Hola, mi nombre es Samantha Evans y tengo 17 años.
Así es, 17 años de ser Samantha Evans.
Dicisiete años en los que cada vez que me preguntan ¿Cómo te llamas?, respondo "Samantha Evans".
Y todos estos años he sentido vergüenza al decirlo. ¿Por qué? Digamos que no estoy muy orgullosa de ser yo. Así que cada vez que respondo Samantha Evans, desearía poder decir otro nombre, cualquiera, no importa cuál, sólo no quiero ser yo.

Desde pequeña, me han enseñado que ser Samantha, está mal... Y yo... nunca logré comprender porqué.

Y es que es difícil vivir siendo Samantha cuando tienes
que lidiar todos los días con las burlas de los demás.
He tenido que aguantar a todos esos niños fastidiosos que no tenían la más minima idea del daño que me hacían. Con cada una de sus estúpidas bromas pesadas de la cual todos reían excepto yo.
Mi madre solía decir, ¡Tú no lo intentas!, pero les aseguro que eso no es verdad. Recuerdo hacer grandes esfuerzos para encajar con los demás, esfuerzos que fracasaron una y otra vez.
Recuerdo fingir jugar a las Barbies para que las otras niñas me dejaran estar con ellas, recuerdo que me aprendía la letra de las canciones que ellos escuchaban para que cuando las cantaran, yo pudiera también.
Pero no... ¡No, no, no!

"¡Samantha Evans es una chica muy rara! No la inviten a jugar".
"Samantha Evans no viste a la moda".
"Samantha Evans no tiene dinero para comprar un auto".
"Samantha Evans es una idiota".
"Samantha Evans es una niña consentida".
"Samantha Evans está gorda, ¿Cómo podríamos ir de compras con ella? No va a entrar en nada".
"Samantha Evans es una vaca obesa".

Samantha, Samantha, Samantha. Blah, blah, blah. ¡Esos niños estúpidos nunca me dejaron estar con ellos! En vez de eso, no hicieron más que maltratarme durante años.
¡Los odio, a todos ellos!
Me humillaron como si no valiera nada, como si fuera basura. Y eso... eso nunca se los voy a perdonar.

Sí, definitivamente odio ser Samantha Evans, sin embargo, aquí estoy, ¿no?

Quizás tú no entiendas todo esto que te acabo de decir... Quizás tú has tenido la suerte de no entenderlo.
Así que, escucha atentamente, porque sólo por esta vez, te contaré mi historia.