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-Capítulo 11: Aquella Noche-

El nerviosismo de Arthur era tanto que juraba haber olvidado como se respiraba. Tal vez estaba exagerando, pero era su primera cita con su primer contacto social en ese sentido desde que dejó a Alfred... ¡Era normal que estuviera así!

Se miró por última vez en el espejo, tal vez iba demasiado informal. Llevaba una camisa negra de cuello V, unos vaqueros con botas negras y una chaqueta de cuero... Tal vez parecía un adolescente con problema paternales.

— Debería cambiarme antes de qu- ¡AH! — Sus sentidos se agudizaron al escuchar el timbre y de nuevo el nerviosismo inundó su cuerpo. — ¡Y-Ya voy!

Intento arreglar su indomable pelo rubio y, por décima vez, revisó no tener nada entre los dientes, puso un poco de colonia en su cuerpo y seguido fue hacia la puerta.

Estaba nervioso cual adolescente hormonal. No le había dado tiempo a nada realmente, ni a planificar donde iban ni a preguntar si había etiqueta... Posiblemente está noche significase mucho...

Agarró el pomo de la puerta y la abrió al mismo tiempo que su mente le recordaba ese pequeño detalle.

— Ah... Pero si no habíamos quedado en mi ca-

— MON AMOUR! — Francis entro al apartamento con botella en mano y energía en las venas, la puerta se terminó de abrir y cerrar al instante mientras el joven de pelo largo entraba al apartamento como si fuera suyo.

— ¡¿Tú que haces aquí?! — Los gritos de Arthur apenas pudo sonar sobre la animada voz del francés.

— ¿No es obvio? ¡Una quedada de amigos! Tú, yo, una botella de whisky, una cama a solas ~ — Esa era la idea de amigos del francés...

— Francis. ¡No, fuera de mi piso, iba a salir! Tengo una cita — Nada más soltar aquella última sílaba el arrepentimiento le inundó.

Pudo ver cómo el rubio  se levantaba del sofá, dejaba la botella a un lado y, a paso lento, llegaba a su lado con una sonrisa que recorría todo su rostro.

— ¿Una cita~? — Preguntó de vuelta — Vaya, vaya~... Ya sabía yo que en algún momento caerías en Grinder.

— ¡NO ESTOY EN UNA APP DE ESAS! — Argumentó. Cruzándose de brazos y alejándose de él — Es con... Con Antonio.

— ¿Antonio? — Repitió el Francés

— Antonio...

— ¿Antonio Fernández Carriedo?

— Antonio Fernández Carriedo...

— ¿Nuestro Antonio Fernández Carriedo?

— Nuestro Antonio Fernández Carriedo.

— El Antonio Fernández Carriedo que te presen-

— ¡FRANCIS! ¡SOLO CONOCEMOS A UN ANTONIO! — Tras eso, aquel jueguito se cortó. — Y, si me disculpas... Voy a llegar tarde por tu culpa.

Dio un par de pasos al lado del francés, dispuesto a cruzar la puerta, pero a último segundo una mano se posó sobre su hombro, haciendo cierta presión y obligándolo a verle.

— ¿Qué...?

— ...

Arthur era puntual para todo, pero esa vez no solo llegaba tarde, si no que llegaba tarde a la cita con el chico que le gustaba. ¿Motivo? Francis. Pues este adorado amigo suyo había insistido en darle una charla sobre todo lo necesario para su cita con Antonio, una charla que acabó siendo un tutorial de cómo tener hacerlo con otro hombre con explícitos detalles que Arthur no necesitaba saber. Primero de nada porque no se iba a acostar con Antonio en la primera cita, segundo, porque ya lo había hecho, y tercero, DIOS, FRANCIS DIO DEMASIADOS DETALLES QUE DESEO NUNCA ESCUCHAR.

Revisó su teléfono una vez llegado al punto donde habían quedado, no habia nadie, ni un mensaje del español. ¿Y si se había ido o le había dejado plantado?

— Voy a matar a Francis... — Pensó en voz alta a la vez que apagaba su teléfono.

Dio un único paso de camino a casa, poseído por la idea de una cita que nunca llegó a ser cuando su teléfono vibró, sorprendiendo al británico el cual tuvo que hacer malabares para evitar que se cayera y contestar aquella llamada.

— ¡¿S-sí?! — Preguntó el inglés nada más descolgar la llamada.

— ¡Arthur! — Y, aún en las frías calles de aquella ciudad, esa voz calentó su corazón el cual ya estaba apunto de romperse. — Disculpa, se me alargó el trabajo en la tienda y los pedidos... ¿Sigues ahí?

— ¡D-Debería darte vergüenza! ¡Llevo aquí esperándote desde en punto! — No, claro que no. — Hace frío... ¿Estas cerca?

— Sí sí, no te preocupes, a un par de calles.  Bueno, ahora nos vemos~.

— Aja... Ha-hasta ahora...

La llamada finalizó ahí, suspiró de entre alivio y nerviosismo, ni si quiera sabia a donde iban, en su mente rezaba porque el castaño tuviera todo listo.

Pocos segundos pasaron cuando aquellos ojos verdosos iluminaron su vista de las calles grises, pudo ver su sonrisa brillar y sus pasos acercarse hasta él. Y ahí, cara a cara, sabía que ya no había vuelta atrás. Esa noche decidiría si tendría una historia de amor o si tendría que reescribir toda su novela.

— ¡Disculpa la tardanza! — Fue lo primero que dijo el joven castaño, quedándose frente al inglés con una tierna sonrisa. — ¿Listo para esta cita?

