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Capítulo 11

—Lena —Kara apareció de un salto asustando a su mejor amiga y, sin que pudiera contestar, la rubia se sentó y pasó su brazo por su cuello para atraerla y hablarle entre susurros—. Sabía que te encontraría aquí. ¿Qué planes tenemos hoy?

—Te gusta jugar con fuego... —susurró la pelinegra mirando por encima de su hombro y Kara soltó una pequeña risa, asintiendo—. ¿Y cómo que qué planes tenemos hoy?

—San Valentín —se separó y señaló los extremos de la biblioteca, viendo las decoraciones del día festivo.

—Oh...

—El año pasado me abandonaste por Jack y lo acepté, pero ahora volvemos a las andadas y tenemos que seguir nuestra tradición del día de San Solterín o como nosotras lo llamamos: San Memigas.

—Sigo pensando que San Memigas es un nombre muy patético.

—Pues lo decidiste tú, bonita. Estuviste todo el rato diciendo San Mejores Amigas. Gruñiste porque era muy largo y lo acortaste a ese patético nombre como tú dices —soltó una pequeña risa y Lena le tapó la boca, molestándola de que fuera tan chinchosa al igual que le señalaba que estaban en la biblioteca.

—Bien... ¿Y qué sugieres que...?

—Hola, Kara —interrumpió una voz femenina. Era una de sus compañeras de pista—. Hoy... ¿haces algo?

—Eh... —miró a Lena con el ceño fruncido.

Ella estaba confundida porque nunca se había acercado a menos que fuera para conversar sobre las competiciones, aunque hoy casi todo el mundo que no conocía se acercaba a ella en este día; lo que pasa es que la rubia nunca se acordaba porque para ella era un día normal y corriente.

Y, por supuesto, el corazón de Lena se hundió porque, a pesar de que no era la primera vez que pasaba, este año era muy diferente. Tanto en el instituto como en la universidad Kara no pasaba desapercibida y siempre querían lanzarle el anzuelo, buscándola para tener citas en San Valentín, pero Kara siempre rechazaba a todos. Lo hacía porque no estaba lista ni preparada.

Pero la pelinegra pensó que ahora sí que lo estaba después de aprender tanto y no pudo evitar que los celos recorriesen por cada extremidad de su cuerpo. Y lo que más le dolía a Lena ahora es que no le pedían citas a su mejor amiga, sino a la chica que le gustaba.

—¿Eh...? —tarareó con gracia la chica y Kara hizo una mueca.

—Lo siento, está conmigo —interrumpió Lena sin poder evitarlo y la rubia asintió, dándole la razón y la pelinegra suspiró de alivio de que lo hubiese hecho con una sonrisa porque realmente sonó acaparador.

—Oh, no sabía... —balbuceó la deportista un poco avergonzada y Kara abrió la boca para corregirla, sabiendo a lo que se refería cuando señaló a las dos intermitentemente.

—Puedes irte —sugirió Lena antes de que su mejor amiga dijese nada y la chica asintió dándose la vuelta sin ni siquiera despedirse.

—¿Desde cuándo eres tan posesiva? —preguntó Kara segundos después girando su cabeza hacia ella nada más su compañera desapareció y la pelinegra apartó la mirada, tensándose un poco. Como siguiera así, temía de que Kara la descubriese—. ¿Hum? Duh, era broma. Sé que lo has hecho porque hemos quedado, aunque todavía no me hayas dicho que sí —dijo mientras le molestaba con el dedo, hundiéndolo en su mejilla.

—Para... —se echó a reír más tranquila de que Kara siguiera tan inocente o que gracias a su plan no tuviera ni idea de lo que estaba sintiendo ahora mismo.

—Bueno, al menos podrías haber dicho que no era lo que pensaba. Ahora se creerá que estamos juntas.

—¿Y qué? —disimuló encogiéndose de hombros como si le restara importancia, pasando la hoja de su libro de texto.

—No sé, podría decirlo por ahí.

—¿Y eso te preocupa? —preguntó sonando indiferente, como si se podría tomar como algo gracioso o normal.

