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CSB

Nota: De todos los capítulos que voy escribiendo de esta cosa, este es el que más me ha costado, creo que mi narración pedorra no le hace justicia a la historia de estos dos, pido perdón. PSD: Pongan la canción cuando aparezca en el capítulo, cambia la experiencia de leer esa parte totalmente.

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Yeonjun se puso pálido cuando me vio; su expresión se volvió temerosa, y lo entendí al ver el objeto en sus manos. Aquella caja, una simple caja roja, guardaba tantos meses de dolor y los fantasmas de las memorias de aquellos sentimientos que me consumían vivo en las madrugadas, en las noches, en una velada de trabajo en clases o cuando él yacía ahí postrado en esa camilla, yo enfrente de él, esperando a que mi mayor sueño se hiciera realidad, y que abriera los ojos solo para decirme que todo lo que habíamos vivido en ese tortuoso tiempo había sido una pesadilla.

Yeonjun dobló ágilmente con sus dedos las notas que había estado leyendo y las volvió a guardar en la caja, viéndose más preocupado por mi reacción.

—L-Lo siento, no quise hurgar entre tus cosas. Solamente tuve curiosidad, y como dijiste que podía ver, yo...

Había una razón por la cual yo no había tocado esa caja desde hace meses. El que Yeonjun lo hiciera fue mortificante, no solo por el hecho de que exponía mis sentimientos y pensamientos al desnudarlos en tinta, sino también porque aquel dolor y amor reflejado en esos escritos no era compartido ni siquiera en una octava parte de aquella carga emocional.

Odié la idea de que hubiera lástima hacia mí, pero tampoco podía culparlo por ser como era, alguien curioso y empático. Seguramente estaba pensando "pobrecito" o incluso, le daba gracia. Pensar en esa posibilidad me puso nervioso, sin embargo, cuando vi sus ojos ligeramente húmedos, su pequeña sonrisa, sentí que más bien él sentía una profunda pena por mi mala suerte.

Pero de nuevo, no podía culparlo. Forcé la aparición de una sonrisa con la esperanza de disipar su incomodidad, a pesar de que la mía siguiera ahí.

—Tranquilo, no estoy enojado —suspiré—. Sé que no fue tu intención. Puedes dejar la caja en su lugar.

Con cuidadosos movimientos torpes y algo nerviosos, hizo lo que le pedí en el cajón donde la había sacado. Presionó sus labios juntos y se volvió a disculpar:

—De verdad, lo siento. No quise invadir tu privacidad. Debí haber sido más consciente.

—Todo está bien, no te preocupes —Realmente no quería tocar el tema de las notas. No quería hacerlo porque sabía que eso lo pondría muy incómodo, además de que había sido una buena tarde como para ponernos a hablar de sentimentalismos. No era el momento —. Más bien... —Levanté el gran lienzo delgado y cuadrado que había traído desde el ático del primer piso. Desde que Yeonjun vio aquel cuadro que hicimos juntos aquel día, tuve ganas de volver a recrearlo, algo parecido. Y si bien era cierto que no quería hablar de mis sentimientos con palabras, podríamos conversarlo de otra forma: por medio del arte.

Sus ojos siguieron atentamente mis acciones cuando dejé caer ese lienzo plano al suelo, con la cara donde se suponía que iría la pintura mirando hacia arriba, lo que provocó un sonido sordo debido a su tamaño.

—¿Sabes qué es lo más emocionante del arte? —Empecé, rodeando el objeto en el suelo. Yeonjun me veía atento, expectante.

—¿Cuál es?

—El expresar —En una de las esquinas en el suelo había una plástica gigante que tomé sin vacilación para cubrir todas las demás pinturas, lienzos y otros trabajos que estaban alrededor y que podrían sufrir daños colaterales al momento de crear esta nueva —. La forma en la que nos permite expresar lo inexpresable, pintar el alma, transmitir... Es un medio para explorar lo más profundo de nuestra existencia y un puente que conecta corazones y mentes sin necesidad de diálogo. En su esencia, el arte es la manifestación más pura y hermosa de nuestra humanidad. Es el lenguaje universal donde el alma se desnuda y se ofrece al mundo, invitando a otros a sentir, comprender y conectar...

Siempre me consideré una de las personas más afortunadas del mundo porque tuve la oportunidad de indagar, aprender e interiorizar conocimiento de una de mis pasiones más grandes de la vida, porque me dedicaba a ello. Y si tal vez no me cagaba en dinero como un médico o un ingeniero, nunca me arrepentí en lo más mínimo de la dirección que elegí, la de seguir mi corazón. Incluso en mi misma carrera, había mucha gente que no compartía mi visión de la vida acerca del arte, lo preciado que era, lo hermoso que era. No valoraban la oportunidad como yo lo hacía; algunos me llamaban intenso, otros exagerado. Nunca me importó en lo más mínimo. Yo podía hablar horas de la belleza del arte, de su valor; podía escribir ensayos enteros sobre su capacidad para capturar la belleza efímera y la complejidad de la vida en formas que perdurarían para siempre.

