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Capítulo 25

A pesar de lo frustrada y asustada que se encontraba, Haerin trató de poner la mejor cara que tenía, porque no quería llamar la atención de Hikaru mientras le vestía. Las manos le temblaban ligeramente, acomodándole el pañal en lo que la bebé dormitaba, y pronto sintió la presencia de Danielle detrás.

—Estoy bien —le aseguró, a pesar de que era una pequeña mentira que ambas sabían—, sólo que no sé con qué combinar el pantalón, amor...

Escuchó el suspiro bajo de su novia, pero Haerin todavía no quería verla. Sentía que, si la veía ahora, se pondría a llorar de la angustia.

Comenzó a ponerle el pantalón a Hikaru, una prenda que le llegaba hasta las rodillas, de tela de jean y con dos arcoíris en el borde de cada pierna. De pronto, una playera con dos perritos bebiendo leche fue dejada a su lado junto con una sudadera con cierre de color rojo.

—Es su favorita —le dijo Danielle—, puede que den suerte.

Esas palabras casi le hicieron romper en llanto, pero alcanzó a girarse para abrazar a la alfa, que la sostuvo con una expresión de dulce cariño. Danielle emitió feromonas cálidas, sabiendo que eso servirían para calmarla, y Haerin sólo se aferró al abrazo, como si de esa forma se asegurara de que las cosas estuvieran bien.

Pasado unos segundos, la omega se alejó y frotó sus ojos, como si así pudiera limpiarlos de sus lágrimas. Le dio un beso suave a Danielle, forzándose a sonreír.

—Todo estará bien —se repitió antes de terminar de vestir a Hikaru, entregándole el peluche de perro para que lo abrazara en sus sueños.

A pesar de que eran las diez, la bebé tenía un sueño profundo y, dado el caso, no querían despertarla. Ellas no sabían qué podía ocurrir en esa reunión, pero lo que menos deseaban era estresar a la pequeña bebé. Sea la decisión que se tomara, ambas tendrían que aparentar calma y no provocarle miedo y llanto a la niña.

La dejaron en el coche, desayunando con rapidez antes de partir al estacionamiento para subirse al auto. A esas alturas, Hikaru ya iba más despierta, un poco curiosa por saber a dónde le llevaban. Parecía llamarle la atención que, a un lado suyo, estuviera el bolsito donde echaban sus juguetes cuando salían a pasear.

No tardaron en llegar al edificio donde trabajaba Sumin, que ya las esperaba y les ofreció algo para beber en lo que esperaban a que apareciera el otro abogado junto a Kangsan. Para fortuna ellas, la oficina de reunión era lo bastante grande como para dejar a Hikaru acomodada en una esquina, rodeada de sus juguetes para que se entretuviera lo suficiente en lo que duraba todo eso. En ese preciso momento, volvía a dormitar encima de una mantita, pegada a su perrito mimoso.

Haerin, por un instante, pensó que Kangsan tendría el descaro de llegar tarde. De querer tomar las riendas de esa situación, como si ellas le estuvieran rogando su presencia, como si pudiera darse el lujo de aparecer cuando quisieran, pero no fue así. Cuando quedaban cinco minutos para las once, la puerta de la oficina fue tocada y Sumin abrió con calma.

El alfa no iba primero, sino su abogado, un alfa también alto, de lentes redondos y ojos claros. Su rostro era alargado y pálido, cabello negro y nariz pequeña, con una recortada barba decorando su cara. Iba con un traje, que se notaba caro, y llevaba un maletín. Se presentó como Han Janknow.

Detrás iba Kangsan, con una expresión de aburrimiento e indiferencia que se transformó inmediatamente a diversión cuando vio a Haerin. La omega apretó sus labios con fuerza, conteniendo las maldiciones que pujaron por salir, y respiró con profundidad para calmarse. A su lado, Danielle le agarró la mano.

No le sorprendió ver que, por último, iba la madre de Kangsan. Seguía con el cabello rubio, aunque se le estaban empezando a notar las raíces oscuras, y ahora iba con rostro altivo, la misma cara que puso cuando la echó de su casa.

