Capítulo 24
Los primeros días, después de la visita que le hicieron a Sumin, Haerin estuvo muy bajoneada y deprimida. Danielle notó enseguida su cambio de humor, no sólo por el enlace que compartían, sino también porque era evidente: no bromeó demasiado, dormía más de lo normal y se la pasaba abrazando a Hikaru cada vez que podía, como si temiera que fuera a desaparecer de un día para otro.
Danielle lo entendía por completo, ¿cómo iba a juzgarla? Ella sabía que Hikaru era su vida entera. Sin embargo, no quería que ese miedo la consumiera y acabara con su novia, no podía permitirlo.
—¿Cómo? —preguntó Haerin al oírla, un poco aturdida—. ¿Quieres que me mude contigo, ahora?
—Claro, ¿no lo teníamos pensado? —dijo Danielle, agarrándole la mano y dándole un beso en los nudillos—. ¿O te olvidaste de eso?
—¡No, por supuesto que no! —tartamudeó, pero la castaña sabía que, en ese momento, eso debía ser lo último que pasaba por su mente—. ¿Estás segura, Dani?
Danielle sólo sonrió, asegurándole con eso que ella estaba más que feliz con recibirla en su casa. Los labios de Haerin temblaron, viéndose demasiado afectada por su propuesta, y se abrazaron unos segundos.
—Gracias, Dani —susurró.
—¿Cómo que "gracias"? —bromeó la mayor—. Esto te lo cobraré en la cama.
Haerin ahora soltó unas carcajadas al escucharla, teniendo bastante claro que era una simple broma. Danielle jamás le presionaba para tener sexo, era muy preocupada por ella, y entendía por completo que no tuviera muchas ganas, como en esos días.
—Papa —barboteó Hikaru, llamando la atención de ambas, que caminaba hacia ellas con una Barbie en la mano—. ¡Babi! —gritó, levantando la muñeca—. ¡Babi, Babi!
Danielle la tomó en brazos, haciendo que la niña gritara por la emoción. Nada parecía gustarle más que ser acurrucada contra la alfa.
—¿Mmm? ¿Quieres que juegue contigo, Karu?
—¡Sí! —gritó Hikaru—. ¡Babi, Babiiiiiiii! —añadió, como si eso fuera suficiente para hacerse entender.
La omega la vio ponerse de pie, sonriendo con suavidad ante la escena: le gustaba mucho eso, ver a Danielle interactuando con la cachorrita como todo un padre. A Haerin todavía le costaba creer un poco en lo que observaba, en el hecho de que su alfa reconociera a la cachorra como suya. Cuando tuvo a la bebé, Haerin se había medio resignado ante el hecho de estar soltera gran parte de su vida, después de todo, ¿qué alfa querría como una hija a la niña ajena?
Tal vez fue esa escena, el ver a Danielle arrodillada, usando los juguetes de Hikaru para interactuar con ella, metiéndose en su papel de Barbie cocinera, lo que la convenció totalmente de irse a vivir con ella. Sí, ¿qué estaba esperando? Ni siquiera tenía que pensarlo, porque se dio cuenta en ese momento que quería estar toda su vida con Danielle.
Durante los días siguientes se decidió a empaquetar todas las cosas que poseía. El departamento que arrendaba era amueblado a medias, por lo que no tenía que guardar grandes cosas, como los sofás, la mesa o la cama. Hanni se apareció, trayendo como siempre a Bahiyyih, que se la pasaba jugando con Hikaru.
—Necesito que me lo cuentes todo —le dijo Haerin, aprovechando que las niñas no las iban a escuchar, pues estaban metidas en sus juegos.
—¿Qué hay que contar? —bufó Hanni, rodando los ojos y guardando las cosas que Haerin tenía en un escritorio dentro de una caja—. No seas metiche.
—¡No lo soy! —se quejó la coreana—. Es sólo que me sorprende Bahiyyih, ¿tan fácil te aceptó?
—Bahiyyih lo provocó todo —recordó la otra omega—. Según lo que Minji me contó, luego de su cumpleaños, Yyih preguntaba por mí. Dijo que le agradaba mi aroma —arrugó el ceño—. ¿No es eso tonto? No tengo olor.
—Pero Minji es tu destinada —dijo Haerin—. Ella sí puede olerte. Tal vez, al ser hija de Minji, también puede sentir tu aroma.