No obstante, yo no estaba ahí con Yeonjun para discutir sobre eso. Yo quería, esperaba causar algo: un flashback, una memoria perdida, una reacción... Tal vez si recreábamos esas memorias, él recordaría, o al menos eso pensaba yo.

—Supongo que te estás preguntando qué es todo esto —Sus ojos me siguieron hasta el lienzo, no esperé que se quedara callado —. Hoy vamos a hacer arte, Yeonjun.

Cuando lo miré, dios mío, sus mejillas tan rojas, sus ojitos adorables, sus labios cerezos entreabiertos... Parecía un angelito. ¿Cómo era posible enamorarme más de la persona que se había ganado mi corazón completo? Tuve el impulso de olvidar todo, de dejar de lado mi esfuerzo por ser paciente y besarlo como si no hubiera un mañana. Lo ansié tanto que justo por eso no pude hacerlo. Siempre fui consciente de que por las mejores cosas se lucha, se espera, se persiste...

Respiré profundamente, tratando de disipar la oleada de amor que me atravesó, y le extendí una brocha grande.

—Gracias —musitó al recibirla, aún pareciendo tímido.

—¿Es tu primera vez creando arte?

Asintió tomando la brocha con ambas manos y llevándosela al pecho.

—Tenía curso de arte en el colegio, pero supongo que esto no se le compara, ¿verdad?

—Precisamente —Me pareció jocoso que lo comparara con un curso de colegio—. No planeo darte clases o explicarte cosas técnicas el día de hoy. Solo vamos a desahogarnos.

—¿Desahogarnos?

—Sí. Piensa en el arte como un confidente silencioso que nos escucha y nos brinda un espacio seguro para expresar lo que a menudo no podemos comunicar de otra manera. Cuando nos sumergimos en la creación artística, ya sea a través de la pintura, la escritura, la música, la danza o cualquier otra manifestación, encontramos una vía para liberar nuestras preocupaciones, miedos, alegrías y tristezas. Y eso es lo que vamos a hacer hoy.

El pobre se veía ligeramente confundido, lo entendía. No era como si, con mi pobre discurso, pudiera adentrarse en la cabeza de este loco, así que le expliqué más.

—¿Conoces a los colores?

Y si estaba confundido antes, ahora lo estaba aún más.

—¿Conocer? —La pregunta era estúpida, desde una perspectiva básica—. ¿Hablas de los nombres científicos que tienen algunas tonalidades especiales?

—No veremos nada técnico hoy, así que no, hablo de los colores, los que tú y yo vemos a diario: el rojo, el amarillo, el naranja, el morado, el gris...

—Oh... sí... sí los conozco.

Su carita de patito confundido me sacó una sonrisa.

—¿Sabías que todos están asociados a algo?

Negó con la cabeza.

—Así como nosotros somos capaces de expresarnos por medio de distintas formas, los colores también lo hacen. En el suelo, hay 10 cubetas de pintura, todas diferentes —Señalé, y pareció que recién se dio cuenta de que estaban ahí, ya abiertas —. Tienes una brocha en tu poder. Cada obra de arte, ya sea una pintura, una escultura, una pieza musical o una pieza de escritura, es el resultado de una serie de elecciones y decisiones tomadas por el artista, pero para que puedas tomarlas, te voy a ayudar.

Con una brocha en mano, decidí dar una vuelta alrededor del lienzo, parándome en cada balde de color que explicaría, para que así él tuviera una visión y asociación más facilitada de lo que transmitía cada color.

—El rojo... —Me agaché y hundí mi brocha en la cubeta, empapando cada una de las cerdas en pintura. Busqué su mirada —. Pasión, enojo.

Si lo tenía ahí en frente, después de tantos meses, ¿como no iba a pensar en nosotros? Más de la mitad de obras que había creado en su ausencia lo tenían a él de musa.

"Rojo: Enojo, frustración, de que esto nos haya pasado".

Sacudí la brocha con fuerza de modo que la salpicadura cayera en el lienzo, dejando un rastro de manchas aleatorias que sabía después, en conjunto con los demás colores, crearía una obra de arte.

A Yeonjun le salpicaron pequeñas gotas, a pesar de que se cubrió.

—Descuida, elegí esta marca porque sale de la ropa con un poco de agua.

Seguí avanzando, topándome en dos pasos con la cubeta de pintura azul.

—El azul, es tristeza.

"De que yo no sea más que un don nadie en tu cabeza".

Volví a repetir la acción pasada, luego sacudiendo con fuerza la brocha para crear esas manchitas que ya visionaba que terminarían formando algo hermoso.

Y así fui haciendo, probando color por color, explicándole, salpicando y asociándolo en silencio a nuestra historia, todo bajo su atenta mirada.

—El rosa es amor, dulzura, ternura...

"Lo que siento cada vez que te veo".

—Amarillo refleja alegría.

"De que estemos vivos después de todo" .

—El verde para la esperanza...

"De que recuerdes lo que mi nombre significaba para ti. De que termine esta pesadilla, de que aún puedas amarme como antes".

Después de 10 cubetas de pintura y 10 punzadas a mi corazón, finalmente el lienzo comenzó a cobrar vida. Me encontraba de cuclillas, completamente manchado de pintura cuando volví a mirar a Yeonjun.