El saludo que se hicieron fue tenso. Haerin vio de reojo a Hikaru, que empezó a despertarse con un quejido suave.

—¿Mami? —preguntó, un poco desorientada, pero se calmó de inmediato al ver a Haerin a sólo metros de ella—. ¡Mami!

Quizás fue el chillido de Hikaru el que provocó que los ánimos se calmaran un poco, al menos lo suficiente como para que el abogado aclarara su garganta y decidiera tomar la palabra. Haerin se apresuró en hacerle una seña a Hikaru, llevando su dedo índice hacia sus labios, en un gesto de silencio. Afortunadamente su bebé era muy inteligente, porque repitió la mímica y abrazó su peluche con fuerza.

—Me alegro de que ambas partes estemos aquí —dijo Janknow con una voz que trataba de demostrar tranquilidad—, manifiesta un gran sentido de responsabilidad de los padres de la niña. Espero que podamos llegar también a un acuerdo que beneficie siempre a la cachorra, ya que debemos pensar siempre en su bien.

Haerin volvió a apretar los labios para no soltar lo que realmente estaba pensando. Era una fortuna que Danielle estuviera allí, porque en el caso de que se encontrara sola, ya se habría lanzado a golpear a Kangsan.

—Buenas palabras, señor Han —dijo Sumin, sentada al lado de ellas—, y espero que aquí todos sean conscientes de eso —miró a Kangsan—, lo importante es velar por el bien de la bebé y no en caprichos que pueden causarle daño.

Un momento de tenso silencio. Janknow volvió a aclararse la garganta.

—Por supuesto. Lo primero sería fijar días...

—No, disculpe —volvió a hablar Sumin, con el ceño ligeramente fruncido—. Antes de pasar a hablar de días, es necesario hablar de una pensión. Si es que el señor Park quiere recién aspirar a poder interactuar con la niña, hay responsabilidades que no puede eludir, y una de las más importantes es acerca de la pensión que la cachorra merece. Pensión que, por lo que sé, tiene pendiente desde hace dos años.

Haerin miró a Kangsan con rabia contenida, tratando de matarlo por la mirada. Sin embargo, el alfa se movió con parsimonia y tranquilidad, ignorando las dagas que los ojos de la omega le lanzaban.

—Estoy dispuesto a hacerme cargo de la pensión —aseguró, tratando de poner esa sonrisita encantadora con la que la engatusó tanto tiempo atrás—, y pagar lo pendiente hoy mismo. ¿Cuánto crees que merece Hikaru, Haerin?

—¿De tu parte? —espetó la pelinegra—. Olvídalo. Sería mejor que dejaras esto aquí y con eso queda la deuda saldada. No quiero una custodia compartida.

Danielle le dio un apretón en la mano, como si de esa forma pudiera calmarla, a pesar de que Haerin sólo quería soltarle todas sus verdades a ese imbécil. Sin embargo, por la cara que Kangsan tenía encima, pudo adivinar que eso era lo que buscaba: que perdiera el control, que se comportara grosera y tosca con él.

—No deberías actuar así, Haerin —habló Kangsan, sin verse ofendido por lo que le dijo la omega—, Hikaru merece tener un padre.

—No —la muchacha no podía dejar de hablar, no para defender lo que era suyo—, ella ya tiene un padre y es Danielle —tomó aire, sin querer darle espacio a que hablara—. Danielle es su padre, le iba a dar su apellido y le ha cuidado como tú jamás hiciste. Tú mismo me dijiste, la última vez que hablamos, que no querías hacerte cargo de ningún bebé, que ni siquiera sabías si esa bastarda era tuya.

Nuevo silencio. Sumin enarcó una ceja, anotando un par de cosas en su libreta personal, mientras que Janknow se veía muy contrariado. Kangsan tuvo la decencia de borrar la sonrisa mientras que su madre entornó los ojos.

—Tenía diecisiete años, Haerin —habló la mujer con falsa dulzura—, era sólo un niño. Ahora, él ha cambiado y quiere hacerse responsable de su hija.

