-Capítulo 01: Orquídeas-
El sol apenas se mostraba tímidamente por el cielo de tonos anaranjados cuando ambos jóvenes cuyos caminos se iban a cruzar en escasas horas empezaban su día.
En una parte de aquella pequeña ciudad se una tierras cuyo nombre era irrelevante, una tiendita posicionada a la esquina de la calle levantaba las persianas y preparaba todo para la llegada de los clientes con la misma energía que llevaría consigo todo el día, preparando los últimos pedidos y asegurándose de que nada se le olvidaba.
Sin saberlo, al lado contrario se esa misma calle un joven rubio salía de un apartamento al que se acababa de mudar. No conocía la zona ni a las personas, y ellos a él tampoco, un lugar perfecto para evitar todas esas preguntas que le hacían sus vecinos antes de que decidiera mudarse. Quizás con el tiempo hubieran parado, pero él no tenía ganas de esperar.
Apenas había llegado anoche a su hogar y todas las cajas estaban cerradas, solo había sacado parte de la ropa con la que se había vestido para el frío matutino del otoño. Los colores grisáceos y marrones hacían resaltar su rubia cabellera y ojos de un verde nunca antes visto.
— Mon ami! — Se escuchó la primera voz reconocible en todo el lugar, al girarse Arthur pudo visualizar al joven rubio de acento francés que, por desgracia, era su "amigo".— Mucho tiempo sin verte, me alegra que hayas vuelto.
— Sí, bueno, New York está bien para unas vacaciones, pero es agotador vivir ahí...
Usualmente Arthur hubiera gritado al contrario que no le llamara amigo, que porque le había dicho de quedar tan temprano o simplemente no hubiera aparecido, pero no estaba de humor.
Arthur Kirkland, un joven de apenas 25, había vuelto a la pequeña ciudad en la que se crío después de vivir 6 años en New York City, lugar donde se mudó por aquel imbécil al cual queria olvidar, cosa difícil ya que 8 años como pareja, de los cuales uno de ellos como prometidos, no se iban de la noche a la mañana.
No por desgracia.
— Las cosas están algo cambiadas, hay una cafetería por aquí cerca, vamos.
El frances no espero para agarrar el brazo de su amigo, tirando de él hacia el lado contrario de aquella floristeria, dispuesto a ponerse al día con su viejo amigo.
— ¿Fue duro el viaje? — Preguntó Francis, dándole un pequeño sorbo a una taza de café que había pedido.
— No mucho, me la pasé durmiendo en su mayoría — Respondió Arthur, aún sin haber tocado el té el cual desprendía cierto humo todavía — ¿Como te fue este tiempo? — Esta vez él se adelantó, mostrando cierto interés en el rubio, solo quería distraerse un poco en verdad.
— Bien bien, abrí una pastelería cerca de la escuela, ¿Te acuerdas de la zona? — Arthur asintió — Pues ahí, es pequeñita pero me las apaño, ¿y tú? ¿Que tal todos esos años en New York?
El joven de ojos verdes se detuvo durante unos segundos, agarró la taza, bebiendo de forma lenta, tratando de atrasar responder a aquello.
— Bien... trabajé en una editorial, aunque solo como corrector, no hay mucho que contar — Resumió, moviendo la cucharilla en la taza.
— ¿En serio? — La voz del francés sonó ciertamente extrañada — ¿Y que tal con tus libros? ¿Lograste publicar alguno?
— No — Negó. — Al parecer ahora se llevan más las historias de amor que de fantasía...
— ¡Aquí todavía se venden bien los libros de fantasía! — Salto el francés, llamando la atención de su compañero, y de algunas personas — Siempre que paso por la biblioteca hay un montón de adolescentes leyendo cuentos sobre hadas, unicornios y esas cosas. Deberías intentar publicar alguno por aquí.
— Sí, bueno... lo tomaré en cuenta.