El lienzo se había transformado, las pinceladas y salpicaduras de colores vibrantes comenzaron a tomar forma y sentido. Cada trazo tenía su propio significado y expresión.

—Ahora es tu turno, Yeonjun. Lo que sientas, háblale al cuadro.

Se veía concentrado, sosteniendo la brocha con determinación. Esperaba que entendiera el poder efímero que eso le daba, la capacidad de plasmar sus pensamientos y emociones en el lienzo. De un momento a otro, noté que su expresión cambió sutilmente, como si una sombra invisible hubiera cruzado su rostro. Con un gesto decidido, hundió su brocha en la pintura azul. Creía que iba a pintar y canalizar sus sentimientos en silencio, mas me sorprendí cuando expuso sus emociones y sentimientos en voz alta, como yo lo había estado haciendo.

—Azul porque... estoy triste —susurró. Yeonjun ni siquiera me miraba, estaba tan sumido en sus pensamientos que pude notar un sutil cambio en su respiración, que dejó de ser uniforme —. Porque he perdido mi vida, y no sé quién soy. —Su voz ahora quebrada resonó en la habitación, y las palabras parecían llevar consigo el peso de un abismo de dolor. Sacudió la brocha, las manchas azules que creó en el lienzo parecían reflejar una tormenta emocional.

La convicción en su voz me provocó escalofríos, un sentimiento de profundo respeto y admiración. Me sentí feliz y orgulloso de que no estuviera tomando esta dinámica como un juego trivial. Sin embargo, la expresión en su rostro y sus palabras borraron la sonrisa de mi rostro.

Yeonjun continuó con la cubeta roja, hundiendo su brocha en ella con determinación.

—Rojo porque estoy enojado, estoy... estoy furioso —Sus palabras brotaron cargadas de intensidad—. Porque me siento como una jodida carga todo el tiempo, por mis piernas, por mis recuerdos, pero sobre todo porque no puedo hacer nada para cambiarlo... —Su voz se quebró al final de la frase, y con un gesto brusco, salpicó con más fuerza, lanzando manchas de rojo que salpicaron el lienzo como un grito contenido que finalmente encontraba su liberación.

Al escuchar esas palabras, mi corazón se resquebrajó un poco más. ¿Por qué Yeonjun pensaba de esa forma tan negativa sobre sí mismo? Quería interrumpirlo, decirle que no era una carga, que era valioso, pero en ese momento, parecía necesitar expresarse, y yo lo dejé continuar. Era su turno de desahogarse, y si sus ojos se humedecieron un poco, no dije nada.

—Marrón porque me siento estancado en un laberinto sin salida —Sus palabras salieron entrecortadas, su mano temblorosa salpicó el lienzo con pinceladas marrones—. G-Gris porque estoy aburrido de esperar un cambio que nunca llega...

Por su tonalidad de voz y la forma en cómo salían las palabras de su boca, supe que estaba aguantando las ganas de llorar. Inconscientemente, me las contagió a mí también, sobre todo con su última declaración.

—Y negro porque... porque siento pesar, porque me siento atrapado en un pozo oscuro sin fondo —Bajó la cabeza, dejando caer la brocha con pintura directamente, como si ya no tuviera las fuerzas—. Porque estoy de luto... Por Choi Yeonjun, un chico noble, amoroso, mejor persona, que probablemente nunca voy a ser capaz de conocer...

Verlo devastado fue fulminante para mí. Si él estaba triste, yo estaba triste; sí él estaba feliz, yo también lo estaba, era una mierda que en base a la experiencia ya había aceptado. Su imagen tan triste, su apariencia tan cansada, la sinceridad en sus palabras, todo me hizo sentir miserable. Él siempre había sido un chico tan bueno, ¿por qué diantres le tenía que estar pasando esto a él?

Quise reconfortarlo, necesité hacerlo; le hice saber que él no estaba solo en esto, que nunca lo ba a dejar solo.

—Mi turno —Anuncié con voz también entrecortada, luchando por evitar que las lágrimas escaparan. La habitación estaba cargada de emociones y sentimientos, y yo no quería ser el eslabón débil. Con una determinación renovada, sumergí la brocha en la pintura roja, sintiendo la textura suave y viscosa adherirse a las cerdas. Luego, la punta de la otra brocha se tiñó de un azul profundo, y la sensación de esa fría cubeta de pintura atrapada entre mis dedos me recordó que estábamos lidiando con algo más que colores en un lienzo.

En ese momento, la pintura roja representaba un torrente de furia, mientras que el azul, la más pura tristeza. Observé el lienzo, ahora manchado con las huellas de Yeonjun; yo lo seguí con mi propia contribución.

—Azul, y también rojo —Comencé a trazar con la brocha sobre el lienzo, con la intensidad de quien quiere hacerse escuchar—. Azul porque estoy triste y rojo porque estoy enojado, por esta situación de mierda, p-porque no es justo...

Mis movimientos eran decididos, como si estuviera liberando años de frustración y la sensación de impotencia que me había atormentado. Cada salpicadura era un acto de desahogo, una forma de expresar en silencio, y aunque las palabras seguían siendo insuficientes, el arte caótico que creamos esa tarde, fue suficiente motivación para soltarlo todo.

