.
Kouki podía leer el aura de las personas, con su tacto podía saber si estos eran bueno o malos, si estaban felices o tristes, podía saber hasta el más profundo de sus pensamientos y sentimientos en forma de sensaciones.
Así que su don era un "cualquiera" en comparación con todos aquellos aplicables al bienestar humano, al poder y estatus.
Sin embargo había algo más en su don, algo que iba de la mano a este; no en todo los casos pero si en el suyo. Kouki era Psicometrico, podía curar a la gente; no físicamente, pero si lo que el mismo llamaba como "sus demonios internos, sus almas" tomaba dentro su dolor y lo mantenía dentro de si mismo hasta que su cuerpo de alguna forma lo absorbía y después de algún tiempo; corto o largo dependiendo de la persona, lo dispersara.
Además de ello al leer la aura había logrado enfocar su poder como un faro, un faro que alumbraba y encontraba, sentir con su psicometría era la única manera de dar con la persona que buscaba, con su aura en específico, al conectarse y sentir, podía saber con exactitud el lugar en el que se encontraba.
Había pensado en aplicar a la policía en algún momento y así ayudar a las personas siendo como un lazarillo que guiara en la búsqueda de los más necesitados.
Pero el inconveniente en el que su cuerpo se convertía al absorber el dolor, lo convertían en alguien inútil.
Incluso habría empeñado su don a la primera persona en ir por él si pudiera. Infiernos, que pagaría para que se lo quitaran de encima.
Lástima que no podía decirle a nadie y que nadie lo quisiera.
Fue entonces que lo conoció.
Un encuentro completamente desafortunado si lo rememora con cuidado. Kouki se hallaba saliendo del baño secando sus manos con su propia ropa, cuando choco con un muy enojado Seijuuro.
Ambos por la fuerza del choque fueron a dar al suelo.
—¡O por dios!— grito —Dime que no tienes el peor de los traumas, que no mataste a alguna ancianita en medio de la nada una noche de tormenta o que deseas matar a tu profesor de química—
— ¿Por qué habría de hacerlo?—le respondió el pelirrojo aun en el suelo —Fue un muy buen profesor—
Kouki; según supo después por el mismo Seijuuro, tenía la expresión de terror más graciosa del mundo. Y es que estaba aferrado a los brazos del pelirrojo con ambas manos desnudas, sentado encima de sus piernas.
Kouki comenzó a respirar con dificultad al pesar que pronto llegaría un torrente de información a la cual no había querido acceder en primer lugar.
Mas nada llego. Nada.
—Bájate de mí ahora— le dijo Seijuuro y por su voz cualquier otra persona habría salido huyendo a cualquier país lejano.
Mas Seijuuro; si no fuera quien fuera se habría jurado sentirse conmovido por las lágrimas del castaño. Porque hasta ese momento había caído en cuenta en su figura.
Joven de cabello castaño, cuerpo delgado ni musculoso ni flaco, piel canela, ojos de ciervo asustado y muy insolente, puesto que no dejaba de mover sus manos en la piel desnuda de sus brazos.
—No hay nada— le escucho decir —Nada de nada...—
—He dicho que te bajes— le repitió Seijuuro
—No quiero— le respondió como si fuera un niño pequeño
Así fue que su pobre padre los encontró, en medio del pasillo, frente al baño con un Kouki reacio a soltar al pelirrojo. El pobre hombre temió por su trabajo, más al saber lo que se decía del "infame" pelirrojo, claro que Seijuuro bien pudo lanzar al castaño con su poder, o dejarlo catatónico. Pero no lo hizo, por la fuerza con la que se aferraba, con la que se frotaba en su cuello como un cachorro necesitado de descanso.
En ese momento y los que vinieron después no lo supo, hasta que el señor Furihata se presentó en su despacho, pidiendo perdón por el actuar acosador de su hijo, explicándole su problema.