Hanni hizo un ruido con su boca, como si lo estuviera pensando. Haerin no pudo evitar sentir cierta pena, recordando los años en que estuvieron en la secundaria: muchos alfas y omegas solían preguntarle a Hanni si no era beta, pues su esencia era casi imperceptible. La omega respondía siempre con calma, como si no fuera algo que le afectara, pero Haerin sabía que no era tan sencillo de procesar. Su amiga le confesó, varias veces, que esos cuestionamientos la hacían sentir menos omega, como si la despreciaran por su infertilidad. Al fin y al cabo, decía, tenía un útero, pero no podía dar a luz ningún niño. Casi era una beta.
—Como sea —continuó Hanni—, me llamó finalmente y me preguntó si podíamos salir. Medio se enredó, Minji es algo torpe...
Haerin arrugó el ceño, ¿torpe? Minji no le parecía alguien con esa característica. A primera vista, la alfa se veía grande e impotente.
—Era una cita, pero llevó a Bahiyyih, que se me pegó como una lapa —el recuerdo la hizo reír, feliz—. Al final, cuando fue a dejarme a mi departamento y Bahiyyih dormía atrás, hablamos. Ambas sabíamos que había algo extraño en nosotras, en la forma en que reaccionábamos y ante el hecho de que pudiera sentir mi olor. Decía... —su rostro se puso de un fuerte color rojo—. Decía que mi aroma era muy, muy atractivo. Que era el mejor aroma que alguna vez sintió, ¿puedes creerlo?
Y, con esas palabras, Haerin sabía que Hanni estaba más enamorada que nunca, así como que Rosé no le rompería el corazón. Nadie le había dicho eso a Hanni, jamás le hablaron de lo bonito y atrayente que podía ser su olor, pues debido a su infertilidad, apenas se sentía algo de esa esencia. A la misma Hyein le costaba identificar bien a Hanni en ese sentido.
—Le conté de, ya sabes, mi problema —pudo notar la mueca de desagrado que hizo—, y ella dijo que no importaba, que eso daba lo mismo. Ella quería intentarlo conmigo.
—¡Pero eso es magnífico! —alentó Haerin, aunque percibió la mirada insegura que tenía su mejor amiga—. ¿Nini?
—Tengo miedo —confesó, con su voz débil. La bajó a un susurro, de seguro para que Bahiyyih no escuchara nada—, ¿y si de pronto quiere más hijos? Ella dice que ahora no le interesa porque tiene a Yyih, pero si más adelante, si ella... —sus ojos se llenaron de lágrimas—. Hae, quiero demasiado a Minji, pero si ella...
—Siempre pueden adoptar —contestó la omega menor, tomándole la mano.
—Sí, pero tú sabes cómo son muchos alfas.
Claro que sí. Para los alfas, era muy importante que los omegas que elegían como parejas pudieran tener hijos propios. Era una manera directa de posesión, de remarcar que su omega le pertenecía. A los alfas les encantaba tener a sus omegas preñados.
—Minji no es como cualquier alfa —recordó Haerin.
—Y eso me da más miedo —agregó Hanni—. Ilusionarme con algo, y que después me rompa el corazón —volvió a bajar la voz—. Yo no pretendía que Bahiyyih me empezara a llamar "mamá", ¿bueno? Le dije mil veces que podía decirme "tía Han", pero ella, de pronto, se metió eso en la cabeza, como si quisiera asegurarse de que me quedaré con ella. Yo quería ir más lento para evitar que Bahiyyih se encariñara demasiado, para evitar que yo me encariñara, pero ahora... ahora quiero a esa niña como si fuera mía, ¿y si más adelante Minji se da cuenta de que sólo soy una molestia?
—¡No pienses eso! —Haerin habló, como queriendo zarandearla, sin embargo, sólo la agarró de los hombros—. No eres una molestia, Hanni, ¡eres la omega más hermosa que alguna vez haya visto! Eres encantadora, amorosa y dulce. A dónde vas, siempre brillas por ti misma, ¡de molestia nada! —le limpió las mejillas húmedas—. Y Yyih te adora, y Minji también te ama, Nini. Ella no te romperá el corazón —arrugó el ceño levemente—. ¡Y si lo llegara a hacer, entre Hyein y yo la vamos a matar!
Esas últimas palabras provocaron que Hanni soltara una risa llorosa, sorbiendo su nariz. Asintió con la cabeza, como si estuviera aceptando las palabras de su amiga, y Haerin sólo la abrazó, esperando consolarla un poco con eso. Tenía más que claro lo difícil que era para la azabache su infertilidad, le provocaba demasiadas inseguridades, pero ella se aseguraría de que jamás dudara de sí misma.
—¿Mamá?
Las dos se voltearon para ver a Bahiyyih parada bajo el marco de la puerta, con una expresión tímida.
—¿Qué pasa, Yyih? —preguntó Hanni, sonriendo a pesar de sus ojos enrojecidos.
