-Capítulo 07: Visita-
— Sus girasoles. — El castellano le extendió un ramo con dichas flores al hombre frente a él, intercambiaron un par de palabras más antes de que saliera de la tienda. — ¡Tenga un buen día!
Se giró hacía un lateral del mostrador, agarrando una tijera de jardinería y cortando algunos tallos de flores mientras tarareaba al ritmo de la canción de fondo, Francis solo le miraba atento a cada movimiento. No era raro ver a Antonio feliz y con energía, era como un puto sol, tanto que a veces te daban ganas de pegarle un puñetazo a ver si así sonreía también.
— Te ves sorprendentemente feliz... — Comentó Francis, fijando su vista en el chico de ojos verdes. — Déjame adivinar... juuumm... ¿Arthur a logrado pronunciar bien la "eñe"? —Antonio negó.
— ¡Nop! ¡Sigue diciéndola como "ny"! — Contestó, dándole algunas vueltas a las flores con una cinta para unirlas en el tallo, haciendo un ramo.
Arthur llevaba ya cinco meses en la ciudad, cinco meses de los cuales los dos últimos Antonio solía comentarle que no sabía pronunciar la "eñe" e intentando ayudarle, aunque no sirvió para mucho... y también dos meses en los que Roderich no se había movido de la ciudad, por lo que poco sabían de Antonio fuera de su trabajo y en alguna noche que mágicamente no hablaba del austriaco, con quien había estado quedando más que de costumbre.
— Antonio Fernández Carriedo, te juro que como sea algo respecto al teclitas agarro esas tijeras y te castro. — Anunció el francés, viéndole con molestia y temiendo que su respuesta fuera afirmativa. Logró relajarse al verlo negar con su cabeza y sonreír.
— ¡Mi hermano viene de visita!
Aquella noticia alegraba de sobra al de piel morena, pocas veces Francis había visto a Joao, pero cualquiera que hablara un poco con Antonio sabría que eran muy unidos.
— ¿Sí? ¿Cuándo llega? ¡Deberíamos salir a tomar algo los 5! — Anunció con alegría el rubio, sacando su teléfono, dispuesto a llamar a Gilbert para que fuera adelantando trabajo.
— Llega esta noche, se quedará una semana antes de volver a Oporto — Explicó, dejando las flores a un lado mientras buscaba algo entre los cajones. — Tal vez esta noche no, pero mañana posiblemente os arrastre él a salir por ahí.
— Tu familia lleva más fiesta que sangre en las venas... — Bufó Francis, haciendo asentir al español, tecleó algo en su teléfono y luego le mostró la pantalla al propio compañero. — Gilbert pregunta si viene tu madre también.
— Dile a Gilbert que como no deje los comentarios de mi madre él va a ir a visitar a la suya al cielo.
Francis tecleó de nuevo en su teléfono y luego rio, seguramente por la respuesta del alemán.
El ambiente quedó más calmado que antes. Hace algunos meses que no pensaba en aquello, pero últimamente, y tras haber logrando entender que aquel auceso no fue un sueño, el recuerdo del beso que tuvo con Arthur pasaba por su mente de forma espontanea.
Conocía al inglés desde hace cinco meses, habia hablado con él al principio, incluso podría considerarlo alguien cercano, pero en realidad, desde aquel beso ninguno de los se atrevió a intercambiar mas de dos palabras seguidas con otra persona de por medio.
Ya tenían una edad, no podían simplemente fingir que nunca pasó, y mas Antonio, quien fue el que inició aquel beso. El alcohol no era una escusa a estas alturas. No quería que pareciera como si hubiera sido rechazado con Roderich y luego se hubiera lanzado al primero que encontró. No fue así.
Tenerlo frente a él, con ese olor a té que le acompañaba, en una situación tan informal y apartada de todos... Francis hizo muchas veces de Cupido, no sería la primera vez que le presentaría a alguien que acabaría siendo su pareja.
... Pareja...
La última persona que pudo llamar como tal fue al italiano que, una noche sin más, se fue.
Recordaba como pasaba de decirle cualquier cosa tierna a insultarle y mandarle al sofá o golpearlo, Lovino nunca fue bueno con las palabras, pero podía notar un fuerte sentimiento en sus acciones, en como era alguien que necesitaba paciencia, pero cuando se la dabas sabia actuar.
