Capítulo 13
Los pocos meses que pasaron fueron como un infierno para Lena, pero cada vez lo tenía controlado. No del todo porque había algo que le atormentaba, pero sus sentimientos estaban bajo control.
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Al principio había pasado noches sin dormir, recordando todo el tiempo escenas sobre Andrea y Kara: una caricia por ahí, un tonteo por allá y unos cuantos besos castos delante de sus narices. Incluso odiaba ver cómo se apropiaba de la chaqueta beisbolera de la universidad de Kara, la prenda robada que era favorita para Lena. Estaba muerta de celos porque, aunque ya había besado a Kara, quería que fuese ella misma la última en besarla y que todo lo que estuviese descubriendo, lo hiciese también por ella. Que fuera ella la persona, al fin y al cabo.
Lo único que le consolaba es que su mejor amiga solo le contaba las cosas que hacía con ella, pero nunca hablaba de lo que sentía. Eso la aliviaba de alguna manera; no quería escuchar que se estaba ilusionando con Andrea, aunque pensó en que lo estuviera haciendo.
El corazón de Lena era de cristal y no paraba de coger los pedazos rotos cada vez que lo veía, pero, como dijo antes, eso fue al principio. Poco a poco se concienció de que era esto, de que lo vería igual; fuese con quién fuese porque se repitió las palabras de Kara: "nunca sentiría algo por ti". Entonces, si no era Andrea, siempre será otra y nunca ella.
Por supuesto, Lena cambió el chip y se refugió y actuó de manera irracional y salvaje, acostándose con cualquier chico o chica desconocida de la universidad. Daba igual si era en su apartamento, en el baño de la universidad, en el coche o incluso en un descampado en las afueras de la ciudad. Solo quería no pensar en Kara durante un par de horas y conseguir el objetivo de olvidarse de ella (no lo lograba).
Y la rubia claro que sabía lo que estaba haciendo Lena, pero finalmente dejó de preguntar sobre ello.
Al principio Kara no lo entendía. Es decir, a pesar de hablar las cosas con su mejor amiga después de aquella pequeña discusión, pensó que era cosa de una vez, pero no. Se repitió de que Lena nunca fue así; ella era dulce y tenía ojitos llenos de amor. Ahora era totalmente un loba libre y salvaje con una sonrisa vacilante y una ceja alzada de manera pícara. No lo veía mal, podía hacer lo que quisiera, ¿verdad?
Pero veía a una loba libre, salvaje y... perdida, por decirlo de alguna manera. No sabía por qué, pero lo sentía así.
Cuando Kara preguntaba por sus nombres, tenía la confianza de que Lena contase algo sobre esa persona, de que no era solo por un polvo de un día, pero Lena ni siquiera se acordaba del nombre o no tenía ningún número guardado, no dándole importancia en absoluto.
Eso la molestaba de alguna manera porque Lena no estaba actuando bien por mucho que diga que no quisiese una relación ahora mismo, pero no hundió el dedo en la llaga y más cuando Lena le aseguró un par de veces de que siempre hablaba las cosas con la otra persona, haciéndole saber lo que habría: solo sexo.
Tampoco entendía por qué se molestaba tanto, por qué preguntaba demasiado hasta llegar a atosigarla, por qué casi se lo exigía como si tuviera derecho a saberlo y por qué se enfadaba cada vez que le omitía algunos detalles, contándoselos al día siguiente o incluso semanas después. Supuso eso era lo que hacían las mejores amigas: contarse todo, preocuparse y apoyarse mutuamente.
Pero como se dijo antes, al final dejó de preguntar sobre ello. Con el paso del tiempo dejó ese tema a parte porque ahora le molestaba saber si Lena se había tirado a alguien o no algún día que otro. Le molestaba estar tirada en el sofá y pensar que hace unas horas había estado disfrutando con otra o dormir en la cama y darle vueltas a una cara sin rostro junto a Lena en aquella habitación.
Y, aunque no supiera sobre sexo porque nunca lo había hecho por razones obvias, sí se había familiarizado y no quería llegar a pensar jamás en el acto sexual con Lena y rostros desconocidos. No porque fuese algo raro en pensarlo, sino porque sentía que le hervía la sangre.
