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Capítulo 10

Haerin miró con un puchero la nota de su prueba. Un 70. Aprobó, pero casi con el mínimo y, al parecer, al resto de sus compañeros no les fue mejor por las caras en sus rostros.

—Estoy decepcionada —dijo Danielle, llamando la atención del curso—, pensé que sus calificaciones estarían mejores a estas alturas, considerando que es la primera calificación de este segundo semestre.

Haerin suspiró y dobló su examen. El primer semestre lo pasó con notas más bajas a las de ahora y, si bien ahora tuvo una leve mejoría, eso no le aliviaba demasiado. Al menos, en los trabajos prácticos le iba un poco mejor.

Jiung, a su lado, parecía aliviado con su 65.

—En el primer semestre salí con 60 —le confesó en voz baja.

A Kyujin le fue un poco mejor, con un 75 como calificación. Haerin pensó que fue ella la nota más alta, hasta que escuchó la irritante risa de Jieun.

A ver, vale, Haerin no odiaba a Jieun, sólo que no la pasaba. La chica era una de las estudiantes que sacaba mejores calificaciones en todo el curso, lo que la hacía tener una actitud algo altiva y creída con el resto. Haerin admitía que la chica estudiaba mucho y se merecía dichas notas, pero eso no quitaba que la encontrara pesada y antipática. Además, últimamente parecía estar muy atenta con Danielle

—A pesar de todo, estoy muy feliz con mi nota —dijo Jieun, en voz alta. Haerin alcanzó a ver el 90 en la esquina de su examen.

Danielle enarcó una ceja, indiferente.

—Espero que les vaya mejor en el siguiente examen, que será a finales de diciembre —le ignoró la profesora—, y que pongan más esfuerzos en sus trabajos prácticos. Haremos dos más antes de terminar el año. Pueden retirarse.

Haerin pensó en agarrar sus cosas y marcharse de allí rápido, junto con el resto de sus compañeros, pero se quedó congelada al ver a Jieun bajando las escaleras hacia Danielle.

Apretó sus dientes, tratando de contener su enojo. Jiung y Kyujin se despidieron de ella al ser la última clase del día, y Haerin les murmuró una respuesta.

—¡Muchas gracias por mi calificación, profesora Marsh! —dijo Jieun, sonriendo encantadoramente. La omega incluso tuvo el descaro de echar su cabello hacia atrás, mostrando su cuello.

—Es la nota que merece —respondió la mujer, guardando sus cosas.

—Me esforcé demasiado por tenerla —continuó Jieun.

Haerin comenzó a guardar sus cosas en el bolso, aunque no le quitaba el ojo de encima a la escena. Sabía que la omega le estaba coqueteando a Danielle, era muy evidente con esa sonrisita zalamera y mostrando su cuello. Esa hija de puta...

Kang quería darse golpes contra la mesa. ¡Eso no estaba bien, no debía pensar ese tipo de cosas!

—Me esforzaré el doble para obtener la máxima calificación en el siguiente examen —continuó Jieun—. ¡Me gustaría hacerla sentir orgullosa de algún estudiante!

Estaba bien, Haerin no tuvo que pensar en la chica como una hija de puta. Su error. Pero todavía quería agarrarle el cabello y tirárselo por coquetear con su chica.

Vaya, Haerin era un desastre celoso. Danielle se reiría de ella todo el día si la veía pensando ese tipo de cosas.

—Debe sacar buenas calificaciones por usted, no por otros —le dijo Dani, cerrando su maletín.

Haerin no vio la expresión de Jieun, pero quería comenzar a reír. Por Dios, era malvada.

Cerró su bolso, colgándoselo del hombro y se dirigió a la salida, sin querer mirar a Danielle para que no viera su expresión. Muy probablemente su cara mostraba los celos que bullían en su interior. Ya quería que fuera más tarde para juntarse con Danielle y darle muchos besos en la carita preciosa que tenía.

Qué vergüenza.

