Capítulo 11: La habitación blanca ll
Los patrones son tan comunes como observar la luna a las cinco de la tarde, están en el día a día de cada persona a su propio ritmo y moldeada para ellas, se encuentran hasta en la base de toda sociedad; la familia, hay un patrón que se mantiene y, muchas veces no se hace el mínimo intento de cambiar o romperlo.
La familia Park, por ejemplo. La madre de JiMin, Park Yuna; fue criada por sus padres para ser la imagen perfecta de lo que debería ser una niña y muy pronto una mujer de clase alta dejando atrás valores básicos, pero no menos importantes, sus ideales fueron alimentados con esa mentalidad que llegaron hasta su descendencia, afectando de sobremanera las etapas del único niño que tuvieron, así como fueron afectadas las suyas en un tiempo atrás.
Creciendo entre casas de gran tamaño y fiestas bañadas en oro para alimentar el narcisismo de ese tipo de gente mediocre y plástica, JiMin decidió vivir en la sencillez y el vacío, manteniendo su habitación en un completo y pulcro blanco sin ninguna decoración más allá de sus utilidades escolares y su cama, siendo la única habitación libre de algún objeto extravagante.
A los seis años JiMin tuvo conciencia de lo que lo rodeaba y de lo que estaba viviendo, se vio entonces atrapado en un bucle creado por su madre que parecía no tener una salida segura o que siquiera existiera, se sentía como un títere torpe que no podía hacer nada si no jalaban de sus hilos.
Recuerda que las lecciones que recibía para ser corregidos eran golpes; un palo golpeando su brazo hasta causarle una fractura, una regla cortando su muñeca y una mano marcando su mejilla hasta teñirla, o bien los gritos que rompían sus tímpanos. El método para lograr la perfección en él parecía que debía ser desfigurado y moldeado para una mejor versión.
Porque su versión tenía grietas y estaba a punto de romperse, entonces no servía.
JiMin nunca ha sentido respeto por sus padres, escuchar sus voces en un tono elevado lo hacía temblar o cuando veía más segura la oscuridad de su habitación que la luminosa sala donde estos estaban. El miedo y la ansiedad era lo que lograba que su cuerpo se inclinara en una reverencia o que sus labios respondieran.
¿Qué significaba ser padre entonces?
Constantemente se preguntaba si todos los niños también tenían padres estrictos como los suyos que controlaban hasta sus pensamientos ¿Será que todo niño era infeliz allá afuera? O al menos, tenía una esperanza de vida.
Durante su adolescencia las cosas no cambiaron, pero si aumentaron. Los jóvenes de las otras familias tenían novias hermosas y un futuro prometedor gracias a sus estudios, pero JiMin nunca se sintió atraído por las mujeres, si no por sus conductas, accesorios, vestimentas y belleza, le gustaba aquello que llamaban femenino.
Un gusto que tuvo que guardar cuando sus padres casi lo envían a un seminario cuando confesó estar enamorado de otro hombre. Min YoonGi, estaba por dejarlo todo a un lado cuando su madre comenzó a reclamar que él debía ser un hombre y seguir los pasos de su padre. Ahí comenzó a cuestionarse lo que significaba ser un hombre.
Estar enamorado logró cambiar algo en su vida, su habitación tomó color cuando YoonGi llegó a su vida como un amante, descubrió lo bien que se sentía la felicidad, la inmensa tranquilidad junto a otra persona y consigo mismo, no un revuelo de emociones chocando entre ellas, pero más importante; conoció el amor y todos sus significados, lo que era cuidar de alguien y que ese mismo lo cuidara sin ninguna deuda.
Su madre podría llamarla una vida mediocre, pero él la veía como algo que era real.
ㅡ¿Qué estás pensando cielo? Desde que llegamos pareces perdido. ¿Fue por tus padres?
Barriendo sus pestañas para enfocar mejor su vista en el rubio, respondió con una mueca ㅡVerlos después de tantos años me trajo algunos recuerdos de mi infancia, creí que mi cerebro los había bloqueado, en su mayoría.
El rubio se subió a la cama hasta recostarse en la cabecera de la misma, justo al lado del peligris que le daba una mirada brillante y una sonrisa casi invisible ㅡEl psicólogo dijo que podías pasar por un trance de emociones si los volvías a encontrar ¿Seguro que estás bien?
ㅡEstoy bien, ahora no me importa tanto, creo que estoy tranquilo sabiendo que ahora estoy seguro, gracias a esa madrugada lluviosa, cuando me esperabas en tu motocicleta para escapar, sigo creyendo que tomé la decisión correcta.
ㅡSabes que conmigo todo es correcto Park JiMinㅡ Susurró besando su mejilla seguida por su nariz.
El peligris soltó una risa antes de besar sus labios, sintiendo a los segundos en su pecho que algo se removía.
ㅡVamos a mimirㅡ Exigió el pequeño azabache que se abrazaba a la cintura de JiMin, su ceñito estaba fruncido y sus labios formaban un mohín.
A Koo parecía gustarle dormir entre ambos, sentir la protección de ambos que lo hacían sentir calentito, por eso se escabullía para quedarse ahí.
YoonGi se recostó finalmente en la cama, observando al menor ㅡNuestro conejito tiene sueño.
ㅡConejito, es un apodo muy tiernoㅡ murmuró, su pecho llenándose de un nuevo sentimiento.
Al igual que YoonGi se acostó, acomodando bien a Koo para que no se quedara atrapado entre las sábanas, el menor se quedó dormido entre las caricias que recibía en su cabello y la canción de cuna que YoonGi cantaba, una que escuchaba de su hermana cuando era niño.
Las horas en el reloj avanzaban con su insistente sonido de tic tac, JiMin no podía dormir, después de todo algunas imágenes de su infancia aún venían a él para recordarle lo solo que había estado, sin nadie en quién apoyarse.
Inconscientemente llevó su mirada hasta el menor que seguía aferrado a su cintura, su rostro completamente tranquilo con sus labios soltando algunos ronquidos apenas audibles.
Por sobre las sábanas buscó la mano de su esposo, entrelazando sus dedos cuando la encontró ㅡYoonGiㅡ Dijo en voz baja, con una gran seguridad inundándolo.
El mencionado, sin abrir sus ojos respondió vagamente entre sueños afectados, afianzando el agarre ㅡDime...
ㅡQuiero adoptar a Koo.
2/2
¡Gracias por leer!
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