
Capítulo #4
Sentí cierta emoción cuando sonó mi alarma. En toda la noche no pude sacarme la imagen de Kris de la cabeza; ayer se sintió muy diferente, puedo asegurar que se preocupó por mí. Al levantarme, mis piernas me guiaron hasta baño para a darme una larga ducha de agua caliente, luego me preparé el desayuno, tomé mis cosas y busqué un taxi para ir a la universidad.
Al bajarme, todos comenzaban a entrar al interior, y lo primero que divisé al pararme en la puerta de mi salón, fue la cabellera negra de Kris y su sonrisa al hablar con Ben, el cuál estaba frente a él, me acerqué y me senté a su lado.
—Hola, Kris —me ignoró, y siguió hablando con Ben—. ¿Estás bien? —volvió a ignorarme—. Oye —tomé su rostro entre mis manos y lo giré hacia mí—, ¿qué te sucede? —él apartó mis manos con el ceño fruncido.
—No me toques, no me hables y no te atreves a mirarme; nada ha cambiado ¿oíste? Aún te odio, así que no trates de ser amable ni nada de eso, ¿entendido? —la forma apresurada en la que habló y su tono indiferente me confundieron.
Miré a Ben un segundo, este se levantó y se dirigió a su puesto, que era prácticamente al fondo, luego volví a mirarlo.
—¿De verdad? Dime que pasó con el Kris que me cuidó ayer, ¿eh?
—Baja la voz —murmuró—. Y solo lo hice porque no quería que me metieras en problemas.
—Entonces, tendré que enojarte más seguido para que me cuides —mis palabras provocaron que agarrara mi mano por debajo de la mesa tan fuerte que empezó a enrojecerse—. Ah, suéltame.... me duele, Kris.
Me quejé, tratando de soltarme.
—Te dije que bajaras la voz, vuelves a mencionar lo que pasó ayer y te corto la lengua, ¿entendiste? —amenazó.
«Él no sería capaz..... ¿o si?»
Seguí intentando zafarme, hasta que logré apartarla.
—Eres incapaz de hacerme eso —dije frotándola; en verdad me dolía.
—¿De verdad lo crees? No me tientes, Sam.
—Entonces no provoques en mi la curiosidad —contraataqué.
—Ja, idiota —se alejó de mí y sacó su teléfono para escribirle a alguien.
Yo solo me limité a suspirar y posé la mirada en el profesor que acababa de entrar para comenzar la clase.
«¿Por qué cambió tanto de repente?»
«Ahora está más agresivo que antes, debo tener cuidado o volverá a lastimarme.»
«Aunque la verdad, no le tengo miedo... Solo quiero que deje de actuar como un matón y sea como cuando me cuidó.... Sería lindo que realmente se preocupara por mí.»
Después de eso, se pasó todo el día ignorándome. No importaba si me le acercaba o trataba de hablarle, siempre se alejaba o mandaba a que Ben y los otros me distrajeran para que él se escapara.
«¿De verdad Kris Larsen está huyendo de mí?»
«Joder, ahora siento que lo estoy intimidando. Pero, solo soy yo, ¿por qué teme estar cerca de mí?»
«Maldito idiota, estás complicándome las cosas. ¡Si sigues así perderé contra tí!»
DOS DÍAS DESPUÉS.
Kris estaba lavándose las manos en el baño a la hora del almuerzo, así que aproveché ese momento para seguirlo. Entré y cerré la puerta tras de mí con el seguro; no dejaré que nadie nos interrumpa esta vez, ya bastante me costó alejar a Ben y los otros de la puerta. Y sí, puede que le haya quitado las llaves al conserje sin que se diera cuenta.
—¿Ben? —preguntó, al oír el ruido de la puerta—. No estoy para tus jueguitos, idiota, abre esa puerta aho... —me paré frente a él, recostado mi cuerpo a la pared con las llaves en la mano.