—Yo también era una niña —se defendió Haerin—, también tenía diecisiete años, pero tuve que hacerme cargo de todo —la observó con desprecio—. Usted igual me ofendió, señora Park. Usted dijo que esa cría podía ser de cualquiera, pues sabía que su hijo jamás se metería con una basura como yo.

—Por favor, calmémonos —habló Janknow, incómodo—, no es necesario que hablemos de cosas que pasaron hace mucho. Comprendo que mi cliente no haya actuado bien en ese momento, pero él está arrepentido de sus acciones.

—Que pida disculpas, entonces —intervino Danielle, helada—. Si tan arrepentido está, que se disculpe ante Haerin. Él y su madre, por haberla tratado así.

—Disculpe —Kangsan se enderezó—, pero yo no sé qué está haciendo usted aquí.

—Soy el padre de Hikaru —la alfa sonrió, fría—, por lo tanto, me interesa todo lo que tenga que ver con mi hija.

—Sí, bueno, si estoy pidiendo parte de la custodia también es debido a usted, señora Danielle —Kangsan alzó su barbilla—. Me preocupa que mi hija sea cuidada por una alfa violenta y agresiva.

—¿Violenta? —defendió Haerin, enfurecida—. Si te golpeó, es porque tú no dejabas de insultarme.

—¿De qué hablas? —el alfa fingió desconocimiento—. Yo sólo quería hablar contigo del tema de Hikaru.

—Calmemos los ánimos —Sumin decidió intervenir en ese momento, adivinando que Haerin iba a perder los estribos tarde o temprano. Bae habló con voz firme y segura—, recuerden que estamos aquí para velar por el bien de la niña. No es necesario empezar con insultos o quedará como constancia ante un tribunal —una breve pausa en lo que Haerin se calmaba—. Sin embargo, mi cliente tiene algo de razón. Para que esto funcione, espero que la parte demandante pida una disculpa por haber ignorado sus deberes desde un inicio. Por lo que entiendo, este es el primer acercamiento que tiene la familia Park con la niña, ya que antes renegaban de ella, ¿o es mentira?

Ni Kangsan ni su madre lo negaron. El abogado de ellos parecía mucho más contrariado, como si quisiera decir que eso era perder el tiempo, pero terminó por decidir que era mejor dar el ejemplo.

Haerin se cruzó de brazos, con una cara de desafío hacia Kangsan.

Cuando pasaron unos largos minutos sin que ninguno de los dos dijera algo, el alfa se aclaró la garganta.

—Lo siento, Haerin —dijo, pero la de ojos gatunos no le creyó nada. Claro que no—. Actué muy mal y espero que puedas perdonarme. Me esforzaré en remediar el daño que te hice.

Tensó su mandíbula, queriendo reírse ante tan falsa disculpa, pero se tragó los insultos. Sumin, a su lado, le miraba con advertencia.

—También lo lamento yo —habló la madre de Kangsan, Mikyung—, tuve que haber reaccionado de otra forma y no tratarte así, Haerin. Lo único que quiero es recuperar la relación con mi nieta.

—Ahora, continuando con el tema de la pensión... —se apresuró en decir Sumin para no dar paso a otra discusión.

Haerin apenas intervino en la siguiente conversación, que los abogados dirigieron con conocimiento experto. No tenía idea cómo se calcularía el tema del dinero, pero ellos parecían conocer bien cómo hacerlo, y dejó que llegaran a un acuerdo. Hikaru, en su esquinita, sólo jugaba en silencio, armando una torre de bloques y derribándolo entre risitas pequeñas.

—Esperamos siete millones de wons —las palabras de Sumin la sacaron de sus pensamientos, poniendo cierta expresión de sorpresa por la cantidad de dinero.

Incluso Kangsan y su madre se veían algo atónitos, con toda probabilidad esperando menos dinero.

—¿No es mucho? —dijo Kangsan sin poder evitarlo—. ¿Por qué tanto?

