Capítulo 21
Los padres de Danielle se ensimismaron en Hikaru, que estaba más que complacida con toda la atención recibida. Haerin no podía creer cómo su cachorra se ganaba a todo el mundo sólo con una mirada de aquellos ojos curiosos y brillantes.
—Esto nunca había pasado —le susurró Danielle, llamando su atención.
Haerin le miró con el ceño fruncido, tratando de ocultar su molestia.
—Tú no me hables —le dijo entre dientes—, estoy muy enfadada contigo.
No podía creer que Danielle no les hubiera contado a sus padres acerca de Hikaru, ¡eso era una tontería! ¿Cómo se le ocurría que estaría bien? Le hacía sentir como si se avergonzara de que su novia, más joven que ella, tuviera una hija. Haerin estaba más que herida con lo que hizo.
Danielle le observó con arrepentimiento.
—Cariño...
—Dani, ¿todavía tienes tus juguetes de niña? —preguntó la madre de la alfa, sosteniendo a Hikaru, que a su vez presionaba en un apretado abrazo un peluche de oso que le consiguieron—. ¡Es una ricura de bebé!
—Se parece a ti cuando eras una cachorrita —añadió su padre, orgulloso.
—¡Bubuuuuu! —gritó Hikaru, queriendo la atención de vuelta en ella—. ¡El raauuw!
El padre de Danielle, todo encantado y sin importarle nada más, comenzó a imitar el ruido de un osito mientras le hacía cosquillas a Hikaru, que empezó a reír de forma escandalosa.
En ese instante, la ama de llaves, Nanhee, apareció con una expresión suave, anunciando que la comida ya estaba lista. Añadió que le preparó una porción de pollo con vegetales a Hikaru para que comiera, y Haerin le dio las gracias. Ni siquiera pudo tomar en brazos a la pequeña, porque la madre de su novia ya la tenía agarrada.
—Oh, discúlpanos, cariño —se apresuró en decir la mujer hacia Haerin, sonriendo con algo de vergüenza—, se nos olvidó presentarnos correctamente. Debido a todas estas sorpresas, te imaginarás...
—No se preocupe, señora Marsh —dijo la omega, tímida—. Soy Kang Haerin, y mi cachorrita es Kang Hikaru.
—Un placer tenerlas en nuestra casa —contestó el padre de Danielle—. Mi nombre es Lachlan Marsh, y mi esposa es Hanee Marsh. Como ella dijo, perdónanos por nuestra poca discreción, pero estamos felices de tenerte aquí. Danielle llevaba mucho tiempo sin presentarnos a nadie y ya nos estábamos preocupando.
—Papá... —suspiró Danielle, sentándose en la mesa—, ¿van a comenzar a avergonzarme?
—Por supuesto —bufó Hanee—, es lo mínimo por habernos ocultado esto, ¿qué pensabas con decirnos de la no existencia de Hikaru?
Al menos Haerin no era la única indignada por eso. No le iba a perdonar tan fácil eso, ¡iba a tener que hacer méritos por su estupidez!
Nanhee apareció, sirviendo la comida y la madre de la castaña no dudó en empezar a darle de comer a Hikaru, que se veía llena de felicidad.
—Fue un error, sí —suspiró la alfa—, pero es que no sabía cómo tocar el tema sin que ustedes enloquecieran. Además —siguió defendiéndose—, supongo que sabían que Jiho quería volver conmigo. Él me dijo que conversó con ustedes y no tuvieron problemas en que él me buscara.
Ay, santo Dios. Ahora Haerin se molestó más ante la mención de esa víbora, ¡qué descaro más grande! La próxima vez que lo viera, lo agarraría de las greñas, para que le quedara claro que Danielle era su mujer.
—Pensamos que lo que tenías con Haerin no era tan serio —señaló su padre, antes de mirar a la pelinegra—, sin desmeritarte, por supuesto. Es sólo que no sabíamos qué intenciones tienen una con la otra, además de que tampoco sabíamos que ya te había marcada.