—Dice que es usted como una página en blanco, como la estática en una radio plagada de estaciones— le dijo el hombre —Mi hijo no volverá a molestarlo—
Y así fue por mucho tiempo, hasta que la curiosidad del mismo Seijuuro no le dejara tranquilo y le buscase el mismo. Se veían con frecuencia y aunque Kouki se mostraba ansioso cuando se reunían, por las ansias de tocarlo, Seijuuro nunca aceptaba. En el fondo sabía que se había vuelto un sádico al molestarlo de esa manera, pero Kouki bien podía marcharse, por lo que el masoquismo bien podía ser su segundo nombre.
Para Kouki Seijuuro era fuerte, viril, y verle de pie allí con un cuerpo de proporciones perfectas además del plus que le daba su "nada" era pura magnificencia. Kouki no estaba seguro de lo que el hombre había sufrido porque no podía sentir nada, más sabia que así había sido, lo podía deducir por su forma de ser y su mirada, pero allí estaba orgulloso y tenaz, sensato, simplemente presentándose ante el así de magnífico.
Kouki vio al hombre de cabello azul y piel morena fuera de su trabajo de medio tiempo, vio a pesar de la distancia el cansancio, las bolsas bajo los ojos, la tristeza. Se abrazó a si mismo porque sabía que el mismo daría lo que fuera por eliminar su don de sí mismo.
Quizá no podía ser un policía, ni un médico, pero si podía ayudar a ese hombre lo haría.
—Quiero un día completo con Akashi-san, tacto incluido—
Kouki no supo si la mirada que le dio el pelirrojo era un mal augurio, mas no dudo ni se echó para atrás.
—Me parece perfecto, enviare por ti a tu casa Kouki—
Ni en sus más locos sueños Kouki pensó en estar sentado en un lujoso sofá en la casa; o más bien mansión ya que casa se quedaba corta, del emperador. Demonios, que seguro el Primer Ministro tenía un hogar más austero que el de la familia Akashi.
—Esto... Akashi-san... ¿Cómo es que conoce tan a fondo mi don? Yo no se lo he dicho a nadie—
—Tu padre años atrás me lo dijo—
—Ahhh...— respondió algo decepcionado
Entonces noto al moreno frente suyo, Kouki estaba muy nervioso, demasiado. No fue difícil entender cuando Seijuuro comenzó a explicarle lo que haría, lo que le sucedía el moreno. Más supo que Seijuuro no sabía todo de él.
—Ne-Necesito— dijo en un carraspeo de voz —Necesito que tenga una premonición con la persona a buscar, sin su aura no lo encontrare—
—Las clases en la universidad me han dado un apoyo para ya no esperarlo por las noches, es decir; sigue sucediendo pero puedo controlar la invocación en el día si lo deseo— le dijo el moreno
Kouki mordía sus labios, no sabía cómo reaccionaría ninguno de los hombres en la sala cuando lo vieran tomar acción.
—Una cosa más...— dijo el castaño a ambos hombres, pero centrándose más en el pelirrojo —Pase lo que pase, vea lo que vea... Akashi-san no debe detenerme, mucho menos tocarme mientras estoy conectado o la conexión se perderá—
No fue difícil conseguir lo que necesitaba en la gran mansión. Una habitación bien iluminada, muchas mantas y un buen lugar cómodo para el moreno.
Kouki moría de nervios, mientras el servicio de la casa se hacía cargo de todo, caminando de un lado a otro mentalizándose de lo que sucedería.
Si bien tenía ya su tiempo de conocer a Seijuuro y por ende saber aunque fuera lo básico de su poder, nada podía prepararlo para ver la realidad en vivo y en directo.
Además de que sabía de la personalidad controladora de este.
En cuanto se quedaron los tres juntos, Kouki se sentó en la cama, tomo un buen sorbo al vaso con agua que tenía entre las manos comenzando a dar las instrucciones.
