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4. ¿Puedo jugar con ustedes?

Mi nombre es Alex, Alexander para ser más precisos. Tengo 19 años y honestamente, han sido 19 años de pura y completa mierda. ¿Por qué digo esto? Bueno, les contaré mi patética historia.
Cuando estaba en la primaria, es decir, a mis 10 u 11 años de edad, era un completo marginado social.
Era el típico niño que usaba lentes, veía Dragon Ball y al que ninguna chica se acercaba a hablarle. Sí, ese era yo.
Basicamente mis hobbies eran jugar Zelda y Pokemon todo el día y se puede decir que al nacer, no había sido dotado de un gran atractivo físico. Así que ahí estaba yo, el friki del salon.
Y esto no hubiera sido un gran problema de no ser porque, ¡continuó siendo igual hasta el jodido día de hoy! Todos los días en los recesos las personas pasan de mí tal y como lo hacían en la primaria. Nadie me habla, nadie me escribe, nadie me invita a sus fiestas, ¡Muchos ni siquiera saben mi nombre!

Recuerdo que en la escuela, cuando los demás chicos jugaban al balón, yo los observaba de lejos, pero hubo un día en el que las cosas fueron distintas y todo dio un giro de 360°.

Era un lunes por la mañana, el clima era cálido y la brisa soplaba lentamente. Acabábamos de salir a recreo y una avalancha de niños salió corriendo hacia el patio.
Cuando ya todos habían salido, decidí levantarme de mi asiento y salir tranquilamente sin ser empujado y estrujado en aquella estampida.
Como ya dije antes, era un día soleado, perfecto para jugar en la zona verde y mis compañeros estaban dispuestos a aprovecharlo.
Estaban haciendo equipos para jugar fútbol, cuando uno de ellos me llamó.

—¡Oye, Pikachu, ven acá!—Me gritó.

Me acerqué y noté como se codeaban unos a otros y susurraron al oído mientras yo me acercaba. Me sentí bastante incómodo al respecto y deseé no haber hecho caso a aquél mocoso.

—Verás, Alex...  —dijo aquél niño pecoso y pálido—...  hemos estado pensando y nos parece que tal vez no hemos sido justos contigo. Te daremos la oportunidad de unirtenos. ¿Qué dices?

—¿E-En serio?—lógicamente, esto me tomó por sorpresa.

—Sí, Alex, en serio.

Sonreí al escuchar aquello y di un paso hacia adelante cuando el niño me detuvo.

—No, no. Primero debes pasar una prueba. Si la pasas, serás nuestro amigo el resto del año, pero si no, te quitarás los pantalones frente a todos en el salón. ¿Hecho?- los demás chicos soltaron unas cuantas risas.

—S-Sí. Está bien...

¿Sí?, ¿en serio dije que sí? ¿Qué acaso era idiota? Eran los chicos que siempre me habían golpeado durante los últimos dos años ¿Por qué confiaría en ellos?, ¡era obvio que era una trampa! Pero no... Yo y mis grandes deseos por tener amigos me hicieron pensar; «¡Podrás pasar la prueba!». Grave error.

—Muy bien, Alex, la prueba es simple, sólo debes jugar fútbol. Serás el portero por cinco minutos, si te caes o no atajas la bola, ya sabes que tendrás que hacer-. Asentí con la cabeza deseando que tuvieran piedad de mí.

Genial, no tenía idea de cómo atajar la pelota y ahora debía lograrlo o todos verían mis patéticos calzoncillos de superhéroes. ¿Así pretendía agradar a las chicas? ¡Que idiota era!

Me coloqué en el arco e intenté imitar a los jugadores de la televisión. El niño soltó una risa y ordenó a todos que se colocaran en su posición. Cada uno puso una bola frente a sí mismo y supe que iban a lanzarlas al mismo tiempo.

«Adiós, dignidad»—Pensé.

Como sea... Esos niños y su tonta amistad pueden irse al infierno, no los necesito. Ahora he crecido y ya no uso esos estúpidos lentes y llevo las mejores notas de mi clase. Probablemente ellos ni siquiera se gradúen y trabajen limpiando mi baño algún día, entonces podré reírme de su patética existencia tal y como ellos lo hicieron conmigo.
Además, no tendré que verlos nunca más ya que, justo ahorita, me mudo de ciudad. A un tal pueblito llamado Town Ford o algo así. Dicen que las personas del pueblo son bastante amables, así que intentaré empezar de cero. Sin lentes, sin mi patética reputación y sin esos idiotas insultándome. Mientras tanto me dispongo a disfrutar del viaje en camino a mi nuevo hogar. 

  —"Town Ford"... No suena tan mal, ¿verdad?

  —Sí... No suena tan mal. 

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