—Por ti —se encogió de hombros llamando a la atención de la pelinegra—. Aunque hayas dicho que ahora no estás centrada en las relaciones después de lo de Lucyyyyy... —alargó su nombre más de lo normal con una mueca y Lena suspiró.

—Ya no me afecta en absoluto, Kara —le aseguró serenamente, recordándole nuevamente aquello entre que pasaba otra hoja de su libro de texto.

—Bueno, es que podría aparecer tu Romeo o Julieta y no lo hará por mi culpa —se burló con una sonrisa más tranquila y la pelinegra volteó los ojos.

—Mejor así para que no se me acerquen porque odio los amores dramáticos y trágicos —suspiró sin saber muy bien que decir.

—¿Y yo qué? —preguntó con falsa indignación, echándose a reír en el proceso y Lena se mordió la mejilla al escuchar aquello, teniendo que golpear su brazo para darle un toque de atención porque siempre se olvidaba de que estaban en la biblioteca.

—Lo hago por ti también. Sí de verdad están interesadas en ti, habrán buscado alguna mínima información y sabrán que yo soy tu mejor amiga, no tu... novia... —exhaló. Era una excusa tonta, pero convincente cuando Kara asintió dándole la razón.

—Entonces... —titubeó levantándose de su lado—. Nos vemos luego y hacemos el mismo plan de siempre: tarde de palomitas y película cliché de comedia romántica con final predecible. Llegaré a tu apartamento después de entrenar.

—Aún no he dicho que sí —bromeó cubriéndose su mejilla con la mano porque le había sacado una sonrisa boba y Kara pasó por detrás suya para sujetar sus hombros y acercarse a su oreja haciendo que el corazón de Lena sufriera un vuelco.

—Tampoco me dirías que no —vaciló en un susurro antes de agitar su pelo y despedirse.

—Tienes razón... —murmuró nada más asegurarse de que se había ido de su campo de visión entre que se arreglaba el pelo—. Nunca podría decirte que no.

.

La rubia llegó al vestuario después de entrenar y se encontró con miles de cartas en su taquilla. Todavía no entendía como lograban hacerlo si no había ni rendija para meterlas. Antes no le daba tanta importancia porque no lo entendía y realmente sigue sin hacerlo, pero ahora sentía un poco de vacilación y quiera o no le subía la autoestima.

Se dirigió hacia la residencia para cambiarse y tener su tarde con Lena. Cruzando el campus, barajaba las cartas y leía algunas por encima, riéndose de lo gracioso e ingenioso de algunas y sonrojándose de la que eran subidas de tono. Ahora tenía un poco más de sentido y se sentía feliz por pillarlo, pero tampoco es que se ilusionara por ello. Eran simples palabras. De los chicos ni se molestaba.

—¿Kara?

Esa voz hizo que se detuviera y se diera la vuelta. Justo visualizó a una chica que le sonaba mucho, que había visto un par de veces, pero le costó ponerle nombre. Ella ladeó la cabeza, preguntándole no verbalmente qué pasaba y la otra se acercó.

—Lo siento si te molesto.

—No, para nada. Esto... —intentó decir su nombre.

—Andrea. Soy la compañera de Lena.

—Cierto —jugueteó con las cartas y la latina sonrió—. ¿Ocurre algo?

—Quería saber si tenías planes para hoy.

—Oh, bueno, en realidad...

—Digo por San Valentín para esta noche, no tu quedada de esta tarde con Lena —se apresuró en decir y Kara ladeó la cabeza, sorprendida de ser tan directa—. Sí, se ha rumoreado por ahí de que estabais juntas y me quedé un poco pillada porque tenía entendido de que vosotras dos sois mejores amigas. Sé que habéis salido del armario casi a la vez, pero no significa nada o eso quería pensar. A ver, no es imposible gustarte o salir con alguien a quien ya conoces de hace mucho tiempo, que sea tu mejor amiga en este caso, pero os veo como... hermanas.

—Eh...