—Aomine-san, necesito que vaya a la cama, lamentablemente tendrá que ser atado de las muñecas y de los tobillos por seguridad. ¿Asumo que Akashi-san consiguió los anuladores piroquineticos?— pregunto
—Los conseguí, pero solo soportaran cierta cantidad de calor hasta que se derritan— les dijo ambos, mientras que Daiki tomaba posición y se dejaba hacer con tranquilidad.
—Recuerde lo que prometió Akashi-san— volvió a repetir Kouki
A Seijuuro por supuesto no le pareció tal mandato, pero decidió quedarse callado. Daiki cerró los ojos, concentrándose en los recuerdos del pelirrojo de sus visiones, intento con todas sus fuerzas rememorar la sensación; cual fuera, que le invadía cada que veía lo que pasaría en su futuro.
—Me-Me disculpo por los inconvenientes— dijo mientras se subía a la cama, pasando ambas piernas entre el regazo del moreno que ya se había quedado hundido en su mente —N-No es nada se-sexual, lo juro—
—Solo hazlo Kouki— escucho casi en un gruñido a sus espaldas
Kouki procedió a quitarse el suéter de franela que portaba, luego la camisa de magas largas para terminar solo en una camiseta de tirantes. Dio un par de inhalaciones y exhalaciones, para terminar por retirar sus largos guantes de sus manos, botándolos a un lado de la cama.
—Lo siento— dijo, para acto seguido llevar ambas manos a cada lado del rostro del moreno y hundirse poco a poco en el dolor.
Todo a su alrededor parecía construirse y destruirse en un remolino sin fin. Caminaba sin dirección alguna, buscando las llamas que le indicaban a quien buscaba. Cada paso que daba era mucho más difícil que el anterior debido al fuerte viento, que no eran más que las emociones tanto de quien buscaba como de quien; tal como el, veía.
Kouki estaba inmerso en la mente del moreno, así que podía sentir su dolor, ira y tristeza tallar su piel como espinas, como una lija que hería su piel.
Cayó un par de veces al suelo, viendo cada recuerdo pasar a su lado como si pantallas pequeñas colgaran de la nada y de todo al mismo tiempo.
Vio desde el primer recuerdo hasta la más reciente visión.
La oscuridad que engullía al pelirrojo, la jaula que se había convertido en su hogar, las torturas, los golpes. Sabiendo que aunque los veía en tiempo pasado, alguna vez fueron su presente y para el moreno solo la certeza de que serían el futuro.
El dolor atravesaba su cuerpo al mismo tiempo que el pelirrojo era pateado en las costillas, reprimio las nauseas con todas su fuerzas para no vomitar por el dolor. Una vorágine de ansiedad y todos aquellos sentimientos llenaron su alma, su cuerpo y su mente, lanzándolo hacia atrás y por ende soltando al moreno.
— ¡Para! ¡Ahora Kouki!— escucho a sus espaldas, viendo al pelirrojo contener con su poder las llamas azules que llenaban la habitación, suponiendo que el moreno no había podido soportar rememorar todo hasta ese punto, explotando
—N-no, aún no doy con él...— le dijo entre dientes, llevando su muñeca a la nariz, haciendo que la sangre se dispersara por su rostro en un intento de eliminarla
— ¡Es una jodida orden! ¡Detente!—
Kouki sonrió, una sonrisa que no llego hasta sus ojos. Se levantó con la rapidez que su dolorido cuerpo le permitió, ignorando al pelirrojo de ojos bicolor. Demonios, ¿Saldría de todo eso cuerdo?
Esperaba que si, en su mente estaba la idea de pasar todo un día aferrado a Seijuuro, descansando su mente del bullicio de todas las almas a las que leía por error.
En el fondo de su mente podía escuchar los gritos a su espalda mientras se hundía en la conciencia del moreno. Corría por el mapa de la mente de este, buscando, sintiendo cada llama que evocaba un recuerdo, sintiendo el dolor de cada una, colapsando en las más terribles. Sentía ligeramente como de sus oídos corría la sangre, así como de su nariz y uno de sus ojos, pero no se detuvo. Ya no se trataba de lo que obtendría por la ayuda, se trataba de parar el dolor que ese chico sin nombre sentía, de cada humillación, de cada golpe y obligación que no debía cargar por su poder. Quizá ni Daiki ni Seijuuro lo supieran, pero conectarse de esa manera con un aura le permitía saber muchas cosas, mismo por lo cual evitaba su poder de manera indiscriminada, sintiéndose como un voyerista.
