Danielle le dio las gracias a la camarera cuando le sirvió el café que pidió, antes de voltearse hacia Jiho, que le contemplaba en silencio.
—Te lo contó —habló él, con su voz hosca—, te dijo lo que conversamos.
—Por supuesto —respondió la alfa, revolviendo el café con la cuchara—, entre Haerin y yo no hay secretos.
Jiho soltó un resoplido, como si lo que acabara de decir no tuviera sentido alguno. Danielle no cambió la expresión de su rostro, pues jamás dijo algo tan en serio. Haerin y ella tenían una relación seria y no se ocultaban las cosas.
—Danielle, ¿cómo no te das cuenta? —preguntó Jiho, con evidente disgusto en toda su expresión—. Esa relación no tiene ningún futuro, Haerin es una joven tonta que, con toda probabilidad, sólo te está utilizando para...
—No quiero seguir escuchando tu mierda —replicó, molesta con lo que estaba oyendo—, sólo te cité para aclararte, Jiho, que estás perdiendo tu tiempo. No pretendo terminar con Haerin ante tu amenaza, e incluso si vas a acusarme con mis superiores y me despiden, tampoco lo haré —alzó su barbilla—. Bajo ningún término pretendo volver contigo, porque amo a Haerin y no tengo intención de cambiarla por nada del mundo.
Jiho iba palideciendo con cada nueva palabra, demasiado sorprendido por lo que estaba escuchando, como si no pudiera creerlo. Danielle no bajó la vista, sin sentir un poco de vergüenza por sus palabras, pues sólo dijo la verdad. No iba a permitir que la separaran de Haerin, y menos alguien que ya no era importante en su vida.
—Danielle —habló, tratando de suavizar su voz. La alfa bebió de su café—, sólo... sólo escúchame, ¿está bien? Sé que tú y yo podemos arreglar la relación que tuvimos y volver a intentarlo, he madurado mucho estos años y podría...
—Jiho, detente —lo interrumpió, sacudiendo su cabeza—. Lo que tuvimos ya se acabó y debes entenderlo. No me interesa volver contigo, en absoluto, porque ya no siento nada por ti —se forzó a relajar la expresión de su rostro—. Aun podemos ser amigos, ¿está bien? Pero no te quiero como novio ni como futuro esposo.
El rubio puso una expresión de lástima, y Danielle sintió algo de compasión por él, pues conocía a sus padres y sabía toda la presión que cargaba encima. Sin embargo, ella no tenía tiempo para esos compromisos, además de que su corazón le pertenecía a Haerin desde hacía mucho.
—¿No tengo ni siquiera una oportunidad? —preguntó Jiho, triste.
—No —contestó la alfa, seria—, no importa lo que hagas. Puedes ir y acusarnos en la universidad, pero tampoco volveré contigo. Además —hizo un mohín—, es una vil estrategia, Jiho. No tiene ningún sentido —volvió su atención al café, tragándoselo de golpe pues ya se encontraba tibio—. No sigas insistiendo, ¿está bien? No quiero hacerte daño alguno, pero como sigas metiéndote en mi relación, no tendré más que intervenir. Adiós, Jiho.
El omega murmuró una débil respuesta, decaído, pero Dani sólo se puso de pie y fue a pagar por el café. No le dirigió una mirada más en lo que salía del café, sacando su celular y marcando el número de Haerin para saber dónde estaba.
—Daniiiiii —saludó la omega, con ese conocido tono alegre.
—Hey, bebé, ¿ya has terminado con tus exámenes? —preguntó, yendo hacia el auto.
—¡Sí! —se rió Haerin—. Pero iremos a celebrar con unos amigos a un bar el término del año escolar, ¿no quieres venir?
—¿Un bar, con tus amigos? —resopló—. No, gracias.
—¡Qué aburrida eres! —contestó la pelinegra, pero no insistió—. ¿Puedes cuidar de Hikaru esta noche?
—Sí, claro —Danielle lo pensó un instante—. ¿Qué tal si la paso a buscar y cuando acabes tu celebración, vas a mi casa?
La menor se quedó unos segundos en silencio, como si lo estuviera analizando bien, y Danielle le dio su tiempo. Haerin no era muy dada para salir a fiestas, pero sabía que era una ocasión especial, y es que ese día rindió su último examen. El año académico terminaría en dos semanas más, en los que recibirían sus resultados y sabrían si tendrían que tomar el examen de repetición en caso de que no hubieran pasado alguna clase.
Además, estaba el hecho de que ya no tendrían que andarse ocultando. Ahora se venía el breve período de vacaciones, y después el siguiente año universitario, y no deberían darle explicaciones a nadie.