—Lo siento, cariño, pero no soy Ben —puede notar su sorpresa, que no tardó en convertirse en fastidio en su mirada, pero terminó apartándola de mí, se secó las manos y se giró hacia mi dirección con los brazos cruzados.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con su usual tono de indiferencia.
—Solo quiero que hables conmigo. No me gusta ser ignorado, ¿sabes? —fingí decepción, mientras me le acercaba lentamente.
—¿Y qué pretendes? ¿Quieres que hable contigo como si fuésemos mejores amigos o qué?
—Claro que no, quiero ser más que un amigo —le sonreí.
—Mm, no creo que eso sea posible. Dame la llave —ordenó, y trató de tomarla, pero lo esquivé.
—Ven por ella —lo reté, divertido.
—No estoy para juegos, dame la llave, Sam.
Empezó a perseguirme por todo el baño con la intención de atraparme; y parecíamos el gato y el ratón. Honestamente, su desesperación me divertía; ver su expresión de fastidio e intentos fallidos, me hacían sentir que tenía el control sobre él. Me gustaba verlo así. Era increíble como un chico tan arrogante y sombrío como Kris Larsen, podía mostrarse tan tolerante y "paciente" conmigo.
Al quedarme atrapado en la diversión de mis pensamientos, no me percaté del momento en que juntó mis manos y las alzó, poniéndolas contra la pared sobre mi cabeza. Al igual que pegó mi cuerpo al suyo en el momento en que me acorraló. Nuestras miradas se conectaron por unos segundos; estaba tan cerca que lograba sentir su respiración un tanto agitada impactar contra la piel de mi rostro. Sus manos, tibias, comenzaban a acariciar levemente mi muñeca con sus dedos con movimientos circulares.
Él estaba perdido en mi rostro. La sorpresa que se mostraba en su expresión y la confusión en sus ojos, provocaba una extraña sensación en mi interior que comprimía mi pecho. Quería que dejara de contenerse y de negarse a sí mismo lo que sentía. Que tomara esa valentía y seguridad que desbordaba en sus peleas y las mostrara frente a mí, y así pudiera liberarse. Pero al parecer, para él no era tan fácil.
Finalmente, su mirada nerviosa se posó en mis labios, detallándolos sin disimulo.
—Hazlo... —musité, volviendo a hacer que mirara mis ojos—. Solo bésame, Kris.
Sabía que lo quería, su mirada lo delataba. Pero había algo que siempre retenía su impulso. Sin embargo, esta vez, parecía que poco a poco se estaba dejando guiar por el. Acercó lentamente su rostro al mío, rozando la punta de nuestras narices con suavidad, para después pasar lentamente sobre mis labios y así terminar en mi cuello, sin realmente tocarlos. Inhaló profundamente mi aroma, perdiéndose en la atmósfera reconfortante que empezaba a formarse, dejando un pequeño beso superficial en la zona que extendió un cosquilleo por todo mi cuerpo.
Sus acciones aumentaban mi anhelo por un verdadero contacto, por que sus labios tocaran los míos y se fundieran en el deseo y la atracción, muy lejos de sus miedos. Pero, repentinamente, él se separó de mi, aflojando el agarre de sus manos, permitiendo que pudiera liberar una de ellas.
—No, no puedo... Yo no puedo hacer esto...
—Sí puedes, Kris —acerqué mi mano a su cuello, subiendola hasta su mejilla con lentitud, queriendo transmitirle seguridad—. Puedes hacer lo que quieras. Solo déjate llevar.
—Pero... —mordió suavemente su labio y llevó su mano hasta mi rostro para comenzar a acariciar mi mejilla también, dirigiéndose después hacia mis labios, rozando el inferior con su pulgar—. Siento que esto realmente está mal, y sé que me arrepentiré después pero... necesito hacerlo. Muero por besarte, Sam...
Susurró la última frase, empezando a acercarse despacio, hasta el punto de sentir su respiración nuevamente sobre mis labios; solo con un simple movimiento nos besaríamos. Cerré los ojos por la cercanía, esperando el impacto de su boca contra la mía, esperando sentir el sabor de aquellos labios rojizos que él poseía y que tanto deseaba probar. Mi corazón ante esto comenzó a latir con más rapidez.