No obstante, esa experiencia no debía terminar en algo tan deprimente. Me negaba fervientemente a aceptar ese final amargo.

No iba a dejarlo ahí. Me incliné hacia adelante, con determinación. Alcancé las cubetas de pintura verde, porque lo que el verde implicaba, era lo único que me mantenía de pie, vivo, listo para un mañana diferente. Era la única cosa a la que podía aferrarme.

Sin dudarlo, hundí ambas brochas en el verde. La expresión de Yeonjun cambió ante mi movimiento inesperado, sus ojos se abrieron ampliamente, como si no se lo esperara. Él, al olvidarlo todo sobre mí, también había olvidado que yo no me daba por vencido, no sin dar lucha.

—Pero por último, verde —dije con determinación, mientras mi brocha se sumergía la sustancia viscosa.

La pintura fluyó del pincel y aterrizó en el lienzo como un suspiro de vida. Las gotas verdes se unieron a las manchas de colores anteriores, creando un contraste vibrante con las sombras y los tonos oscuros que habían predominado hasta ahora. Mientras salpicaba el lienzo con el verde fresco y brillante, me dejé fluir.

—Porque elijo tener esperanza... —Al buscar su mirada, nuestros ojos se encontraron y sentí una profundidad que no habíamos compartido antes —. Porque es lo último que se pierde, ¿verdad?

Le dediqué una tímida sonrisa, que él, felizmente,
reflejó a los pocos segundos. Nuestras miradas se encontraron en un momento de complicidad, y en ese instante, dibujamos una sonrisa compartida en nuestros rostros. Yeonjun asintió lentamente con la cabeza, pero en sus ojos brillaba una sorpresa evidente. Parecía como si hubiera encontrado algo en ese acto, algo que le había proporcionado ese toque de positivismo que tanto necesitaba en ese momento. Sus ojos y esa sonrisa tímida me dijeron "gracias", aunque no pronunció una sola palabra.

No estaba seguro de si había logrado el efecto deseado que imaginé cuando tuve la idea de hacer esa dinámica, pero si había causado algún impacto en él, si lo había ayudado a liberar sus emociones o si le había dado un atisbo de esperanza, eso era todo lo que necesitaba para sentirme pleno.

Fue de esa forma que concluimos nuestra creación artística aquella tarde improvisada. Cualquiera que mirara el cuadro pensaría que era un desperdicio de lienzo, pero algo que llenaba mi corazón de confort era que solo él y yo sabíamos el profundo significado que le habíamos dado, todas las emociones derramadas allí.

Me di cuenta de que se había convertido en nuestro primer secreto desde que el recuento de nuestro tiempo juntos se reinició. Y aunque me pesaba el hecho de que todo lo que habíamos vivido antes para él no eran más que historias antiguas, me centré en el hecho de que habíamos estado reviviendo muchas experiencias como si fuera la primera vez, y eso me hizo feliz.

Bajamos al primer piso, nuestra ropa salpicada de colores delatando lo que habíamos hecho. Las tazas estaban sobre la mesa, desprendiendo vapor y un cálido aroma a chocolate caliente que llenó el ambiente. Desde mi lugar, observé a Yeonjun, quien se recostó en uno de los sillones, aparentemente perdido en sus pensamientos.

Después de unos minutos de silencio, decidí romperlo con sinceridad.

—Gracias por acceder a hacer esto hoy. Lo siento si fue demasiado. —Mis palabras brotaron con genuinidad. Yeonjun tomó una taza, sosteniéndola con ambas manos mientras el calor se filtraba a través de sus dedos. Me regaló una sonrisa que iluminó su rostro.

—No, Soobin, gracias a ti. Fue increíble. Realmente lo necesitaba, fue como una especie de catarsis, ¿sabes?

—En unos días, esta obra estará en la vitrina junto con las demás —le informé, ya había tomado esa decisión desde que accedió a venir al estudio por llamada. Solo faltaba un pequeño detalle que había estado pensando mientras preparaba chocolate caliente en la cocina, esperaba que él pudiera ayudarme con ello —. Pero aún no tengo un nombre para ella. ¿Tienes alguna idea, Yeonjun?

Él pensó por un momento, su expresión cambió a una serena y tranquila que no había visto en mucho tiempo. Parecía feliz y un poco más sonrojado que antes, quizás por el calor que emanaba la taza en sus manos o por otra razón. Luego, me dio una respuesta sencilla pero con un significado que me pareció perfecto. En ese momento, Yeonjun me susurró de una manera diferente que no estaba dispuesto a rendirse, y creo que fue uno de los momentos más especiales que viví durante ese difícil período.

—Esperanza.

WE LOST THE SUMMER PT. II

Las tardes invernales se transformaban en pura magia cuando estaban juntos. Ese día, compartieron una maravillosa: un café caliente, una maratón de tres películas y una suave lista de reproducción de R&B que creaba el ambiente perfecto. El sol comenzaba su lenta despedida en el horizonte, pero ellos, a pesar de sus múltiples obligaciones pendientes, no querían romper la burbuja de felicidad que habían creado.

