Haerin arrugó el ceño al olisquear el aroma de Hanni, que la ignoraba olímpicamente. Incluso Hyein tenía una expresión de desconcierto en su cara, algo novedoso para las dos omegas.
—¿Hueles a alfa? —preguntó Haerin.
—Alucinas —dijo Hanni, tomando en brazos a Hikaru.
—¡Yo también le huelo! —bufó Hyein—. Estás pasada a alfa, Han, ¡¿con quién te revolcaste?!
—¡Baaaaaaaaaaaaaaah! —chilló Hikaru, mordiendo su pobre y destrozado peluche de perro.
—No me he revolcado con nadie —protestó Pham—. La suelta aquí siempre has sido tú.
Hyein puso ahora una cara de ofendida, aunque se notaba enseguida que no se lo estaba tomando en serio. Haerin trató de contener la risa, a pesar de que la curiosidad la estaba carcomiendo por dentro.
—Pero Hanni...
—¡No les diré nada! —la azabache comenzó a peinarle el cabello a la bebé—. No hasta saber si es algo serio. No quiero ilusionarme ni ilusionarlas.
Las dos menores decidieron no insistir más en el tema, porque no querían que su amiga la pasara mal con tantas preguntas o, como decía ella, emocionarse con un alfa que quizás le dejaría debido a su problema. A pesar de no estarlo demostrando mucho, parecía un poco feliz en ese instante, y no querían arruinar esa felicidad.
Hyein, especialmente, era la que más se preocupaba por las dos debido a su naturaleza alfa. Muy bien podía estar prometida con Eunchae, a quien amaba mucho, pero eso no quitaba que quisiera proteger a las otras omegas.
—Bueno, ¡hablando de otro tema! —dijo Haerin, sirviéndoles un poco de jugo a cada una—. ¿Pueden creer que un profesor me puso un examen para el sábado? ¡Un sábado! Todos nos quejamos, pero el desgraciado dijo que no estaba disponible otro día.
Como ya era costumbre, las tres se juntaron una vez al mes para ponerse al día de todos los temas. Esta vez fue un miércoles a principios de diciembre, con el invierno ya llegando al país y un frío enorme. A Haerin no le gustaba demasiado dicha estación, pero se dio cuenta una semana atrás, cuando Danielle se quedó a dormir allí, de lo calentita que era la alfa. Podía abrazarla toda la noche, sin recibir queja alguna, y le gustaba demasiado eso.
—¿No irás a trabajar entonces? —preguntó Hyein, recogiéndole una Barbie a Hikaru, que la recibió feliz.
—No creo —suspiró Haerin—. Le pregunté a Ahyeon si podía cuidarla, pero me ha dicho que tiene un compromiso familiar. Así que Nini..
—Oh —la aludida sonrió con algo de culpabilidad—. Lo siento, Hae, tampoco puedo. Iré a una cita con... —se calló antes de continuar, enrojeciendo.
—¿En la mañana? —Hyein enarcó una ceja—. ¿O acaso pasarás la noche del viernes con ese alfa?
—¡Qué pesada eres! —se quejó Hanni.
—¡Tota! —afirmó Hikaru, chupando la muñeca.
—Mataré a tu bebé —suspiró Lee.
—Mmm... —Haerin lució algo desanimada ante la negativa de Hanni, girándose hacia Hyein—. Podría llevarla al café, luego la voy a retirar —sugirió, algo insegura.
—Pero, ¿por qué no se lo pides a Danielle? —preguntó la más alta, frunciendo el ceño—. ¿Acaso Hikaru no cree que es su papá?
—¡Papa! —Hikaru agitó su cabeza hacia todos lados, como buscando a Danielle con su mirada. Al no encontrarla, devolvió sus ojos a Haerin—. ¿Papa?
—Está ocupada —le explicó Haerin, sonriéndole—, poniéndole malas notas a otros cursos y siendo una profesora malvada, bebé. Más tarde pasará a vernos.
