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A pesar de la promesa de hacer un nido, decidieron primero ir al hospital para constatar lesiones y que vieran que Hyunjin estuviera realmente bien. Jeongin temía que le hubiera roto la nariz, y no podía imaginarse el dolor que debía estar sufriendo su pequeño bebé. La idea era capaz de hacerlo romper en llanto.

Para su fortuna, el doctor que les atendió en Urgencias les dijo que fue una pequeña fractura nasal que no requeriría alguna operación y que una férula nasal sería suficiente para que se recuperara. Jeongin y Chan tuvieron que ser fuertes, porque la curación de su cachorrito le hizo romper en llanto otra vez, y para cuando acabaron, ya no quería separarse más de Chan. Se le abrazó al cuello y berreaba si alguien hacia el amago de alejarlo, incluso si era su mamá. Jeongin no se sintió herido por esa reacción, al fin y al cabo, Chan era el alfa de su manada. Era quien debía protegerlos y consolarlos ante el dolor emocional o físico.

Por lo mismo, una vez recibieron el informe del doctor, Jeongin condujo camino a casa. Iban en apenado silencio, sólo roto por los constantes quejidos suaves de Hyunjin. Había olvidado el llanto, pero parecía muy incómodo con la férula que cubría su nariz, y se veía demasiado agotado por todo.

En el momento en que llegaron a casa, ya estaba dormido. Jeongin agarró su pijama, siguiendo a Chan hacia el cuarto principal, y allí le cambiaron la ropa al bebé. No tardaron en acostarse, acurrucarse, y el alfa extendió sus feromonas. El omega no tardó en comenzar a llorar en silencio porque no quería despertar a su bebito.

—Amor... —le murmuró Chan, dándole un beso en la frente.

—... Lo odio... —sollozó Jeongin, temblando para contener los gimoteos que pujaban por su garganta—, lo odio tanto, Channie...

—Por dios, quise matarlo —susurró el alfa, acariciándole el cabello a Jeongin. Hyunjin, entre ellos, dormitaba profundamente—, cuando vi a nuestro hijo así, tuve que contenerme para no lanzarme a golpearlo.

Jeongin soltó una risa quebrada, un poco aliviado de que Chan no lo hubiera hecho. Por mucho placer que sentiría al verlo, sabía que sería un error garrafal hacer eso frente a la mediadora. Él apenas pudo controlarse para no hacerlo.

—No importa si, después de esto, nos siguen exigiendo que Hyunjin comparta con Minhyun —continuó Chan—, nos vamos a negar y, si es necesario, nos iremos a otra ciudad o a otro país. A cualquier otro lugar para cuidar de nuestro precioso cachorrito.

El omega ya lo tenía más que claro. Él ya no dejaría que Minhyun ni cualquier familiar que tuviera se acercara en un radio de cien metros a su hijo. No luego de lo que le hizo.

Era una fortuna que el día siguiente fuera domingo. Despertaron tarde los tres y se quedaron en la cama, con Hyunjin en medio de ellos.

—Mami —farfulló Hyunjin, y Jeongin le sonrió. Su mejilla seguía hinchada por el golpe, pero al bebé no parecía importarle demasiado—, ¡teta!

Esa palabra le hizo reír y no tardó en enderezarse, acomodando de su bebito en brazos. Sabía que era necesario ir dejando el pecho poco a poco con su niño, pero en esa situación, no le negaría nada. Además, de seguro eso le serviría para distraerlo de la férula en su naricita.

Hyunjin parecía muy feliz cuando su boquita se cerró alrededor del pezón, comenzando a mamar la dulce leche. Jeongin lo arrulló, cantándole una cancioncita, y pronto Chan apareció con el desayuno en una bandeja.

—¿Y esta sorpresa? —dijo el alfa, somnoliento—. ¿Acaso es mi día de suerte?

—¡Fuera, atrevido!

—Hey, Hyunjin, ¿está buena la leche?

—¡Sí! —gritó el bebé, volviendo a cerrar su boquita para chupar—. ¡Mío! —añadió, y derramó un poco de leche, pero no parecía importarle.

—Ya lo oíste —Jeongin le acarició su cabellito, amoroso—, es de él.

Chan puso mala cara, acomodando las cosas sobre la cama, y puso algo en la televisión. Jeongin ni siquiera lo regañó, agarrando una galleta de arroz untada en mermelada de frutilla.