—¡Bi-Bingo!— grito mientras se aferraba a una llama particularmente preciosa.
Brillante como la luz del sol en el atardecer del horizonte.
Pudo ver al pelirrojo como un bulto difuso en una esquina, intentado ser uno con los barrotes de su jaula. Ya no estaba en el futuro, ese era el presente con el que se conectaba, el aura de alma correcta.
Entro como un espectro, tocando el alma del pelirrojo, siendo lanzado nuevamente esta vez con más fuerza por el impacto de todo lo que veía. Seijuuro por supuesto lo atrapo antes de que cayera de la cama, quitándolo del camino justo a tiempo para que el moreno vomitara hasta a sus antepasados en su lujosa alfombra.
— ¡Kouki! ¡No me hagas esto, reacciona!—
Kouki no sabía si la desesperación era por la información o por su persona, más se obligó a olvidar ese pensamiento en pos de quien necesitaba más ayuda en ese momento que el mismo.
—Edificio NEN, sótano del ala B— se las arregló para decir con fuerza —Hay por lo menos 10 guardias en el perímetro cercano—
Un desorientado Daiki se levantó de la cama, sin molestarse en disculparse por la suciedad que había dejado, intentando con todas sus ganas llegar a la puerta.
Seijuuro llevo a la cama a un desmayado castaño, rugiendo órdenes desesperadas a sus empleados para que fuera tratado.
Kouki abrió los ojos una semana después, en el dorso de su muñeca tenia unido un catéter que enviaba un suero a su torrente sanguíneo, ladeo con algo de dificultad debido a la máscara de oxígeno su cabeza en busca de alguna respuesta, pero lo único que encontró fue a Seijuuro profundamente dormido en una silla.
El pitido de alguna maquina despertó al hombre, alertándolo igualmente por el susto.
—Kouki— le llamo
A lo que él solo se dignó a sonreír. Supo después que había sido una total carnicería. Daiki no se había detenido hasta ver a cada hombre calcinado hasta los huesos, Seijuuro por supuesto le acompaño, pues había que en esa rabia homicida, Daiki sería capaz de matar a cualquier peón. Con su intervención no solo se liberó de la esclavitud al chico pelirrojo, de quien supo que se llamaba Kagami Taiga, sino que también unas cuantas docenas de otros jóvenes y mujeres explotados por sus dones.
Un año después...
Un joven Taiga admiraba el enorme edificio en el cual se quedaría, de alguna manera Daiki se había quedado con él en cada paso del camino que tuvo que recorrer para curar su mente, Kouki; como sabia ya se llamaba, había curado su alma y no sentía ningún tipo de resentimiento por todo lo vivido. Aun tenia pesadillas, sueños vividos, pero estaba en paz con eso debido a que el moreno en ningún momento lo dejaba solo.
—A pesar de que es una universidad y estoy seguro de que ni siquiera has cursado un bachillerato— o secundaria, pensó —Has sido admitido por la influencia de Seijuuro— escucho a espaldas
—Escuela...— dijo —Mi sueño—
—Lo se Taiga, lo sé—
Su médico le había dicho que tenía el síndrome del superviviente, que era una condición mental que ocurre cuando una persona percibe que ha hecho mal al sobrevivir un evento traumático cuando otros no lo han logrado, pensando en tantos de los chicos y chicas que había visto ir y venir en su cautiverio y de los que no supo nunca más.
Ese era otro de sus problemas, el hombre moreno que lo había recatado. No sabía si lo idealizaba, o si era algo que quería porque no lo conocía, pero... le quería tanto tanto.