Kara se excusó de que no quería que la hiciesen daño. Había algo en su interior que no tenía sentido, pero tampoco se preocupó por ello porque ya no quería darle más vueltas de las que ya había dado. Se convenció de que era su vida y se criticó a sí misma de que realmente la estaba tratando como una madre; por eso le dejó espacio.
Sus amigos tenían razón: era joven y tenía que aprender. Si se iba a chocar, que lo hiciera. Al igual que le podría pasar a ella porque pensó que nadie le garantizaba de que con Andrea saldría bien.
La rubia estaría ahí hasta cuándo su mejor amiga se chocase al igual que sabía que Lena haría lo mismo por ella. Por supuesto, separadas pensaban cosas distintas, pero ellas dos juntas siguieron como siempre; quedando para ir algún sitio, para estudiar o simplemente para hacer acto de presencia. Kara bromeando, siendo chinchosa y graciosa, tratándola con cariño y dulcemente y Lena correspondiendo de la misma manera con mucho amor.
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Por eso, pasado los meses el corazón de Lena se hizo de piedra, convenciéndose cada día de que Kara nunca llegaría a pensar de otra forma por ella cuando la veía entusiasmada, pero no os penséis que le atormentaba no lograr olvidarse de estos sentimientos por su mejor amiga. Ella lo lograría tarde o temprano, de eso estaba segura. Aunque tuviera que ser años, lo lograría al final.
Lo que le atormentaba era el tema de Andrea; no paraba de pensar en los sentimientos de la rubia. Aunque no sabía del todo como se estaba sintiendo porque Kara omitía ese detalle y tampoco quería preguntar porque no quería hacerse daño, se lo imaginó por sus acciones dulces, su carita feliz y su sonrisa radiante. Deseaba que eso no creciera ni llegase al límite mientras pensaba un plan que nunca llegó a ejecutarse porque jamás lograba elaborarlo cuando Andrea se lo ponía muy difícil.
Desde luego que se fijó y escuchó atentamente a Kara cada cosa que decía sobre la chica que estaba conociendo, cumpliendo su papel de mejor amiga, pero sobre todo por su objetivo de encontrar alguna puntillita, pero parecía que Andrea lo tenía todo calculado. Por eso la pelinegra cada vez sentía más ansiedad por esa parte porque sabía que, cuanto más tarde, peor se pondría.
Iba a perder a su mejor amiga, eso lo daba por seguro. Daba igual si era antes o después. La perdería si supiera todo lo que había hecho y escondido, rompiendo la promesa de no guardar más secretos. Pero ahora la perdería y encima Kara se enfadaría con ella por no haberle dicho antes lo de Andrea porque se supone que era su mejor amiga y eso le rompería el corazón y sentiría traición por ambas partes. Sabía que la rubia era buena, pero esto sería un puñal en el costado.
Actuó y siguió actuando como una egoísta que ella misma ni se reconocía. Posiblemente si hubiera actuado con antelación, habría sido todo más fácil. Habría perdido a Kara, pero por un tiempo: la rubia no le guardaría rencor como lo podría hacer ahora y todo mejoraría con el tiempo. Solo que no lo hizo porque no quería sentir que todo iba a cambiar y ya nada volvería a ser lo mismo.
Pero Lena no pensó con claridad y ya era demasiado tarde como para ver las cosas buenas. Ahora ya no sabía qué hacer o qué decir y, sinceramente, no quería darle más vueltas. Se sentía pérdida y eso se le notaba mucho cuando Kara le preguntaba cada dos por tres si estaba bien cuando se quedaba pensando y mirando en un punto fijo, pero la excusa siempre eran los estudios.
Y después de meses en un tira y afloja llegaron las vacaciones de primavera y fue cuando todo iba a cambiar de la manera más inesperada. No porque Kara se diese cuenta de que lo que pasaba o porque Lena se lo dejara caer. Ni siquiera por todo lo que ocurriría esa semana de vacaciones, sino después de eso, pero tenemos que ver que pasó antes para que eso sucediera.
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—¿Qué haces ahí arriba? —preguntó Lena apareciendo en su jardín al ver a Kara en el techado que daba a su cuarto.