Oficialmente lo llamó cita... Era una cita, estaban en una cita...

— S-sí... No importa, realmente también acabo de llegar... — Habló con calma, rascando su nuca y viendo al español con cierta timidez. — ¿A dónde vamos?

— Te gusta la cerveza, ¿No?

Tras poco caminar ambos llegaron a un pequeño bar oculto entre callejuelas. Arthur empezó a culpar a su yo del pasado que vio tantas películas por pensar durante escasos segundos que el latino le iba a sacar un riñón o algo así...

El lugar era sorprendente tranquilo para la cantidad de gente que había, tenía un estilo de pub antiguo mezclado con cierto toque bohemio que le llamó la atención. Intentó guardar todos los recuerdos visuales posibles, pues desearía tomarlo de inspiración para su libro.

Se sentaron en una mesa de dos a un lado del local, había un pequeño menú que Arthur agarró para ojearlo por encima, tenían diversas bebidas alcohólicas, refrescos y algunas cosas para picar.

— ¿Vienes mucho por aquí? — Preguntó el inglés, viendo cómo su acompañante ni tocó la carta.

— Cuando quiero estar solo. — Quizás la mirada de Arthur fue demasiado expresiva, pues Antonio rió y volvió a hablar. — Adoro estar con Francis y Gilbert, atender la tienda y salir los 4 de fiesta, pero todos necesitamos unas horas con nosotros mismos, ¿No crees?

El joven de cabelleras claras asintió. Finalmente una camarera se acercó a ambos, tomando nota. Ambos se pidieron un cóctel, Arthur principalmente para variar de su costumbre de pedir whisky o cerveza y ya. Cuando la señora se fue, volvieron a su charla.

— ¿Cómo va tu libro? — Preguntó el castaño.

— Oh, genial, creo que le quedarán pocos capítulos, la verdad no estoy muy seguro — Explicó el inglés, viendo con cierto Nerviosismo al contrario.

— Ojalá, tengo ganas de leerlo — Anunció con su característica alegría — No te olvides de hacerme una dedicatoria~.

"Oh, y tanto que tienes una dedicatoria, en cada capítulo".

— Ya veré... — Vaciló con cierta risa en sus labios.

La camarera no tardó en traer las bebidas, dejó los pedidos ya se fue. Aunque Antonio dio el primer sorbo al instante, Arthur hizo una pequeña pausa para retirar un palillo decorativo que tenía la bebida junto a un par de aceitunas en él.

— Deberían decir que traen estas cosas... — Murmuró el británico, frunciendo sus labios y viendo a su acompañante. — Disculpa, es que no soy muy fan de las aceitunas...

— ¡Oh! — Los ojos del ibérico se iluminaron — ¡A mí me encantan!

Faltó tiempo en el que Arthur le extendió el palillo y Antonio lo agarró, comiéndose en poco tiempo aquellos frutos del olivo, esta misma acción le hizo gracia a ambos jóvenes, quien rieron tras esto.

— ¿Hay algo que no te guste? — Preguntó Arthur aunque Antonio negó.

— Soy de buen comer... Menos si es cocinado con mantequilla en vez de aceite. — Después de decir eso apunto acusante a su acompañante con el palillo. — Hay límites — Eso mismo le hizo gracia al británico.

El resto de la cita pudo considerase ligera, hablaron de cosas triviales, tanto que por un segundo parecía que no era la primera.

Las copas se fueron vaciando y ni notaron que ya habían pagado la cuenta y llegado a casa, pues la conversación había absorbido a Arthur por completo. Una vez finalizada la última frase, ambos mantuvieron un silencio temporal frente a la puerta del inglés.

— Bueno... — Empezó a hablar Arthur. — A sido una buena noche...

— Habría que repetirlo. — Apresuró el español. — Digo, si quieres, je...

— Si no me dejas esperando...

— Cortesía Española — Específico el español, haciendo reír a ambos.

Y de nuevo, cuando la risa terminó, aquel silencio. Ninguno dijo nada, pues no sabían que más decir y un "Adiós" no iba a ser lo preferido, aunque sí lo esperado.

— Bueno... Supongo que... Querrás irte a dormir, mañana seguro tienes que seguir escribiendo... — Alargó Antonio, llevando una mano a su nuca.

Pero lo que él no sabía era que Arthur estaba con un golpe de lo que fuera que llevase ese cóctel y las ganas exactas de jueguitos tras lo de Alfred, es más, ya deseaba olvidar los recuerdos con aquel imbécil, y no iba a esperar más como si le debiera algo.

Ahhg, Fuck it.

Definitivamente no esperó. Sustituyó la mano de la nunca propia por la suya, abalanzándose sobre el contrario y uniendo sus labios en un profundo beso que no tardó en ser correspondido. Hace algunas horas juraba que no se iba a acostar con él en su primera cita, pero ahora, con el alcohol, la adrenalina de estar en pleno pasillo de su edificio, el sabor de los labios ajenos y la calidez del roce del contrario colándose en su camisa... Dios... Que le dieran a todo eso.

Torpemente abrió la puerta de su apartamento, entrando en este a tiros y tropiezos, no sabia a cuánto llegarían aquellos besos, pero estaba dispuesto a descubrirlo.

Heyyy, buenas buenas, disculpen por no haber estado actualizando, en mi defensa, intenté sobrevivir a la vuelta a clases-.

Estuve intentando escribir este capítulo como dos semanas, ando en bloqueo creativo- ahhh :(.

Bueno, espero que les haya gustado, recuerden votad, comentar y seguirme si queréis leer más de mi contenido.

Un besito para usted y hasta la próxima <3.

1689 palabras.

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