La posición en la que se encontraban parecía la más natural del mundo. Yeonjun, con su espalda descansando en el pecho de Soobin, se sentía perfectamente acomodado en su regazo. A pesar de las miradas críticas que habían enfrentado en el pasado debido a la supuesta inusualidad de amigos compartiendo tal cercanía, a ellos no les importaba en absoluto. Yeonjun se sentía completamente a gusto en el regazo de Soobin, y esa comodidad superaba cualquier comentario o mirada curiosa que pudieran recibir.

Soobin, por su parte, apoyó su mentón en el hombro de Yeonjun, rodeando con su brazo la cintura del menor, gesto que realizaba con tanta frecuencia y naturalidad que parecía haber encontrado un rincón especialmente diseñado para él. Entre el pequeño espacio que formaba la cintura del menor y su brazo, Soobin, sin demasiado interés, comenzó a revisar sus redes sociales.

Mientras Soobin navegaba por sus redes sociales, Yeonjun se debatía internamente con pensamientos intrusivos que lo habían estado atormentando en los últimos días. Curiosamente, estos pensamientos tenían como protagonista al hombre que estaba justo detrás de él. Sus dedos jugueteaban nerviosamente, encontrándose a sí mismo incapaz de encontrar una respuesta clara a los dilemas emocionales que lo acosaban. ¿Debería compartir aquellos sentimientos confusos con su mejor amigo o debería guardarlos en el rincón más oscuro de su mente? En medio de ese cómodo silencio, Yeonjun luchaba con su dilema interno, desesperándose por no hallar una solución clara.

Seguir ignorándolo ya no era una opción viable para Yeonjun. Durante esas últimas semanas, esos pensamientos habían consumido lo mejor de él. Era un tema delicado, algo que le producía miedo y tristeza, pero, sobre todo, una profunda incomodidad. No entendía cuándo ni cómo había empezado a desear cosas que consideraba incorrectas. ¿Por qué aquellos pensamientos lo atormentaban constantemente? Cada vez que lo reflexionaba, sentía un dolor punzante en el pecho que lo abrumaba. No quería sentirse así, pero también sabía que los sentimientos no se elegían. Yeonjun había intentado cambiarlo, suprimirlo, pero sus esfuerzos habían resultado en vano. Se preguntaba qué sería de él si continuaba reprimiendo lo que realmente sentía.

—Yeonwoo y yo hemos estado peleando de nuevo —confesó de pronto Yeonjun, llevando una carga de preocupación en sus palabras.

Soobin, que había estado absorto en su teléfono, apagó la pantalla y dirigió su completa atención hacia su amigo. Con una mano apoyada en la cintura de Yeonjun, lo escuchó atentamente.

—¿Hmm? —murmuró, incitando a Yeonjun a continuar.

El menor bajó la cabeza, luciendo abatido, como un cachorro triste, consciente de que en tan solo unos meses su plan perfecto y su vida perfecta se habían ido al demonio.

—No sé... —suspiró—, últimamente siento que nada está bien entre nosotros.

Soobin, comprendiendo la gravedad del asunto, continuó acariciando con ternura la cintura de Yeonjun, tratando de reconfortarlo.

—Es normal tener altibajos en las relaciones —intentó tranquilizarlo—. Por eso es importante la cita que tienen hoy, ¿verdad? Para hablar y resolver las cosas.

Yeonjun se acomodó de lado, apoyando su cabeza en el pecho de Soobin, buscando consuelo, ganándose suaves caricias.

—No quiero ir —confesó con un puchero irresistible—. Estoy tan cómodo aquí... ¿Podemos quedarnos el resto de la noche así, por favor?

Soobin sintió un tirón en el corazón ante la petición de Yeonjun. Ciertamente, le habría encantado pasar más tiempo juntos, pero la realidad era diferente. Tenía responsabilidades y trabajo por hacer, y Yeonjun tenía una cita con su novia que no podía eludir.

Soobin alisó su mejilla contra el hombro de Yeonjun y levantó un poco la cabeza para mirar al chico que adoraba mientras hablaba.

—Sabes que me encantaría quedarme, pero ambos tenemos compromisos que cumplir. Yo debo trabajar en mis proyectos y tú tienes a alguien importante que consentir. Voy a ser un artista responsable y tú un buen novio, ¿de acuerdo?

A Yeonjun no le gustó cómo sonaron esas palabras de la boca de su Binnie. Las palabras de Soobin hicieron que Yeonjun sintiera una punzada de inquietud, ¿buen novio? Al diablo, en ese momento, no quería ser un buen novio, o al menos, no esa tarde. Quería ser egoísta por una vez y tener más tiempo con él. Si era honesto consigo mismo, podría admitirlo: preferiría quedarse en su estudio y disfrutar de su compañía, sin importar cuán pegajoso o irresponsable pareciera. En lo más profundo de su mente, ya había aceptado la verdad, pero a veces, el miedo es más fuerte.

—¿En serio no podemos quedarnos?

Soobin observó el rostro de Yeonjun con toda la adoración que podría caber en un cuerpo, preguntándose si había algún ser humano en este mundo que pudiera resistirse a ese puchero tan adorable. Yeonjun era simplemente precioso, y siempre resultaba increíblemente difícil decirle que no. Acarició su delicado rostro con cuidado, como si estuviera puliendo un diamante.