Haerin sentía que toda esa visita empezó con el pie izquierdo. ¿Acaso los padres de Danielle todavía querían que la alfa y Jiho estuvieran juntos? Le daba pánico que ellos nunca la quisieran dentro de su familia.
—Pero ahora que vemos esto, ¡no hay nada de lo que preocuparnos! —dijo Hanee, entusiasmada—. ¿Tienen planeada una fecha próxima para la boda?
En ese momento, la menor se atragantó con la bebida que estaba bebiendo. Hikaru estalló en risas nuevas al ver los gestos de su mamá. Danielle le golpeó la espalda con suavidad y Nanhee no tardó en entrar al comedor con un vaso de agua. Esa mujer parecía ser multifuncional.
—Lo siento —barboteó Haerin, tosiendo entrecortadamente—, perdón...
—¡Mami cof cof! —chilló Hikaru, antes de que Hanee la alimentara—. ¡Yummy!
—Mamá... —Danielle se veía muy nerviosa—, con Haerin todavía no hemos hablado de una boda.
—¿Cómo? —ahora su padre habló, atónito—. Pero si está marcada, ¡están ya casi casadas!
Danielle le había advertido que provenía de una familia tradicional, ¡aunque no creía que tanto! Un matrimonio, cuando no llevaban más de un año de conocerse...
Sin embargo, algo de razón tenían: en el cuello de Haerin relucía la marca que Danielle le hizo, una clara muestra del enlace que compartían ambas. Una marca podía considerarse casi tan serio como un matrimonio, después de todo, era difícil de romper.
Sin poder evitarlo, sintió un poco de rubor en sus mejillas. ¿Un matrimonio? Ya lo pensó antes, pero ahora, era algo más serio, no una simple fantasía de adolescente enamorada. A Haerin le gustaría tener una boda.
—Es una decisión que tomaremos con Rin a su debido tiempo —insistió Danielle—, pero por ahora, no lo hemos conversado.
Afortunadamente, sus padres parecieron no querer insistir más, y la cena transcurrió sin grandes novedades. Haerin les contó a los adultos a qué se dedicaba mientras Hikaru se ponía a corretear bajo la mesa, alzando un avión rosado de Barbie que Nanhee llevó. No obstante, pronto fue donde Haerin, con la carita llena de sueño y pidiendo que la tomara en brazos. Ese fue el momento para decidir dejar la conversación hasta allí y seguir al día siguiente.
La ama de llaves les llevó hacia la habitación de Danielle, amplia y con una cama de dos plazas. Haerin pensó que la harían dormir en la pieza de invitados, pero adivinó que, al ver la marca que llevaba, los padres de Danielle ya debían considerarla prácticamente su esposa. Qué extraño se le hacía, pensó, al compararlo con la casa de sus padres y las tradiciones distintas que poseían.
Desvistió a Hikaru y le cambió el pañal. La bebé ya estaba medio dormida a esas alturas cuando Danielle apareció, pues se quedó hablando un par de cosas más con sus padres.
—Bebé...
—Sigo enfadada contigo —dijo la omega, sin mirarla y concentrada en ponerle el pijama a su cachorrita.
—Lo sé, mi amor —suspiró Dani, cerrando la puerta y desabrochándose la camisa—, y tienes todo el derecho. Es sólo que... Ya lo has visto, mis padres son muy a la antigua e imaginaba que contarles de Hikaru no les haría mucha gracia, no por teléfono.
—Sí, pero aun así tuviste qué hacerlo —replicó Haerin, acostando a su hija, que las ignoró y cerró los ojos para dormir—, no sabes la humillación y pena que sentí, como si mi cachorrita te avergonzara.
—Bebé, no es así —insistió la alfa, yendo donde la menor, pero siguió ignorándola, poniéndose el pijama—, Rinnie, por favor...
Danielle la abrazó por la cintura, presionando su cabeza contra la espalda de Haerin, que continuó sin mirarla. Permanecieron así unos largos y dolorosos minutos, en los que ninguna dijo nada, hasta que mantener la posición resultó imposible e incómoda. Aun así, la omega seguía molesta.