—¡Jijiji! —Karu se rió, feliz.
Hanni comenzó a arrullarla, haciéndole reír con más fuerzas, y Haerin lo aprovechó para pensarlo un poco. La verdad es que sí se le ocurrió preguntarle a Danielle, aunque ¿eso no sería aprovecharse un poco? ¿Y qué tal si Danielle estaba ocupada? ¿O le decía que no, porque no quería quedarse a solas con Hikaru? Una cosa era aceptar a la bebé si Haerin estaba alrededor. Otra completamente distinta era dejarla a cargo de ella.
A pesar de sus constantes demostraciones, Haerin temía un poco que Danielle realmente no quisiera mucho a Hikaru y sólo la aceptaba porque no le quedaba de otra. Sabía que era un pensamiento sin sentido, se notaba que Danielle quería a su cachorrita, pero eso no quitaba que, a veces, la idea apareciera en su cabeza.
—¿No sería excederse? —preguntó Haerin.
—¡Qué dices! —respondió Hanni—. Es bueno que tenga un tiempo de padre-hija con Hikaru. Es decir, si te estás proyectando con ella...
—En un abrir y cerrar de ojos las verás casadas —agregó Hyein con sabiduría.
—¿Puedo ser la madrina? —preguntó Hanni.
Haerin comenzó a quejarse, aunque una sonrisa leve pintó sus labios ante lo que estaba diciendo Hyein. Vale, sí, era muy apresurado y, quizás, algo loco pensar en una boda como tal, pero sería lindo. De sólo imaginarse a ella frente a un altar, sosteniendo las manos de Danielle, con todo un futuro por delante... Haerin se sentía derretir ante esa perspectiva.
Sin embargo, eso no se los iba a decir a sus amigas, porque de seguro iban a burlarse. Para su fortuna, cambiaron de tema cuando Hikaru comenzó a chillar.
Horas más tarde, cuando Hyein y Hanni se habían marchado, Danielle apareció en su departamento con una expresión agotada y cansada. Haerin no tardó en abrazarla, ambas acurrucándose en el sofá para empezar a darse mimos mientras Hikaru pintaba con sus crayones.
Danielle se la pasaba dándole besitos en la boca, diciendo que eso era suficiente para darle energía. A Haerin le causaba mucha risa, pero no escatimaba en besar a Danielle.
—Oye, a todo esto... —le dijo, sintiendo los labios en su cuello—, ¿el sábado estarás ocupada?
—¿Para ti? Siempre tengo tiempo —murmuró la alfa.
Haerin se carcajeó, sin alejarse un poco.
—No, ¡no me refiero a eso! —Danielle levantó la vista, con el cabello desordenado y los ojos brillantes—. Mira, es que tengo un examen que el profesor Bae nos ha puesto, ¿puedes creerlo?
—Dile que se vaya a la mierda.
—¡Danielle! —Haerin volvió a reírse, feliz—. Estoy un poco complicada con Hae, Ahyeon y Hanni no pueden, y me da un poco de nervios llevarla con Hyein a la cafetería, ¡podrían pasar un montón de cosas! De sólo pensarlo...
—Rinnie —la interrumpió—, ¿quieres que la cuide yo?
La omega pestañeó repetidas veces, viendo el rostro tranquilo de Danielle frente a ella. La mayor no parecía acomplejada o nerviosa con la pregunta, y eso sirvió para relajarla un poco.
—¿Podrías? —le preguntó con timidez—. El examen es de diez a doce, estaría aquí como a la una de la tarde y podríamos...
—Mmm —murmuró Danielle, volviendo a darle besos—. ¿Y qué tal esto? Llévala a mi departamento, almorzamos juntas y te quedas allí hasta el domingo.