Le dio todo el tiempo del mundo, todo parecía ir bien, parecía que iba a mejorar, se le veía tan feliz por primera vez en tantos años... ¿Por qué de repente...? Si solo hubiera llegado unos minutos antes...
— Antonio — Le llamó Francis. — Antonio como sigas quitándole petalos a esa rosa te van a poner una multa por llevar un cabaret — Aquellas raras palabras el sacaron de sus pensamientos, viendo cómo entre sus manos tenía una flor con escasos petalos.
— ¡Oh! Disculpa, me he puesto a soñar despierto — Se excusó. — ¡Tengo ganas de ver a Joao, y de ponernos al día!
Pues no le veía desde el funeral de Lovino...
— Seguro a él le va genial en Oporto.
Sin tener que estar preocupado por el inútil de su hermano.
— Voy a ir a cambiarme — Finalizó, quitándose el delantal que le cubría y dejándolo a un lado.
No le dio tiempo al francés a contestar ya que el castaño ya estaba subiendo las escaleras de forma energética, con esa alegría que tanto le caracterizaba, porque él siempre estaba feliz.
Antonio no era el único quien no podía dejar de pensar en aquel beso, la diferencia, es que Arthur ya se había cansado de solo pensar en ello.
Le besaba, le hacía el desayuno, un par de palabras y ya se iba, ¡¿Cómo iba a ser eso posible?! Arthur quería respuestas del porque de aquel beso.
Vale, ambos estaban solteros y no eran nada, no quería de repente una confesión de amor, pero sí saber porque lo beso, si era simplemente por el alcohol, por el momento o de verdad habia un mínimo de posibilidades (aunque eso último lo dudaba demasiado).
Quizás era normal para Antonio reaccionar así, no sería el primero ni el último borracho en besar a alguien sin darse cuenta, ¿pero eso de besarlo y luego apenas hablarle? Oh no. Así no iba a quedar la cosa, aunque tuviera que perder su dignidad.
Entró al local cuyo cartel indicaba cerrado pero la puerta seguía abierta, caminando directo al mostrador donde residía un chico castaño limpiando este.
— ¡Fernández! — Le gritó al chico detrás de este quien levantó la mirada sin mucha sorpresa. — Esto no se queda así.
— Disculpe, ya hemos ce-
No pudo terminar, las manos del británico fueron al cuello de su camisa, tirando de este hasta cortar el espacio entre ambos y uniendo sus labios en sin dejar tiempo a reaccionar.
Pasó unos segundos hasta que le empujó para separarlo y se quedó viendole sonrojado. Fue un beso rápido, algo bruto, pero en esos segundos algo no le cuadró, quizás si fue todo efecto del alcohol...
— ¿Desde cuándo tienes el pelo largo? — Preguntó, todavía agarrado a la camisa ajena.
— Desde pequeño, la verdad — Y con esas palabras notó una diferencia entre acentos. — Me alegró el beso, pero ya estoy pillado. Igualmente creo que buscabas a mi hermano. Antonio está arriba con Francis.
"Antonio está arriba".
Soltó la camisa de aquel chico y le miro de arriba abajo, totalmente pálido. Había conocido al hermano del chico que "NO le gustaba", no le había dicho ni un "hola" y ya lo había besado... En su defensa, aquel chico frente a él a escepcion de la coleta y un par de lunares era físicamente igual al español.
— ¡Arthur! — Saludó una voz energética a un lado del local, haciéndole soltar de una vez la camisa del desconocido. — Veo ya conociste a Juan.
— No traduzcas mi nombre — Se quejó, luego suspiró y vio de nuevo a Arthur. — Joao, un gusto... Arthur, ¿No? — El inglés, todavía en shock, asintió.
— Un... gusto... — Dijo de forma pausada.
— El gusto es mío, cuñado.
— ¡¿Cuñado?! — Gritó Arthur, devolviendo el color rojo a su rostro.
— ¿De dónde has sacado eso? — Rio Antonio, acercándose al mayor y quedando a su lado, como dos gotas de agua. — Arthur es un amigo, deberías dejar de llamar "cuñado" a todo el que me dirige la palabra.
Joao miró a Arthur, luego a su hermano y luego de nuevo a Arthur.