Unas horas después estaba tomando el pedido de una pareja en la cafetería. A Hyein le tocó otra vez estar en la caja, pero aprovechando que no había nadie, estaba en el celular hablando con su novia, Eunchae.

—¡Te lo digo, hermosa, el pollo frito es delicioso!

A veces, esa pareja hablaba cosas muy raras.

Fue a la cocina, viendo a Leeseo y Jini preparar la comida que servían allí. La cafetería era pequeña y casi nunca se llenaba por completo, así que no necesitaban de mucha gente. Sullyoon estaba atendiendo otra mesa.

—Dos trozos de kuchen de frambuesa, un café cortado y un té de limón —les dijo, y Leeseo le levantó el dedo pulgar.

Haerin les sonrió, aliviada de que no llegó ninguna otra mesa que atender.

—Pensé que traerías a Karu —habló Jini, sacando un nuevo kuchen del refrigerador para partirlo.

—No me dio el tiempo —suspiró la pelinegra, llenando su bandeja con un pedido que debía llevar—. Además, Hikaru ha estado muy berrinchuda. No me ha dejado en paz y no quiero que haga un escándalo aquí porque no la tomo en cuenta.

—Está creciendo —suspiró Leeseo.

Haerin se rió, saliendo con un pedido y llevándolo a la mesa. Su mente, mientras, iba pensando en su pequeña cachorrita, que lloriqueaba por su atención a cada momento. Incluso, cuando estaban solas, quería que estuvieran siempre juntas y hasta le seguía al baño. Con toda probabilidad, cuando llegara al departamento, la bebé le estaría esperando frente a la puerta con esos ojitos brillantes.

Al mismo tiempo, ya estaba aprendiendo a caminar. En ocasiones la veía ponerse de pie y sujetarse del sofá, caminando hacia ella, pero apoyada de algo. De sólo pensarlo podía llorar por la emoción, viendo a su preciosa hija crecer.

Lo mejor era tener a alguien que estuviera con ella. Danielle se pasaba casi todas las tardes a su casa, a cenar con ellas, y los fines de semanas estaba todo el día a su lado. Haerin quería invitarla a dormir al departamento, para así evitar esos largos viajes agotadores, aunque pensaba si no sería demasiado rápido. Era ya mitades de noviembre y llevaban saliendo casi dos meses.

Las siguientes horas siguieron pasando, hasta que dieron las nueve de la noche, y el local estaba casi vacío. Fue en ese momento en el que apareció Marsh. Haerin le dijo varias veces que no era necesario que fuera a buscarla, pero la alfa siempre insistía en que era mejor para las dos. Uno, para cuidar a Haerin, y dos, para no preocupar a Danielle.

Ahora, su emoción fue mucho mayor al verla llegar con unas bolsas que tenían unas cajitas dentro, que olían deliciosamente bien.

—Supuse que estarías cansada —le dijo Danielle, sonriéndole.

—Yo si lo estoy —dijo Hyein, antes de que Haerin pudiera responder—. ¡Espero que hayas traído comida suficiente para todas!

Haerin levantó su pie y le dio una patada suave en el culo a la alta joven, frunciendo el ceño.

—Deja de acosar a mi novia —le bufó, enfadada.

—¡¿Entonces ya son novias?! —siguió molestando Hyein, gritándolo a los cuatro vientos—. ¡Ojalá tener una boda pronto!

La omega volvió a darle un golpe, oyendo la risa suave de la castaña. Pudo sentir sus propias mejillas coloradas ante las palabras de su amiga.

—No la tomes en cuenta —dijo, recogiendo unos platos—, Hyein es una idiota.

—¡Y te estoy escuchando! —saltó Lee. Aunque, antes de recibir un golpe, añadió—: Bah, márchate, Hae. Ya estamos cerrando.

—No debería...

—Si no te vas, le hablaré a Danielle de un fabuloso lugar en el que comprar el anillo de compromiso.

Haerin se marchó corriendo hacia el camerino, recogiendo sus cosas. Aprovechando que la omega no estaba, Danielle terminó por preguntarle del lugar a Hyein, que se lo dio con gusto.