—¿Demasiado? —Sumin fingió pasmo—. Pienso que es demasiado poco, ¿no, abogado Han?

El abogado mordió su labio inferior un momento.

—Te ofrezco cuatro millones —habló Mikyung, molesta.

—No, señora Park —dijo Janknow—, siete millones es lo mínimo. Hay que considerar su sueldo con el de su esposo, y hasta que Kangsan cumpla los veinticinco años, él seguirá siendo carga de ustedes en este caso. Con sus sueldos, a Haerin le correspondería una pensión mensual de trecientos mil wons, es el mínimo que cualquier Juzgado le garantizará a la omega, y sumando los dos años y medio, desde que concibió, y agregando algunos intereses, sería esa cantidad la que deben.

—¡Pero es demasiado! —insistió Kangsan—. Además, es muy probable que Haerin se los gaste en ella, no en la cachorra, eso es...

—Lo que le correspondería —Sumin le interrumpió con el tono otra vez helado—. Señor Park, parece que no lo comprende, pero estos dos años y medio, ¿quién tuvo que correr con todos los gastos de la cachorra? Fue Haerin, y eso significa que la deuda es con ella, no con la niña. La pensión que reciba de ahora en adelante, que será de trecientos mil wons, irán para la cachorra, pero esta deuda que tiene es con la madre de su hija —sonrió—. Si es que la sigue considerando su hija ahora. ¿O no era consciente de lo que implica hacerse cargo de una niña? Porque si quiere parte de la custodia, eso significa que tendrá que pagar una pensión mensual hasta que la niña cumpla los veinticinco años, o podrá ir a la cárcel por eso.

Ahora Haerin parecía más atenta a nada. Sabía, sin lugar a dudas, que ese era el momento en que Kangsan debería echarse hacia atrás. Si bien tenía claro que la cifra ellos podían pagarla, eso pegaría duro en el orgullo de los Park, y más en el alfa, que tendría que asumir la responsabilidad económica de responder mensualmente por una hija a la que no quería.

Porque Haerin lo tenía más que claro: Kangsan no quería a la cachorra, eso sólo era idea de la loca de su madre y, con toda probabilidad, su hijo la apoyó sólo para molestarla a ella.

Pudo ver el retroceso en los ojos del alfa, dudando qué responder ante la petición. Se notaba que eso estaba fuera de sus planes. Haerin incluso empezó a pensar que lo tenía, que eso era el fin, que...

—¿Quiere que se lo paguemos en un cheque, en efectivo o con una transferencia?

La voz apática de Mikyung interrumpió lo que fuera a decir su hijo. La mujer pareció notar que Kangsan estuvo a punto de retroceder y habló antes de que cualquier cosa pudiera salir de la boca de su primogénito.

Haerin sintió el alma caer a sus pies. La señora Park le observaba, altiva y orgullosa, sin dar su brazo a torcer, y Danielle apretó nuevamente la mano de la omega en una señal de apoyo.

—Hablaré con mi cliente de manera personal y le haré llegar la respuesta con su abogado —declaró Sumin, molesta—. Respecto a la custodia...

—Como mi hijo dará tanto dinero por mi nieta —le interrumpió Mikyung—, entonces exijo seis meses.

—¡No! —saltó Haerin—. ¡No!

—Señora Park —Janknow tuvo que intervenir—, sé que desea estar con su nieta, pero eso lo veremos en unos meses más. Primero tenemos que lograr que la cachorra conozca a su familia paterna y se acostumbre a ese ambiente.

El mundo de Haerin comenzó a derrumbarse a su alrededor, oyendo esas palabras como si fueran un hecho. No, eran un hecho: tendría que compartir la custodia con Kangsan. Tendría que...

—Kangsan, por favor... —suplicó, importándole poco si perdía el orgullo—, por favor, no me hagas esto. Sé que tú no quieres a Hikaru, por favor, no me la quites. No a... no a mi cachorrita, por favor...

El alfa la miró, indiferente, sin conmoverse un poco por ella.

—Quiero a mi hija, Haerin.