—Fue cómo si no te avergonzaras sólo de Hikaru, sino también de mí —insistió Haerin, revolviéndose en el abrazo, pero Danielle no la soltó.
—Jamás pienses eso —le besó la piel del cuello, enviando un escalofrío por su espina dorsal—, ¿cómo me avergonzarías, cariño?
—¡No sé! —bajó la voz—. ¿Tal vez de que tu novia y omega fue una adolescente idiota que se metió con el primer idiota que encontró y quedó embarazada? Es suficiente motivo para...
Su voz se cortó al sentir nuevos besos en su cuello, provocando que ahora sólo balbuceara un par de reclamos inentendibles.
—Ninguna parte de ti me avergüenza —susurró Danielle sin dejar de besarle—, y Hikaru es también mi cachorrita. Lo lamento demasiado, bebé, te lo prometo. No sé qué se me pasó por la cabeza para mantenerlo oculto, pero espero que puedas perdonarme.
—Tendrás que hacer mérito para eso —farfulló Haerin.
—Y creo que lo tengo —la alfa bajó más la voz, para que sólo su pareja escuchara—, ¿te parece si el viernes dejamos a Hikaru con mis padres y nosotras nos escapamos en la noche? Hay un sitio muy bonito al que quiero llevarte...
—¡Cochina! —protestó Haerin.
—¿Eso es un no?
—¡Jamás dije eso!
Danielle soltó una risa baja, con la omega moviéndose en sus brazos y volteándose para ahora besarle en la boca. Estuvieron en eso unos largos minutos, sonriéndose mutuamente y murmurándose "te amo" de forma constante, hasta que escucharon los berreos de Hikaru.
—¿On'a mami? —lloriqueó—. ¿On'a mami?
Ambas suspiraron antes de detenerse. Haerin, ya en pijama, fue hacia la cama mientras Danielle seguía cambiándose, y pronto estaban las tres acostadas. Karu, a pesar de que pidió a su mamá, terminó acurrucándose contra Danielle, feliz de su aroma rodeándola.
—Será omega —murmuró Haerin, medio dormida, segundos después.
—¿Mmm? —Danielle le besó la frente—. ¿Eso piensas?
—Claro que sí —la menor sonrió—, jamás la vi tan mimosa por otro alfa, como Hyein o mi papá. Te mira a ti como alfa de nuestra manada. Le encanta tu aroma.
—Mis dos bonitos omegas —Danielle también le sonrió—, las voy a proteger como sea. Ustedes, ahora, son mi hogar.
Haerin no podía creer que siguiera enamorándose más de su novia, pero ahí iba y le decía esas cosas que volvían cálido a su corazón. Demasiado cálido y lleno de amor por Danielle.
***
Haerin sabía que la misión de los abuelos no era nada más y nada menos que mimar a sus nietos. Al fin y al cabo, lo vivía en primera mano con sus padres, que consentían mucho a Hikaru, hasta el punto de que la omega tuvo que hablar con ellos para que no la malcriaran demasiado. Haerin estaba iniciando, lo que sería, el proceso de no-mimar-tanto a su hija, pero si era honesta, necesitaba ayuda de todas partes.
Por eso mismo, fue un desbalance tremendo el ver cómo los padres de Danielle se dedicaron a consentir a su nieta. Es decir, claro que le hacía feliz que no hubieran reaccionado rechazándola, sin embargo, nunca se preparó para ese escenario.
Al día siguiente de su llegada, se dieron cuenta de que los juguetes de Danielle, cuando niña, no estaban. La ama de llaves les recordó que los regalaron años atrás, por lo mismo, los nuevos abuelos no dudaron en decidir ir a comprar algunos juguetes nuevos, a pesar de las protestas de Haerin de que no era necesario. El nuevo juguete favorito de Hikaru eran ahora unos cubos de construcción del tamaño de un libro, por lo tanto, eran ideales para que no se los metiera a la boca y atragantara con ellos.