«¡No puedo creer que de verdad quiera besarme! ¡No puedo creer que esto me emocione tanto!»
«Pero quiero que lo haga. Siento que yo también necesito que me bese...» —pensé con ilusión, pero el destino no me quiere.
—¿Qué carajos...? —se oyó decir al otro lado de la puerta—. Oigan, ¡vayan a coger a otro lado, esto es un baño para todos, idiotas!
Abrí los ojos al momento, frustrado por la interrupción. Él se separó de mi algo desconcertado, tomando la llave en el acto.
—... Tú... no me vuelvas a buscar —zanjó, aclarando su garganta.
—¡Abran la puerta! —gritó el chico, Kris se acercó a esta y la abrió.
—A ver, para tu información, no estábamos cogiendo —lo empujó a un lado y se alejó con rapidez.
En cambio el chico, entró y posó su mirada en mí.
—¿Qué?... Ya deja de mirarme —salí del baño, empujándolo también.
—¿Qué demonios fue eso? —rascó su nuca con confusión.
«Ese maldito imbécil lo arruinó todo...»
«Ahora posiblemente no quiera volver a acercarse a mí para no perder el control de sus propias acciones. Porque lo sé. Sé que de alguna manera le gusto...»
Cuando terminaron las clases, estaba caminando hacia la salida totalmente desanimado. Esa mi oportunidad de demostrarle que sí le gustaba, pero por culpa de ese idiota todo se fue al carajo.
Mientras iba acercándome al estacionamiento, divisé a Kris en un rincón, besándose con una chica rubia más bajita que él. Y el solo ver esa escena, verlo besar unos labios que no eran los míos, verlo acariciar el rostro y la cintura de alguien más, me dio tanto rabia como celos. Por lo que mis piernas se movieron solas en su dirección sin pensarlo dos veces.
Esa inquietud y molestia que crecía en mi interior, solo me hacía querer desaparecer a esa chica que se atrevía a tocarlo. Definitivamente no me gustaba lo que veía y moría por apartarlos. Al estar cerca de ellos, los separé con brusquedad, sin ningún cuidado.
—¿¡Qué crees que haces, Kris!? —le grité, empujando su hombro, pero la otra persona me agarró del brazo para apartarme de él.
—Oye, ¿qué te pasa a ti, eh? ¿Por qué nos interrumpes? —dijo la chica, con exasperación.
Kris me miró con una expresión de molestia, echando su cabello hacia atrás, para luego tomar mi mano, alejándonos de ahí.
Terminó llevándome hasta al callejón donde solía llevarme cada vez que quería decirme que me fuera, y como era costumbre, no había nadie ahí.
—Oye, suéltame. ¡Te dije que me sueltes! —alejé mi mano, quedándome detrás suyo. Él se detuvo poco después, sin mirarme.
«¿Por qué no dice nada?»
«¿Acaso me trajo aquí para ignorame?»
Luego de unos segundos dándome la espalda, finalmente se giró hacia mí, acercándose a paso lento hasta posicionar sus manos en la pared, cada una al lado de mi cabeza, acorralándome.
—¿Qué tratas de hacer, eh? —no sabía si interpretar su tono de voz como molesta o... triste.
—Yo.... realmente no lo sé, solo me molestó verte besándola —aparté la mirada al decirlo—. Sé que yo estoy tratando de acercarme a ti para que no me eches pero..... no sé..... simplemente sentí celos.
Él se quedó en silencio, sin apartar la mirada de mi, hasta que su frente cayó en mi hombro mientras desprendía un suspiro.
—.... Por favor, aléjate de mí —me pidió, casi como un susurro.
—¿Eh? —tomé sus hombros para devolverlo a su posición, mi mirada emanaba confusión—. ¿A qué te refieres con eso?