Diez minutos después se despidió de sus amigas, siguiendo a Danielle hacia su auto. Una vez subieron no pudo contenerlo más y se inclinó a darle un beso a la alfa, sintiendo a su omega suspirar por el gusto. Llevaba todo el día desesperada por recibir un beso, por pequeño que fuera.

Sin embargo, no se contentó con uno, dándole besos más seguidos, hasta que los vidrios comenzaron a empañarse. Fue Danielle la que tuvo que detenerla, regañándola en voz suave.

—Comamos primero —le susurró—, luego, en casa, seguimos.

A regañadientes se alejó, deseando llegar pronto al departamento.

Ahyeon las saludó una vez aparecieron, saliendo de la cocina. Hikaru estaba sentada en el suelo, mirando a la puerta.

—¡Mama, mama, mamaaaaaaaaaaaa! —chilló con desesperación una vez Haerin apareció.

La omega no tardó en agarrarla en brazos, la bebé abrazándola por el cuello. Danielle le pellizcó una mejilla a la niña, antes de pagarle a Ahyeon lo correspondiente al día. La chica se llevaba bien con la adulta, y no hacía preguntas incómodas acerca de ellas.

Como Haerin tenía en brazos a su cachorrita, Danielle se encargó de servir la comida una vez Ahyeon se marchó. Hikaru ya recibió su última comida, según dijo Ahyeon, así que Haerin sabía que era su hora de dormir. La bebé no parecía muy emocionada por irse a la cama.

—Te tengo descuidada, ¿no, preciosa? —suspiró Haerin, sentada en la mesa y acariciándole las mejillas—. Mamá ha estado muy ocupada. Además, ¡papá se la pasa poniéndole malas calificaciones a tu mamá!

—¡Buuuuuuuuuuuuuu! —Hikaru golpeó la mesa con sus manitos.

—¿Quieres que te regañe por tu nota? —Danielle la miró con una ceja enarcada—. Porque estoy tentada de ponerte en mi regazo y darte unos buenos azotes.

Las mejillas de Haerin se pintaron de rojo ante la perspectiva, pero trató de no tomarle una importancia sexual a esas palabras. Al menos, no lo suficiente.

—No estudié demasiado —admitió la menor—, tú y el profesor Jun pusieron el examen el mismo día, ¡y Jun mandó a leer muchas cosas!

—Pobre de mi bebé —se burló Danielle.

—Además, no soy muy inteligente —se defendió, desanimada—. No importa cuánto estudie, nunca logro una calificación perfecta como Jieun.

—No digas eso —regañó la castaña—, eres una persona muy inteligente, Hae. Que te vaya mal en algunas cosas o te cuesten más no significa que seas tonta. Las personas tenemos distintos tipos de inteligencia y eso no te desmerita.

—Pero...

—Jieun tiene buena memoria e inteligencia fotográfica —continuó Dani—, pero de inteligencia emocional, muy poca. Eso no la hace tonta o algo así, y tampoco te hace tonta que te sean difíciles muchas cosas. Una calificación no dice nada de ti —la alfa la agarró de la barbilla—. Si fuera por mí, les haría otro tipo de evaluación, con más retroalimentación y de tipo formativa, pero la universidad no me lo permite. Ahora, cambia esa cara, preciosa.

Las palabras de Danielle la animaron un poco más, porque le sonrió con debilidad, sintiendo ganas de llorar por sus ánimos. Lo de la calificación si le deprimió un poco, y más al compararse con Jieun, pero le aliviaba que Danielle no pensara que era tonta o mala en clases.

Terminaron de comer cerca de las diez y media de la noche. Hikaru estaba que se caía del sueño, así que Haerin la llevó a su cunita a dormir. No tardó mucho en irse al mundo de los sueñitos, por lo que la omega le dejó la lamparita de perrito encendida y la puerta entreabierta.

A esa hora, por lo normal, Danielle decía que era mejor irse. Ahora, estaba sentada en el sofá, viendo algo en su celular, y Haerin decidió sentarse en sus piernas. La mayor no tardó en olvidar el aparato, abrazándola por la cintura. Pronto, comenzaron a besarse con dulzura.