Pero eso no fue todo: dos días después, Hanee dijo que quería comprarle ropa a la cachorrita, pues se dio cuenta de que estaba creciendo muy rápido y ya su ropita le estaba quedando pequeña. Haerin pensaba gastar lo justo y necesario, pues las prendas para bebé eran muy caras, pero casi se desmayó al ver todo lo que le compró su suegra; desde zapatillas, hasta calzones y algunos gorros, para que tuviera durante toda la época del año.
Esa noche, Haerin tuvo una conversación muy seria con Danielle.
—La están mimando demasiado —le susurró, pues no quería que los abuelos de Hikaru escucharan eso—, Danielle, mira todo lo que le compró. Pensé que Karu se aburriría, pero con cada nueva prenda que ella le ponía, se animaba más y más.
Danielle suspiró, viéndose un poco incómoda y fuera de lugar.
—Cariño, no lo hacen con malas intenciones —le dijo la alfa, queriendo calmarla—, no pasará nada malo con que la consientan unos días.
—No se trata de que no lo hagan —insistió Haerin—, pero deben moderarlo. Sabes que no quiero malcriarla demasiado, ya la tengo muy consentida, y ahora esto...
—Tranquila —insistió Danielle, antes de frotar el puente de su nariz—, mira, es que mis padres siempre han estado muy ilusionados con ser abuelos, ¿bien? Es decir... —se removió en su sitio—, unos años después de que yo nací y cuando querían tener otro hijo, mamá tuvo un aborto y descubrieron que tenía cáncer de útero, ¿vale? Y tuvo que someterse a quimioterapias y una operación y quedó infértil, mis padres quedaron muy afectados por todo eso.
—Dani... —Haerin hizo una mueca de dolor, apenada.
—No es como si ellos me presionaran a ser madre o algo así, pero sé que ansiaban mucho otro niño en la familia —continuó—. Por eso mismo, me comprometieron con Jiho, esperando que nos casáramos y así tener una hija, quizás a los veinticinco. Sé que puede sonar un poco obsesivo, aunque cuando terminé con él, lo entendieron a pesar de todo y no se enfadaron conmigo.
Haerin permaneció un momento en silencio, cómo tratando de comprender todo lo que le estaban diciendo. Y, de pronto, una chispa se encendió en su mente.
—Por eso no les dijiste de Hikaru —dijo, parpadeando.
Danielle desvió la vista, en una clara señal de afirmación.
—Temía que ellos... quisieran conocerla enseguida —dijo, tímida—, que aceleraran las cosas entre nosotras. No quería que se metieran en nuestra relación. O que tú también te sintieras abrumada por eso.
La omega sonrió con debilidad, como si no pudiera creer bien lo que le estaba diciendo Danielle. No es como si lo comentara en voz alta, pero había notado que el aroma de los padres de Danielle parecía mucho más fuerte cuando estaban con Hikaru, como si sus emociones se intensificaran.
—Está bien —dijo, abrazando a la alfa—, voy a controlarme, Dani. Aun así, ¿puedes decirles que no es necesario que le den tantos regalos? Explicarles que la tengo muy malcriada y no quiero que crezca como una niña consentida.
—Lo haré, te lo prometo —Haerin le besó la mejilla—, pero ¿sigue de pie nuestra salida del viernes?
—Eso no se pregunta, tontita.
Danielle se rió.
Los días siguieron pasando con relativa calma. Para fortuna de la omega, Danielle pareció intervenir y lo que fuera que le haya dicho a sus padres, sirvió para que no le compraran tantas cosas a su bebé que, al menos, todavía no se había acostumbrado a recibir tantas cosas.
Aprovechando el sol de primavera, decidieron probar la piscina que estaba en el patio trasero. Hikaru se aventuró a chapotear en la escalera, con el agua hasta su vientre y riendo al ver a sus padres y abuelos nadar. Se veía más que feliz, disfrutando plenamente de todas las atenciones recibidas.
Danielle y Haerin también aprovecharon esos días. Cuando llegó el viernes en la noche, besaron a Hikaru en sus mejillas, que jugaba con sus bloques a hacer una muralla para derribarla, y le agradecieron a los Marsh por cuidar de la cachorrita.
La alfa condujo por la ciudad de Daegu, llevando a Haerin hacia fuera, y la menor enarcó una ceja al mirar el lugar.