La rubia intentó no hacer una mueca de asco y quiso interrumpir porque, a decir verdad, tampoco es que tratase a Lena como a su hermana. Le tenía cariño, aprecio y la adoraba, pero no era como algo fraternal como con Alex o con Nia.

Los abrazos no eran los mismos ni las tonterías que hacían ni cómo se pegaba más a la pelinegra que hasta se ponía encima de ella para dormir y con la pelirroja o con su otra mejor amiga la empujaba al otro extremo de la cama porque, aunque las quería con todo su corazón, molestaban.

Ni siquiera la confianza era igual y mira que era muy transparente con todos, pero a sus otros amigos casi siempre pedía permiso para cualquier cosa mientras que con Lena lo hacía igual de todos modos, aunque fuera para molestarla o se molestase. Y por añadir que había intercambiado saliva con su mejor amiga. Pero claro, explícaselo tú a esta chica que apenas conoces.

—Vamos, como yo y Lucy. Somos grandes amigas y ya está —soltó segundo después con una pequeña risa y prosiguió—. Aun así, dudé y le pregunté a Lena si era verdad y me alivio cuando me dijo que no, diciéndome de que lo había dicho porque...

—Oh, sí, tiene sentido. Lo sé —habló Kara después de recordar las palabras de la pelinegra.

—Por eso te pregunto si tienes algo para esta noche —repitió con una sonrisa entre dientes y Kara ladeó la cabeza de nuevo.

Sin embargo, por muy halagada que se sintiese, no estaba interesada. Es decir, a lo mejor en otras circunstancias se lo habría pensado un poco y quizá habría aceptado porque la chica no estaba nada mal y siendo amiga de Lena era una ventaja; quería decir que ya estaba en el grupo y no le costaría tanto integrarla porque tendría caras conocidas.

Pero descubrió que San Valentín era solo una excusa capitalista y eso la frenó. Quería a alguien que hiciese como lo hizo James; que se hubiera interesado en ella desde hace tiempo, quizá omitir de salir con una chica como Lucy para olvidarse de Kara y dejarla por ella porque eso tampoco estaba bien, pero mostrar interés, al fin y al cabo. O incluso después de este día, esperarse algo, aunque se un poco, de la otra persona y no que fuese tan sorpresivo y a la vez sintiendo desilusión.

—Pues...

—Antes de que me contestes, quiero que sepas que llevo mucho tiempo detrás de ti —se adelantó al ver su cara dubitativa y la mandíbula de Kara se desencajó porque parecía que leía sus pensamientos—. Nunca lo dije porque te veía como una chica imposible. Siempre tienes a alguien detrás y nunca te he visto con nadie que me dije que yo tampoco era alguien especial, pero en cuanto supe lo de Lena... me entró como una especie de mezcla entre pánico y valentía. Pensé que menos mal que conocía a Lena y después me dije que si no lo intentaba nunca, que si no arriesgaba por lo que siento... jamás tendría la respuesta... Y me gustaría saber si tendría la oportunidad de conocerte con esta excusa de San Valentín y... luego ya veremos.

Y aquellas palabras hizo que el pensamiento de Kara cambiase por completo. Su boca se abrió sorpresivamente ante sus palabras porque realmente parecía que leía su mente. Entonces no dudó en cambiar la respuesta.

—Me encantaría.

.

Estaba sufriendo. Lena intentaba meterse en la película, pero realmente estaba sufriendo. Cada vez se le hacía más difícil y no podía evitarlo. Ella se dijo que después del rechazo, sería un poco consciente de que era una tontería ilusionarse por cada gesto porque no iría a más. Nunca iría a más porque Kara le había asegurado.

Realmente debería ser fácil olvidar esos sentimientos por una persona que le había rechazado indirectamente como siempre había hecho con otras personas, de meterlos en una caja para cerrarlo para siempre y seguir con su vida.

Pero con Kara era distinto porque se dio cuenta que fue desde siempre. Con ella todo era tan natural, tan doméstico, tan íntegro... que no podía manejarlo; se le escapaba de las manos, su corazón la delataba y más cuando la veía cada día con esa sonrisa entre dientes, con esa cara adorable, con ese cariño especial. Que siempre se preocupaba, que siempre la buscaba, que siempre estaba encima suya por muy mínima que sea.