—Solo.... solo me estás confundiendo, ¿vale? Esto es mucho para mí. No puedo pensar con claridad cuando estoy contigo y no puedo controlarme; me comporto muy diferente cerca de ti. Y no puedes gustarme, me niego a eso, Sam.
—¿Pero por qué? —le cuestioné—. ¿Por qué te niegas? —llevé mi mano hasta su mejilla, acariciándola para que se tranquilizara—. ¿Te preocupa lo qué dirán de ti, lo que piensen de nosotros? —volví a preguntar, viendo como cerraba los ojos, conteniéndose—. ¿Es eso?
—¡Tú no lo entiendes! —me gritó, y eso hizo que la alejara—. No quiero sentirme así, Clemens. Así que deja de molestarme. No haré nada para que te vayas, pero déjame en paz.... Por favor no me hagas esto.
Sus ojos se vieron ligeramente cristalizados. Nunca lo había visto así.
«¿Tanto le duele aceptarlo...?»
—¿Y si no quiero alejarme? —sequé algunas de las lágrimas que empezaban a caer por su mejilla—. ¿Qué pasa si quiero seguir intentándolo para que te abras a mí? ¿Qué harías si me propongo hacer que aceptes que te gusto, que me aceptes a mí; que logres aceptarte?
Él tomó mi mano y la alejó de su rostro.
—Te lastimaré tanto física como mentalmente para que desistas —retomó su tono completamente frío, a pesar de la frágil lágrima que caía por su mejilla—. Así que será mejor que dejemos esto aquí. No nos volvamos a ver, Sam.
Se alejó de mí por completo, y comenzó a caminar. Esas palabras que me dijo, me dolieron... demasiado.
«Carajo.... ahora yo estoy admitiendo que él me gusta...»
—¿Por qué tiene que ser así? —musité, al abrazar mis rodillas en el suelo y..... comenzar a llorar.
Hacía tanto tiempo que no me dolía recibir un rechazo, hasta el punto de llorar por ello. Pero él logró lastimarme con sus palabras y su terquedad, aunque lo comprendo. Nunca es fácil aceptar que te gusta algo que muchos ven incorrecto.
Después de eso, fueron pasando los días y ni siquiera nos mirábamos. Nos sentábamos en puestos diferentes y le pedimos algo más de tiempo al profesor para entregar el trabajo; todo esto duró alrededor de una larga y dolorosa semana.
A LA HORA DE ALMUERZO.
Me senté en una mesa para uno como casi todos los días. No quería estar cerca de nadie; ni siquiera de los pocos amigos que hice durante la semana. Sin embargo, desde mi posición, lograba oír la conversación de Kris y sus amigos, ya que estaban a unas pocas mesas de mí.
—Jefe —Ben lo llamó, y este dejó de mover su tenedor para mirarlo—. ¿Sabes quién volvió a la cuidad?
—¿Quién? —preguntó, sin darle mucha importancia al probar su comida.
—Nuestro querido Spencer —soltó con ironía, provocando que el pelinegro rodara los ojos.
—Tss, ¿ese tipo de nuevo? —Ben asintió—. Ay, aún recuerdo nuestras peleas, ¿sabes? Yo siempre ganaba obviamente. Ese tipo era un psicópata.
—Cierto, ¿haremos algo para darle la bienvenida? —preguntó al esbozar una media sonrisa.
—Mm... creo que no tenemos tiempo para planear nada —soltó con tranquilidad, al llevar un pequeño trozo de fruta a su boca.
—¿Por qué? —ladeó la cabeza, sin entender del todo lo dicho.
—Date la vuelta —el contrario lo hizo, y divisó a un grupo de chicos entre los que se encontraba, Spencer.
Este tenía el cabello castaño rizado no muy largo, tenía prácticamente la misma complexión y altura que Kris, pero sus ojos eran de color miel.
—Esto es increíble —empezó Spencer, estando frente a ellos.
—¿Qué es increíble? —preguntó Kris, con una leve sonrisa—. ¿Qué soy mucho más guapo desde la última vez que tus ojos tuvieron la dicha de verme? Sí, eso lo sé, gracias por recordármelo.
