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5. Aroma a canela.

Abrí mis ojos y escuché el cantar de los pájaros en mi ventana. Mi cama se sentía tan bien que no quería levantarme de allí nunca. Me estiré y volteé lentamente a ver el reloj.

«Son las... 6... ¿¡6:40 a.m!

Salté de la cama y fui corriendo al baño, me quité la ropa lo más rápido que pude y me metí en la regadera. Un chorro de agua fría me sorprendió y solté un grito por escalofrío que recorrió mi cuerpo entero. Siete minutos después salí del baño y camino a mi habitación volví a ver el reloj en el pasillo; «6:47 a.m».

Debía apresurarme si no quería llegar tarde... Bueno, aún más tarde.

Tomé la primera blusa y pantalones que encontré, me puse unas Converse blancas altas y tomé mi bolso. Guardé mis llaves, un abrigo, mi cartera con unos cuantos dólares y dos cuadernos y lapiceros. Bajé las escaleras prácticamente volando y me dirigí a la cocina, abrí el refrigerador y sólo tomé una botella de agua que bebería durante el día. Busqué mis medicamentos y tomé tres pastillas, un antidepresivo, un antiansiolítico y la tercera, que se supone me abre apetito, la tiré al basurero.

«Listo»—. Pensé.

Tomé mis llaves y abrí la puerta, la cerré y comencé a correr como si no hubiese un mañana. El autobús no pasaría hasta dentro de media hora así que tenía tres opciones, caminar, tomar un taxi o volar. Para mi infortunio, no había caído en ningún poso radiactivo que me diera superpoderes, así que opté por la opción del taxi.
Corrí hasta la estación de taxis a doscientos metros de mi casa y abordé al primero en la fila.

—Al Instituto Town Ford, por favor.

—De inmediato, señorita—. Dijo el conductor.

Tomé mi celular para ver la hora; «6:52 a.m.».

«lo lograré»—. Pensé.

El taxista dio una vuelta un poco brusca y provocó que yo me inclinara lo suficiente como para chocar con la ventana.

—¡Ups! Lo siento —dijo con una risita nerviosa dejando asomar sus amarillos dientes.

Cuando por fín llegamos, habían pasado sólo tres minutos que para mí fueron casi horas. Tomé el dinero, pagué y salté del auto.

¡Gracias! —grité al conductor mientras me alejaba del taxi.

Empecé a correr por los pasillos para llegar a tiempo, una vez sonada la campana, no podría entrar al salón.
Miré mi teléfono; «6:58 a.m.».
Aún podía lograrlo, sólo un pasillo más, un pasillo más y llegaba justo a tiempo.
Empecé a correr más rápido, vi al profesor y a mis compañeros entrando al salón y pensé «¡Lo logré!».
Sentí como la felicidad invadía mi cuerpo cuando de repente, sin darme cuenta, choqué atropelladamente contra no sé qué.

—¿Qué demonios? —exclamé sin pensar.

Llevé mi mano derecha hacia mi cabeza para aliviar el dolor del golpe y observé el individuo con el que había chocado. Al parecer era un chico al cual se le habían caído todos los cuadernos al piso y los estaba recogiendo.

—¿Estás bien? —me preguntó.

Iba a responder "Sí, no pasa nada", cuando la campana sonó.
El enojo invadió mi cuerpo, había estado tan cerca de lograrlo y ese idiota se interpuso en mí camino.

—¿Bien? ¡Claro que no estoy bien! —dije con enojo.

El chico arqueó sus cejas.

—¿Te lastimaste?

—¡Claro que no me lastimé! —dije aún más molesta—, ¿Crees que soy de cristal o qué? Por tu culpa llegué tarde y ahora no podré asistir a mi primera clase. ¿Estás contento?

—¿Pero qué dices? —esta vez él reaccionó molesto—, ¡Tú eras la que venía corriendo como una loca sin fijarse!

Él tenía razón. Estaba enojada, pero lo único de lo que él era culpable era de ir pasando por allí al mismo tiempo que yo corría como desbocada.

—S-Sí, tienes razón, lo siento, d-discúlpame —tartamudeé un poco como de costumbre—. Es sólo que me esforcé mucho para llegar a tiempo.

El chico lanzó un suspiro, recogió su mochila y se levantó. Me dirigió la mirada y extendió su mano dandome a entender que me ayudaría a ponerme en pie, acto que me puso algo nerviosa pues no estaba acostumbrada a tener un encuentro tan cercano con nadie en el colegio.

—G-Gracias. —dije mientras me levantaba.

—¡No hay de qué! —respondió con una cálida sonrisa— Aprovechando el momento —continuó diciendo—, ¿me podrías decir dónde queda el aula 14B? Hoy es mi primer día y la verdad estoy perdido —Sonrió.

—Oh, pues, la verdad te lo diría pero ya no tiene caso.

—¿Qué quieres decir?

—Una vez que suena la campana, nadie entra. Es una de esas tontas reglas del colegio —dije volteando los ojos.

—Genial, falté a mi primera clase en mi primer día —dijo con sarcasmo—,  mamá estará orgullosa de mí. —Solté una pequeña risita a la que él respondió con otra.

Hace tiempo que nadie me hablaba de manera tan simpática y no pude evitar sonrojarme un poco, lo cual, me di cuenta que él notó y esto hizo que me pusiera aún más nerviosa.

—Soy Alex. Bueno, Alexander, pero para qué complicar las cosas, ¿no? — dijo extendiendo su mano a modo de saludo.

—Soy Samantha —dije estrechando su mano.

—Dime, Sam... —dijo.

¿Me acaba de llamar "Sam"? Nunca nadie me ha llamado de esa forma.

—... ¿hay alguna cafetería por aquí?— continuó— No desayuné y ya que tengo tiempo libre, me gustaría ir a comer algo —dijo frotando su estómago.

—S-Sí, de hecho hay una —reí—, si caminas derecho por el pasillo, doblas a la derecha y luego a la izquierda, te toparás con ella de frente. —dije haciendo las indicaciones con mis manos.

—¿Me quieres acompañar? —dijo sonriendo.

—Sabes, no tengo mucha hambre y-...

—Soy nuevo en el pueblo y no conozco a nadie aquí y la verdad me sentiría muy bien si me haces compañía —dijo interumpiendome.

—Es que yo...

«No quiero comer». —Pensé.

—Está bien si no quieres —interrumpió—,  estás ocupada, yo entiendo. Me gusta estar a solas—Sonrió, pero esta vez su sonrisa perdió su calidez anterior—. Así que... nos veremos luego, supongo —Se dio media vuelta y comenzó a alejarse en la dirección que yo le había indicado.

Lo vi alejarse y me di cuenta de lo amable que había sido conmigo a pesar de que yo le había gritado. Además, había algo raro en él, algo que despertaba mi curiosidad. No sé si había sido su sonrisa temerosa pero cálida a la vez, o su aroma a canela, pero ese chico había despertado mi interés.

—¡Espera! —Le grité.

El chico se detuvo, volteó a verme y sonrió.

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