—¿Tabas llo-dan-do? —Bahiyyih fue hacia ella, abrazándola por las piernas—. No llodes. Papá y yo te amamos mucho.
Eso casi provocó que Hanni se quebrara en llanto nuevamente, así que sólo se arrodilló y abrazó a Bahiyyih, diciéndole que también la amaba mucho. Haerin decidió darle un momento de intimidad a su amiga, por lo que fue en busca de Hikaru, encontrándosela sentada en el suelo, coloreando un dibujo de los juguetes de Toy Story.
—¿Cómo va ese dibujo, Karu? —preguntó la omega, inclinándose. Hikaru sonrió.
—¡Lido! —dijo la bebé, pintando la cabeza del Señor Cara de Papa de color rojo—. Mami, muack.
Haerin también le sonrió, mostrándole su mejilla y sintiendo el sonoro beso que Hikaru le dejó en su piel. Le revolvió el cabello, devolviéndole el beso en la frente.
—Te amo mucho —le aseguró—, y tu papá también. No te preocupes, mi amor, no dejaremos que te alejen de nosotras.
Hikaru volvió a dibujar, ajena a lo que estaba pasando a su alrededor, y Haerin sólo le dio otro beso amoroso, rezando en su interior para que las cosas fueran mejor.
***
Dos días después, recibieron una llamada de Sumin. Haerin acababa de instalarse en el departamento de Danielle, ordenando lo que sería la nueva habitación de Karu, mientras su novia preparaba el almuerzo del día.
Qué extraño se sentía, pensó al inicio, despertar con Danielle a su lado, sin el apremiante pensamiento de tener que volver al departamento. Estuvo toda la mañana instalando las cosas de Hikaru en el cuarto, tratando de dejarlo lo más parecido a como estaba antes, para que así se acostumbrara más rápido.
En ese momento, Hikaru se encontraba sentada dentro de su cuna, jugando con sus peluches. Haerin se encontraba doblando la ropa de la bebé cuando Danielle apareció, llamando su atención. Iba con el mandil de flores de la omega y sostenía su celular en la mano.
—Es Sumin —le dijo, y la pelinegra sintió su estómago apretado—, necesita hablar con las dos.
Haerin asintió, poniéndose de pie y echándole un vistazo a la bebé. Parecía no importarle que sus padres salieran, al menos, por ahora.
En el pasillo, Danielle puso el altavoz, diciéndole a su prima que ahora se encontraba junto a Haerin.
—Espero que estén bien, las dos —dijo—, Danielle me contó que te acabas de mudar con ella, Haerin. Felicitaciones.
—Gracias —suspiró Haerin.
—Ahora, por lo que llamé... —hizo una pequeña pausa—. Me contacté con el abogado de la familia Park. ¿Mis apreciaciones personales? No se dieron rodeos y buscaron a un buen abogado.
La omega podía imaginárselo. La familia de Kangsan tenía mucho dinero, por lo que podían darse el lujo de contratar a un buen defensor para su caso. A veces, Haerin pensaba en lo que podría haber ocurrido si ella no hubiera conocido a Danielle, si estuviera sola. No quería verse como una interesada, pero el hecho de estar con una alfa como su pareja, proveniente de una buena familia, le aliviaba en el fondo. Ella no podría haberse dado el lujo de un abogado caro si no estuviera con Danielle.
—Como primer paso, para evitar llegar al juicio, vamos a negociar —continuó Sumin—. El viernes, a las once de la mañana, nos debemos juntar ambas partes, es decir, todos, en mi oficina.
Otra vez su estómago se apretó. Haerin sentía que, si veía a Kangsan, se lanzaría a golpearlo y gritarle un montón de verdades. La simple idea de estar frente a él ya le volvía loca.
—¿No hay posibilidad de que sólo se reúnan los abogados? —preguntó Haerin, con la voz temblorosa.
—Claro que sí, pero es mejor que ustedes también se vean —dijo Sumin—, para que existan antecedentes de que ustedes quisieron solucionarlo sin la necesidad de llegar a juicio. Sé que no debe ser agradable, Haerin, sin embargo, aconsejo que se vean y tanto tú como Danielle mantengan una actitud colaborativa y no agresiva.
—Estaremos allí —respondió Danielle, siempre razonable, al ver la expresión enfermiza que tenía su pareja—. ¿Qué más?
Sumin hizo una breve pausa, con el silencio instalándose. El tipo de silencio que no avecinaba nada bueno, que se llenaba de tensión y que parecía un hilo estirado, fácil de cortar con una tijera.
Haerin se preparó para el golpe.
—Kangsan pidió que lleven a Hikaru —dijo Sumin.
La omega cerró sus ojos. No. No.