—Comer pizza.
—Eso ya lo veo... Pero son solo las seis y media.
—Tenía hambre y pedí pizza mientras tú te cambiabas en tu casa —la rubia se limitó a encogerse de hombros, cogiendo otro trozo para devorarlo.
—Kara, ¿qué te pasa? ¿Te ha molestado que Eliza, Jeremiah y Alex se hayan ido sin ti para enseñar Midvale a Kelly? —preguntó en broma, pero la rubia suspiró.
Ella no contestó y la pelinegra arrugó la frente sin entender de por qué estaba tan rara. Esta mañana se veía radiante. Luego en el coche miró un rato el paisaje, estando más callada de lo normal. Intentó no darle vueltas cuando después se animó a cantar a todo pulmón sus canciones favoritas en el coche, pero ahora se mostraba todo lo contrario. Se acercó a la columna y barandilla de su jardín para subir y hallar respuestas.
—¿Te subo? —preguntó Kara irguiéndose un poco, pero se detuvo cuando su mejor amiga sacudió la cabeza.
—No es la primera vez que subo por aquí y tampoco soy una debilucha —se quejó Lena nada más llegar y sentarse junto a ella—. Además, ¿así me contarás que te ronda por la cabeza? —preguntó de nuevo nada más sacudir sus manos del polvo y Kara agachó la cabeza, mirando la caja de pizza que tenía entre sus piernas—. Kara, en serio, no lo entiendo. Desde que llegamos a Midvale llevas toda la tarde callada y no has tenido la oportunidad de pelearte con nadie. Ayer me dijiste que tenías ilusión de pasar las vacaciones aquí y ahora parece que se ha esfumado.
—Da igual, Lena... —soltó con un quejido agudo y Lena frunció el ceño, ladeando la cabeza mirando su perfil.
Porque conocía ese rostro de cachorro, esa mirada triste y esa cabeza gacha avergonzada. No era la primera vez que la veía ni escuchaba así. Es más, las primeras veces ni siquiera lo sabía hasta que Alex se lo explicó, comprendiendo después lo que pasaba. La última vez que lo escuchó fue al principio de las vacaciones de invierno hasta ahora. Entonces, uniendo las piezas, supo que se trataba de ella y en relación con el amor. No de un corazón roto, sino de un corazón perdido.
Ella respiró hondo, no entendiendo muy bien que era lo que realmente ocurría porque pensó de que Kara lo estaba manejando bien, de que lo tenía todo controlado y no le había pedido más ayuda desde entonces. Es más, Kara le había dado las gracias miles de veces estos últimos meses porque sentía que no era suficiente, que no sabría que hubiera hecho sin ella.
Realmente Kara se veía muy bien y no tenía sentido de que había pasado algo malo con Andrea si Lena había visto como le daba un beso de despedida. Por eso se hizo el cuerpo; debía preguntar lo obvio porque era su mejor amiga. Tragó saliva, se juntó más a ella y apartó la caja para poner la mano en su muslo con cautela viendo como la rubia suspiraba de nuevo antes de mirarla.
—¿Kara? ¿Ha pasado algo con Andrea? —preguntó en un susurro y la rubia tensó la mandíbula, apartando nuevamente la mirada hacia su mano—. Por favor, te conozco y sé que...
—Me ha pedido que seamos novias antes de despedirse de mi —contestó con un hilo de voz y el mundo de Lena tambaleó—. Pero yo no...
—¿Pero yo no? —preguntó la pelinegra con el corazón encogido, con esperanza de que fuese un "no quiero, me he dado cuenta de que no era lo que quería" o un "no siento lo mismo, no era lo que pensaba". También soñó con el "no, porque siento cosas por ti".
—Le dije que cuando volviese de Midvale lo hablaríamos, pero yo no... No estoy segura de mí ni sé si estoy lista para eso, Lena... —la miró de soslayo con ojos de cachorro—. Es decir, lo hemos llevado bien hasta ahora —susurró mordiéndose el labio entre que Lena apartaba la mirada, tensándose en cada palabra, pero sin comprenderlo totalmente—, pero no paro de pensar que lo voy a estropear porque soy un desastre. Es obvio que va a ser muy diferente.