Podía recordar con claridad cada momento que paso mientras ese hombre mataba por él, mientras tomaba sus sueños de escapar y los protegía hasta el final, hasta ser sacado de ahí entre los brazos de ese hombre. No podía llamarlo suyo, pero lo deseaba con toda su alma.
—Hey Taiga, me escuchaste. Esta será tu habitación—
El dichoso lugar era enorme, mal acostumbrado a lugares ínfimos, ver semejante lugar le parecía el paraíso, pero lo que le sorprendió mas de todo el lugar; después de entrar y revisar, fue la enorme recamara que tenía dos camas pegadas a cada lado de la pared.
—Dormiré contigo— escucho a sus espaldas
Que tenía el moreno por hablarle de esa forma, casi se tento a tocar su entrepierna que se había sacudido en reacción a la voz.
Por otro lado, Daiki estaba que quería cavar un agujero y morirse en él. No había querido sonar de esa manera, joder; ni siquiera había pensado en la doble interpretación de esa frase cuando ya había salido de sus labios, pero ver las orejas rojas de Taiga, casi hicieron que valieran la pena.
6 meses antes...
—Espera... ¡Espera por favor!— grito sin aliento un castaño
—Nunca... no... — recibió como respuesta
Kouki se sentía febril, esa no era la forma en la que pensó que recibiría su pago. Si bien se había retrasado bastante debido a todos los líos en el que el par se había metido, también había sido por su salud, y el hecho de que Seijuuro estaba completamente molesto por no haber estado enterado de todas las implicaciones del uso de su poder. Fueron semanas de discusiones después de que Kouki despertara. Luego otras tantas de ira del pelirrojo por haberse sentido inútil al no verlo despertar y antes al no haber podido detener el dolor que sentía.
Además del chico rescatado y lo absolutamente idiota que se había convertido el moreno alrededor de él. Seijuuro no había sentido tal ira e impotencia en toda su vida, hasta que se preguntó que podía hacer al respecto para mantener a Kouki a salvo.
Así que ahí se encontraban exactamente 6 meses después de todo lo sucedido, Kouki recostado en la cama, cubierto de sudor, miles de marcas rojizas en la piel, disfrutando del placer que su miembro le daba dentro del agujero del castaño.
—Tú querías tacto, no especificaste de que tipo— le dijo un jadeante pelirrojo
Un largo y agudo gemido salió de los labios hinchados por los besos de Kouki, cuando Seijuuro ajusto la dirección de los movimientos de su pene, dando directamente en la próstata del castaño.
—¡Oh sí! ¡Ahí!—
Seijuuro sonrió con suficiencia, moviendo sus caderas sin restricción, saboreando con su vista cada marca dejada, cada gota de sudor, las pecas casi invisibles en las clavículas de Kouki, sus pezones erguidos por el placer que le daba.
—¡Yo... quería! Ahhh ¡Yo solo quería un abrazo!— grito, con un gemido al final de la frase
—Esto es mil veces mejor...—
Kouki sentía el frío mental de las miles de estaciones de radio que siempre amenazaban su cabeza, sentía el placer fluir por cada vena de su cuerpo, en cada sinapsis de su mente, enviando toda sensación a un solo lugar.
—¡Voy a correrme, Sei!—
—Sí, si... hazlo para mí— le hablo Seijuuro al oído, al mismo tiempo que salía de su interior para dejarlo boca abajo en la cama —De ahora en adelante, tu eres solo para mi...—
Jamás volvería a pasar por algo como lo que había visto antes si estaba en sus manos evitarlo. Seijuuro se movió con rapidez, buscando su placer y el de Kouki, no se detuvo hasta sentir como este se convulsionaba bajo suyo, dejando línea tras línea de semen bajo su cuerpo, en las sabanas de la gran cama.
