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Capítulo 2: Silencios compartidos.

La lluvia continuaba cayendo sobre Londres mientras Harry permanecía en aquel pequeño café, perdido en sus pensamientos, disociado, pensando en demasiadas cosas a la misma vez. Las gotas golpeaban el cristal de la ventana con un ritmo constante, casi hipnótico. Su taza de café se había enfriado hace rato, pero no tenía prisa por marcharse, ni quería tenerla. Allí, en ese rincón apartado, encontraba un respiro de la opresión de su hogar.

El sonido de una campanilla en la puerta anunció la llegada de otro cliente, pero Harry no levantó la vista. Se limitó a observar sus manos entrelazadas sobre la mesa, los nudillos tensos las uñas cuidadosamente recortadas pero desgastadas por la ansiedad, sus dedos delgados, lastimados.

Louis, por su parte, había dejado el bar antes de lo habitual. El ambiente pesado y las risas forzadas de los habituales comenzaban a irritarlo más de lo normal. Su humor siempre pendía de un hilo, y esa noche, sentía la necesidad de estar en cualquier otro lugar.

Mientras caminaba por las calles húmedas, se detuvo frente al café. Era un lugar que solía evitar; demasiado tranquilo, demasiado iluminado. Pero esa noche, la idea de un café caliente le pareció más soportable que el frío que se colaba por los agujeros de su chaqueta.

Cuando Louis entró, notó inmediatamente al chico de los rizos oscuros sentado cerca de la ventana. Había algo en su postura encorvada, en la manera en que parecía absorberse en sí mismo, que le llamó la atención. Louis pidió un café, pero en lugar de sentarse lejos, eligió una mesa no muy lejos de Harry. 

El tiempo pasó en silencio. Harry, sintiendo la presencia de alguien más, levantó la vista por un breve momento y se encontró con los ojos de Louis. Era un cruce accidental, apenas un parpadeo antes de que ambos volvieran a mirar hacia otro lado.

Louis no era el tipo de persona que se fijara en detalles, pero notó algo en los ojos de Harry. Un vacío que le resultaba demasiado familiar, ese atisbo de dolor. Aun así, no dijo nada. No era su problema, y tenía suficiente con su propia mierda.

Harry, por su parte, no pudo evitar sentir un leve escalofrío. No sabía qué había en ese hombre, pero su presencia era... diferente. Quizás era el cansancio que se le notaba en las facciones, o el aura de alguien que había vivido demasiado, lo roto que parecía.

Después de un rato, Louis terminó su café y salió sin mirar atrás. Para él, Harry no era más que una cara entre muchas. Pero mientras caminaba de regreso a su apartamento, no pudo evitar recordar esos ojos.

Harry permaneció un rato más, sintiendo una ligera incomodidad que no podía explicar. Finalmente, dejó dinero sobre la mesa y regresó a casa, su mente dividida entre el alivio de haber escapado unas horas y la inquietud por el extraño que había visto.

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Los días siguientes transcurrieron como de costumbre para ambos, aunque con una sensación de insatisfacción que les resultaba difícil de ignorar.

Harry continuaba asistiendo a la universidad, arrastrándose a través de las clases de economía que apenas le interesaban. Su mente vagaba constantemente hacia sus propios problemas: el peso que seguía disminuyendo, las noches sin dormir, la soledad que lo consumía. El recuerdo que se adentraba hasta el lugar más recóndito.

Sus compañeros de clase intentaban acercarse, pero Harry siempre mantenía una distancia prudente. No quería que nadie viera más allá de la fachada que había construido cuidadosamente, no después de todo lo que eso conllevó.

Louis, por su parte, continuaba sobreviviendo. Las noches en el bar eran su única constante, aunque cada vez se sentía más agotado. Su cuerpo estaba empezando a resentir los años de abuso, pero Louis prefería ignorarlo. No es como si tuviera muchas opciones, él había elegido esto o esto lo había elegido a él.

Una semana después, Harry volvió al café. Había tenido un día especialmente malo: una discusión con su madre sobre su supuesto "futuro brillante" y la presión constante de cumplir con las expectativas, señalando siempre donde más le dolía al castaño; nunca llegar a ser algo. Poniéndose a ella misma de ejemplo; "Yo a tu edad logré..."

Louis también estaba allí, por pura casualidad. Era de esas noches en las que no tenía el dinero suficiente para pagar sus vicios. Esta vez, al verlo, Harry sintió un leve destello de reconocimiento, pero no dijo nada. Simplemente se sentó en el lugar que reclamó como suyo aquella noche, sintiendo la misma mezcla de incomodidad y curiosidad que antes.

Louis lo notó, por supuesto. No era tonto, y su habilidad para leer a las personas era una de las pocas cosas que todavía funcionaban en su vida. Pero no era su estilo acercarse. En cambio, pidió un café y se encendió un cigarrillo, ignorando las miradas desaprobadoras de los demás clientes.

Harry lo observó de reojo. Había algo en la manera despreocupada de Louis que lo intrigaba, aunque no podía explicarlo. Era todo lo opuesto a él: caótico, desordenado, libre.

Esa noche, aunque no intercambiaron palabras, la tensión entre ellos era palpable. Ambos lo sintieron, aunque ninguno estaba listo para admitirlo.

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