—Sabes que no podemos —susurró, mostrando una expresión igualmente decepcionada.

Yeonjun asintió cabizbajo, bajando de su regazo.

—Aunque... —Levantó la mirada con una nueva chispa en sus ojos—. ¿Crees que puedo acompañarte mientras pintas unos minutos? Luego me iré con Yeonwoo. —Decirlo con seguridad le costó a Yeonjun, ya que nunca había deseado algo menos en su vida.

La sugerencia de Yeonjun pareció viable para Soobin, así que asintió y extendió la mano hacia él, invitándolo a tomarla.

—Vamos.

Tomarse de la mano solía ser algo tan cotidiano, algo que hacían sin pensar, pero en los últimos días, todo había cambiado. Esa tarde, Yeonjun se dio cuenta de que ya no era lo mismo. Antes no dudaba en tomar esa mano, no se cuestionaba sus sentimientos antes de hacerlo, ¿por qué ahora sí? La pregunta sonaba tonta en su cabeza cuando sabía la respuesta.

Se permitió mirar esa mano grande y venosa un poco más de lo habitual, con mejillas sonrojadas y redondeadas, antes de finalmente tomarla, permitiendo que Soobin las entrelazara mientras subían las escaleras.

Soobin lideró el camino como siempre, lo que le permitió a Yeonjun tener la vista de sus manos unidas en primer plano. El contraste en el tamaño de sus manos era evidente cada vez que las rozaban, y cada vez que esto sucedía, ese sentimiento extraño e insaciable crecía en su interior. Estaban de la mano en ese momento, y abajo, habían estado abrazados como uno solo, entonces, ¿por qué no se sentía satisfecho con eso?

Una vez llegaron al lugar donde la magia del arte cobraba vida y la creatividad desbordaba por cada rincón, Soobin tomó asiento en un banco frente a un caballete que tenía un lienzo con un caballo a medio trabajar.

—Puedes sentarte aquí —le ofreció a Yeonjun, señalando la banca frente a la suya, a lo que el menor asintió y se acomodó.

No era la primera vez que Yeonjun acompañaba a Soobin mientras pintaba. Al principio, le pareció aburrido, pero con el tiempo, había aprendido a apreciar la belleza y el arte que emanaban de las manos de Soobin. Con el pasar de los días, esta actividad se convirtió en una de las cosas que más disfrutaba hacer.

"Japanese Denim" sonaba desde la planta inferior, añadiendo un toque emotivo y melancólico al escenario que Yeonjun había creado en su mente.

Los minutos pasaron, y con cada pincelada que Soobin daba en el lienzo, más escenarios ficticios hicieron su aparición, lo que provocó que las ganas de llorar crecieran dentro de Yeonjun. Se odiaba a sí mismo, deseaba golpearse contra uno de los baldes de pintura que estaban cerca. ¿Cuál era su problema? ¿Por qué tenía que comportarse de manera obsesiva y enfermiza? Soobin era su mejor amigo, siempre había estado ahí para él, como en ese momento, pero claro que él tenía que ser un egoísta de mierda. Yeonjun se sonrió a sí mismo con ironía por si decisión de arruinar las cosas, por ser capaz de arruinarlo todo, por estar a punto de echar a perder una relación tan pura.

La ansiedad estaba consumiéndolo. Sus manos picaban y temblaban de la necesidad de tocar a la persona a la que había estado abrazado durante horas. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras se preguntaba cuándo había dejado de sentir un cariño sano y profundo para convertirlo en algo tan avasallador que le provocaba ganas de llorar y un jodido temblor en las manos, ansioso por tocar y seguir tocando.

Soobin estaba tan inmerso en su tarea que no pudo percibir la expresión de desesperación en el rostro de Yeonjun. Este último, sin poder contenerse más, con el afán de deshacerse de esa presión horripilante en su pecho y necesidad descargadora, saltó a su regazo como un gatito buscando la atención de su dueño. Sus muslos rodearon la cadera de Soobin, sus brazos se enroscaron en su cuello, su rostro encontrando refugio en el mismo. Soobin se quedó momentáneamente paralizado, sorprendido por la repentina acción, con el pincel suspendido en el aire. A pesar de no entender por qué Yeonjun estaba actuando de esta manera, amó la sensación de tenerlo tan cerca. Con cuidado, dejó el pincel sobre el soporte del caballete y sostuvo con ternura la cintura de Yeonjun, devolviéndole en parte el abrazo.

—¿Qué pasa, bebé? ¿Estás bien? —preguntó en un dulce susurro con preocupación, deseando ver el rostro de Yeonjun, pero este último no se lo permitía debido a lo apretado del abrazo.

Soobin notaba que la respiración de Yeonjun se hacía cada vez más pesada con el paso de los segundos. Se sentía casi asfixiado por la intensidad del abrazo de Yeonjun. Aunque respondió al abrazo con fuerza, no lo apretó tanto como lo estaba haciendo el menor.