La fuerza con la que el orgasmo hizo que Kouki comprimiera su interior, le llevo al éxtasis, derramándose en su interior, moviéndose aun con fuerza, erráticamente hasta desplomarse por fin junto a Kouki, mismo que tenía los ojos anegados en lágrimas, rostro sonrojado y labios entre abiertos algo llenos de baba.
—Ahora y para siempre eres mío Kouki—
Y bueno, eso era algo que el castaño no estaba dispuesto a discutir.
Aomine estaba que hervía de ira. A lo lejos Taiga hablaba con un chico alto de cabello negro, el tipo lo abrazaba sin descaro. Quería ir y arrebatarle a su pelirrojo de entre las sucias y pervertidas garras.
—Si sigues viéndolo así, quemarás algo y no te dejaran graduarte— escucho a su lado a Seijuuro —No puedo creer que las visiones ya no te causen daño, y ahora sea el fuego; al que por cierto siempre habías sido hábil, lo que no puedas controlar—
Aomine solo gruño en respuesta, pues sabía que él solito se torturaba al no dejar al pelirrojo ir por su lado, pero ¡Era suyo joder...! Aunque Taiga no lo supiera.
—Lo dices porque tú ya te casaste con el chihuahua, no se te vaya a escapar...—
—Tiene 16... dos años más y es legal... pero en América ya puede ser consentido, creo... puedo comprarte un boleto o...—
—Vete al infierno— respondió el moreno, dando la vuelta en dirección a su habitación
Daiki no llevaba ni un minuto cuando escucho los pasos apresurados hasta el, para más tarde sentir los brazos de taiga a sus espaldas.
—¡Daiki-san no me espero!— escucho —Akashi-san me dijo que estaba ahí—
Maldito enano controlador metiche pensó para sus adentros, para después preguntarse si uno de los poderes del heterocromo era o no era la lectura de mentes. No recordaba, esperaba que no.
—Estabas ocupado— escupió casi con veneno
—Quería presentarte a Tatsuya— le dijo con una alegría que sentía le quemaba su negra alma —¡Viene de intercambio de américa!—
Dale con la jodida América. Aomine sintió la ira subir por su garganta con cada frase de adulación por el tipo, por cada detalle de la conversación que habían tenido, que no se dio cuenta cuando tenía al pelirrojo contra la pared, devorado sus labios mientras alzaba los brazos de este por encima de su cabeza, haciendo que pasara sus piernas alrededor de sus caderas, soltándole solo cuando el aire le falto, viendo como Taiga quedaba medio lánguido entre sus brazos, sonrojado, con lágrimas en los ojos; que esperaba fueran de placer, y una leve presión contra su dura erección.
—Entonces... Aomine-san... ¿Me quiere...? ¿No soy solamente el tonto chico que rescato?—
Aomine estaba en shock, supuso que era culpa de tantos meses de restricción propia desde que se había dado cuenta de lo que sentía por el chiquillo. Cuando Taiga había dejado salir su personalidad como el sol, esa chispa guerrera y hasta podría decirse que conflictiva. Un guerrero, como un animal que; al salir de su jaula, no se había resistido a invadir por doquier.
—Joder... — dijo el moreno —Eres mucho más que eso... pero— Daiki relajo la presión en las manos de Taiga, haciendo que este las bajara hasta posarlas en sus anchos hombros —Aun no es tiempo—
Para consternación del moreno, lo único que lograron sus palabras fueron un cabreado crio que no dudo en atacar su cuello con una dura mordida, frotando sus caderas hasta lograrle sentir lo duro que estaba.
—No sabes cuantas veces he fantaseado contigo— le dijo al oído —Mientras hundo tres de mis dedos en mi interior cuando no estas—
Y ahí estaba, esa personalidad animal que lo volvía loco. Cada dulce y excitante palabra la evoco en una imagen que solo logro que su miembro se moviera en necesidad en lo apretado de su pantalón.
—Desde que supe lo que era el sexo, solo te deseo a ti en mi interior—
Adiós cordura y racionalidad, buen viaje y no vuelvas pronto.