—¿Un motel? —le dijo, coqueta.
—El mejor de la ciudad —Danielle se estiró a darle un beso—, la mejor suite para nosotras, cariño.
—Al parecer, Hikaru no es a la única que malcrían los Marsh —bromeó, entusiasmada.
La cabaña que poseían era más que grande, con una cama amplia, limpia y pulcra, ya con una cubeta con hielo y champagne junto con dos copas. Además, poseía un jacuzzi lleno de burbujas y dos batas blancas.
—Profesora Marsh, ¿a dónde me trajo? —jugueteó Haerin, abrazando a Danielle por el cuello una vez estuvieron en el jacuzzi, con las dos desnudas—. ¿Suele traer a sus estudiantes reprobados aquí, señorita?
—¿Qué es esto? —la alfa la agarró por la cintura—. ¿Me quieres sacar de mis casillas, Rinnie?
—¡Qué aburrida eres! —se quejó la omega—. ¿No puedes meterte en tu papel unos segundos?
—¿Y qué pretendes? —Danielle comenzó a reírse, descontrolada—. ¿Qué te ponga en mi regazo y te azote el culo hasta que llores? ¡No pongas esa cara, cochina!
Haerin tuvo que suplicarlo, pero lo consiguió. Y después, con las nalgas enrojecidas y las piernas abiertas, movía sus caderas mientras rebotaba en la polla de la alfa, que gruñía salvajemente.
—Alfa, alfa... —gemía, temblorosa y sintiendo el pene golpeando en su punto perfecto.
—Mierda, bebé —gruñó la mayor, azotándole el trasero una vez más. Pudo sentir cómo se humedecía ante lo realizado—, tan mojadita por mí, mi pequeña cosita sucia...
Danielle se estiró y le besó en los labios, sucia y lascivamente, con Haerin jadeando contra su boca. Sin pensarlo demasiado, la castaña llevó su mano hacia el pezón izquierdo de su amante, frotándolo unos segundos antes de apretar y oyendo el chillido que soltó.
—¡No! ¡A-aprovechada...! —gimió Haerin, pero su voz se cortó por las nuevas embestidas.
—¿Qué pasa, cariño? —Danielle lamió su cuello, volviendo a apretarle los pezones. Nuevas gotitas de leche se filtraron hacia el exterior—. ¿No te gusta que alfa toque tus bonitas tetitas?
—¡Da... Danieeeeeeelle!
—Estas tetitas que son sólo mías y de nadie más —la mayor se inclinó, ahora atrapando el pezón con sus labios y chupando. Haerin se arqueó, temblando y gritando por el potente orgasmo que la recorrió de manera sorpresiva. Su coño se apretó alrededor de la polla de Danielle—, sólo mías, no de Hikaru.
Haerin estalló en risas entrecortadas antes de soltar un ruidito bajo, como un maullido, cuando el esperma comenzó a llenarla. Danielle soltó su pezón antes de ir hacia su cuello y morder en la marca, con el nudo formándose en su interior.
—Dani... —suspiró Haerin, acariciando la nuca de la alfa.
—¿Sí, cariño?
—Te amo mucho.
—Yo también te amo, bebé.
—¿Nos vamos a casar más adelante?
—Si tú lo quieres —la alfa lamió su marca—. Y si no lo quieres, pues no pasa nada.
—¡Claro que quiero! —Haerin tenía ojos soñadores, fuera de sí—. Una bonita boda, ¡quiero formar una familia contigo!
Danielle soltó unas risas amorosas ante el entusiasmo de la menor. Se enderezó, pero sin salirse de su interior, y la besó en la boca.
—Ya somos una familia —le aseguró.
—Una familia más grande —insistió Haerin.
—¿Qué tal con diez cachorros? —bromeó Danielle—. Así, tus tetas tendrán siempre leche para mí.
—¡ERES UNA COCHINA, DANIELLE!
La alfa volvió a las risas fuertes, dispuesta a todo lo que Haerin quisiera hacer con ella.
¡Gracias por leer!
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