Yeonjun inhaló profundamente por la nariz, su colonia, tratando de calmarse; sin embargo, nuevas lágrimas ya se habían atiborrados en sus ojos.

—De verdad, no sé qué me está pasando. Lo siento —se disculpó con voz entrecortada.

Si Soobin estaba confundido, Yeonjun se sentía furioso consigo mismo. Estaba abrazando a Soobin de nuevo, estaba tocándolo de nuevo, pero esa maldita necesidad que parecía un agujero negro en su interior no parecía querer desaparecer, ya que solo deseaba más y más de la presencia que tenía en sus brazos, y no era justo. Deseaba poder controlarlo, detenerse, pero nunca antes había sentido un deseo tan abrumador en su vida.

Él quería a Soobin, lo amaba profundamente, siempre lo había hecho, pero en algún punto de la trama de su vida, el guionista interno había decidido que lo que tenían no era suficiente para hacerlo feliz. Vaya hijo de puta.

Yeonjun cerró los ojos y se deslizó aún más cerca en el regazo del mayor, quien, cada vez más preocupado por la falta de respuesta, volvió a preguntar si todo estaba bien.

—Junnie, ¿qué sucede? —A a pesar de la duda en sus palabras, no la hubo en sus movimientos, pues lo sostuvo con fuerza.

Si Soobin no hubiera visto a Yeonjun tan perdido, podría haber creído que sus acciones eran crueles, que él era cruel.

Soobin apenas podía soportar todo el contacto físico que el menor demandaba, que era cada vez más. Apenas podía contenerse, pues no era más que un hombre adulto y saludable, con un corazón atrapado en aguas turbulentas, por elección propia. O como otros le dicen: un masoquista.

Cuando Yeonjun actuaba de esta manera, Soobin ya no sabía qué hacer, ni qué decir para hacer lo correcto. Se sentía atrapado en un dilema emocional. Yeonjun lo sabía, entonces, ¿cuál era la razón detrás de su comportamiento? ¿Estaba jugando con él o disfrutaba hacerlo sufrir?

—Yeonjun... —Soobin intentó adoptar un tono de regaño, pero en su voz se reflejaba más desdicha que enojo. Sutilmente, empujó desde la cintura del menor para crear un espacio entre ambos, dándole la oportunidad al menor para que este apoyara sus frentes juntas, sus respiraciones ya mezclándose en un torbellino de emociones.

Soobin no quería que esto sucediera, pero su preocupación por Yeonjun siempre lo llevó a ser más comprensivo que egoísta. No podía ser egoísta, no con él.

Mientras Soobin mantenía los ojos abiertos, miraba los ojos cerrados de Yeonjun, sus largas y densas pestañas, la expresión en su rostro que lo llenaba de conflicto interno, sus mejillas sonrojadas y sus labios entreabiertos, enrojecidos por su pesada respiración. Las manos de Yeonjun en su cuello cosquilleaban como si fuera la primera vez que lo tocaba, y el peso en su regazo parecía más abrumador que nunca. Soobin se dictaminó así mismo como el perdedor absoluto. Aunque, ¿a quién engañaba? Lo había estado desde el primer momento en el que lo vio cruzar esa puerta de cristal. Porque supo que lo amaría sin remedio.

¿Cómo podía un simple hombre resistirse cuando Choi Yeonjun se entregaba de esa manera en una bandeja de plata? Soobin inhaló su dulce aroma, mandando sus preocupaciones al olvido mientras levantaba al menor de la cintura, haciendo que se sentara más cerca.

Lo que podemos llamar un error, un inicio, un trazo imborrable...

Con sus frentes aún juntas, las caricias por ambas partes se volvieron más intensas. Los traviesos dedos de Yeonjun explorando la piel erizada y sensible del cuello, sus labios entreabiertos descansando en los hombros del mayor dejando besitos accidentales en esas clavículas ligeramente expuestas, este sintiendo la respiración entrecortada del menor sobre su propia piel; a su vez, comenzando a guiar sus movimientos desde la cintura, así insinuando un significado diferente con sus dedos hundiéndose.

No tenían una jodida idea de lo que estaba pasando, solamente sabían que no querían detenerse.

Soobin temía que estuviera demasiado atrapado por el deseo como para parar, pero su nobleza interior lo llevó a resistir hasta el final.  Mas todos tienen un talón de Aquiles, todos caen, incluso los dioses.

—Esto... esto no está bien —dijo apenas Soobin, aunque sus movimientos no se detuvieron, al igual que los de Yeonjun. ¿Cómo podrían detenerse cuando finalmente estaban liberando lo que habían anhelado durante tanto tiempo?

Soobin, totalmente cegado por su corazón y deseo, quiso hacer cosas que posiblemente asustarían a Yeonjun, o eso pensaba él: que Yeonjun era como un delicado rocío, una existencia perfecta y un ángel, desconociendo por completo que dicho ángel, ya había sido corrompido por un espejo.

Los movimientos no se detuvieron en ningún momento; los suspiros y las respiraciones entrecortadas eran los protagonistas en la habitación. La pintura se secaba, y la canción seguía explotando en cada célula de sus cuerpos. En un momento, debido a la cercanía que quemaba como fuego, sus labios rozaron, encajando casi a la perfección como si fueran las piezas de un rompecabezas.