Haerin suspiró con placer gracias a la boca de Dani haciendo maravillas en la piel de su cuello, pero trató de concentrarse en la idea que le dio la mujer. Hasta ese momento, Haerin no fue al departamento de la australiana, y que se lo propusiera le puso un poco de los nervios, a pesar de que también le emocionó. En especial eso de pasar la noche con ella.
A ver, Haerin no pensaba que fueran a tener sexo o algo así. No estaba desesperada por eso, especialmente porque la dejaría marcada en su aroma por semanas, y sus compañeros podrían notar algo. Si ellas iban a acostarse, sería cuando Haerin terminara el curso con Danielle. Sin embargo, le gustaba acostarse al lado de la castaña, abrazarla y dejarse abrazar. Especialmente, recibir un montón de mimos por parte de esta.
—Si no quieres, igual podemos...
—Está bien —aceptó Haerin, dándole un nuevo beso en la boca—, me parece una gran idea, es el último examen que me queda y podemos relajarnos bien.
Danielle le sonrió, olisqueando el suave aroma de Haerin. Por Dios, quería tanto...
—¡Papa!
Las dos se sobresaltaron al escuchar el grito de Hikaru. La niña estaba luchando por ponerse de pie, queriendo también unos abrazos por parte de sus padres, y no tardaron en arrullarla.
—Vas a pasar unas horitas con papá, ¡¿no es eso genial, Karu?! —dijo Haerin, contenta.
—¡Sí, papa, sí! —tartamudeó la bebé, riéndose.
Más tarde las adultas continuarían con sus cariños.
***
El sábado fue un poco caótico para Haerin: se levantó temprano para arreglar el bolso, con sus cosas y las de Karu, tratando de llevar todo lo necesario para esa noche fuera de su hogar.
Era la primera vez que iba a hacer algo así. Es decir, cuando iba a ver a sus padres lo hacía por más días, y tenía muchas cosas en casa de ellos, así que no se preocupaba demasiado por eso. Ahora, sin embargo, se debatió mucho sobre lo que necesitaría y lo que no para la noche. No se molestó en despertar a Karu, que dormía como una roca y que tampoco se movió cuando la abrigó y tomó en brazos. Una vez lista, se apresuró en salir, subiéndose al auto de Danielle, que pasó a buscarla.
—Hikaru se despertará pasadas las diez —le dijo, mientras Danielle conducía hacia el conjunto departamental en el que vivía—, guardé varias papillas en el bolso, puedes darle una para alimentarla, y también dejé un biberón lleno de leche, por si se pone muy malcriada. Eso siempre sirve para calmarla.
—Sí, Rinnie...
—Recuerda cambiarle los pañales también —continuó cuando se estacionaron, con Haerin bajando a la bebé mientras Danielle cargaba el bolso—, le eché su perrito favorito de peluche, así que puedes dárselo, no importa si lo golpea o lo babea.
—Está bien, amor...
—Llámame en caso de cualquier emergencia —agregó una vez estuvieron dentro del departamento—. ¡Woah, qué linda! Pero como te decía, ¡sólo llámame! Hikaru siempre va primero y el examen después.
—¿Y yo? —cuestionó Danielle.
—Tú estás entremedio —se rió, acostando a Hikaru sobre la cama de Danielle—. Pásame su mantita, por favor, la dejaré impregnada en mi aroma —la alfa le pasó la manta celeste, con un perro bordado en una esquina—. Hikaru debería portarse bien, siempre está muy feliz contigo —la chica miró la hora—. ¡Oh, debo irme, voy justo! —se inclinó a darle un beso en la boca a Danielle, feliz—. Te quiero.
—Yo también te quiero.
Haerin se marchó con rapidez, así que Danielle decidió ponerse a limpiar los platos de la noche anterior. Si bien ella no era partidaria de levantarse temprano los fines de semana, no iba a negarle ningún pequeño favor a su linda omega, así que no le molestó demasiado cuidar de la pequeña cachorra. Además, le servía un poco como experiencia para el futuro, considerando que esperaba que Haerin quisiera otro bebé con ella.