El chico de rulos negó con la cabeza ante sus palabras, con cierta burla.
—No has cambiado nada, ¿aún quieres pelea? —preguntó, aún riendo.
—Sé que tienes ganas de perder, pero es aburrido ganarte siempre, ¿sabes? —se inclinó un poco hacia la derecha para ver a los demás chicos—. Aunque con tus nuevos perros, creo que será aún más divertido.
—Tú... —uno de los chicos al lado de Spencer se le iba a acercar, pero este lo detuvo.
—Hey, tranquilo —volvió a mirar a Kris—. Primero que nada, no son mis perros, ellos son mis amigos. Yo no soy como tú que solamente quieres personas a tu disposición para que hagan lo que a tí te de la gana.
—Ja —se levantó, riendo sarcásticamente—, ¿amigos? Eso no te lo crees ni tú. ¿A quién quieres engañar, eh?
Se le acercó, y dio pequeños empujoncitos con su índice en su pecho.
—Una persona como tú, nunca tendría amigos, por eso yo soy mejor—esta vez se señaló a él mismo—. Yo no oculto mis intenciones con nadie, y tampoco los traiciono.
—¿De verdad? Que yo sepa tú me traicionaste hace unos años, ¿o ya se te olvidó?
—Yo no te traicioné, simplemente respondí a lo que me preguntaron. Sabes que mi respuesta fue completamente sincera.
—Claro, entonces, ¿qué piensas de un pelea aquí, en la escuela? —sugirió, haciendo que él frunciera el ceño.
—Me encantaría ver a tu mami "la intachable directora", molesta contigo por lo problemático que eres. Ya veremos si tienes el mismo concepto de sinceridad para decirle todo lo que haces a sus espaldas —finalizó con burla, intentando provocar desesperación en él, y lo logró.
—... Estás muerto.
Kris obviamente no lo pensó, fue su impulsividad lo que lo llevó a pegarle directamente en el rostro, logrando que este perdiera el equilibrio pero no que cayera. El castaño rozó el lugar del golpe, para después dejar escapar una carcajada.
—Que conste que tú empezaste —se iba a lanzar contra Kris, pero lo detuve, sosteniendo su brazo con fuerza.
—¿Vas a pelear en tu primer día? —pregunté, lo más serio que pude.
—¿Ah? —mi intervención lo confundió.
—No te metas, Clemens —dijo Kris entre dientes a mi espalda, muy cerca de mi oído, enviando un escalofrío a cada fibra de mi ser.
«Exacto, ¿¡qué hago yo aquí!?»
«¿¡Por qué siempre tengo que entrometerme en todo!? ¿¡No podía simplemente quedarme en mi lugar mientras le daban una paliza al idiota que me gusta!?»
Spencer se soltó de mi agarre y me miró de arriba a abajo, con enojo.
—¿Y tú quién eres?
«Dios, este hombre me da miedo. Pero debo mantener la calma, solo hablaré con él sin necesidad de llegar a la violencia. Sí, eso haré»
—Soy solo un simple estudiante llamado Sam Clemens, pero no dejaré que causes ningún problema, ¿entendido? —le hablé con firmeza—. Por lo menos no aquí.
Él soltó una leve risa que emanaba simple y llana burla.
—Mira, Sam. Piérdete, ¿quieres? —hizo un leve toque en mi mentón—. Esto no te incumbe, lindo.
—Hey —Kris se interpuso entre nosotros, claramente molesto—. El único que puede darle órdenes, soy yo, ¿oíste? Así que cuida tu tono y el cómo lo llamas.
—¿En serio? —esbozó una sonrisa maliciosa; había encontrado otra cosa para molestarlo—. Osea que si hago esto, ¿te molestaría?
Kris frunció el ceño, y más cuando él lo rodeó, acarició suavemente mi cabello y se acercó mi rostro para dejar un leve beso en mis labios.
«E-E-Espera, idiota... ¿¡Pero qué carajos hace!? ¿¡Acaso quiere condenarnos!?»