Y qué decir cada día... más cuando celebraba casi todas las fechas especiales con ella.

Quizá, si Kara no hubiera aceptado su propuesta o ella no le hubiera ofrecido ayuda, jamás habría descubierto esto que sentía. Es verdad que al principio no lo hizo, pero eso era porque no sabía dónde se estaba metiendo.

Puede que, si Kara la hubiera rechazado su ayuda aquel día, Lena hubiera tardado en captarlo en años porque era obvio que siempre lo sintió muy en el fondo, pero aseguró de que se olvidaría más rápido al ser más grandes: sería diferente porque ambas estarían distraídas con sus trabajos, con sus novios o novias ideales y habría más espacio para dejarlo ir.

Y posiblemente si ella no hubiera besado a Kara, si su mejor amiga no fuera buena besando, si la rubia no hubiese sido capaz de encenderla con unos cuantos toques tontos... ahora no estaría así de celosa.

Sí. Tenía tantos, pero que tantos celos que quería que la tierra se la tragase.

Odiaba en este momento a Brainy y a Nia. A Alex y a Sam. A Winn y a Lyra. Odiaba a todos los que podían compartir su amor ahora mismo sin temor a nada, siendo correspondidos en este día tan cliché. Que recibieran regalos, cartas o pequeños detalles estúpidos. Y que ella no podía porque no tenía la misma suerte, a pesar de estar pasándolo con la persona que le gustaba.

Tenía los celos de que sus amigos pudieran acariciar y besar a sus parejas o rollos con total naturalidad mientras que ella tenía que conformarse con que Kara le aplastase con su peso en el sofá. Tenía que conformarse con jugar a veces con su cabellera dorada mientras ella reía y señalaba la televisión. Tenía que conformarse con asentir con monosílabos a sus tonterías y controlar las ganas de tirar a Kara al suelo para ponerse encima de ella y salpicar muchos besos hasta que su boca se adormilase.

Odiaba que ahora tuviera que abrazar a la rubia para que permaneciera quieta porque ahora sentía cada cosquilleo bajo si vientre cada vez que se movía encima de ella para acomodarse o para coger la manta o para alcanzar el mando o para cualquier cosa. Kara no era consciente de todo lo que provocaba en ella ahora mismo y al final tuvo que hacer otra cosa para no pensar tanto.

.

La rubia, nada más terminar la película, giró su cabeza suavemente hacia arriba para observar a su mejor amiga. Lena se había quedado dormida. Lo sabía por sus latidos y respiración pesada. Aún estaba preocupada porque a veces su corazón se volvía como loco y luego regresaba a la normalidad. La ingenua pensaba que posiblemente tuviese una enfermedad.

Sin embargo, no insistió porque sabía que Lena era muy testaruda y ella repetía que se encontraba perfectamente; la excusa de la espontaneidad de su mejor amiga que aparecía sin darse cuenta y cada vez se asustaba más o que ahora se fijaba más en las cosas que no podía evitar sentirse nerviosa o emocionada o cualquier cosa como cuando se acercaba un examen o tener su comida favorita delante de sus ojos o que al principio cuando veía a Lucy por los pasillos o como ahora con la simple película.

En cambio, eso no era lo que le rondaba por la cabeza. Lo único que pensó es que estos eran sus latidos favoritos.

Le encantaba poner la oreja sobre su pecho y quizá sonaba a locura, pero nunca la despertaba porque le encantaba ese sonido. Incluso cuando dormían juntas y sabía que Lena estaba profundamente dormida, se pegaba más a ella para sentirlo o escucharlo más de cerca.

Entonces flotó un poco para no despertarla y volvió a tumbarse encima de ella lo más delicadamente posible para así poder también mirarla porque no solo eran sus latidos; también le encantaba ver su cara de bebé dormida. Hacía que sintiera paz cuando sus ojos recorrían cada facción de su rostro.

