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6. Oscura calidez.

De camino a la cafetería me dispuse a observar detenidamente a aquél chico. Su tez era blanca como la mía y su altura era de un 1,80 aproximadamente, tenía el cabello color castaño intenso por debajo de las orejas, sus ojos eran tan claros como la miel y emitían una calidez inmensa. Y su sonrisa... su sonrisa era... ¿cómo decirlo? De esas que sólo ves unas cuantas veces en la vida.
Llevaba puesto un abrigo negro, unos jeans negros y unas botas estilo Dr. Martin del mismo color, por lo que me recordó a una especie de cuervo desorientado.

Iba tan concentrada en mis pensamientos que no noté el silencio incómodo que se había formado (al menos para él) hasta que Alex lo interrumpió.

—Así que...¿eres de por aquí?

—¿Ah?... Ah, sí. Vivo como a dos kilómetros de aquí. ¿Y tú? Dijiste que eras nuevo aquí, ¿cierto?, ¿a qué se debe?

Llegamos a la cafetería, Alex empujó la puerta y me señaló con la mano para que pasara primero. Le agradecí con la mirada y una sonrisa a lo que él me la devolvió.

—Pues verás... —continuó respondiendo a mi pregunta— tuve algunos inconvenientes en mi pueblo anterior y tuve que mudarme.

—¿inconvenientes? —dije arqueando mis cejas.

Noté como se puso incómodo ante mi pregunta, tensó su mandíbula y dudó antes de contestar.

—Sí, nada grave, no te preocupes— sonrió, pero esta vez su sonrisa me inspiró bastante desconfianza.

—Ya veo —dije seriamente.

Aclaró su garganta y se posó al final de la fila para ordenar.
Me sentí algo mal por haberle hecho sentir incómodo, pero al mismo tiempo me preguntaba qué había sucedido. ¿Acaso había hecho algo malo? ¿ Y si había matado a alguien?

«Ya, Samantha, no seas exagerada»

Quizás sólo un problema con su familia o en el peor de los casos un delito de menor grado, aunque claro, era muy simpático para ser un delincuente. Esperen, ¿que eso no es característico de los asesinos en serie?

—¿Qué vas a querer de comer? —dijo Alex interrumpiendo mis deducciones y haciéndome ver que ya era nuestro turno.

—¿Yo? No, gracias, estoy bien. —dije con una falsa sonrisa que debió verse más horrible de lo normal.

—¡Vamos!, yo invito.

—No, no. —dije apresuradamente—. Verás, en mi casa desayuné en abundancia y estoy repleta. —dije haciendo énfasis en esta última parte.

Noté que Alex no creyó una mierda de lo que dije. Arqueó sus cejas en modo de preocupación pero luego se relajó con una sonrisa que emitía más tristeza que otra cosa.

«Oh, vamos. ¿Tan mal miento?»

Me sentí incómoda por su reacción. ¿Acaso había sido tan obvia? ¡Demonios!, ahora tendría que comer algo para aparentar no ser una enferma mental.

—Quizás una ensalada de frutas esté bien. —Le dije.

—Entonces una ensalada de frutas para la señorita y un sándwich de jamón para mí, por favor. —Le dijo a la dependiente.

—¿Desean algo de tomar?

—Para mí una Sprite y para ella...

—Una 7up light —dije terminando la frase de Alex.

La chica nos entregó la comida, le cobró a Alex y éste tomó todo y lo puso en una bandeja.

—¿Dónde nos sentamos? —preguntó observando el lugar.

—En cualquier parte está bien.

Alex caminó hacia una mesa en un costado de la cafetería, puso la bandeja y se sentó. Me senté frente a él y tomé mi ensalada de frutas.

—¿Sabes?, es bastante raro que haya una cafetería dentro de un colegio. —dijo mientras desenvolvió su sándwich.

—¿Lo es? —la cafetería había estado allí desde siempre así que me había acostumbrado a ella.

Observé como Alex abría su sándwich y le daba la primera mordida, éste notó que yo lo veía fijamente y sonrió.

—Eres buena acosando a los demás con la mirada. —dijo aún masticando el sándwich.

—¡No te estoy acosando! —me sonrojé.

—Bueno, desde que veníamos de camino no has dejado de observarme fijamente —exclamó levantando una ceja y con media sonrisa.

—Sólo soy algo curiosa. Me gusta analizar el comportamiento de los demás.

—Bueno, ¿y qué deducción sacas de mí? —Entrelazó sus dedos y apoyó su mentón en ambas manos.

Lo observé detenidamente.
Además de vestir completamente de negro y tener ese cabello largo y despeinado, tenía ojeras que hacían parecer que no dormía bien, era bastante pálido, por lo que asumí que no salía mucho y con lo dicho anteriormente de los "inconvenientes", su vibra fúnebre y su misteriosa aparición en el pueblo, le dije mi conclusión;

—Pienso que eres una especie de emo depresivo —Alex soltó una carcajada—, tienes un pasado malo y oscuro y viniste a esta ciudad para huir de él. No duermes por las noches por el remordimiento de la cosa tan mala que hiciste y vistes de negro para sacar la oscuridad de tu alma —dije esto último con un intento de voz tenebrosa.

—¿Es esa tu percepción de mí? —dijo sonriendo.

—Algo así. —dije sonriendo también.

—Bueno, tú tampoco pareces un océano de alegría.

El sonido del timbre interrumpió nuestra conversación, por lo que tomé mi bolso y me despedí de Alex, diciéndole que no podía llegar tarde y que él también debía apresurarse para llegar a su próxima clase.

—¡Oye! —me reclamó mientras yo me levantaba del asiento— No te comiste tu ensalada.

—Cometela tú, te la regalo. —Le dije rápidamente.

Aceleré el paso para llegar al salón de clase, intentando pasar entre la multitud de estudiantes apurados.
Llegué al salón que me correspondía, busqué un asiento al final del lugar y me abanique un poco para refrescarme.
El profesor entró y nos saludó a todos, y sabiendo que nos lo iba a pedir, me adelanté a sacar el libro de una vez. Metí mi mano en mi bolso sin mirarlo, cuando sentí una caja plástica.

—¿Uh?... —dije confundida.

Tomé la caja y volví los ojos al verla. Era la ensalada de frutas.

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