—Está bien, ¡me parece genial! —contestó Haerin—. Eres la mejor, Danielle, ¡te adoro!
—Yo también te adoro, preciosa.
Ambas se despidieron y Danielle no tardó en dirigirse al departamento de su novia, donde sabía que Ahyeon estaría cuidando de Hikaru. Al encontrarse con la niñera, le explicó que ella cuidaría de la bebé el resto del día, así que podía marcharse, y le pagó las horas trabajadas.
—¡Papa! —gritó Hikaru, contenta. Estaba sentada en el suelo, jugando con una Barbie.
—¿Feliz de verme, cachorrita? —suspiró, comenzando a agarrar los juguetes para guardarlos—. Qué irresponsable madre tienes, ¿no lo crees? Nos deja abandonadas y tristes.
Hikaru se rió cuando Danielle la tomó en brazos, chillando por la emoción. La alfa le sonrió antes de arroparla para salir. Guardó todo lo necesario, aunque no eran tantas cosas que llevar, pues Karu ya tenía ropas y juguetes en su departamento. Incluso, una mamadera propia que Danielle le compró, y algo de comida en el refrigerador. Marsh jamás se vio siendo un padre, sin embargo, no se arrepentía ni un poco de haber adoptado a Karu.
Quince minutos después, estaba acomodando a Hikaru en la silla del auto y partiendo a su departamento. Le puso una película a la pequeña mientras le daba de comer, y después las dos se quedaron viendo Toy Story en la televisión.
A eso de las nueve, Hikaru cayó dormida y la fue a dejar al cuarto de huéspedes, que usaban como habitación de la bebé cuando Haerin iba a quedarse allí. Le envió un mensaje preguntándole a su novia si estaba todo bien, recibiendo una respuesta por audio de la chica gritando que sí y con música de fondo.
Suspiró, algo relajada igual de que Haerin pudiera aprovechar su juventud también. Era evidente que debido al embarazo de Hikaru tuvo que saltar varias etapas de su vida, y apenas salía a divertirse, así que Danielle no tenía problema alguno en que se divirtiera de esa forma.
No sabía si Haerin volvería pronto, así que decidió irse a la cama y prender la televisión, mientras aprovechaba de revisar los exámenes finales de todos los cursos a los que les hacía clases. Cuando dieron las once y media, se aburrió y se puso a ver una película. A mitad de ella, se quedó dormida.
Sin embargo, despertó sobresaltada en un momento, con su celular sonando. Pensó primero que era una llamada, pero se dio cuenta, al agarrarlo, que sólo eran muchos mensajes seguidos.
Hae
Dani
Amor
Danielleee
Daaaaaaanielle
DAAAAANIELLE
Crep q esooi vorrsha
Daaaaaani
TTTTTTTTTTTTTTTTTT
Vem a buscatne
X faabor
Leyó una y otra vez los mensajes, antes de decidir marcar el número de teléfono de su chica, algo preocupada.
—Hae —dijo, aliviada de que le hubiera contestado.
—Danielle —gimoteó Haerin al otro lado, con la música sin dejar de retumbar—, me siento mareada, hace mucho no tomaba tanto...
—Bebé, ¿dónde estás?
Haerin recitó el nombre del bar apenas, soltando unas carcajadas mientras regañaba a una amiga, al parecer.
—Voy por ti.
—Siiiiiiiiiií, te necesitooooooooooooooo —barboteó Haerin, y la alfa le cortó, exasperada.
Era la primera vez que escuchaba a Haerin tan borracha. A veces, cuando ellas pasaban la noche juntas, solían tomar y beber alcohol para relajarse, pero la omega sabía bien cual era su límite. Le dijo a Danielle que no tenía mucha resistencia con las bebidas alcohólicas, por lo mismo, no le gustaba emborracharse. Sin embargo, sólo con oírla, sabía que estaba borracha como una cuba.
Agarró una chaqueta y fue a ver a Hikaru, percatándose que estaba profundamente dormida, con su perrito a su lado. No creía que fuera a despertarse pronto.
Salió con rapidez de su departamento, yendo hacia el auto y subiendo, partiendo enseguida al lugar que le dijo Haerin, teniendo que buscar el nombre en Google Maps para ubicarse. Era un reconocido club nocturno, por lo que no fue una sorpresa el llegar y encontrarla todavía con gente fuera, esperando a entrar.
En realidad, lo que le sorprendió (o enfureció) fue que, al bajarse, vio a Haerin fuera. Y discutía con otra persona, que la agarraba por la cintura mientras la omega se retorcía.