Esa idea le hizo sonreír un poco.
Media hora después de que Haerin se marchara, escuchó el llanto viniendo de su cuarto. Danielle vivía en un departamento amplio y grande que se compró una vez empezó a trabajar, en un bonito barrio residencial de buena categoría. Tenía tres habitaciones, con ella durmiendo en la más grande, y dos baños, uno en suite. La cocina estaba separada del comedor, no era americana, y contaba con un amplio balcón en el que se podían colgar flores.
Fue hacia el cuarto, viendo a Hikaru llorando sobre la cama, despierta y aferrándose a la manta de Haerin.
—¿Qué pasó, Karu? —le preguntó, sentándose a su lado.
—¡Mami! —lloriqueó Hikaru, mirándola un instante—. ¿Mami?
—Mamá está ocupada, cachorrita —Dani la tomó en brazos—, pero llegará...
—¡No! —la bebé pataleó, sorprendiendo a la alfa—. ¡Mami, mami! ¡MAMI!
El llanto desconsolado volvió y Danielle estaba algo atónita por el comportamiento de Hikaru. Jamás le escuchó ese tipo de llanto, tan triste y apenado, sin dejar de gritar por Haerin a todo pulmón. Trató de consolarla un poco, meciéndola y acariciándole el cabello, pero el llanto sólo aumentaba y aumentaba. Eso le estaba poniendo un poco nerviosa.
—Anda, Karu... —suspiró, llevándola al comedor y envolviéndola en su manta—, ¿quieres comer? Mami dejó tu biberón para ti, puedes...
—¡Mami, mami! —Hikaru la ignoró, desesperada.
Danielle dejó a la bebé sobre la alfombra de la salita de estar, yendo a la cocina para calentarle el biberón y respirando profundamente cuando el llanto le siguió. Estuvo listo en unos minutos, preocupándose de que la leche estuviera tibia, y fue donde Hikaru para alimentarla. No contaba con que la niña no quisiera recibir el biberón, manoteándolo y rechazándolo con disgusto.
—¡No! ¡No! —chilló Hikaru—. ¡Mami, mami, mami!
—Karu... —Danielle se puso más ansiosa ante los gritos y el llanto. Hikaru tenía la carita roja, los ojos llenos de lágrimas y la nariz un poco moqueada—. ¿Qué pasa, cachorrita? Sé que extrañas a mami, pero va a llegar pronto, vamos, bebé...
Pero Hikaru no dejaba de llorar, sin control alguno, pataleando también e impidiendo que Danielle pudiera sostenerla bien. Sabiendo que eso podía terminar en algún accidente, decidió volver a dejarla en el suelo, yendo a buscar algunos juguetes y esperando calmarlo. Cuando regresó con algunas cosas, el timbre de su departamento sonó. El llanto de la niña, de ser posible, aumentó.
Danielle mordió su labio inferior al abrir la puerta, encontrándose con el irritado rostro de una vecina suya, la señora Han.
—¡Por Dios, ¿es suyo ese bebé?! —preguntó la mujer—. ¡¡Lleva llorando más de quince minutos!!
¿Tan poco? Danielle lo sentía como una eternidad.
—Lo siento —se disculpó, su rostro enrojeciendo cuando vio que otro vecino se asomó desde su puerta—. Me la encargaron y no puedo calmarla...
—¿Segura? —los ojos de la mujer se estrecharon en sospecha—. ¿No le habrá hecho algo usted?
La sola idea la estremeció, queriendo negarlo fervientemente. Sin embargo, con toda probabilidad, sus vecinos debían estar pensando eso porque el llanto era realmente desgarrador. Hikaru gritaba, lloraba y gemía por su mamá.
—Llamaré a su mamá —dijo Danielle, y cerró la puerta antes de que la mujer añadiera algo más.