— ¿Solo amigos? — Una sonrisa burla se mostró en su rostro, viendo fijamente al británico quien le fulminaba a más no poder.
Vale, hacer eso fue un error. No solo porque acababa de besar a un desconocido que en cualquier momento le podría contar a Antonio lo que pasó, si no que, ya en frío, pensó en que pudiera haber pasado si hubiera estado Antonio ahí, detrás del mostrador, o peor, si lo hubiera visto.
Solo rezaba porque Joao no abriera la boca, quizás podía sobornarlo cuando estén a solas...
Una mano se posó sobre su hombro, giró su vista hacía el dueño de esta, notando que era el propio español (lo tuvo que revisar dos veces mentalmente por si acaso). Al fondo se veía al hermano de este entrando por la puerta que daba al segundo piso junto con Gilbert, que al parecer acababa de llegar.
— Lo siento por lo de mi hermano. — No, ÉL lo sentía por lo de su hermano. — En su defensa, cuando conoció a Francis y a Gilbert también los llamó cuñado, no creas que piensa que podamos ser novios en serio o así.
— ¡Ni soñarlo! — Gritó, separándose un poco del castellano quien le miró algo extrañado. — ¡Digo! ¡No! Ósea, no de que claro que no somos pareja, vaya lo sabría yo antes que tu hermano si lo fuéramos. ¡Que no lo voy a saber nunca porque no lo vamos a ser! Que los dos seamos gay no implica que tengamos que estar juntos, bueno, Yo soy gay, no digo que tú te veas gay, aunque no debería existir nada que sea asignado como "gay", ¡Y si existiera no debería ofenderte! ¡Que no hay nada de malo en ser gay! — Bufó de por medio y se giró a ver a otro lado, ahogando un grito en su manga mientras el oji-verde reía de fondo, ¡¿es que todo le hacía gracia?!
— Ya, es algo molesto que te intenten emparejar con otra persona porque "¡A los dos os gustan los hombres!" — Levantó sus manos, agitándolas un poco como llamando la atención. — Francis es experto en hacer eso...
— Y que lo digas... — En ese momento Arthur hablaba por experiencia propia.
— Bueno... los demás están arriba, pensábamos que estabas ocupado con lo del libro, ¡pero me alegra saber que tienes tiempo para nosotros!
No, no era tiempo para "ellos", era tiempo para "Él", y ni si quiera tenía tiempo, había estado dos horas parado frente a un portátil sin saber que escribir y entrando en crisis, necesitaba olvidarse de todo respecto a ese libro semi-autobiográfico, y que mejor para olvidarse de sus problemas que aquel joven de mirada brillosa y pelo revuelto.
— Tenía... un pequeño descanso... — Respondió. — Debería irme de vuelta a casa y terminar el capítulo rápido.
— Oh... — La pena inundó la mirada de Antonio. — Bueno... es normal, debe de ser difícil escribir... — Hizo una pequeña pausa. — Me hubiera gustado que te quedaras aunque fuera un poco.
— 15 minutos. — Indicó, subiendo por las escaleras de una. — ¡Pero solo porque es de mala educación rechazar una invitación!
Antonio apretó sus labios para evitar la risa que deseaba soltar... se había aguantado por no preguntarle a Francis porque no había traído a Arthur en un principio cuando se presentó en su casa diciendo que si ellos no iban a la fiesta, la fiesta iría a ellos. En el fondo le animaba tener a Arthur en sus días, era agradable hablar con él, era divertido ver como se peleaba con Francis por cualquier cosa... aunque le hubiera gustado pasar algo más de tiempo a solas con aquel chico.
Su móvil vibró, para su sorpresa vio en la pantalla una llamada con el número de Roderich en ella, podría desear escuchar la voz del austriaco lo suficiente como para que su mirada se iluminara, pero no era el momento. En su lista de prioridades su hermano estaba por encima de Roderich y de todos los presentes... y Arthur iba escalando en puestos...
— ¡Antônio! — Gritó una voz desde el piso de arriba. — ¡Sube o me comeré tu porción de bizcocho de Francis!
— ¡Con la comida no, Juan! ¡Te tiro por las escaleras, cabrón!
Joao podría estar por encima de todos los presentes, pero no de la comida.
2066 palabras.
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