El resto del día lo pasaron así, mimándose y dándole a Hyunjin todo el amor posible para que olvidara lo ocurrido el día anterior. Ninguno sacó a colación el tema, por supuesto, y para su fortuna, el cachorro se veía muy contento con los cariños que recibía. Incluso vieron películas de Toy Story, las favoritas del niño.

El lunes fueron citados por la mediadora. Chan ya había conversado previamente con Joohyun, contándole acerca de todo lo ocurrido, y ella dijo que era suficiente para acabar con el tema de la custodia. El informe médico y el testimonio de Sungkyung eran suficientes para quitarle las ganas a Minhyun de seguir con esa locura.

Sin embargo, decidieron no llevar a Hyunjin a esa sesión. No sabían cómo iba a reaccionar el pequeño ante la presencia de su agresor, y para evitar que tuviera miedo o pánico, la madre de Chan decidió ir a cuidarlo. Había llegado temprano en la mañana, tan indignada por lo ocurrido y llenando de mimos a Hyunjin.

—¡Buba, buba! —dijo el cachorrito cuando la vio, riéndose al ser tomado en brazos.

—¡Qué lindo te ves, mi amorcito! —contestó ella, elevándolo y llenándole el rostro de besos—. ¡Te traje un montón de regalitos!

—¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! —chilló Hyunjin, feliz por la atención.

A Jeongin no le importaba si lo malcriaba esos días, con tal de hacerle olvidar el dolor de su naricita y mejilla, entonces mejor para él.

Así que, con Hyunjin ya encargado, partieron hacia el Juzgado, a la oficina que la mediadora les habilitó. Joohyun ya les esperaba allí, con expresión seria y tranquila, y Jeongin se sintió un poco más tranquilo al verla, al notar su seguridad. Él no se sentía muy seguro de nada.

Fue peor cuando Minhyun apareció con su abogado y su madre. Costó todo su esfuerzo no lanzarse a darle un golpe, y sabía que para Chan fue peor. No quería imaginarse cómo debía sentirse el alfa, pero por su expresión, no golpear a Minhyun era todo un sufrimiento. Al final, para calmar a Chan (y a sí mismo), abrazó a su pareja y soltó suaves feromonas. Pudo sentir la boca del alfa apretándose en su marca, la nariz rozando su cuello, y envió un escalofrío agradable por su columna.

—¿Dónde está mi nieto? —exclamó Bora.

Jeongin abrazó con más fuerza a Chan cuando sintió como se tensaba bajo él. ¿Es que esa mujer no podía ser más descarada?

Respiró profundamente. Para su fortuna, en ese momento apareció Sungkyung.

—Bienvenidos —dijo, haciéndose a un lado y abriendo más la puerta—, por favor, pasen y acomódense.

Primero entró Minhyun y su grupo, aunque a Jeongin no le interesó demasiado. Sólo quería alejarse lo más posible de ese imbécil y no verlo nunca más.

No tardaron en sentarse alrededor de la mesa. Sungkyung les preguntó si no querían algo para beber, pero ante la negativa de todos, no tardó en sentarse a la cabecera de la mesa.

—Supongo que ambos abogados están al tanto de lo ocurrido el sábado con el niño —comenzó a decir la mujer, calmada.

—Una torpeza por parte de mi cliente —saltó enseguida Honggi—, me prometió que no volvería a ocurrir.

—¿Una torpeza? —preguntó Joohyun—. Una torpeza sería que se le hubiera resbalado un vaso con agua o hacerse un corte mientras se pelan vegetales. Golpear a un niño no es ninguna torpeza, sino una clara muestra de que Minhyun no quiere al cachorro.

—¡No es así! —dijo Bora—. Fue sólo un accidente, a cualquiera le pasaría...

—¿Qué dice? —exclamó Jeongin—. Yo jamás le he levantado la mano a Hyunjin, ni ha pasado por mi cabeza. Y Chan, su padre, tampoco lo ha hecho.

—Los golpes están fuera de cualquier método de enseñanza recomendado a los niños —replicó Chan con voz helada.

—¿Es necesario que traigas a tu noviecito? —se quejó Minhyun—. ¿O no puedes defenderte solo?

—Creo que es suficiente, señor Hwang —habló Sungkyung, callándolo—, y también señora Hwang. Mientras Hyunjin lloraba, sus consuelos fueron más que deficientes y luego de golpearlo, quiso comprarme para que no dijera nada. A él no le interesa un poco el niño.