Volvió a tomarla en brazos, suavizando su voz y esperando calmarla. Eran recién pasadas las once, Haerin no regresaría hasta por lo menos una hora y media más, como mínimo, y no podía dejar que Hikaru llorara todo ese tiempo. Sus vecinos, si seguían escuchando ese llanto por más minutos, podrían llamar a la policía y eso sí sería un desastre.
—Karukaru, por favor —le suplicó, un poco desesperada—. Vamos, bebé, ¿qué pasa? ¿Acaso no quieres estar conmigo?
La niña no dejaba de llorar, aferrándose a la manta, y unos segundos bastaron para adivinar el motivo de su llanto descontrolado. No es que Hikaru no quisiera estar con ella. Es que, con toda probabilidad, no estaba reconociendo el olor del departamento como su hogar. La casa de Haerin olía a vainilla, a maternidad, un ambiente perfecto para la bebé. En cambio, el hogar de Danielle no tenía una pizca de ese aroma. La manta era el único aroma que debía reconocer.
La envolvió en la manta, esperando calmarla un poco, y sirvió de algo. Sin embargo, el llanto no se detuvo por completo, sólo disminuyó algo. Al menos, los primeros diez minutos, porque la paciencia de la bebé se acabó al no ver llegar a Haerin, y los gritos comenzaron otra vez.
Danielle no sabía qué hacer. No quería llamar a Haerin para decirle que fuera, porque estaba dando un examen, además de que le haría sentir como una fracasada por no poder calmar a la cachorrita. Pero, por otro lado, si los vecinos...
Cinco minutos más pasaron y decidió que un escándalo con la policía sería peor para Haerin, así que marcó el número de la joven.
La omega contestó luego de siete timbres, cuando Danielle pensaba que ya no iba a responder.
—¿Danielle? —le susurró Haerin—. ¿Pasó algo?
—Rinnie, verás...
—¿Hikaru está llorando? —preguntó, y Marsh supo que debía estar escuchando los gritos de su cachorra a través del teléfono.
—No deja de llorar por ti —explicó—, traté de todo, pero no se detiene, amor. Los vecinos han preguntado y no quiero que piensen que la trato mal o algo así, podrían llamar a la policía o...
—Mierda —Haerin se quedó un momento callada—. Estaré allá pronto, tomaré un taxi.
Danielle quiso decirle algo más, pero la omega cortó. No sonaba muy contenta con lo último que dijo, y supo que debía estar todavía en su examen. Eso le hizo sentir peor de lo que ya estaba.
Haerin apareció casi media hora después. Danielle le abrió la puerta y vio a sus vecinos asomarse otra vez.
—¿Mami? —tartamudeó Hikaru, y Danielle estaba sorprendida de que pudiera hablar todavía—. ¡Mami! ¡Mami!
La alfa pensó que Haerin correría hacia Hikaru, pero sólo vio la irritación en la cara de la chica. Cerró la puerta una vez entró.
—Hikaru, cálmate —habló Haerin, caminando hacia la menor, que extendía sus brazos hacia ella con desesperación—. ¿Cómo le puedes hacer esto a tu papá?
—Mami —hipó Hikaru.
—¡No, escúchame! —Danielle se sobresaltó al oír el grito. Incluso la bebé enmudeció—. ¡Te la pasas pidiendo estar con Danielle, pero te quedas con ella y haces un escándalo! ¡Estaba en un examen importante, ni siquiera pude terminarlo bien debido a ti, porque no puedes portarte bien un día, un solo día!
—Haerin —trató de intervenir Danielle—, tranquila, no...
—¡Pero es que no lo entiendo! —saltó, enojada. Hikaru rompió a llorar una vez más—. ¡No lo entiendo! ¡Jamás hizo esto antes y ahora llora porque es malcriada! ¡Hikaru, eres tan malcriada!
—Hae, basta...