A veces le encantaba ver como movía la nariz de un lado a otro o como fruncía el ceño ligeramente cuando estaba soñando. Sus párpados caídos viendo su línea negra perfectamente hecha. Sus pómulos rosados por el colorete, aunque le encantaba pensar cuando se veía tan natural, con esa piel tan blanca como la porcelana y suave como un visón.

—Rao, eres tan bonita... —susurró Kara apenas inaudible sin poder evitarlo; ni siquiera se escuchó a sí misma de estar tan metida en observarla dormir.

Sus ojos azulados siguieron escaneando cada poro hasta llegar a sus labios. En realidad, nunca se había fijado y ahora mismo no podía apartar la vista de ellos. Había visto a Lena pintada con millones de lápices labiales y, sin embargo, le encantaban como se veía sin ninguno.

Volvió a levitar un poco como si hubiera perdido el control de su cuerpo porque ni siquiera sabía que se estaba acercando tanto a ella. Por qué se acercaba tanto para mirar su boca. Lo único que pensó eran en sus labios en movimiento; en cómo se movían cuando sonreía y lo preciosa que se veía cuando mostraba sus dientes. Todo tipo de sonrisas en realidad: genuinas, gentiles, con burla cuando alzaba la ceja. Incluyendo las pícaras.

Pensó en cómo se movían cuando se reía, apareciendo ese hoyuelo tan característico. En como los fruncía cuando pensaba mucho. En como se los mordía cuando se concentraba. En cómo lo abría y cerraba cuando hablaba.

Cuando besaba.

Kara no se estaba dando cuenta, pero sabía que estaba a escasos centímetros de ella. Se sentía hechizada como si alguien manejara su cuerpo. De verdad que no estaba pensando con claridad, como si los impulsos manejaran por ella; no lo entendía, pero como se dijo antes: no lo pensaba.

Solo le apetecía besar a Lena. Solo quería juntar los labios con los suyos y sentir esa suavidad, esa dulzura y esa lujuria cuando sus dientes y lenguas entraban en juego. Luego pondría la excusa de que era porque necesitaba practicar por si se le había olvidado controlarse, de que Lena le había dado permiso para hacerlo cuando le apetecía o...

—Hum... —murmuró Lena cuando abrió los ojos perezosamente y luego sus ojos se agrandaron como platos cuando vio a Kara tan de cerca, su nariz tocando con la suya.

—¡Tenías un bicho! —chilló Kara levantándose de golpe. Lo hizo de manera tan fuerte que voló hacia arriba y se dio un cabezazo en el techo.

—¡Kara! ¡Mi apartamento! ¡Los de arriba! —gritó atónita sin pensar en otra cosa cuando vio que había hecho una pequeña grieta y la rubia rápidamente descendió.

—¡Lo siento! ¡Es que no esperaba que te despertaras! —elevó la voz, pero luego tragó saliva nerviosamente—. Voy a por masilla —anduvo hacia el otro extremo de la habitación.

—Espera Kara, es festivo y eso es... —intentó frenarla, pero ya se marchó—, la ventana... —frunció el ceño sin entender nada.

Kara prendió vuelo hasta un callejón. Dio gracias a Rao de que fuese tarde y la claridad del día había desaparecido porque realmente no manejaba muy bien permanecer en el aire. Claro que lo hacía, pero hasta cierto punto, pero menos lo contralaba cuando se sentía nerviosa.

Aterrizó dando choques contra las paredes hasta caer al suelo y se quedó tumbada boca abajo. Luego analizó la situación. ¿Desde cuándo no se daba cuenta de que Lena despertaba? Siempre sabía cuándo ella dormía hasta levantarse por sus latidos. Pero no era esa la cuestión. Es decir, ¿qué era lo que había ocurrido exactamente? Ni siquiera ella lo sabía con certeza y pensó en que a lo mejor era ella la que estaba soñando o algo así.

.