—¿Por qué...? —intentó preguntar, pero Kara estalló antes.
—¡Por el sexo! —chilló la rubia sin poder contenerse para luego pedir perdón y exhaló para calmarse cuando la pelinegra apretó los labios—. No es un beso, es algo más, ¿sabes? Tampoco es como masturbarse, sino que hay contacto con la otra persona. Ella lo intentó realmente y sentí como mi cuerpo se tensaba tanto que no podía controlarme con una caricia, Lena. Una simple caricia por encima de la tela que es lo más patético. Le tuve que poner la excusa de que nunca lo haría con alguien porque sí, que quería que fuese cuando estuviese en una relación y me ha pedido ser su novia para demostrarme que ella sí iba en serio. No hay que sumar dos más dos tampoco —terminó cogiendo la caja para tomar el último trozo de pizza—. Lo siento por estar así, pero no puedo evitarlo. Es solo imaginármelo y ya me vienen todos los recuerdos malos —confesó avergonzada y Lena apartó la mirada.
—No te preocupes... Ahora tiene sentido y lo entiendo... —contestó sin saber muy bien que decir para luego recostarse en la ventana y la rubia volvió a suspirar antes de devorar la pizza.
—Lena... —llamó Kara rompiendo el breve silencio nada tragar la comida.
—¿Qué? —la miró.
—¿Lo harías conmigo? —preguntó Kara apenas inaudible y Lena abrió la boca, pero se quedó sin habla, no creyéndose lo que le acababa de pedir. La rubia la miró nerviosa cuando vio el rostro perplejo de su mejor amiga y comenzó a entrar en pánico—. ¡Lo siento! ¡Solo pensé que...!
—Kara, ¿me estás pidiendo que tenga sexo contigo? —cuestionó interrumpiendo sus gritos haciendo la pregunta más estúpida del mundo, pero quería estar cien por cien segura de lo que había escuchado y la rubia tragó saliva cuando finalmente sus ojos conectaron. Pasaron unos segundos largos en mirarse antes de volver hablar.
—Sí —contestó la rubia sin retractarse, siendo clara donde la pelinegra abrió más los ojos—. Me ayudaste a controlarme con los besos —añadió rápidamente con una mueca, cada vez más avergonzada—, y solo pensé que podrías ayudarme con esto también. Sabes mi secreto, sabes sobre sexo con chicas y eres mi mejor amiga... Solo pensé en que nadie mejor que tú podría enseñarme —preguntó intentando bromear y prosiguió—. Sé que es diferente, pero te prometo que nada tiene que cambiar y no saldrá de aquí. Por supuesto, como tú me dijiste, no te estoy obligando. Si no quieres, no pasa nada. Ya veré lo que hago.
Explicó lo más detallado y brevemente posible para no sonar tan rara. Era una petición diferente, pero pensó en que quizá entendería que tendría la misma conclusión que la última vez. Solo pasaría como los besos y ya está. Le daría las gracias de nuevo a Lena y ya sí que no tendría que pedir nada más.
Podría sonar egoísta, pero la pelinegra no estaba con nadie y pensó en que no le importaría, además sabiendo que ella tenía buena experiencia. Lena le había ayudado en todo y su mejor amiga le dijo que siempre estaría ahí para cualquier cosa, así que no dudó en preguntárselo.
Le costó reaccionar. Se quedó de piedra ante la inesperada petición que sentía que estaba a punto de desmayarse. Lena debería decir que no por diversas razones y la principal era porque estaba mal si dijera que sí.
Para empezar, ya le estaba mintiendo al decir que nada cambiaría cuando después de unos cuantos besos lo cambió todo para ella. Ya le estaba ocultando información con lo de Andrea y esto arriesgaría a sumarle otra cosa más si Kara se enterase de todo. Estaba también mal porque tenía que enseñarle a la rubia que no debería hacer esto cuando estaba conociendo a una persona.
A decir verdad, también tenía que pensar en ella; debería ser consciente de que esto iba a empeorar porque le estaba dando un empujón en su relación con Andrea que le iba a hacer daño y más si se enterase de toda la verdad. Además, esto no haría que desaparecer sus sentimientos por su mejor amiga, sino que crecieran sin parar.