La pequeña se deshacía en lágrimas otra vez y Haerin tenía los ojos llorosos ahora. Se veía agotada, cansada, desorientada por completo, y Danielle sabía que estaba colapsando repentinamente por todas las emociones que experimentó en dos horas. Una mirada bastaba para saber eso, sumado al hecho del examen que, con toda probabilidad, se le hizo difícil. Haerin estuvo toda la semana estudiando para que le fuera bien, porque era una de las materias que tenía peligrando.
—¡No puedes darme dos horas solo, porque te pones así! —sollozó—. ¡Y Danielle te quiere tanto, y tú... y tú...! —la chica se quebró—. Oh, Dios, Karu, lo siento tanto...
Danielle abrazó a Haerin por la espalda al verla tambalearse hacia la bebé, cayendo de rodillas ante la pequeña niña, que ahora lloraba en voz baja.
—Dios, Dios —gimió Haerin, sin dejar de llorar—. Soy horrible, Karu, por Dios, mi bebé, mi linda bebé...
La omega tomó a la cachorra en brazos, apretándola contra ella. Marsh empezó a extender feromonas de nido a su alrededor, para calmar el llanto de la omega y la cachorra. Poco a poco, los sollozos fueron desapareciendo, hasta el punto en que no eran nada más que hipidos.
—Rinnie —le susurró Dani—, está bien, mi amor, ya pasó...
—No —Haerin se volteó en el abrazo, quedando frente a ella—, no, soy terrible, Danielle, le grité... le grité a Karu y ella no necesitaba eso, por Dios, ¿cómo lo pude hacer? No tuve que actuar así, cómo pude...
La pequeña tenía el rostro colorado todavía y las mejillas encharcadas, pero ya no estaba soltando lágrimas. Ahora chupaba su dedo pulgar, acurrucada contra el pecho de Haerin y sin querer moverse de allí.
—No estuvo bien —aceptó la castaña—, pero amor, tuviste un colapso. Tus nervios no lo soportaron más y colapsaste, eres una madre joven, es evidente...
—Pero no tuve que gritarle —lloró, dejándose abrazar por Danielle—, soy una mala madre, alfa, soy lo peor...
Ignorando el título que usó Haerin, Danielle sólo la envolvió con más fuerza contra ella.
—Vamos a la cama y hagamos un nido —le dijo la mayor—. Hikaru ya está calmadita, ¿no lo ves? Ella ya te perdonó, bebé.
Eso hizo que las lágrimas de Haerin aumentaran, pero logró moverla hacia el cuarto de Danielle, donde las tres se acostaron bajo las mantas. Haerin tenía a Hikaru acurrucada contra ella, tomando leche de uno de los pechos de la omega, mientras que Danielle seguía extendiendo sus feromonas alrededor.
—¿Y si la dejé con algún trauma? —preguntó la pelinegra, preocupada, pero más calmada—. ¿Y si ahora me odia, Danielle?
—Eso no pasará, cariño —le aseguró—. Hikaru jamás podría odiarte, eres todo para ella.
—No pensé que esto... no creía que...
Danielle procedió a contarle la teoría que tenía a Hikaru, viendo como aferraba a la cachorrita con más fuerza.
—No lo pensé —admitió Haerin—, ella siempre se portó tan bien contigo que no creí que... No pensaba que...
—Papa —barboteó Hikaru, y Danielle la miró. La bebé se retorció, arrastrándose para llegar a los brazos de la alfa—. Papa —suspiró, tranquila y relajada, abrazando a Danielle por el cuello.
—Fue sólo una mala experiencia —afirmó Danielle, acariciándole el cabello a Hikaru. Haerin la abrazó por el costado—, para que tengamos más cuidado la próxima vez.
—Lo siento —murmuró la coreana, todavía apenada y luciendo a punto de romper a llorar una vez más.
Danielle sólo la besó en la frente, prometiéndose nunca dejar a Haerin sola de ahora en adelante. Ni a Haerin, ni a Hikaru.
¡Gracias por leer!
🍎
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro