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Capítulo 22

Pronto llegó el momento de marcharse y volver a Seúl, pues el nuevo año académico iba a iniciar pronto. Tanto Danielle como Haerin tenían varias cosas qué hacer, en especial la mayor, que debía entregar las planificaciones correspondientes a sus distintos cursos. En casa de los padres de la alfa no tenía mucho tiempo libre para dedicarse a ello, así que convinieron que era mejor volver, al menos, dos semanas antes de que iniciara el nuevo semestre.

—¡Espero que nos visiten pronto! —dijo Hanee, con los ojos llorosos mientras observaba a Danielle poner en su asiento a Hikaru.

—¡Claro! —Haerin la abrazó—. Además, pueden ir a visitarnos también, ¡estaremos más que felices de recibirlos!

—¡Aos, buba! —chilló Karu, moviendo su manito desde su lugar—. ¡Aos, bubo! ¡Muak, muak! —y comenzó a lanzar besitos.

Eso provocó que Hanee se pusiera a llorar y Lachlan tuvo que abrazarla para consolarla, a pesar de que también estaba llorando. Fue una despedida un poco desastrosa, pero al menos, Haerin logró ganarse a sus suegros gracias a Hikaru. Su bebé era fabulosa.

—Estoy preocupada —le dijo Haerin cuando iban saliendo de Daegu, entrando en la carretera.

—¿Y eso por qué? —preguntó Danielle, enarcando una ceja.

—Tu madre se volverá loca si es que tenemos más hijos —explicó la omega, y Danielle solamente soltó un par de risas, a pesar de que sabía que Haerin tenía razón.

Sin embargo, las palabras de Haerin hizo que las dos pensaran en un futuro próximo para ellas. Si bien la menor no quería tener un hijo más hasta terminar con sus estudios, le entusiasmaba demasiado la idea de poder quedar embarazada de Danielle y dar a luz a su hijo. Sabía que para la castaña era una idea que también le emocionaba, porque sería dar unos pasos más serios en su relación, donde ambas se afianzarían con una vida juntas.

—Te amo —le dijo Haerin, de pronto, y Danielle le agarró la mano.

—Yo también te amo, bebé —le aseguró, sonriéndole—. Y sabes, estuve pensando en algo...

—Uh, a veces tus ideas son algo extrañas —bromeó Haerin.

Danielle le dio un apretón.

—¿Qué tal si piensas en vivir juntas? —le dijo, suavizando su voz—. En mi departamento, las dos juntas y Hikaru.

—¡Baaaaaaa! —gritó Hikaru, desde atrás, chupando la cabeza de su revivido perro. Le compraron uno igual al que tenía, que, a esas alturas, se encontraba todo raído y gastado. Ya no aguantaría más destrozos por parte de la bebé.

—¿Hablas en serio? —preguntó, tratando de contener su sonrisa de felicidad—. ¿No es un poco apresurado?

—Claro que no —Marsh sacudió su cabeza—, además, ya tienes mi marca. Quiero compartir toda mi vida contigo, mi amor.

Haerin no podía con la emoción, casi queriendo abrazarla, pero logró contenerse sólo porque Danielle estaba conduciendo. ¿Vivir juntas? ¡Era una maravilla! De sólo pensarlo, sentía que iba a llorar como hizo su suegra, entendiéndola cuando sus sentimientos la sobrepasaban. Era una gran noticia capaz de dar vuelta su mundo entero.

—Hay que planificarnos bien —continuó Danielle, sin dejar de sonreírle—, y decorar bien bonito el nuevo cuarto de Hikaru, ¿está bien?

—¡Claro! —se estiró y le dio un beso en la mejilla—. ¿Cuándo te gustaría que me mudara?

—Lo antes posible, si quieres —la mayor apretó nuevamente su mano—, ¿qué tal antes de entrar a la universidad? Así, tienes tiempo para guardar todo e ir trasladando las cosas poco a poco.

A Haerin le pareció una idea más que buena, sabiendo que debería llamar a su arrendatario y decirle que se mudaba. Lo que más le entusiasmaba, sin embargo, era lo de decorar el cuarto de su bebé, pues como arrendaba en su departamento actual, no quería desperdiciar dinero en poner bonito algo que no era estable. Pero ahora, poder dedicarle ese tipo de tiempo a su pequeña, hacía que su corazón se pusiera cálido. Y más aún por el hecho de que Danielle le ayudaría con eso.