La pelinegra intentó no darle muchas vueltas, pero estaba preocupada. Había pasado un cuarto de hora y su mejor amiga no aparecía. Sabía que tenía poderes, pero también sabía que no tenía control de ellos al cien por cien. Aun recordaba los tambaleos por Midvale y entre los edificios de National City cuando volaron juntas. Pero la cuestión no era esa.

¿Por qué Kara se había puesto así por un bicho? En realidad pensó en que fue por algo más. Que Kara quería... besarla. Pero no iba a ilusionarse ni entrar en una fantasía. No sería la primera vez que la rubia estuviera tan cerca de ella y claro que todo se desmoronó cuando dijo que tenía un insecto en su cara.

La puerta finalmente fue tocada y Lena exhaló aliviada, dirigiéndose a ella. Pero en cuanto abrió, su ceño se frunció.

—¿Andrea? ¿Qué haces aquí?

—Hum... Busco a Kara.

—¿A Kara? —frunció más el ceño sin comprender—. Pues ahora mismo no está, ¿por qué?

—Me dijo que la recogiese en tu apartamento. Me dio la dirección y todo.

—Espera, ¿recogerla? —cuestionó aún más confundida y la latina alzó la ceja curvando sus labios.

—No te lo ha contado.

—¿Contarme el qué?

—Que vamos a tener una cita.

—¿Qué? —preguntó incrédula soltando una risita—. ¿Una cita con Kara? Que es esto, ¿una broma pesada o algo así? Es el día de San Valentín, no el de los inocentes.

—Ya sé que no es el día de los inocentes. Por eso va más en serio que nunca. La invité a salir y ella aceptó —espetó para luego encogerse de hombros y Lena borró la sonrisa de sus labios—. Pensaba que te lo había contado. No sabía que era tan tímida.

—Debes estar bromeando —volvió a decir cada vez más atónita y con seriedad.

—No, no lo hago. Voy a tener una cita con tu mejor amiga.

—Venga ya, Andrea. Ni siquiera te gustan las tías.

—Pero Kara es especial. Podría... No sé... Hacerme cambiar de opinión —se volvió a encoger de hombros sin inmutarse al ver que Lena tensaba la mandíbula—. Deberías alegrarte. Tu mejor amiga va a conocer a alguien por fin. He entendido de que siempre ha estado sola ¿verdad? Un poco de cariño no le vendría mal.

—¿Por qué haces esto? —gruñó agarrando el pomo de la puerta sintiendo como su sangre hervía y Andrea volvió a encogerse de hombros mientras jugueteaba con sus uñas—. Sabes que me gusta. ¿Por qué diablos haces esto? —preguntó de nuevo dando a hincapié a lo que habían hablado.

—Yo haría lo que fuese por mi mejor amiga sin pensármelo dos veces —espetó con burla haciendo que Lena abriese los ojos de par en par.

—No me digas que esto es por...

—¿Sabes lo que he tenido que aguantar por tu culpa? —interrumpió con un gruñido—. Además, te hago un favor y así verás cómo te olvidas de ella cuando te des cuenta de que nunca te hará ni puto caso en ese aspecto —habló más tranquila y Lena abrió la boca para amenazarla, pero la latina alzó el dedo en dirección a sus labios sabiendo sus intenciones—. No querrás que sospeche de tu pequeño secretito, ¿no? Deberías darme las gracias —se burló alzando la ceja y Lena enfureció, sabiendo que Andrea tenía ventaja y maldijo en haber confiado en ella.

—¡Acabas de admitir que ni siquiera te gusta! ¡Lo haces para hacerme daño! ¡Le vas a hacer daño a ella! —chilló desesperada y Andrea agitó la mano restándole importancia—. Eres una mala persona y, sobre todo, una traidora.

—Me da igual lo que pienses, la verdad —se echó a reír con sorna y permaneció con una sonrisa—. Solo quiero que sientas lo que sintió mi mejor amiga día sí y día también. Cuando esté alrededor de Kara riéndome también con tus amigos, sufrirás por ello. Cuando bese a Kara delante de tus narices, sufrirás por ello —se acercó y susurró—. Cuando te enteres de que me follé a Kara, te matarás por ello.