Cuando se acercó más, se dio cuenta de que era Kangsan.
—Vamos, Haerin, déjame follarte —escuchó que le decía ese idiota—, tu culo de puta debe quererlo, vamos...
—¡No, que me sueltes! —gritó Haerin, tropezando.
—No seas así, estoy seguro de que los dos...
—Te ha dicho que la sueltes —gruñó la castaña, empujando a Kangsan y agarrando a Haerin—. Si la vuelves a tocar, te romperé la nariz, ¿me has oído, imbécil?
—¡Danielle! —dijo la omega, contenta de que estuviera allí—. Vamos, hace frío, vámonos, amor...
La mayor le dio otro gruñido a Kangsan, pegando a la pelinegra más contra ella, que no protestó ni un poco. El otro alfa sonrió con inocencia, levantando sus manos en un gesto burdo de tranquilidad.
—No pasa nada, ¿qué tal si la follamos los dos? —preguntó Kangsan, riéndose—. Haerin es toda una puta en la cama, ¿no lo crees? Yo no quería correrme dentro de ella, pero esta perra estaba ansiosa por ser llenada con semen, no imaginas cómo...
Danielle soltó a Haerin y se lanzó a golpear a Kangsan. Su puño se estrelló contra la nariz de ese imbécil, oyéndose un horrible crack en señal de que algo se rompió, pero a Marsh le importaba una mierda. Ignoró el grito de Haerin, agarrando a un aturdido Kangsan de su camisa y dándole otro golpe en la mejilla.
—¡Me has oído, cretino! —le gritó, soltándolo cuando vio que varias personas se acercaban a ellos—. ¡No te quiero cerca de Haerin nunca más!
La omega le agarró del brazo y Danielle tiró de ella, llevándola al auto. La chica parecía estar aguantando la risa por lo recién ocurrido, como si no pudiera creer que Danielle acabara de golpear a su exnovio. Por Dios, era lo que siempre quiso hacer, pero nunca se atrevió.
—No sé qué es tan gracioso —barboteó Danielle, abriendo la puerta del copiloto y entrando a Haerin.
—¡Todo! —la omega estalló en carcajadas—. ¡Su cara, Danielle, fue increíble!
La nombrada le miró con reprobación, aunque al final terminó por sonreír también. Era la primera vez que golpeaba a otra persona de esa forma, y es que ese idiota realmente le sacó de quicio con sus palabras. El sólo recuerdo era suficiente para hacerla volver a darle otro golpe, pero decidió que no era lo mejor. Dejó a Hikaru sola, ya era momento de volver.
Encendió el auto y se marchó de allí, con la chica en un extraño silencio.
—¿La pasaste bien? —preguntó la extranjera, deteniéndose ante un semáforo.
—Uh, sí —suspiró Haerin—, eh... Danielle...
—¿Qué pasa, bebé?
—Me puso muy caliente verte así.
Por un instante, pensó que se quebró el cuello cuando se giró a ver a la menor con brusquedad.
La omega se encontraba con una mano en su estómago bajo, frotándose superficialmente con las piernas juntas. Tuvo que volver su vista al frente cuando el semáforo dio verde.
—Tienes que estar bromeando, Haerin...
—No... —se rió—, por favor, estoy tan feliz.
—¿Fue porque golpeé a Kangsan? —masculló la alfa.
—¡Sí! ¡Y porque los exámenes acabaron! —de forma repentina, la mano de Haerin fue ahora a la entrepierna de Danielle—. Déjame chupártela, por favor, por favor...
—No puedes ser tan caliente —exclamó.
—¿Es una prueba? —Haerin entornó los ojos—. Tú sabes... Tal vez Kangsan no mentía —bajó su voz—. Tal vez soy toda una puta en la cama, y eso me gusta, Danielle...
Esas palabras tuvieron que haberla enfurecido, pero por el contrario, la excitaron. La excitaron de una iracunda manera, el pensar en Haerin con otro hombre, y soltó un nuevo gruñido que hizo jadear a la omega.
—Detente —suplicó Haerin—, déjame chupártela aquí, en el auto, por favor. Profesora, se ve tan sexy...
Danielle obedeció, encendiendo las luces de emergencia y estacionándose, aprovechando que la calle se veía vacía. Haerin se quitó el cinturón y Danielle tiró el asiento hacia atrás. La omega se acomodó con rapidez, su mano abriéndole el pantalón a la alfa y bajándole la ropa interior.