Llegaron cerca de las seis de la tarde a Seúl. Danielle dejó a Haerin en su departamento, diciendo que iría más tarde a verla, pues primero quería dejar todas sus cosas en casa y agarrar nuevas ropas para el fin de semana, que la pasarían juntas. La omega le dijo que le esperaría con la cena lista para tener una noche de películas, aprovechando que Hikaru parecía más que cansada con el viaje.

Agarró sus cosas y a Hikaru, despidiéndose de su pareja, y entró. El conserje le entregó todo el correo que recibió esas semanas fuera, y no tardó en subir a su piso, arrullando a su bebé, que iba media dormida en sus brazos. Pobrecita, tanto movimiento la ponía somnolienta y cansadita, de seguro quería irse a dormir, pero Haerin la tendría que entretener unas horas más, al menos, hasta que fuera su hora para acostarse. Si la mandaba a la cama en ese momento, de seguro se despertaría en la madrugada con energía para jugar. Iba a tener que empezar a regularle sus horas de dormir para evitar eso.

Una vez en el departamento, dejó a Hikaru en la alfombra del comedor, buscando algún juguete que la entretuviera y despertara. Uno de sus juegos favoritos que su abuela le regaló era algo muy simple, pero que le gustaba mucho, y era clasificar los colores. Eran cinco cuadrados hechos con madera, cada uno de un color distinto: rojo, amarillo, azul, verde y gris. Traía treinta pelotitas de un tamaño mediano, sin ser tan pequeñas para que se las metiera a la boca, pero tampoco tan grandes como para que no las agarrara, y Haerin se las esparcía a su alrededor, así que Hikaru las empezaba a clasificar. Le gustaba mucho hacer eso, buscarlas a su alrededor y ubicarlas en su respectivo cuadrado, y a veces, gritaba la cantidad de pelotas que había ubicado ya.

—Si necesitas ayuda —le dijo, mostrándole la pelotita. La bebé parecía haberse despertado al contemplar el juego—, me avisas, cariño.

—¡Zul! —gritó, agarrando la pelotita de color azul, y la pelinegra le sonrió, dejando que jugara.

Agarró el bolso con su ropa y la de Hikaru, yendo a separarla entre sucia y limpia. Después lo guardaría todo en sus muebles respectivos, se dijo una vez acabó, y volvió al comedor. La bebé llevaba ya la mitad ubicado en sus respectivos colores, mirando a su alrededor para seguir buscando las pelotas esparcidas en el suelo.

Sin dejar de sonreír, Haerin agarró el correo. La cuenta del agua, de la luz, del internet, de...

Frunció el ceño al ver una de origen desconocido, pero que iba a su nombre, de fecha de la semana pasada. Confundida, la abrió y observó el membrete de la carta principal, con su alma cayendo a sus pies. Enseguida, sus ojos se movieron más abajo.

CITACIÓN Y NOTIFICACIÓN TRIBUNAL.

A Kang Haerin, DNI XXXXXXXXX, a cargo del cuidado personal de la niña, se cita a la madre por el artículo XX del Código Civil de la menor Kang Hikaru, DNI XXXXXXXXX, a audiencia fijada para el día 20 de abril del presente año, a las 09:15, en sala 4 de audiencias del Tribunal de Justicia, por petición del padre Park Kangsan, DNI XXXXXXXXX, para resolver custodia de la menor.

KIM TAEOH

MINISTRO DE FE

El pánico estalló en ella al llegar al final de la carta, con sus manos temblando mientras repasaba dos veces más las palabras, esperando que cambiaran de forma repentina. Que lo que acababa de leer fue sólo producto de su loca imaginación y de nadie más.

Sin embargo, eso no pasó. Las palabras se mantuvieron frente suyo, y la desesperación la golpeó.

¿Qué mierda? ¿Qué demonios significaba esto? ¿Kangsan acababa de citarla a una reunión para ver la custodia? ¡¿Cómo se le ocurría?! ¡¿De dónde mierda sacó el valor y la cara para hacer eso?! ¡Haerin no iba a dejar... no permitiría...!

Se volteó hacia Hikaru, que seguía metida en su mundo, agarrando una pelotita roja y ubicándola en su respectivo cuadrado.

—¡Cato! —gritó, pues había cuatro dentro del cuadrado—. ¡Mami, cato! —y Hikaru se volteó a verla, con su sonrisa desapareciendo—. ¿Mami?

Haerin llevó su mano hacia sus mejillas, notando que estaba llorando y su corazón se apretó cuando la niña fue hacia ella, abrazándola por las piernas. Tenía los ojos lagrimosos.