Aomine no dudo en volver a atacar los labios del pelirrojo, importándole poco las palabras que Seijuuro le dijera antes, beso sin pizca de cordura esos labios que tanto había estado deseando desde que se volvió consiente de sus sentimientos, bajo por el cuello que se le presentaba gustoso, deleitándose y volviéndose aún más duro si se podía por los dulces sonidos que salían de los labios de su pelirrojo.
No dudo; con lo diestro que era, en bajar los pantalones deportivos junto son la ropa interior de ambos, lamiendo esta vez los pezones rozados de su chico, llevando sin dificultad una de sus manos a la boca de este, metiéndolos sin duda. Mientras chupa turnándose cada pezón, Taiga lamia los largos dedos, gimiendo cuando fueron alejados de su lengua, para gemir aún más duro cuando Daiki metió uno sin consideración hasta el nudillo.
—Ngh...— medio gimió
—Tranquilo, no te tenses, confía en mí—
Taiga obedeció, pero sinceramente no sabía cómo hacer eso. Si bien ya había experimentado lo que era el placer por su cuenta, pertenecerle al moreno era algo completamente diferente. Fue sacado de sus pensamientos cuando otro dedo se hundió en su interior, gritando y volviéndose loco cuando fueron movidos de un lado a otro, escuchando los gruñidos del moreno cuando; en un par de golpes termino con semen manchando su propio vientre y un poco del moreno.
—Ves... te dije que me lo dejaras a mi— le dijo Daiki al oído
Taiga estaba ido, el placer nublando su mente, saciado pero aun duro. Aomine no dudo en ponerlo en su hombro, caminando con rapidez a la habitación que compartían. No dudo en lanzarlo a la cama, mientras que; frente a él se quitaba la playera negra que portaba.
Taiga se lamio los labios al ver el esculpido cuerpo del moreno, quizá eran sus hormonas adolescentes pero ya estaba muy duro de nuevo. No dudo en abrir sus piernas mostrándose en toda su pecaminosa gloria, haciendo gruñir al moreno.
—Solo yo puedo verte así—le dijo —Esta claro—
—Sí, solo tu Daiki...—
Daiki no dudo en hundirse por primera vez, y como lo serian muchas veces según pudo ver en el futuro, dentro de ese canal caliente y estrecho, pudo soportar el dejar caer lágrimas al darse cuenta de que lo que veía era un largo futuro junto a su salvaje pareja, un largo, largo tiempo.
Por lo que no dudo en moverse con fiereza, con esa convicción que le daba el para siempre. Quizá no era lo que quería para la primera vez de su pareja, pero verle con esa mirada oscurecida en sus iris rojos, casi viéndose como un par pozos negros, que no dudo al pensar en que era lo que quería, lo que ambos querían.
—Más... ¡Más! ¡No pares Daiki! Ahhh—
Los gemidos de Taiga renovaron sus fuerzas, sintiendo cerca el orgasmo, amando las expresiones lascivas de placer de quien amaba, sintiendo el orgullo de provocar toda esa gama de expresiones por él, solo por él.
—¡Mío! ¡MIO!— grito mientras sentía como chorro tras chorro de su semen llenaba el aún más estrecho canal del pelirrojo
—Te amo— le dijo Taiga al oído —Gracias por hacer realidad ahora todos mis sueños—
Un mes después la mejora en el control del poder de Aomine; de ambos, hicieron que lo graduaran. Seijuuro siguió dando clases, ayudando a Taiga en la mejora de sus habilidades, puesto que quería ser médico. Kouki seguía estudiando y trabajando, quería ser profesor de estudiantes que como él; tenían poderes que los dañaban físicamente. Además, Daiki se unió a la policía local.
Se habían vuelto un grupo muy unido, conociendo de a poco a tantos con los que permanecerían toda la vida, uniendo sus presentes, sus fututos. Haciendo que; mientras el moreno se dirigía a su amado, uniéndose a cada amigo que se había reunido, previendo un futuro lleno de felicidad para todos.
FIN
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