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Seis trajes se había probado en menos de media hora y ninguno de ellos le satisfacía como el que había escogido meses atrás; con el tiempo tan reducido y jugando en su contra no podía solucionar que le confeccionaran otro traje a su medida o en el mejor de los casos con un par de tallas más, las cuales aumentaría en los siguientes días. Sentado en el pequeño diván de la boutique, abultó su labio inferior, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, porque estaba más que claro que no encontrarían un traje antes de su boda, y tal hecho le provocaba querer lanzarse a llorar a los brazos de su hermano.
—¡Me estoy poniendo obeso!—Jimin exclamó con un matiz dramático en su tono de voz.—Para la boda seguramente seré una pelota que en lugar de caminar rodaré y seguramente JungKook no querrá casarse conmigo. ¡Todo es un desastre!—y sin más exploto en un mar de llanto.
YoonGi al notar el estado tan sentimental y hormonal en el que su hermano se encontraba, no dudó en traerlo entre sus brazos y mecerlo levemente, como lo hacía cuando ambos solo eran un par de cachorros. Aún recordaba como su pequeño hermano lloraba entre sus brazos cuando alguno de sus compañeros le hacían bromas con referencia a su peso o cuando se caía y se raspaba sus rodillas. Durante muchos años fueron ellos dos contra el mundo, pero sin darse cuenta, ahora cada uno tenía a su alfa para cuidarlos. Sin embargo, ellos seguían buscando los brazos del otro para sentirse reconfortados, algo que era obra de su fuerte lazo de hermanos.
—JungKook no va a dejarte y menos ahora que en tu vientre llevas un cachorro suyo. Esta más que claro que ese tonto alfa posesivo y algo celoso te amo con locura.—YoonGi dijo.—Si le dijeras a JungKook que estas embarazado, la carga emocional y de estrés se reduciría...
—¡No puedo decirle! ¡Aún no!—Jimin interrumpió en un hilo de voz.—Se que me ama, pero si no le gustan los cachorros, ¿Qué haré?
—Entonces pregúntale de una forma sutil que piensa sobre los cachorros.—YoonGi vociferó antes de besar castamente la frente de su hermano.—Ahora, calma esas hormonas y sigamos buscando ese traje.
Jimin asintió levemente, para seguidamente limpiar todo rastro de lágrimas de su rostro, mientras su lobo aúlla en su interior por un poco de paz.
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