Minhyun tuvo la decencia de enrojecer mientras su madre apretaba los dientes con furia.

—Vamos a proceder con una denuncia —dijo Joohyun, y eso lo hizo perder el color con rapidez—. El niño fue llevado, el mismo día, a una clínica para constatar lesiones y hay un informe médico. Por supuesto, le pediremos a la mediadora Gwon que preste su declaración.

—¡No puede hacer eso! —reclamó Minhyun—. ¡Señor Lee, haga algo!

—Es... complicado —dijo Honggi—. Señor Hwang, lo que hizo...

—¡No se le ocurra dejar a mi hijo en la cárcel, Lee! —gritó Bora, espantada.

—Mi cliente no procederá con la denuncia —agregó Joohyun—, si es que el señor Hwang desiste de su paternidad.

—¡¿Cómo?! —chilló la madre de Minhyun—. ¡Pero... pero es mi nieto!

Jeongin la miró con desprecio.

—No es su nieto, sólo lo quiere por orgullosa y ambiciosa —el muchacho chasqueó la lengua.

—¡Bueno, está bien, no quiero ser padre! —gritó Minhyun, repentinamente desesperado para que le quitaran la denuncia—. ¡Por dios, jamás quise tener un hijo! Y ese mocoso... ¡ese mocoso es un llorón, quise pegarle más veces para que se callara!

—¡Minhyun! —gritó su madre.

El omega quería lanzarse a darle un golpe a ese alfa de pacotilla al oírlo decir eso con tanto descaro, como si fuera de lo más normal. Para él, golpearle a cualquier niño estaba fuera de todo límite, y que ni siquiera se arrepintiera de haberle hecho eso a su cachorrito, lo hacía ver puntos rojos por la ira.

Sin embargo, logró controlarse. Y controlar a Chan, que se había puesto de pie y mostraba los colmillos en señal de amenaza.

—Es necesario calmarnos —habló Sungkyung levantándose—, si empiezan una pelea, las cosas van a complicarse.

Jeongin tiró de Chan para que se sentara, que seguía viendo a Minhyun con rabia en sus ojos.

—Joohyun —habló, y su voz era grave.

La abogada se aclaró la garganta y sacó unos papeles de su maletín.

—Como se llegó a cambiar el apellido del niño todavía —dijo la alfa— y no se reconoció al niño, legalmente, frente a un juez, será todo mucho más sencillo. Aquí, señor Hwang, usted renuncia a cualquier pretensión de ejercer su paternidad con el cachorro ahora y en el futuro, incluso dejaría de pagar la pensión que, al parecer, tanto le molesta. Al señor Yang y Bang no les interesa seguir recibiendo dinero de usted.

—Minhyun —habló su madre, tratando de persuadirlo—, por favor, no debes firmarlo. Ellos no te enviarán a la cárcel, con tu padre nos aseguraremos de eso...

—¿Qué? —bufó el alfa, agarrando los papeles y sacando un lápiz de su bolsillo—. Por dios, mamá, no me arriesgaré a un juicio, ¿estás loca? Además, si ganamos, ¿vas a querer que siga criando a ese mocoso? Ni muerto.

Sin escuchar los balbuceos de la mujer, que parecía estarse poniendo histérica, Minhyun buscó su lugar para firmar y se apresuró en hacerlo, casi lanzándole los papeles de regreso a Joohyun. Jeongin no pensaba que ese idiota cedería tan rápido, pero al parecer, la amenaza de la cárcel fue mucho más efectiva que cualquier otra cosa.

Ni siquiera se despidió de la mediadora, pero el alfa se puso de pie y se volteó para irse. Su madre y el abogado no tardaron en seguirle, y el silencio se instaló en el lugar.

—Eso fue... apresurado —comentó Joohyun ordenando los papeles—, no creí que aceptaría con tanta rapidez.

—Siempre fue un idiota —contestó Jeongin, y de pronto, la idea lo golpeó. ¿Cómo? ¿Minhyun acababa de terminar con todo ese show? ¿Ya no iba a molestarlo más?

Esa última pregunta lo hizo voltearse hacia Sungkyung.

—Disculpe, señorita Gwon —le dijo—, ¿esto significa que ya no... que no será necesario seguir con esto?