Así que la miró, viendo a Kara ansiosa de su respuesta y abrió sus labios para decir:
—Te ayudaré —cerró la boca porque su impulso inconsciente habló por ella, sintiendo que ya no había vuelta atrás cuando vio el rostro perplejo, pero feliz de su mejor amiga.
Es que Kara era una chantajista emocional y la muy jodida lo había pedido con un rostro de cachorro y con esas palabras que sonaba hasta tierno que no podía decir que no. Nunca podría decirle que no a Kara, aunque eso la destrozase en cualquier sentido.
—Gracias... —susurró con los ojos muy abiertos todavía sin poder creérselo y sonrió cada vez más para luego abrazarla—. ¡Gracias!
—Kara, me estás ahogando... —se quejó la pelinegra intentando separarla porque realmente lo estaba haciendo.
—¡Lo siento! —gritó apartándose hacia un lado y ambas exhalaron después del mutuo acuerdo. Pasó un breve silencio antes de volver a mirarla, un poco tímida—. Y... ¿Cuándo te parece...?
—Cuanto antes, mejor, ¿no? —se adelantó Lena sabiendo lo que Kara iba a decir y ésta asintió—. Sí, de acuerdo —tragó saliva nerviosa mientras se levantaba sobre sus rodillas y se giró—. Pues entremos.
—Espera —alzó la mano al ver que corría la ventana—. ¿Ahora? —preguntó elevando un poco la voz sorprendida porque ella se refería a mañana y Lena encogió de hombros para mostrarse indiferente y despreocupada, quitando su nerviosismo del cuerpo. Porque realmente cuanto antes, mejor, y así podría olvidarse antes del tema.
—No hay nadie en casa y seguro que van a tardar —entró sin darle tiempo a contestar y Kara la siguió por detrás.
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Cerró la ventana junto con las cortinas para quitar un poco de luz mientras veía como Lena se dirigía a su cama y se sentaba en el borde de ella. La rubia se giró para enfrentarla, sintiendo como sus mejillas ardían porque en su mente era una cosa, decirlo era otra y hacerlo era mucho más diferente.
Comenzó a juguetear con sus manos nerviosamente sin saber muy bien que hacer. Lena pensó en que, si las dos iban a estar así de tontas, nunca acabaría y se metió en el papel de profesora. Claro que no la trataría como una más, pero debía tener esa mentalidad para lograr esto. Así que arqueó la ceja de manera vacilante y alzó la mano en movimiento para que se acercara.
—No, ven... —susurró Lena al ver que Kara iba a sentarse a su lado, pero cogió su cadera y la sentó a horcajadas encima de su regazo sin titubear. Era fácil recordando las veces que ambas se maquillaban mutuamente, pero aquí no había ni lápiz labial.
—¿Cómo...? —intentó preguntar, pero Lena se adelantó con una sonrisa tranquilizadora, haciéndolo sencillo para que no sintiera nervios, aunque apostó que estaba dejando a Kara sorda. Sin embargo, la rubia lo vio normal porque ella también estaba con el corazón en la garganta.
—Pon tus manos aquí, así —cogió sus brazos para pasarlos por detrás de su cabeza para abrazarla—. Y ahora... solo bésame y déjate llevar... Haz lo que quieras y haz lo que sientas —susurró con un hilo de voz.
Kara se quedó mirando y Lena pensó en que esta era la oportunidad de echarse hacia atrás, de que era un error, de que ella se estaba arrepintiendo y de ser sincera, pero la rubia asintió decidida y dejo de pensar. Se acercó nada más Lena cerró los ojos y impactó sus labios con los suyos de manera suave.
Había echado tanto tanto de menos sus dulces labios que sintió enseguida la chispa electrizante. No era para nada comparado con los besos que la pelinegra había dado tiempo atrás para olvidarse de esto. Los de Kara siempre eran adictivos y la mandaban a otro lugar.
La rubia le dio besos tímidos hasta que repasó su lengua por su labio inferior donde Lena le concedió permiso. Esto ya sabía manejarlo a la perfección y sus besos dulces y pequeños se convirtieron en húmedos y apasionados cuando sus lenguas entraron en juego.