La polla de Danielle ya estaba un poco dura, pero para Haerin era perfecto, y abrió la boca para metérsela en ella. Los dedos de la mayor se enrollaron en su cabello, gimiendo roncamente mientras los labios de Haerin le chupaban la polla como toda una experta.
—Mierda, Hae... —jadeó, sintiendo cómo se la llevaba más profundo, con el glande empujando en su garganta—, bebé, eres tan buena...
Haerin podía sentir la saliva escurriendo de su boca y manchando su mano, que se movía junto a sus labios. No sabía si era la borrachera o el haber visto a Danielle así, o quizás las dos cosas, pero estaba demasiado caliente y quería demasiado sentir un poco de alivio. Por un breve momento, pensó en insistirle a Danielle que se la follara, pero luego decidió que todavía podía esperar unas semanitas más. No tenía por qué adelantarse tanto, de nuevo. Eso aún era un tema para ella.
Así que una mamada estaría bien. Con lo excitada que se encontraba, ella ya estaba mojada con el hecho de tener una verga en la boca. No necesitaba más para correrse.
Bajo esa situación, poco duró Danielle: terminó eyaculando en la boca de la chica, que lo recibió todo para no ensuciar los asientos o el manubrio. Se atragantó un instante, pero forzó a quedarse allí, tragándose el semen sin protesta alguna.
Una vez el orgasmo de Danielle acabó, Haerin se enderezó, con rastros de esperma en sus labios. La alfa gruñó y la besó, importándole poco probarse a sí misma, y la coreana soltó un gemido de placer cuando Danielle metió su mano dentro de sus bragas y empezó a masturbarla. Unos pocos toques y Haerin terminaría corriéndose dentro de su ropa, temblando y mareada.
—Apenas lleguemos —masculló—, te irás a dormir, Haerin, ¿entendido?
—Sí, profesora Marsh —gimió Haerin, antes de darle otro beso lascivo en la boca.
Cinco minutos después, Danielle estaba volviendo a conducir y Haerin no podía borrar la sonrisita de su cara.
***
Durante los siguientes días, la omega estuvo recibiendo sus notas finales, aprobando todas sus clases. De las seis materias que tenía, tres las aprobó con sobre un 80, otras dos sobre un 70 y la última con un 62, a punto de reprobarla. La clase de Danielle la aprobó con un 77, pues los prácticos le ayudaron a subir su promedio.
Haerin no podía con su felicidad, alegre de que el año académico hubiera terminado tan bien para ella. Era un alivio, en especial, porque pudo hacerlo a pesar de tener que ocupar parte de su tiempo libre en el trabajo, y además cuidando de una bebé. El próximo semestre iba a iniciar, por otro lado, su primera práctica y no cabía en su emoción, ¡se moría por ir a los jardines infantiles e interactuar con más niños pequeños!
El último día de clases que tuvo como tal, decidió ir a ver a Danielle para preguntarle si le esperaba para irse juntas. Tenía muchas ganas de celebrar el haber aprobado sus clases, e incluso tenía pensado en hacer una pequeña fiesta con sus amigos. Le diría a Hanni que ya presentara a su nuevo pretendiente, ¡todavía no quería decirles quien era! Ya era momento de que hablara, no podía llevarse ese secreto a la tumba.
Tocó la puerta de la oficina de su profesora, esperando unos segundos en los que no obtuvo respuesta alguna. Frunció el ceño, algo atónita por eso, pues habló con Danielle quince minutos atrás para decirle que iba. La alfa se escuchaba algo cansada y dijo que con toda probabilidad se iba a enfermar, pero que se encontraba en su oficina para que fuera a verla. ¿Acaso salió de emergencia?
Tocó otra vez.
—¿Danielle? —preguntó, aprovechando que no había ningún otro maestro allí.
Unos segundos pasaron, y de pronto un olor se filtró a través de la puerta. Feromonas.
Pero no de omega. Feromonas de alfa. Intensas, duras, envolviéndola y haciendo que su omega temblara.
Sin pensarlo demasiado, decidió abrir la puerta.
Danielle estaba con la cabeza apoyada en el escritorio, jadeando con fuerza. Por un instante, Haerin pensó que se desmayó o algo por el estilo, pero las feromonas volvieron a golpearla, aturdiéndola un segundo.
No se dio cuenta de que ella también liberó feromonas hasta que Danielle gimió en voz baja, apenas enderezándose.
La mayor levantó su vista y le miró con ojos afiebrados.
—Omega —gruñó, y Haerin jadeó.
Oh, por Dios. Danielle estaba en celo.
¡Gracias por leer!
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