Su celular sonó de forma repentina. Haerin lo agarró, casi de manera automática, y contestó.

—¿Haerin? —era Danielle, al otro lado de la línea, y su voz denotaba preocupación—. Haerin, ¿qué pasa? Te noto aterrada, ¿ha pasado algo? ¿Bebé? —Haerin abrió la boca, pero no salió palabra alguna de allí—. ¿Hae? Cariño, ¿qué ocurre? Dime algo, por favor, bebé...

Hikaru se puso a llorar. El suave llanto de su hija fue lo que la hizo reaccionar, dejándose caer al suelo, y la pequeña no tardó en ir hacia ella, abrazándola por el cuello. Haerin tomó aire, sollozando.

—Te necesito —barboteó, con la voz rota—, Danielle, te necesito...

—Voy enseguida.

La alfa cortó la llamada y Haerin agarró a Hikaru, abrazándola para consolarla a pesar de que tampoco se sentía demasiado bien. ¿Cómo era posible que Kangsan le estuviera haciendo eso, luego de todo? Luego de haberla dejado, de renegar de su propia hija, de ni siquiera hacerse cargo de una manutención. Venir ahora, con esa citación, como si fuera Haerin la mala de la historia, como si ella le hubiera prohibido ver a Hikaru...

La bebé la abrazó por el cuello, hipando, y Haerin agarró el resto de las cartas. Ahí se dio cuenta de otra, también dirigida a ella, y con el nombre del remitente: Park Kangsan.

La abrió, con el corazón acelerado.

Este es mi número. Llámame.

P.K.

Y debajo de ese simple mensaje, estaba el número de teléfono del alfa.

Con la mano temblando, pero sintiendo también la ira apareciendo en sí, marcó los dígitos y apretó el botón verde.

El timbre resonó un par de veces hasta que contestó. El maldito bastardo contestó.

—¿Hola? —dijo, y la rabia ardió en ella.

—¿Quién te crees que eres para hacerme esto? —le dijo, y su tono temblaba en rabia—. Dime, ¿quién mierda te crees?

Wooaaaah, hola, Haerin —contestó Kangsan enseguida, y la cólera aumentó al escuchar la mofa con la que hablaba—, supongo que ya te llegó esa cartita.

—Vete a la mierda —le gruñó, y pudo sentir el agarre de Hikaru afianzarse en su cuello—, ¿qué mierda quieres?

Tener la custodia de mi hija, claro —Kangsan bostezó—, ¿cómo se llamaba? ¿Hakiru?

—¡Ni siquiera te sabes su nombre, estúpido!

—Oye, ¡cuidado como me tratas! —espetó el alfa, oyéndose molesto—. Mira que te puedo hacer la vida jodidamente imposible si sigues así.

Haerin lo volvió a maldecir, antes de cortarle la llamada debido a la ira. Sin embargo, a los pocos segundos su celular volvió a sonar y era Kangsan devolviéndole la llamada.

—¿Crees que no puedo hacerlo? —gruñó, y ahora se oía enfurecido—. Escúchame, Kang Haerin, porque como sigas tratándome así, te quitaré a la cachorra. ¿Crees que no puedo hacerlo?

—Jamás has pagado una manutención —soltó, con su corazón acelerado en miedo—, ni siquiera tiene tu apellido. Tú renegaste de ella.

—¿Cuánto es la manutención? ¿Algunos miles de wons? —se burló—. Si quieres te los deposito enseguida, cariño.

Oír ese apodo le provocó dolor, recordando que así le llamaba Kangsan cuando ellos "salían". Fingiendo ser tan dulce, tan amable, tan amoroso con ella, antes de apuñalarla por la espalda.

—No quiero tu asqueroso dinero —le soltó.

—Pero te lo daré —replicó Kangsan—. Mira, Haerin, podemos hacer esto por las buenas. Quiero la custodia compartida de la cachorra.

—Ni lo sue-

—Escúchame, pedazo de puta —el insulto, tan sorpresivo, la calló de golpe. Kangsan pareció más que satisfecho que eso—, ni siquiera te pediré seis meses. Quiero que la niña pase los fines de semana conmigo y algunas festividades, ¿está claro? Te dejaré elegir que fiestas, para que veas que soy bueno, aunque no te lo mereces ni un poco.

—Ni siquiera te sabes su nombre —repitió Haerin, y ahora, su voz se tambaleó en miedo. El alfa se percató de eso, del terror que sentía la omega, y se rió con burla.