Mentiroso. Maldito mentiroso, hijo de puta, decía Haerin en su interior, con el odio, la angustia y el dolor corroyéndola.

—Mami.

La voz de Hikaru la sacó de su pena, girándose y viendo a la bebé caminando hacia ella. Tenía una cara de desconcierto, como si no estuviera entendiendo nada, y Haerin la tomó en brazos, abrazándola con fuerza.

Su cachorrita, su bebé, su vida entera. Era su linda y adorada niña.

—No la conoces —le susurró a Kangsan, a su madre—. Ninguno de ustedes la conoce. Ni siquiera saben cuándo cumple años, cuál es su color favorito, cuál es el juguete que más le gusta. No saben absolutamente nada de ella.

—Pero lo aprenderemos —replicó Mikyung—, una vez esté con nosotros, lo vamos a saber. Es más, pásamela ahora, ¡quiero tomarla en brazos!

Como si estuviera entendiendo sus palabras, Hikaru abrazó a Haerin por el cuello, aferrándose a ella con fuerza. La omega ni siquiera intentó separarla de sí.

—No.

—No seas malcriada, Haerin —intervino Kangsan, poniéndose de pie—. Hikaru, ven conmigo, con tu padre.

—¿Papa? —Hikaru se giró hacia Kangsan, un momento confundida, antes de voltearse a Danielle—. ¡Papi! —y soltó a Haerin sólo para que Danielle la agarrara, abrazándola ahora a ella por el cuello—. Papi, muack muack —le besó las mejillas repetidas veces, sacándole una sonrisa honesta a Danielle.

—Si bien es necesario que Hikaru interactúe con su familia paterna, no puede ser desde la obligación —habló Sumin, llamando la atención de Kangsan—. Sugiero que, como primer intento, un día el señor Park vaya al hogar de Haerin e interactúe con la niña allí.

—¿Qué? —Kangsan estrechó los ojos—. Claro que no. Hikaru debe estar conmigo, en mi casa.

—Poco probable que un juez se lo determine así —la voz de Sumin sonaba amable, pero Haerin detectó un borde filoso—, si llegamos a los tribunales, el juez propondrá un mediador que esté con usted al cuidar de la niña. Al fin y al cabo, usted es un desconocido para ella, y los bebés no son tan sencillos.

A pesar de la situación en la que se encontraba, Haerin pudo sentir un poco de esperanza en su corazón. Fue, entonces, que una breve idea apareció en su cabeza.

—Está bien —dijo, tratando de sonar tranquila—, Kangsan puede ir mañana, a mi casa, y cuidar de Hikaru junto a mí —el alfa abrió la boca—, pero debe ir solo. No quiero a su madre allí metida. Si Kangsan quiere a Hikaru, debe cuidarla ella, no su madre.

—¿Cómo te atreves? —chilló Mikyung—. ¡Es mi nieta!

—Sí —ahora habló Danielle—, pero el que la va a cuidar es su padre, no usted.

—Me parece justo —Sumin volvió a la voz fría—. Después de todo, la custodia la está exigiendo el padre de Hikaru en su derecho a ejercer la paternidad. ¿O esperaba delegar ese rol en su madre, señor Park?

Los ojos se fueron a Kangsan. Por el rostro que tenía, con la sonrisa apretada en una tensa mueca, los ojos molestos y la mandíbula dura, Haerin pudo reconocer que eso no estaba saliendo como lo había planeado. No sólo por el dinero que iba a tener que ser depositado para Hikaru, sino por el hecho de tener que hacerse cargo él de una niña que no quería. Con toda probabilidad, esperaba tener a Hikaru para entregársela a su madre y eso sería suficiente.

Mikyung también se veía descolocada. Abría y cerraba sus puños, contrariada, pero sin querer hablar para no delatarse.

—Claro que no —fue lo único que contestó Kangsan.