A Haerin le gustaban mucho los besos que se daban, le hacían sentir muchas mariposas en el estómago, y también como una adolescente. De alguna forma, le gustaba sentirse así a pesar de todo, porque debido al embarazo de joven, tuvo que olvidarse de esas cosas para centrarse en su bebé. Era bonito tener a alguien a su lado y poder besarla de esa forma.

—Te quiero —le susurró Haerin, separándose segundos después—, te quiero tanto...

Marsh le gruñó en afirmación, volviendo a besarla, y Haerin realmente se sentía flotar en su nube. Más cuando percibió los dedos fríos de la alfa deslizándose bajo su ropa, acariciando su cintura y quedándose allí. El toque envió escalofríos, pero también placer, y se rió por las cosquillas que le hacía.

—También te quiero —respondió la extranjera. Tenía los labios hinchados y las mejillas coloradas, y Haerin sabía que también lucía así—, que bonita eres, bebé...

Soltó más risas suaves, los besos deslizándose por su mandíbula y prosiguiendo por su cuello. Cuando Danielle le besó encima de su glándula de feromonas, no lo pudo controlar bien y terminó gimiendo en voz baja, pero no quería que la alfa se detuviera.

Danielle siguió besándola en su piel, haciendo que fuera un desastre en segundos. Toda su omega temblaba y lloriqueaba en clara señal de necesidad, y Haerin no sentía ni un poco de miedo.

—Rinnie... —suspiró Marsh, diez minutos después—, deberíamos dejarlo hasta aquí.

—No —protestó Haerin—, no, me gusta cuando me besas.

—A mí igual me gusta, pero si seguimos así, no podré detenerme después. No quiero... Esto...

Haerin sabía a qué se refería. Podía sentir, incluso, la entrepierna dura de la alfa contra su culo. A pesar del deseo, de la lascivia, del cariño entre ambas, sabía que Danielle tenía razón. Además, ella tampoco estaba muy segura de eso. Si bien la deseaba mucho, una parte de ella temía que todo volviera a repetirse como años atrás. Que Danielle sólo buscara una cosa de ella y luego le dejara.

Con los ánimos bajos, se quitó de encima y sentó en el sofá. Miró la hora: las once de la noche.

—¿Tienes clase temprano mañana? —preguntó la omega, haciendo un puchero.

—No —habló, con el cabello algo despeinado—, mi primera clase es a las diez.

Haerin le agarró la mano.

—¿Quieres quedarte a dormir conmigo? —le preguntó, su tono tímido.

—Rinnie...

—Sólo dormir —se apresuró la menor—, nada más. Mañana, nos despertamos temprano y tomamos desayuno juntas, y luego vas a cambiarte. Por fiiiis, Danielle...

Pudo ver la duda en los ojos de la mujer un instante, pero trató de poner la carita que ponía Hikaru cuando quería algo. No sabía si le estaba saliendo exactamente igual, aunque no perdía nada con intentarlo.

Finalmente, luego de unos minutos, la mayor suspiró.

—Está bien, Hae, todo por ti, mi preciosa bebé.

La chica gritó por la emoción, lanzándose a darle un abrazo con fuerza.

Media hora después estaban acostándose en la cama de Haerin. La alfa usaba un pijama de Haerin, que le quedaba un poco gracioso al ser algo más aniñado de lo que habitualmente era su ropa. Para la omega, se veía muy adorable y quería comérsela a besos.

Sin embargo, sólo la abrazó por el pecho y se acurrucó contra ella, suspirando por la felicidad. Tal vez su celo estaba cerca y por eso estaba actuando como una cachorrita, pero no le importaba. No si Danielle estaba con ella.

Marsh le acarició el cabello, antes de darle un beso en la frente. La omega volvió a suspirar, cerrando sus ojos, y pensando que ese sería su nuevo lugar favorito en el mundo.

¡Gracias por leer!
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