«¡¡¡No me gusta para nada esto!!!»
A pesar de que mi mente gritaba sorprendida, yo solo pude quedarme en mi lugar, estático, ya que en segundos, Kris lo separó de mí bruscamente.
—¡¡No te atrevas a tocarlo!!
Le pegó por la zona del labio tan fuerte, que lo dejó en el suelo, y siguió golpeándolo, envolviéndose en una nube de golpes bruscos y desenfrenados. Eran rápidos movimientos que en lo personal, me asustaron; los ojos de Kris estaban tan llenos de ira y rabia, que emanaban una sensación que asustaría al más valiente al divisarlos. Muchos intentaron detenerlos con gritos o interviniendo, pero ninguno pudo, hasta que llegaron los profesores, los separaron y se los llevaron a la dirección.
—A ver, ya sabemos cómo termina esto —empezó la directora, madre de Kris.
Una mujer de cabello negro por la cintura, rasgos faciales similares a los de Kris, que rondaba los 40 años pero su altura había quedado en un metro setenta. Hoy llevaba puesto un traje blanco que se ajustaba perfectamente a su cuerpo, resaltando su figura.
—Los dos a detención después de clases y.. —hizo una pausa, para luego suspirar—. No sé qué hacer con ustedes, chicos. Por mucho que los castigue siempre se vuelven a pelear, pero nunca lo habían hecho en el instituto. Extraño cuando eran pequeños y se llevaban bien, ¿saben?
—Lo siento, madre, pero es que él me provocó —se defendió Kris, señalando al castaño a su lado, quien rió cortamente.
—Yo no te provoqué. A no ser que te guste —lo miró sonriendo de lado.
—Cierra la boca —dijo entre dientes.
—¿Ves? Eso significa que sí —recargó su espalda en la silla—. Al final no eres tan diferente de mí.
—Te lo advierto, Radcliffe. No sigas hablando —él estaba a nada de volver a golpearlo.
—¿Por qué? No quieres que se enteren de que te gusta un...
—Estás acabando con mi paciencia, Spencer. ¡Cierra la maldita boca de una vez!
—Kris —dijo la mujer, advirtiéndole.
—Mm, perfecto, creo que esto será aún mejor de lo que pensé —Kris lo agarró por la camisa, acercándolo.
—¿Quieres quedarte sin dientes? ¿¡Ah!? —cada palabra suya aumentaba su rabia, y él parecía disfrutarlo.
—Inténtalo.
—¡Bueno, basta ya! —la directora los interrumpió, exasperada—. Kris, suéltalo.
—Pero...
—¡Suéltalo! —lo soltó, sin una pizca de delicadeza—. Váyanse, ¿quieren? No tengo ganas de seguir viendo cómo se provocan mutuamente, y por favor, traten de no pelearse en lo que queda del día.
—Sí, directora —dijeron ambos a la vez.
Salieron de la oficina sin siquiera mirarse. Y yo estaba afuera, esperando impaciente por saber que fue lo que pasó.
—Oh, ¿nos estabas esperando? —Spencer sonrió al verme.
—Ah... yo...
—¡Spencer! —gritó uno de los chicos que estaba con él anteriormente a lo lejos.
—¡Ya voy! Es una pena, creo que tendremos que hablar en otro momento. ¡Nos vemos pronto, Sami! —acarició mi cabello y se fue.
«¿Por qué este chico tiene que hacer estas cosas de repente? ¿¡Que no sabe que ambos estaremos muertos si continúa provocándolo!?» —rasqué levemente mi nuca al lamentarme.
Pero cuando dirigí la mirada hacia Kris, este mantenía una expresión que emanada furia y molestia.
—Ah.... ¿estás bien? —pregunté, con algo de miedo por su reacción.
—Ven conmigo —ordenó con total seriedad.
—¿Eh?
Me agarró la mano con fuerza y me arrastró por el pasillo, deteniéndonos en el baño.
¡gracias por leer!
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