La conversación fue cortada por una camarera que se acercó a la mesa, dejando frente a ambos chicos dos platos con una porción de bizcocho cada uno.
— Invita la cama — Se apresuró a decir, sonriendo a ambos.
— Awww, merci Belbel — Sonrió el francés, girándose a ver a la chica de listón verde.
— No es nada, ¿no ha venido hoy Antonio contigo? — Preguntó la joven, al ver cómo el asiento de enfrente al de Francis era ocupado por un rostro desconocido.
— Le llamé, pero no cogía el teléfono, estará ocupado con el trabajo — Respondió, agarrando uno de los trozos de bizcocho y una cucharita — Este es Arthur, a vuelto a la ciudad después de 6 años, Arthur, Bella, se mudó aquí un mes luego de que te fueras.
Ambos se presentaron entre ellos, aclarando la chica que podía referirse a ella como Belbel, Arthur le dijo que le llamara.. Arthur, lo cual sacó una risa a la joven quien luego se fue de vuelta al trabajo.
— Belbel, Antonio... ¿Hay mucha gente nueva? — Preguntó Arthur, agarrando el otro pedazo de pastel y empezando a comer.
— No tanta realmente, ¿Te acuerdas de Gilbert?
— ¿El imbécil del pájaro que se reía raro? — Cuestionó, levantando una de sus cejas.
— Ese mismo, su hermano se mudó con él hace apena unos meses, ¡Oh! Y Honda se fue a Japón durante un año, volverá creo que... como en 4 meses. Tengo mucho que contarte — Francis parecía ilusionado de volver a hablar con Arthur, su amistad fue algo difícil en el pasado, pero parecía como si siempre fueran los mejores amigos — Pero primero... — Hizo una pausa — ¿Cómo estás respecto a eso?
El otro rubio no respondió, sus ojos se entrecerraron y no pudo evitar suspirar con notable tristeza. No sabía porque pero cuando pasó todo eso llamo de inmediato a Francis, por lo que ahora mismo, en aquella pequeña ciudad mas cercana a un pueblo, el único que sabia lo que pasó eran él y el francés.
— Dijo que yo era demasiado para él, que iba borracho y que pensaba contármelo... — Comentó, con aquel tono de burla en su voz — Lo que siempre dicen, vaya... — Añadió, dándole un sorbo a su taza bajo la mirada del contrario — Simplemente... No había por donde cogerlo... me enteré que llevaba engañándome medio año con aquel chico, y antes de eso hubo más... Lo peor... es que me tuve que dar cuenta por su hermano...
Los ojos de Francis se abrieron un poco al escuchar lo que el contrario decía, prestándole atención.
— ¿Te lo dijo Matthew? — Intervino Francis.
— Algo así... Al parecer él ya lo sabía desde la primera vez, pero Alfred le dijo que estábamos en una relación abierta y que yo lo sabia... — Su voz demostró que aquello era clara mentira — Me habló de eso aquella noche, y cuando me vio reaccionar entendió todo..., luego de eso directamente le dije a Alfred que se olvidara de mi y me fuí, pasé un mes entre que arreglaba todo para venirme en casa de Matthew — Finalizó.
Francis estiró su mano hasta agarrar la del inglés, quien solo le miró confuso.
— Sinceramente ese sacó de grasa nunca me cayó bien — Aquel comentario hizo que el inglés soltara una pequeña risa.
— Necesitas relajarte... ¿Te acuerdas el pub donde íbamos antes? — Arthur tardó un poco pero asintió — ¡Vayamos esta noche! Yo invito, necesitas despejar esa mente tuya.
Finalmente ambos terminaron sus bebidas y los dos pasteles y pagaron, cada uno lo suyo, luego salieron en direcciones opuestas, cada uno a su casa.
La campana de la floristería resonó esa misma tarde, una joven anciana salió del local a la par que el nuevo cliente le sujetaba la puerta, o eso supuso Antonio ya que de espaldas a esta pudo escuchar el "gracias, joven" de la mujer. Luego la puerta se cerró, dejando a aquella persona dentro.