Empezó a acariciar su cabello negro mientras movía su boca en sincronía con la suya, pero de un momento a otro Lena se quejó porque la rubia se puso tan nerviosa cuando notó las manos de la pelinegra en sus caderas, en como acariciaba también la tela de su ropa que no pudo evitar tirar de su pelo.
—Lo siento... —pidió disculpas avergonzada queriéndose levantar, pero Lena la abrazó antes de que tuviera la oportunidad de hacerlo.
—No pasa nada, tonta —susurró con cariño haciendo que Kara respirase de nuevo—. No te voy a reñir. Estaré aquí hasta que salga bien... —prometió como la última vez y Kara asintió mostrando al fin una sonrisa de alivio, sintiéndose agradecida de tener a una amiga tan comprensiva.
Reanudaron los besos como si nada hubiera pasado y Lena volvió a posar las manos en sus caderas. Notaba su cuerpo sólido y tenso, pero poco a poco lo relajó con sus pequeñas caricias. Pasó sus manos por debajo de su sudadera y camiseta para luego separarse de su boca y despojar las prendas de ella y, acto seguido, quitar su sujetador. Kara no tuvo tiempo a reaccionar ni a sentirse avergonzada por su torso desnudo cuando Lena fue quien la besó de manera desesperada como si supiera lo que estaba pensando, aunque ella estaba cachonda perdida de tenerla a su merced.
Luego cogió los brazos de Kara para posar sus manos en su sudadera para que hiciera lo mismo y la rubia lo hizo con facilidad, pero con el sujetador no tuvo tanta suerte. Se sintió tan nerviosa que directamente lo rompió al no ser capaz de manejarse con los enganches.
—Lo siento... —pidió de nuevo en un susurro sobre sus labios cuando le enseñó el sostén roto, pero Lena volvió a sacudir la cabeza para quitárselo y tirarlo al suelo para besarla.
Dios, Kara no lo sabía, pero hasta ese pequeño desastre le pareció ardiente y más cuando poco a poco la rubia se movía sobre ella cuando la pelinegra pasaba sus manos por su torso desnudo al igual que luego la rubia jugueteaba tímidamente con sus pezones, copiando todo lo que hacía Lena.
La pelinegra poco a poco se echó hacia atrás llevándose a Kara consigo entre besos ardientes y lujuriosos, sintiendo la presión de su cuerpo junto al suyo sobre el colchón y como sus pezones saludaban a los suyos entre rozamientos que no pudo evitar gemir silenciosamente.
Indicó a la rubia que se pusiera a su lado sobre el colchón, aunque mantuvo medio cuerpo echado encima de ella y la pelinegra desabrochó sus propios vaqueros para bajarlos y la rubia plagió sus movimientos como antes. Todo sin poder parar de besar.
Entre dientes y gruñidos, cogió la mano de Kara para posarlo sobre su vientre, haciendo que la acariciase y bajase hasta el filo de su tanga, adentrándose junto a ella para que no se contuviera y se estremeció cuando finalmente sus dedos tocaron su clítoris mojado que no pudo evitar gemir de nuevo.
La pelinegra posó su índice y dedo del medio encima de los suyos para indicar cómo debía hacerlo, susurrándolo también para ser más clara y que no estuviera tan perdida a pesar de saber que Kara tenía alguna idea de cómo hacerlo. También la elogió de lo bien que lo estaba haciendo hasta que la rubia logró hacerlo por ella misma y Lena sacó su mano para que su mejor amiga hiciese lo que le diese la gana con ella, pero solo unos segundos después la pelinegra posó su mano sobre su antebrazo para detenerla.
—Kara... —susurró con voz ronca y la rubia jadeó hacia atrás, aunque no se separó—. La velocidad...
—Sí, lo sien...
—No pidas perdón.
—Lo siento —dijo igual sin poder evitarlo y la pelinegra arqueó la ceja—. Lo siento... Yo... lo siento.
—Sigue —pidió en voz baja sabiendo que la rubia se tiraría así hasta morirse, pidiendo perdón por decir lo siento.