—Hikaru. Se llama Hikaru —pareció pensarlo un poco—. Le daré mi apellido.

—¡No quiero tu apellido!

—Me importa una mierda —volvió a la rudeza—, ¿acaso querías darle el apellido de tu nueva pareja? Eres una zorra, Haerin, siempre lo fuiste. Con esa carita de santa, pero dándole el culo al primer alfa que se te atravesó...

—¡Basta, Kangsan! —le gritó, y Hikaru se puso a llorar ante sus gritos, pero Haerin no podía controlarse bien. Trató de liberar feromonas maternas para calmarla.

—¿Ves? Ni siquiera puedes criar bien a nuestra cachorra —él parecía relamerse en su victoria—. Si haces esto por las malas, te lo prometo, te quitaré la custodia de la niña. ¿Y sabes cómo lo haré? Denunciaré que tu nueva pareja es violenta, ¿o acaso crees que he olvidado cuando me golpeó hace meses? Hay grabaciones de eso.

Ahora el miedo dio paso al horror, recordando apenas esa noche de meses atrás. Para ella, había quedado en el olvido, ¿por qué le habría tomado alguna importancia? Ni siquiera se le ocurrió que Kangsan usaría ese encontrón para enfrentarla, para ponerse en una encrucijada.

Soltó un sollozo inevitable y su orgullo pareció desaparecer. En ese momento, lo único que le interesaba era detener esa horrible pesadilla en la que se convirtió ese día.

—Kangsan, por favor...

Ahora, esa es la Haerin que conozco yo —la voz del hombre se tornó desinteresada—. Espero que seas inteligente y lo pienses bien. Si me sigues enfrentando te irá peor que ahora.

—Por favor, no...

Y deberías agradecerme que no te haya exigido que, aparte, te conviertas en mi puta —soltó una risa cruel—. Porque ganas no me faltan. Después de todo, recuerdo que tu coño era bien apretado.

Y le cortó la llamada.

Haerin se quedó en el suelo, aturdida y desconcertada, todavía tratando de procesar bien qué era lo que había pasado. El ultimátum que Kangsan le dio, a sangre fría y sin preocuparse un poco de las consecuencias que pudiera traer.

Ni siquiera reaccionó cuando Hikaru le apretó el cuello con más fuerza, lloriqueando todavía, ni tampoco cuando la puerta del departamento se abrió, con Danielle apareciendo, trayendo una cara de preocupación encima, que cambió al susto al verla ahí, sentada en el suelo, sin moverse y con la bebé en brazos.

—¿Hae? —preguntó, cerrando la puerta y yendo hacia ella—. Cariño, ¿qué es lo que ha pasado?

Danielle se arrodilló ante ella y Hikaru soltó a Haerin. La mayor la alcanzó a agarrar para que no se cayera y la bebé la abrazó, sin dejar de sollozar.

—Yo... —Haerin sorbió por su nariz—, Kangsan... la carta...

Totalmente confundida, Danielle pareció notar la carta abierta sobre la mesa y la agarró. Sus ojos la leyeron con rapidez, y se abrieron con fuerza.

—¿Qué demonios es esto? —preguntó, y la coreana tragó saliva.

—Quiere que compartamos la custodia —habló, y esas palabras parecieron sacarla de su shock. Sus labios temblaron—. Lo llamé y... y... y...

El llanto apareció y Haerin ya no pudo controlarlo más: se quebró y, desconsolada por completo, las lágrimas salieron como una fuente de agua, incapaz de controlarlo. Danielle se movió con rapidez, abrazándola a pesar de que Hikaru seguía colgada de ella, y Haerin la abrazó, apoyando su frente contra el hombro de la alfa.

Eso no podía estar pasando, ¿cómo Kangsan podía hacerle eso? Luego de todo el daño que le provocó, de toda la mierda que le hizo, ¿seguía queriendo más de ella? Quitarle a Hikaru, a su pequeña cachorrita, mataría por completo a la omega, porque su niña era su todo. Era su vida entera.

—Mi amor... —susurró Marsh, sin soltarla—, no voy a dejar que eso pase —parecía adivinar sus pensamientos, de seguro leyéndolo producto del lazo que compartían—, te lo prometo. No vamos a dejar que nos quite a Hikaru.

Haerin sólo siguió llorando, con su alma desgarrada y un horrible presentimiento en su corazón.

¡Gracias por leer!
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