—Veamos cómo resulta todo mañana —dijo Janknow—. En caso de que ustedes se entiendan, tendremos otra reunión la próxima semana para finiquitar detalles sobre la pensión y los días de visita —dudó un segundo—. En el caso de que no, será necesario que nos avisen y nosotros solicitaremos la presencia de un mediador en la siguiente junta —se puso de pie, estirando su mano para despedirse de ellos. Kangsan y su madre también se levantaron, sólo que no hicieron el amago de decir adiós—. Fue un gusto conocerlos.

Haerin y Danielle se despidieron del abogado, con Hikaru todavía colgado del cuello de la castaña, mientras que Sumin llevó a la puerta a los Park. Poco después Janknow también salió.

La omega se dejó caer en la silla, con el corazón acelerado y roto. Santo Dios. Santo Dios, ¿qué acababa de hacer? ¿Realmente propuso esa locura, sabiendo que las cosas terminarían demasiado mal? Kangsan en su casa, en el departamento que compartía con Danielle...

Leyéndole el pensamiento, Danielle emitió un gruñido bajo.

—¿Crees que sea mal visto si le vuelvo a romper la nariz? —suspiró, acariciándole el cabello a Hikaru, que hacía vibrar sus labios con diversión.

—Cuidado con eso —quien respondió fue Sumin, que se veía cansada—, será necesario que te controles. Si pelean y llegan a los golpes, puede ser usado en tu contra.

Danielle asintió con la cabeza, un poco ausente, mientras que Haerin se dirigió a la esquina donde quedaron los juguetes para recogerlos. Sintió las lágrimas pujando por salir.

—No quiero que me la quiten —murmuró, con la voz llorosa.

—Haerin —Sumin suavizó su voz—, no te la van a quitar. Como su madre, tienes más derechos sobre Hikaru que él. La prioridad siempre será que tú la cuides.

—Sí, lo sé —limpió sus lágrimas con furia—, pero... pero no confío en él, ni en su madre. ¿Si le hacen daño? ¿Si no la cuidan bien? O, peor... ¿si tratan de ponerla en mi contra?

—¿Quieres que te sea sincera? —Sumin le tendió un pañuelo desechable. Haerin hizo sonar su nariz—. No creo que Kangsan soporte hacerse cargo de una niña, Haerin. Mañana será ideal para que le demuestres que cuidar de una bebé no es sencillo, y que si quiere a Hikaru, entonces tendrá que sacrificar varias cosas de su vida normal, como ir de fiestas cuando quiera. Lo importante es que tú le demuestres eso y que su madre no ejerza presión en él. Al final, es ella la que quiere a la niña.

Claro que sí, pero Haerin no quería llegar al extremo de que Kangsan colapse por culpa de Hikaru. Ese alfa no tenía las capacidades necesarias para cuidar de una pequeña en crecimiento como lo era su hija, ¿qué tal si le levantaba la mano? ¿Si le pegaba? La omega enloquecería si le hacía eso a su cachorrita. Ella jamás golpeó ni golpearía a su hija, y no quería que su bebé creciera con ese miedo terrible de recibir un golpe de quien se suponía que debía cuidarte.

Danielle le agarró la mano, siguiendo la línea de sus pensamientos.

—Kangsan retrocederá, amor —le prometió—. Ni siquiera se veía con ganas de pagar todo ese dinero.

Aquellas palabras detuvieron su hilo de pensamientos. Oh, por Dios, ¿Haerin iba a recibir siete millones de wons? ¿Qué haría con todo ese dinero?

A pesar de la situación, esbozó una débil sonrisa. Danielle dejó a Hikaru en el suelo, que fue en busca de su perrito, y Haerin se arrodilló ante ella.

—Mmm, ¿qué tal? —le dijo, llamando su atención—. ¿Tal vez va siendo momento de conseguirte varios nuevos perritos, Karu?

—¡No! —Hikaru abrazó con tanta fuerza el perro que la cabeza se le descoció. Otra vez—. ¡Noooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!

Haerin ahora no pudo evitarlo y soltó una risa baja, abrazando a su hija con todo el amor del mundo.

No importaba que hubiera tenido que ceder eso, se dijo, Hikaru era de ella. De ella y de Danielle, de nadie más.

¡Gracias por leer!
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