—Eres... —intentó no rebajarse a su nivel, controlando sus lágrimas de impotencia y más cuando Andrea sonrió, volviendo a recordarle a Lena de que estaba entre la espada y la pared. La pelinegra apretó el puño, sujetó la manija con fuerza e intentó respirar, no sentir que se ahogaba. Antes de que pudieran seguir discutiendo, la rubia interrumpió la discusión.

—¡Hey! —gritó Kara nada más asomó la cabeza por el ascensor y se acercó rápidamente al visualizar a la latina—. Hola, Andrea, ¿acabas de llegar?

—En efecto. Lena acaba de abrirme la puerta. ¿No se supone que deberías estar dentro? —bromeó con una pequeña risa y Kara sonrió. Luego alzó el bote de masilla que había cogido de su habitación. Por supuesto, no era la primera vez que se cargaba una pared.

—Hubo un pequeño accidente —hizo una mueca y luego miró a su mejor amiga. Abrió los ojos de par en par porque vio su rostro de confusión totalmente fingido. Obviamente se le olvidó el pequeño detalle de la cita. Ni siquiera supo por qué se le pasó cuando se lo contaba todo a su mejor amiga—. Oh, Rao, se me olvidó comentártelo, Lena. Había quedado con ella esta noche. La película realmente me atrapó —hizo una mueca intentando que no sonase a excusa, aunque luego frunció el ceño de verla tan seria—. ¿Estás bien?

—Sí —respondió tras un suspiro—. Solo estoy cansada. Me había quedado dormida —cogió la masilla de sus manos.

—¿Segura que...?

—Sí, en serio —le lanzó una sonrisa tranquilizadora calmando su corazón herido—. Diviértete... con ella.

—Tranquila, no te pongas celosa. Solo será una noche. O unas cuantas, quién sabe... —chinchó Andrea haciendo que Lena soltara una risa falsa como una catedral.

—Divertíos —sentenció nuevamente con una sonrisa.

—Mañana nos ponemos con eso, ¿de acuerdo? —señaló el bote de masilla y Lena asintió antes de despedirse.

Vio como se alejaban hacia el ascensor. Observó la sonrisa de ilusión de su mejor amiga y eso le partió más el corazón. Y su sangre volvió a hervir cuando Andrea le lanzó una última mirada vacilante.

.

Esto definitivamente cambiaba las cosas. Lena cerró la puerta y se sentó apoyándose en ella para llorar porque ella no quería perder a Kara. No sabía qué hacer. El miedo se apoderó en su cuerpo, imaginándose miles de escenarios donde Kara y ella no estarían más juntas; ni siquiera como amiga después de lo astuta que había sido Andrea. Tenía que admitirlo; la había subestimado, había jugado con fuego y ahora lo estaba pagando según la latina.

Ella debería decirlo, pero no lo que sentía por Kara, sino por lo que Andrea no sentía por ella. No quería que le hiciera daño de todos modos, pero perder a la rubia era como si perdiera una extremidad de su cuerpo. Podría vivir sin ello, pero sabía que cambiaría su vida para siempre.

Entonces ella necesitaba desahogarse. Necesitaba consejo. Necesitaba contarlo. Necesitaba gritarlo. Necesitaba saber qué hacer. Necesitaba a una amiga y Sam apareció en su mente. No fue buena opción porque sabía que todo se lo contaba a Alex, por eso nunca lo hizo antes, pero si le suplicaba y le contase todo, seguro que lo entendería, se lo callaría y la ayudaría.

—¿Dónde estás Sam? —llamó otra vez desesperada, pero no le cogía el teléfono. Así que decidió llamar a la pelirroja—. ¿Alex? Sí, perdón si interrumpo algo, pero quiero que Sammy vea los mensajes que le he dejado. Necesito quedar con ella mañana —una pausa y luego el corazón de Lena se hundió cada vez más al escuchar el sollozo por la otra línea—. ¿Qué...? ¿Cómo que se ha mudado a Metrópolis?

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