—No —contestó la beta—. Por un momento, pensé que sería necesario ejercer un poco más de presión, pero al parecer el señor Hwang no es tan idiota —enrojeció levemente—. Guardando el respeto, por supuesto.

—No se merece ningún respeto —aludió Chan, todavía molesto, pero había una pequeña sonrisa en su rostro.

—¡Chan! —Jeongin se lanzó a darle un beso en la boca—. ¡Por fin se acabó esto! Ya no aguantaba más a Minhyun... —esas últimas palabras hicieron que sus labios temblaran, y de pronto, estalló en llanto—. ¡Ya no... ya no será necesario hacer sufrir más a... a nuestro cachorrito, Channie!

Chan comenzó a consolarlo, devolviéndole el abrazo con amor y ternura. Jeongin no podía detener las lágrimas, tan aliviado por lo que acababa de ocurrir, a pesar de que eso hubiera pasado luego de hacer que Hyunjin la pasara tan mal. Ojalá le hubieran evitado todo ese dolor y sufrimiento, pero ahora, se asegurarían de que no volviera a repetirse.

Ellos se asegurarían de que Hyunjin fuera el niño más feliz del mundo.

El omega se despidió entre llorosos balbuceos de Sungkyung, agradeciéndole su ayuda para que las cosas resultaran de esa forma. Ella sólo sonrió con un poco de pena.

—Lamento no haber previsto lo del golpe —se disculpó—, no actué a tiempo. Ojalá se lo hubiera quitado unos segundos antes.

Jeongin no guardaba rencor hacia ella, sabiendo que, al fin y al cabo, la mujer debía hacer cumplir las leyes al otorgarle un día de tuición al alfa. Todo era culpa de ese imbécil que, por fin, parecía haberlo dejado en paz.

Chan y Jeongin le dieron las gracias también a Joohyun, que les aseguró que validaría todos los documentos lo antes posible, y se despidieron de ella a la salida del juzgado. No tardaron en subirse al auto.

—Chan —habló el omega, besando otra vez al alfa aprovechando que todavía no se ponía a conducir—, te amo mucho, mucho. Gracias por estar conmigo.

—¿Por qué das las gracias por eso? —Chan le devolvió el beso—. Yo debería agradecerte por haberme incluido en tu vida y en la de nuestro cachorrito precioso —le acarició el cabello—. Soy el padre más feliz de la vida, bebé.

Esas palabras le sacaron una enorme sonrisa, con el corazón acelerado y nuevas ganas de llorar por la emoción.

—Ahora, ¿qué tal si invitamos a mamá a comer fuera? —preguntó Chan.

—Oh —Jeongin tragó saliva, apenado—, no quería decírtelo antes, pero...

Se interrumpió. Su pareja le pellizcó la nariz para animarlo a continuar.

—Chan, eres tan caliente cuando te enfadas...

—¡Por dios, Jeongin!

El omega se rió, aunque Chan no tuvo más remedio que desviar su camino hacia algún motel para compartir un momento de intimidad. La verdad es que, después de todo ese estrés, Jeongin necesitaba de su alfa y sentirse sostenido por él.

—Te adoro —le murmuraba Chan entre cada nuevo beso, con las ropas cayendo al suelo, y pronto quedaron desnudos. No hubo penetración enseguida, por el contrario, se acariciaron primero entre besos y suaves toques sobre la piel—, mi bonito, mi perfecto y encantador bebé...

—Channie... —suspiró Jeongin, besando el cuello de Chan y dejando marcas en su piel—, me encanta cuando me haces el amor.

—Te lo haré las veces que quieras, cariño.

Que bonita manera de embriagarse en su alfa, pensaba Jeongin segundos más tarde, abriendo sus piernas y recibiéndolo sin mucha dificultad. Su agujero lubricaba para recibir a Chan, que no dejaba de besarle el rostro, y Jeongin amaba eso, ser adorado y querido por su pareja.

Y lo mejor, después de todo, es que sería para siempre.

Una hora más tarde, iban saliendo del motel entre risitas y nuevos cariños.

—¿Qué tal si mejor pasamos a comprar algo para el almuerzo? —le preguntó Chan.

—Me parece perfecto —Jeongin le dio un pequeño beso en la mejilla y sonrió, porque su corazón estaba tranquilo y lleno de amor por su familia.

Y ahora, finalmente, iba a ir de regreso a su casa.

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