Para ese punto, ambos estaban tan absortos el uno en el otro que no existía fuerza en el universo capaz de separarlos. Tal vez estaba pre escrito.

Hubo un momento en el que ambos se miraron a los ojos, compartiendo una sonrisa, porque tan solo se sentía bien, como si todo estuviera en su lugar, como si después de meses de estar encerrados y reprimidos finalmente se sintieran libres. Tenía que ser lo correcto, y se sentía así, que solamente el universo lo pudo haber planeado de tal forma.

Excitado, Yeonjun se dio cuenta de que esto era lo que quería, que era lo que había estado buscando, que su amor trascendía las barreras morales y éticas cuando acarició el rostro cálido de Soobin. Sus miradas se encontraron brillantes y convencidas, y por primera vez, sinceras, sin miedo.

Sus labios se encontraron en un dulce y apasionado encuentro que marcó el comienzo de algo nuevo y emocionante. Yeonjun encerró el labio inferior de Soobin entre los suyos, y ya no hubo vuelta atrás.

El beso que Yeonjun inició con tanto fervor actuó como el disparo que daba inicio para Soobin, acelerando todo sin posibilidad de freno. Había imaginado esto tantas veces, a Yeonjun en sus brazos de esta manera, ¿pero no era solo un sueño esta vez?

Si el beso de Yeonjun lo inició todo, el de Soobin lo arrastró todo consigo, incluidas preocupaciones y culpas. Un gemido fue ahogado en la lengua del más alto cuando este atacó sin timidez la boca del menor. Yeonjun se derritió en sus brazos, sus ojos se blanquearon y sus dedos se hundieron en la carne del perpetrador. Nada se comparaba a esto, ninguno de los millones de besos que habían dado en el pasado podían igualar la explosión colosal de sentimientos y sensaciones nerviosas que estallaron en sus cuerpos cuando Soobin reclamó su boca como propia.

Las manos de Yeonjun se posaron en la nuca del mayor, acercando para que así no hubiera ni un solo centímetro que los separara, reclamando lo que su corazón siempre supo era suyo. Sus lenguas se encontraron en un baile exquisito, en un enfrentamiento de poder sin ganador absoluto. Ya sin inhibiciones, la mano del mayor bajó lentamente hasta el glúteo del chico que no paraba de jadear, apretando con devoción, encendiéndose más si eso era posible.

Fueron largos minutos resumidos en lengua, saliva, chupones, mordiditas traviesas entre sonrisas cómplices y jadeos; y una sensación burbujeante y ansiosa en el pecho cuyo origen era la felicidad en su máxima expresión.

Cuando la posición comenzó a ser incómoda, sin dudarlo, Soobin lo alzó levantándose también con él, con planes de abandonar el lugar, a lo que inmediatamente Yeonjun respondió enroscando sus piernas en su cadera sin detener sus besos ansiosos, en sus labios, cuello y mandíbula.

Con movimientos torpes y ciegos, Soobin los guió hasta el sillón gris que estaba fuera de la habitación donde estaban, en este se acomodaron en la misma posición, con Yeonjun arriba, todo esto sin dejar de besarse como si su vida dependiera de ello. Nadie supo en qué momento las manos de Yeonjun se mancharon con pintura: cuando Soobin lo acercó más a sí mismo desde la cadera, lo hizo con un movimiento tan brusco que Yeon tuvo que sostenerse de la parte de atrás del sillón para no caer. A pesar de su calentura, intentó no tocar el mueble porque sabía que lo arruinaría irremediablemente, sin embargo, no sabía que el mayor lo había hecho justo con esas intenciones,  porque precisamente quería que manchara el sillón, porque al ver esa mancha al día siguiente, se convencería de que lo que estaban viviendo esa tarde habría sido real y no otro de sus locos sueños; ya no más.

En el momento en el que se detuvieron por muy necesario oxígeno para sus pulmones, sus miradas conectaron por varios segundos. Ya no había dolor en esas miradas, no había reclusión, solo un brillo cómplice de un sentimiento familiar. Yeonjun acarició con ensoñación el rostro del joven artista de la misma forma que este hizo con su cintura.

Las palabras nunca fueron necesarias cuando los ojos podían hablar tantos idiomas. Volvieron a unir sus bocas en un beso necesitado.

Caricia por caricia, beso por beso, prenda por prenda: horas después terminaron en la cama del dueño del estudio.

Cuando Soobin se hundió totalmente en el pequeño cuerpo que casi aplastaba, Yeonjun soltó lágrimas, que no solo fueron provocadas por la sensación del umbral entre lo emocionante, nuevo y doloroso, sino también provenían del sentimiento de felicidad que provocó la sensación de ser llenado por completo, por el hombre que ocupaba su mente día y noche. Mirando el techo y clavando sus uñas en esa fornida espalda, nacieron lágrimas de alivio, de felicidad.


Nota:

Como amo y odio este capítulo 😭 (les di pequeño -tremendo- spoiler). Me costó 18 huevos hacerlo el cap. Ay hermanos, se viene el taegyu también. ¡Linda semana!

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