—Está fuera de discusión —dijo Danielle, sin necesidad de conversarlo con su pareja, porque el enlace ya le decía todo—. Imposible, Sumin. Él, con suerte, la ha visto una vez, y no de forma voluntaria.
Las palabras de Danielle hicieron que Haerin se sintiera mucho más desgraciada. ¿Por qué Kangsan quería hacer eso, cuando ni siquiera conocía a Hikaru? Nunca preguntó por ella, jamás se preocupó, ni siquiera dio una señal de vida una vez nació.
—Lo entiendo —habló Sumin—, y tampoco me agrada la idea, Danielle. Pero Kangsan insistió en eso, hasta el punto de que lo puso como condición para negociar.
Que se vaya a la mierda, se dijo Haerin, que se joda. Agarraré mis cosas, a Hikaru, y me iré de aquí. Ese imbécil no me la va a quitar.
Danielle la agarró de la cintura al notar que apenas podía sostenerse.
—Lo ideal sería solucionar todo esto en la negociación —continuó Bae—, por lo mismo, es importante que lleven a Hikaru.
—¿Qué ocurriría si no resulta esto?
—Tendríamos que hacer una mediación familiar —explicó—, eso significa que el Juzgado nos asignará a un mediador que tratará de solucionar el problema. Pero —añadió—, puede implicar que se le otorguen algunos días a Kangsan para que esté con Hikaru en compañía del mediador.
No. Maldita sea, no.
Haerin sintió ahora ganas de vomitar ante la perspectiva que le acababan de plantear: que tuviera que entregarle su bebé a Kangsan, aunque fuera por unos pocos días. Se soltó del agarre de Danielle y corrió al baño para vomitar.
A lo lejos, escuchó a su pareja dándole las gracias a Sumin y diciéndole que el viernes irían a presentarse para la negociación. La omega sollozó, desconsolada y tratando de no enloquecer por la situación en la que se encontraba, por el miedo que sentía. ¿Cuántas veces más podía jodérsela Kangsan, saliendo indemne, mientras ella tenía que cargar con todas esas consecuencias?
Danielle apareció, extendiendo feromonas cálidas y envolventes. Las manos de la alfa acariciaron su cabello antes de echar a correr el agua, y pronto Haerin estaba bebiendo de un vaso, con la llave del inodoro corriendo para hacer desaparecer el vómito.
—Un nido —le murmuró Dani—, haremos un nido ahora, mi amor.
Haerin no dejaba de llorar, apenas siendo consciente realmente de lo que acababa de decir la alfa, y se dejó levantar por ella. Danielle le lavó los dientes con ternura, quitándole el sabor a vómito, para después tomarla en brazos y llevarla al cuarto. La omega lloró contra su hombro y Danielle simplemente la arropó entre las sábanas.
—Me... me la... me la van a qui-quitar... —sollozó Haerin.
—No, amor —murmuró Marsh.
—Sí —siguió llorando la menor—, me la... me la quitarán y yo... y yo me moriré, Danielle. Me moriré si me la quitan...
—No pasará eso, te lo prometo —Danielle dejó salir más feromonas, dejando que Haerin siguiera llorando. Sabía que necesitaba soltarse toda esa pena, esa tristeza, y llorar era la mejor opción para ella—. Si te la quitan, vamos a irnos, ¿está bien? Nos iremos de este país, vamos a huir con nuestra hija, ¿me oyes?
Haerin sorbió por su nariz, afligida y con el corazón apretado en angustia y miedo. La idea de Danielle ni siquiera le emocionó o calmó, sólo pareció hacerla llorar con más ganas.
—Estoy aterrada —lloró Haerin.
—Yo también —confesó Danielle, y la omega la abrazó con fuerza—, pero no dejaré que nos arrebaten a nuestra bebé.
Sorprendentemente, la confesión de la alfa hizo que los sollozos remitieran un poco. Haerin no lo había pensado, tan inmersa en su propio dolor, pero ¿cómo debía sentirse su pareja? Danielle reconocía a Hikaru como propia, como parte de su pequeña manada, así que debía ser horrible también.
Le dio un suave beso en la mejilla.
—Lo siento —se disculpó—, por... por no pensar...
—No, no pidas disculpas —Dani le agarró las manos—. Las dos lo vamos a enfrentar, amor. Las dos saldremos victoriosas de esto, te lo juro. Y si no es así, entonces huiremos, aunque eso signifique dejar todo esto atrás.
La menor simplemente asintió con la cabeza, hipando y con el alma rota en miles de pedazos. Aunque con la leve esperanza de que las cosas pudieran salir bien, al menos, esta vez.
¡Gracias por leer!
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