Kara dejó de tensarse cuando Lena soltó una pequeña risa y acto seguido sonrió y la besó de nuevo para continuar lo que estaba haciendo porque la pelinegra siempre la calmaba; tanto con sus gestos como mirarla. Los movimientos circulares de sus dedos sobre su clítoris al fin cogieron ritmo y la pelinegra no pudo evitar sentirse gloriosa que tuvo besarla con más efusividad al sentir cada trazo perfecto.
Viendo que lo estaba consiguiendo, Lena pasó su mano por debajo para acariciar su vientre y llegar a tocarla también, pero la rubia se echó hacia arriba como si un gato tocase agua al llegar a sus braguitas. La pelinegra frunció el ceño sin entender cuando la vio dubitativa y abrió la boca para preguntar, pero Kara se adelantó.
—Tú no tienes por qué hacer esto. Yo...
—También tendrás que controlarte cuando te toquen —razonó con total naturalidad al captarlo y Kara exhaló antes de asentir, dándole la razón.
Sus labios volvieron a encontrarse al igual que sus manos viajaron hacia el cuerpo de la otra. Al principio fue un poco difícil porque la rubia se contenía, pero la pelinegra le susurraba relajadamente de que lo estaba consiguiendo, de que todo iba a salir bien y gruñó satisfactoriamente cuando alcanzó su clítoris mojado al igual que Kara gemía al notarlo. Esto hizo que la rubia dejara de sentir vergüenza y su cuerpo flotase, dejándose llevar como había dicho Lena.
Los besos húmedos se volvieron más locos y sus movimientos circulares se volvieron más salvajes, pero controlados y en sincronía, intercambiando gemidos que envolvían en sus bocas. Se estaba sintiendo tan bien hacerlo juntas; había tanto placer, hacía tanto calor, sentían sus respiraciones pesadas y pecho agitado y como se iban mojándose más y más con facilidad...
Lena se estaba volviendo loca con solo unos simples roces que se sintió maravillada de que Kara fuese la única capaz de hacerle llegar de esta manera. Con todos tardaba horas y con ella era capaz de hacerlo en cuestión de minutos sin que la rubia llegase a penetrarla.
—Dios, no pares... —ronroneó Lena con voz áspera sin poder controlarlo.
—Rao, tú tampoco... —susurró Kara roncamente, sintiendo como sus dedos se volvían más resbaladizos y orgullosa de conseguirlo.
Nada más decir eso la rubia y como prometió la pelinegra, le excitó tanto no pudo contenerse más y explotó en un orgasmo, arqueando hacia arriba. Con su mano libre, cogió la muñeca para que Kara parase y tiró de ella segundos después para ponérsela a horcajadas sin perder más tiempo. Le susurró que estuviera tranquila cuando Kara se tensó nuevamente ante los movimientos inesperados y ésta asintió.
Sus dedos reanudaron las caricias sobre su clítoris mientras posaba su otra mano sobre su cadera para indicar que se moviera sobre sus dedos para que fuera más fácil. Volvió a hablarle en voz baja cerca de su oreja de que lo estaba haciendo muy bien hasta que consiguió que Kara gimotease encima de ella, sintiéndose orgullosa de saber calmarla y a la vez ponerla cachonda.
La rubia se encontró con sus labios y cerró los ojos con fuerza cuando sintió como su cuerpo acariciaba a ras del suyo con cada movimiento, notando como sus pezones erectos acariciaban los suyos, como escuchaba el corazón excitado de Lena bombeando en sintonía con el suyo y como sus dedos bailaban debajo de ella hasta llegar al clímax y frenó soltando todo el aire de sus pulmones después de un gemido no silencioso.
—¿Kara?
—¿Qué? —preguntó extrañada al escuchar el tono de voz de la pelinegra y abrió los ojos para mirarla. Ella simplemente recorrió la dirección de su dedo. Ahí estaba la mano de Kara... encima de una puta grieta enorme en la pared.
—Joder —jadeó hacia atrás abandonando el cuerpo de Lena hasta caerse al suelo—. Joder, yo... —repitió de nuevo al levantarse y miró a Lena para hablar con ella, pero cerró la boca y miró hacia la puerta con los ojos muy abiertos.
—¿Kara? ¿Lena? ¡Ya estamos aquí!
Y lo que faltaba: que llegasen en el momento justo.
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