Los pies del castaño dieron una vuelta en si mismo, levantando la vista de las flores recién arregladas y dejándolas en un jarrón en el mostrador. Sus ojos y la curiosidad se pusieron de acuerdo para guiar la visa hacia el nuevo cliente.
Un chico de piel pálida,y con las mejillas y nariz rosadas por el posible frío del otoño, de ojos verdes los cuales miraban curioso los ramos de exposición y caminaba por la tienda. Sus ojos volvieron al ramo que tenía preparado mientras sonreía con sutileza, aquel chico era nuevo, en sus 4 años viviendo en la zona y trabajando en aquella pequeña tiendita no había visto a ese chico entrar, pero por algun motivo su rosto le resultaba familiar.
Miro el reloj, en apenas 10 minutos cerraba la tienda por su descanso, por lo que se puso a recoger.
— ¿Va a cerrar? — Preguntó una voz frente al mostrador, no hizo falta que le mirara para entender que era el rubio que habia entrado.
— En 10 minutos, pero tome el tiempo que quiera. — La respuesta de Antonio fue calmada y alegre, como de costumbre.
Su ojos se giraron hacia el joven y, por primera vez, unieron miradas, juró sentir como todo su cuerpo temblaba en un acto de reflejo, un escalofrío que le recorría toda la espalda. Aunque al parecer el joven o lo notó.
— Eres nuevo aquí, ¿No? Nunca te había visto en la ciudad. — Habló el español, recogiendo algunas hojas y tallos de haber estado preparando ramos para luego tirarlos.
— Algo así — Se limitó a decir. — Aunque todo a cambiado tanto que realmente lo siento como un lugar nuevo.
No entendió muy bien el comentario, pero no se detuvo a pensarlo de mas, sol se giró a verle, apoyándose en el mostrador.
— ¿Puedo ayudarle en algo?
— Bueno... me acabo de mudar y estaba buscando flores para mí casa... pero... no sé mucho de ellas y no sé cuál estaría bien. — Explicó, frunciendo un poco el ceño y viendo hacia otro lado.
— Una nueva casa entonces... pues... yo me atrevería por esto. — Sin mucha espera el joven español se giró, agarrando un ramo de color morado y mostrándole al inglés. — Orquídeas, significan prosperidad, crecen fácilmente y florecen en diversa situaciones, creo que te vendrán bien.
El rubio solo asintió, agarrando el ramo tras pagarlo.
— A ver si no se me mueren — Pensó el desconocido en voz alta, haciendo reír al español — Oh, emm... gracias por la ayuda.
— No es nada, ¡para eso trabajo aquí!
Tras una sonrisa más el joven de ojos verdes salió de la tienda, haciendo sonar la campana una vez más antes de que cerraran por hoy. De verdad le sonaba de algo, quizas simplemente era pura coincidencia, pero a saber, no tenía tiempo para pensar, pues mientras se quitaba el delantal y cambiaba el cartel de la entrada a "cerrado" su teléfono empezó a sonar, una llamada de aquel francés ya conocido.
— ¡Hey! ¡Francis! ¿Cómo vas? ¿Ya has cerrado la pasteleria? ... ¿Ir al pub, con un amigo tuyo? Oye, yo no quiero se tu mal tercio de nuevo — Aquello hizo gritar al chico de la otra linea algo que no logró entender a especepcion de un "creo que os llevaréis bien" — Bueno... si tú lo dices... Pero por si acaso llamo a Gilbert, así mínmo alguien me hace caso mientras tú le metes mano a tu amigito.
Y así, entre risas colgó.
Esa misma noche, lo que sería una futura historia que marcaría a ambos jovenes de corazones rotos comenzaría.
Gracias por leer, votad, comentas y seguid para más <3.
1859 palabras.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro